Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Sucedió en Laderas de San Guillermo, en el estado mexicano y norteño de Chihuahua. La noticia resultó escalofriante y conmovió a los lectores mexicanos y extranjeros: media decena de adolescentes -tres hombres y dos mujeres- jugaron a secuestrar al menor Christopher Raymundo, de seis años de edad, a quien asesinaron sádicamente.
Con engaños, lo invitaron a recoger leña; pero finalmente lo amarraron y una de las adolescentes, apenas de 13 años de edad, lo apuñaló por la espalda para asegurarse de que no los delatara. Cubrieron la improvisada sepultura con hierbas y un animal muerto que disimularía la hediondez despedida por el cadáver infantil.
Uno de los muchachos experimentó remordimientos y confesó a su madre el crimen. La mujer denunció el acto brutal a las autoridades, quienes localizaron el cadáver del pequeño Christopher. Los cinco adolescentes, con edades de 12 a 15 años, se encuentran bajo tutela pública; además, de acuerdo con los resultados periciales, el niño murió como consecuencia de heridas de arma blanca, golpes de piedras en el rostro y sofocamiento.
Si la noticia es alarmante y dolorosa, no deja de ser, al mismo tiempo, preocupante, ya que refleja el nivel evolutivo en que se encuentra la sociedad mexicana. Algunos argumentarán que la declaración es exagerada y que se trata de casos aislados o situaciones que se registran en niveles de miseria y ausencia de educación; sin embargo, las infracciones cometidas por menores de edad se presentan en todas las clases sociales, incluidas las más altas que aprovechan la corrupción de las autoridades para esconder sus crímenes.
Por algo, el año pasado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos informó en un documento que México ocupa primer lugar mundial en casos de bullyng registrados en niveles de educación básica, situación que perjudica a cerca de 18.8 millones de estudiantes de primaria y secundaria, lo mismo en planteles públicos que privados.
Adicionalmente, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe señaló, también el año pasado, que el 11 por ciento de los alumnos mexicanos de nivel primaria han robado e incluso amenazado a sus compañeros, hecho que resulta escandaloso porque significa que los menores de edad, quienes dentro de algunos años tendrán bajo su responsabilidad cargos públicos y dirección de empresas, o se desempeñarán en empleos, profesiones y oficios, se están formando en ambientes hostiles que reproducirán en la edad adulta.
El bullyng no solamente es una práctica común en las escuelas mexicanas; también se presenta en los centros laborales, en los clubes, en todas partes. La firma OCC Mundial informó que el 44 por ciento de los profesionistas del país han sido víctimas del denominado mobbing o acoso laboral. El 65 por ciento de los profesionistas han atestiguado esa clase de abuso en perjuicio de algún compañero de trabajo.
Hay que recordar que el mobbing es considerado una epidemia. Según los especialistas, no pocos mexicanos consideran normal que la gente sea agredida en escuelas, empleos, familias y grupos de amigos.
Datos de la Organización Mundial del Trabajo, indican que cerca de 12 millones de personas enfrentan mobbing en el mundo. En Europa es catalogado riesgo laboral e incluso epidemia. Para la Organización Mundial de la Salud, se trata de una pandemia por ser causa de varios suicidios.
Es innegable que por medio de la infancia, adolescencia y juventud es posible medir el grado de desarrollo y educación de una sociedad. Lamentablemente, México se está desgarrando y hundiendo ante una descomposición social que parece haber intoxicado a todos los sectores socioeconómicos y de la que difícilmente se recuperará mientras los cargos públicos y políticos, los liderazgos, los medios de comunicación y las posiciones estratégicas continúen ocupadas por hombres y mujeres ambiciosos y corruptos versus una población más entretenida en teatros futboleros y telenoveleros, en charlas de whats app y en una serie de superficialidades.
Los adultos de la hora contemporánea parecen ser hijastros de la televisión, nodriza que los ha amamantado toda su vida con mercenarios de la información, bufones grotescos con programas alejados de los valores familiares, telenovelas promotoras de vicios, prostitución, violencia y superficialidad. La televisión mexicana ha normalizado las situaciones y los asuntos negativos, escenario que ahora se desarrolla con libertad en internet, su descendiente.
Hoy descubrimos a nuestro alrededor muchos hombres “aventureros”, “interesantes”, violentos, capaces de todo, y mujeres “de mundo”, adictas a los “tragos” y proclives a las palabrejas de cantina, con hijos totalmente descuidados con los que no mantienen comunicación ni les ofrecen ejemplos positivos ni tiempo de calidad.
Mientras ellos, los señores y las señoras, experimentan la brevedad de sus existencias en asuntos baladíes, contagiados por los ejemplos de los anuncios y programas de televisión, los otros, los hijos, enfrentan problemas y corren riesgos muy graves.
Incontables padres de familia piensan que son las educadoras y maestros quienes tienen la responsabilidad de educar a sus hijos, cuando lo cierto es que la primera escuela es el hogar, precisamente donde los niños, adolescentes y jóvenes reciben el ejemplo de los adultos.
En el caso de los maestros, bien es sabido que hay unos que se entregan con pasión a su ministerio y luchan por el desarrollo integral de cada niño, mientras otros, en tanto, prefieren dedicarse a intereses gremiales sin que les preocupen las pérdidas de clase y que México presente rezagos a nivel internacional en materia educativa.
Así, ante la irresponsabilidad de adultos que prefieren las reuniones con los amigos, el “trago”, la cita con la otra pareja, el chismorreo y el relato de chistes, los menores son propensos a que personas mal intencionadas los induzcan a los vicios, la delincuencia, la prostitución, la violencia y hasta la muerte.
Los adultos del minuto presente transitarán por la historia como los irresponsables que formaron generaciones peores a las de ellos. Están entregando a sus hijos un mundo contaminado, pero no solamente en cuestión ambiental, sino en principios y valores que ya fueron sepultados por prácticas totalmente superfluas.
El bullyng y el mobbing que actualmente colocan a los mexicanos como seres humanos brutales y agresivos, refleja el bajo nivel de desarrollo de millones de personas de todos los niveles económicos y hasta con grados académicos. El problema inicia en los hogares. Las faltas de respeto y violencia que muestran gran cantidad de niños, adolescentes y jóvenes son espejo de las conductas y personalidad de sus padres. Los menores de edad representan el mejor termómetro para medir el grado de desarrollo de un pueblo. ¿Quieren conocer los niveles de evolución de un pueblo, de una sociedad, de una nación? Hay que analizar la conducta de la niñez, adolescencia y juventud.