No está lejos el mundo

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

No está lejos el mundo para conquistarlo. Sólo basta caminar para encontrarlo de frente, con sus cimas y abismos, sus días y noches, sus mares y desiertos, sus momentos soleados y de tempestades, sus bellezas y terrores. El mundo está tan cerca o lejos como tú lo creas y desees. Quien no se atreve a navegar, pierde la oportunidad de medirse durante las tormentas o en la monotonía de las noches repetidas de oleaje. Aquellos que desean protagonizar una epopeya, capítulos grandiosos dentro de su historia existencial, tienen el mundo a un paso. Si uno decide emprender una odisea extraordinaria en el mundo, la hazaña podrá resultar admirable; pero si existe alguien especial con quien compartir las vivencias más bellas e intensas, la existencia tendrá un verdadero sentido.

Pepenadores

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Ante la ausencia de una historia interesante, bella e intensa, millones de personas en México y el mundo resbalan a los abismos de la cotidianeidad, el desaliento y la monotonía, hasta conformarse con el guión que diseñaron o creen les impuso el destino. Consienten cargar el peso de una vida carente de proyecto y sentido, y nada -ni el dinero ni los títulos académicos- compra su felicidad.

Dentro de la vorágine de la hora contemporánea, pocos son los hombres y mujeres que más allá de riquezas materiales y otros asuntos temporales, protagonizan capítulos existenciales plenos, diferentes, extraordinarios e irrepetibles.

La mayoría de la gente se acostumbra a hundir los pies en el pantano de una vida similar a la de la mayoría, con esquemas repetidos y mediocres, con la única diferencia entre unos y otros en la posición socioeconómica. No son las riquezas materiales, como tampoco la belleza física o los títulos académicos, los que atraen la felicidad, sino los valores, la fortaleza interior, la disposición y los deseos de crecer y ser auténticos.

Innumerables seres humanos olvidan la alegría y belleza de la vida, conformándose con hacer de cada día un evento repetido y dedicando sus horas a envidiar y condenar a quienes les rodean o demuestran, al menos en apariencias, mayor éxito.

Ya sin proyecto existencial ni ruta definida, la amargura y mediocridad los transforman en pepenadores de vidas ajenas, al grado de acechar incesantemente a sus familiares, vecinos, amistades y compañeros, de quienes hablan mal, con coraje y envidia, e incluso sin temor de involucrarlos en problemas, ofenderlos y crearles historias inverosímiles.

Resulta lamentable que lejos de que la gente cultive una vida inolvidable, la desperdicie en recolectar historias de otros, en pepenar chismes, en coleccionar lo que hablan y llevan a cabo quienes les rodean. Acumulan inmundicia en sus vidas.

Sólo aquellos que son especiales y, por lo mismo, diferentes, tienen capacidad de vivir intensamente lo mismo a la orilla de un lago, bajo la lluvia o entre árboles y piedras, que en el más lujoso de los cruceros, porque saben que la existencia está formada de instantes, de momentos que acumulados, llevan al final, a las horas postreras, y qué mejor que al partir uno pueda llevar una canasta pletórica de experiencias enriquecedoras, una historia irrepetible, genuina, subyugante, intensa, auténtica e inolvidable.

Rincones naturales en la Barranca del Cupatitzio

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Desde el gusano y los insectos que se arrastran lentamente entre las hojas recién desprendidas de los árboles, hasta los pájaros que posan en las ramas, uno percibe el aliento de la vida, las expresiones de la naturaleza, el palpitar del universo, sensaciones que se acentúan cuando las burbujas que surgen de la intimidad de la tierra revientan y salpican antes de fundirse en la corriente.

La espuma blanca e incendiada por el sol que asoma entre las frondas de los árboles y las hojas de los platanares, cubre fugazmente las tonalidades jade y turquesa de la corriente turbulenta que se ondula y derrama en vertederos que humedecen los helechos, las cortezas musgosas, los cafetales, la maleza y las rocas abrazadas por raíces de ceibas añejas y corpulentas que se balancean al recibir las insinuaciones del viento.

A partir de La Rodilla del Diablo y la cascada El Gólgota, el agua diáfana y helada es expulsada por los poros de la tierra. Como concierto que encanta los sentidos, el rumor de las cascadas, de las fuentes y del río ofrece, en unión con el trinar de las aves y el susurro del viento que acaricia los árboles, uno de los espectáculos más bellos, acaso porque sus rincones parecen fragmento del paraíso, de un sitio insospechado que sólo aparece en los sueños y que al conocerle, al palparlo, invita a desentrañar sus misteriosos atractivos.

Aquí y allá, en todos los escondrijos, por las calzadas y los puentes, entre la corriente y las cascadas intoxicadas por la fragancia de la naturaleza, por el aliento que despide el bosque fresco y sombrío, el aventurero, el caminante, el que se atreve a convertir la vida en algo más que una rueda vertiginosa que ata a lo cotidiano, a las modas y a la televisión, a la rutina, descubre los rasgos de la creación y siente, al fin, que forma parte de un todo que pulsa en el universo.

Acariciado por el clima benévolo de Uruapan, el trotamundos acude puntual a su cita con la naturaleza, en el Parque Nacional “Eduardo Ruiz”, en la Barranca del Cupatitzio, para percibir, al caminar por los senderos, los aromas, el sonido, las tonalidades de la libertad y la plenitud.

Mientras anda por las rutas y veredas diseñadas para admirar la fauna y la flora, el río, las cascadas, las fuentes y los pequeños vertederos, el turista recibe el abrazo de la vida.

Desciende escalinatas o las sube, cruza puentes, detiene su marcha ante una cascada o frente a las tonalidades azuladas, blanquecinas y verdosas de la corriente turbulenta, para comprobar que allí, en algunos lugares de la barranca, brota el agua que forma el río Cupatitzio. Es un espectáculo mágico, hechizante, maravilloso. El paisaje subyuga.

El terruño que otrora, entre postrimerías del siglo XIX y la aurora del XX, perteneció a la familia Ruiz y estaba dedicado al cultivo de café, junto con otros árboles frutales y de ornato, es el extraordinario y paradisíaco Parque Nacional “Eduardo Ruiz”. Cupatitzio significa, en lengua indígena, la purépecha, “en el agua”.

Todo posee nombre. Cada rincón es identificado por algo en especial. Las cascadas se llaman Las Camelinas, Cola de Caballo, El Gólgota, Manantial La Yerbabuena, Manantial El Pescadito, Manantial Rodilla del Diablo.

Las fuentes, en tanto, fueron bautizadas como Cutzi, Xipácata, Eréndira, Cola de Pavorreal, Velo de Novia, Los Espejos, Flor de Lluvia, Uriata y El Tornillo. Los puentes son Recién Casados, Los Enamorados, Del Recuerdo, La Yerbabuena y El Gólgota.

Adicionalmente, la Barranca del Cupatitzio resguarda 84 especies de hongos, 213 de vertebrados terrestres, 495 de plantas nativas, dos de anfibios, tres de reptiles, 14 de aves, cinco de mamíferos, cuatro de orquídeas y 28 endémicas.

¿Quién que es no siente fascinación al recorrer los rincones de Barranca del Cupatitzio? Aquí y allá crecen aguacates, ahuehuetes, bambú, cedros, chirimoyas, encinos, eucaliptos, fresnos, guayabas, helechos, higueras, hongos, tzirandas, laureles de la India, mangos, musgo, pinos, platanares y tulipanes, entre otras especies donde coexisten ardillas, codornices, colibríes, comadrejas, golondrinas, mapaches, murciélagos, palomas, tecolotes, tejones, tlacuaches y zorrillos.

Conocida por los indígenas purépechas desde horas inmemorables, la Barranca del Cupatitzio posee un paraje, el de la Rodilla del Diablo, que conserva una misteriosa leyenda que data de la Colonia.

Refiere la tradición que en los días en que Uruapan olía a conquista, a evangelización, a misiones, en el siglo XVI, fray Juan de San Miguel estaba dedicado a organizar a los indios, cuando éstos, asustados y preocupados, aseguraron que el agua tan abundante en la región, escaseaba y no disponían ni para preparar sus alimentos.

El calor abrazaba y acariciaba frenéticamente la región, provocando sed, desesperación y sequía. Algo estaba ocurriendo. El clima ardiente desgarraba los poros de la naturaleza, agrietaba la tierra, hundía sus garras.

Agotados por la búsqueda infructuosa de agua, ellos, los nativos, recurrieron a la magia, a ritos de adivinos y brujos; pero todo intento resultó, igualmente, ineficaz. No resolvían el problema que crecía conforme avanzaban los minutos, las horas, los días, las semanas.

La comunidad indígena decidió ir al convento franciscano donde moraba fray Juan de San Miguel, quien indicó, preocupado, que al siguiente día, en la madrugada, todo el pueblo tendría que acudir a misa para posteriormente ir en procesión hasta el río.

Místico, el fraile inició su oración a la orilla del Cupatitzio. Su voz se propagó en la barranca. Dijo que era el maligno, el diablo, quien envidioso por la conversión del pueblo a la religión católica, había secado el manantial.

Tras dar su explicación, el misionero franciscano recurrió a la oración, a los incensarios, al agua bendita, para llamar al demonio perverso y ordenarle su partida del venero.

Las últimas palabras del fraile -“…demonio perverso, que te retires”- resultaron sofocadas por un estruendo ensordecedor, diabólico, y una hediondez que lastimó los sentidos de los testigos.

Indefenso ante el conjuro del religioso, él, el diablo, huyó furioso, precipitado, en una nube de humo; pero resbaló en el peñasco al mismo tiempo que sus maldiciones se propagaron por todos los rincones del barranco.

Estupefactos, los nativos reaccionaron minutos más tarde al notar que brotaba, como antes, el agua, quedando en el peñasco las huellas que dejó el diablo al caer y golpear su rodilla. Fray Juan de San Miguel hizo el milagro.

Hoy, los visitantes aprecian, en su recorrido, la peña denominada Rodilla del Diablo. Es un sitio, un rincón popular, donde se desborda la fantasía de los mexicanos.

Excelso, el Parque Nacional “Eduardo Ruiz” cuenta, además, con espacios para senderismo y observación de aves. Es refugio de quienes aman la ecología. Rincón terreno para que discurran las horas placenteras.

A la orilla de Uruapan, en la Barranca del Cupatitzio, el Parque Nacional “Eduardo Ruiz” recibe los ósculos de un clima que mece las hojas de los platanares y la vegetación que la corriente caudalosa e inquieta refresca una y otra vez, mientras el rumor de la naturaleza abrupta y libre pulsa en cada rincón.

¿Y si un día descubrieras la belleza?

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Y si un día, tras mucho caminar, descubrieras como guía una flor en un sendero y abrojos en otro camino, ¿cuál elegirías? ¿Y si alguna vez, después de andar aquí y allá, coincidieras no con la mujer o el hombre que te apetece con egoísmo, sino con quien te demuestra su amor con una mirada, una sonrisa, un detalle o una palabra dulce? ¿Y si a cierta hora, ante el ocaso de la tarde, una figura esperara tu retorno con alegría e ilusión? ¿Y si ella, él, te amara tanto que tuviera la decisión de conquistar el mundo por ti? ¿Y si al amarte, te acompañara durante las horas soleadas y los instantes nublados? ¿Y si te enseñara que el amor no es arrebato ni posesión, sino encanto, magia, cielo? ¿Y si con sus sentimientos bellos y sublimes te demostrara que la vida puede convertirse en una historia maravillosa, irrepetible, plena, inolvidable, subyugante e intensa? Si tuvieras que elegir entre un amor especial que te condujera al cielo y una relación que te atara al puro deseo, ¿cuál tomarías de la mano y abrazarías? ¿Y si al concluir la jornada existencial cerraras la página postrera con la dicha de haber amado a quien siempre te acompañó y entregó sus más nobles sentimientos? ¿No acaso habrías vivido como el más feliz de los seres humanos? No todos tienen la fortuna de coincidir con el amor; pero si un día, al caminar, descubrieras el resplandor de tal sentimiento, no arranques la flor que crece ufana, cultívala siempre como el más preciado de los tesoros.

La sonrisa

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Las mariposas no renuncian a su policromía ni los pájaros a su bello plumaje por el hecho de que los cazadores furtivos intenten atraparlos, ni el agua diáfana evade los cauces ante la amenaza de quienes la contaminan y desperdician. Igual que el poemario o la partitura, el lienzo de la naturaleza derrama luces y sombras, acaso porque la vida no tolera pausas ni titubeos. Es una invención continua.

Igual que las criaturas de la creación, no detengas tu marcha en las estaciones de la melancolía. No abandones, por ningún motivo, tu sonrisa, la alegría de tu rostro, porque equivaldría a desdeñar el bote de remos en un lago profundo o el puente en el desfiladero.

Uno es, en la vida, escultor que cincela facciones, pintor que aplica colores y expresiones al rostro; pero muchos, intoxicados por la tristeza, cobijados en el dolor o atados a la amargura, al coraje o a la soberbia, olvidan trazar sonrisas a sus obras, a sí mismos.

Durante el tránsito por las rutas mundanas, uno descubre en un sitio y en otro a aquellos que perdieron la capacidad de reír y ofrecen a los demás los despojos de lo que son, el odio y la tristeza que cargan, la frustración y el miedo que arrastran, la altanería y el resentimiento que quedó en ellos.

La risa natural -no la que se deriva de la mofa ni de la crueldad- es la compuerta de la dicha, de la paz interior, de lo que uno es, de la satisfacción de vivir en armonía, con equilibrio y plenamente.

Cuán lamentable resulta mirar el paisaje humano y descubrir gente encolerizada o triste, incapaz de sonreír y regalar a otros, a los que les rodean, un gesto alegre, una imagen dichosa. En algún sitio del camino extraviaron la brújula, el ánimo, la dicha, y lo que eran pétalos se transformó en abrojos.

Ante la vorágine en la que se encuentra envuelta la generación de la hora contemporánea, gran parte de su risa está reservada a sus bromas y reuniones, pero no siempre ofrece expresiones de alegría a quienes le rodean, a los que igual que ella, en el mundo, ensayan la prueba de la vida.

Quien sonríe naturalmente, parece feliz y en total armonía con la vida. Como que transmite la dicha y los sentimientos que provienen de su interior. Una sonrisa auténtica tiene más poder que el fuego o una espada.

Al morir, una persona sonriente habrá dejado huellas indelebles en otros seres humanos, hombres y mujeres, como ejemplo, quizá, del itinerario hacia la felicidad y la plenitud.

Nunca permitas que los tintes del enojo, la melancolía y el odio arrebaten de tu cara el dibujo de la sonrisa. Perderías uno de los tesoros más bellos y sublimes porque una sonrisa auténtica refleja el estado del ser. Jamás dejes de sonreír, aunque en ocasiones derrames lágrimas y sientas desfallecer o que mueres. Recuerda que plasmar sonrisas en tu rostro es parte de tu creación. Tú decides si al final presentarás una obra maestra o un cuadro discordante.

Cuando matas al amor

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Asfixias al amor cuando lo conviertes en tu sombra, en celda, en el otro extremo del grillete, o en la silla ausente, en el camino desolado, y le impides que vuele pleno y le arrebatas la oportunidad de que sea tu compañero.

Hieres al amor cuando lo utilizas y descuidas, como objeto de tus placeres y juegos. Sangra al sentirse profanado, y sus llagas no cicatrizan porque le niegas tus brazos y ternura.

Te alejas del amor cuando le mientes, le das mayor rutina y monotonía que detalles o lo guardas en un aparador, igual que a un maniquí, e incluso al colocarlo en alguno de los escalones inferiores o arrojarlo al desván.

Lastimas al amor con tus reclamos, indiferencia, desconfianza y arrogancia. Le causas dolores con tus desprecios y celos, con tu abandono o tu acoso, con la ausencia de tus palabras.

Matas al amor con tus infidelidades, falta de atención, silencio y descuido. Lo llevas al patíbulo desde el momento en que te acostumbras a su presencia y ya no hay asombro ni detalles, cuando le cierras las puertas y ventanas, al negarle el derecho a reír y probarse a sí mismo.

Asistes al funeral del amor a partir de la hora en que decides irte de su lado, no más. Tú lo retiras de tu sendero y cavas su sepulcro.

No debe extrañarte, en consecuencia, si al observar al amor defines un semblante de abandono, agonía y tristeza, provocados por tu incapacidad de albergarlo en lo más profundo de tu ser, experimentarlo intensamente y darle la oportunidad de volar a tu lado y sentir los aires de la dicha, la libertad y la plenitud.

Ahogas y matas al amor cuando te atreves a cerrar el libro y rehúsas que forme parte de los capítulos de tu historia existencial, de los latidos de tu corazón, del reflejo de tu mirada, de tu sonrisa, de tu ruta, de lo que eres. Sepultas al amor desde el instante en que eres incapaz de dar de ti y ser feliz.

¿Y si se perdiera la modernidad?

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

La belleza de su rostro le estorbaba tanto como los anillos de oro y las uñas recién atendidas, parecía, por la manicurista, para desarrollar con eficiencia su labor de cajera en una agencia automotriz, al grado, incluso, que pidió anotara de mi puño y letra los datos de un formulario porque ella, aseguró, había perdido la capacidad de escribir con bolígrafo.

Dos o tres veces interrumpió sus funciones para enviar, sonriente y ajena al tiempo de los clientes, mensajes desde su celular. Sus uñas excesivamente largas y decoradas me indicaron que no solamente era inhábil para escribir con el bolígrafo; indudablemente le resultaba complicado realizar cualquier esfuerzo más allá de maquillarse o redactar mensajes en el whats app o el facebook.

Sentí que estaba ante una mujer artificial e incapacitada para el trabajo, contratada más para atraer clientes que con la finalidad de atenderlos con calidad. No obstante, acudieron a mi mente imágenes interminables de personas en oficinas, automóviles, escuelas, talleres, transportes colectivos, consultorios, despachos y negocios, entre otros espacios públicos, que consienten que el encanto cibernético y las redes sociales los envuelvan y seduzcan hasta enajenarlos, controlar sus vidas y rebasar su realidad.

Un alto porcentaje de hombres y mujeres dependen tanto de los avances científicos y tecnológicos de la hora contemporánea y olvidan desarrollar su inteligencia, creatividad e ingenio, que prácticamente se sienten limitados o perdidos cuando enfrentan cualquier situación sin los medios y herramientas modernos.

Al abandonar la agencia automotriz, reflexioné sobre el incidente y me pregunté, en consecuencia, qué sucedería si por alguna razón la humanidad perdiera 30 ó 40 años de su proceso científico y tecnológico, y volviera, como antes, a las máquinas mecánicas de escribir, al correo tradicional, a los telegramas, a las sumadoras manuales, a los aparatos de radio y televisión con bulbos o de transistores, a las cámaras fotográficas de rollo y a los teléfonos con marcación de disco, entre otros elementos que hoy, en la juventud del siglo XXI, parecen arcaicos.

Esos rostros inexpresivos que hoy miramos ensimismados en todas partes, casi ausentes de la realidad, con audífonos en los oídos o la atención en juegos y mensajes con faltas ortográficas, ¿serían capaces de reaccionar ante cambios abruptos o se comportarían igual que la cajera de la agencia automotriz que olvidó, por falta de costumbre, escribir con bolígrafo?

Resulta innegable que la ciencia y tecnología contribuyen, en gran medida, al desarrollo de los seres humanos; sin embargo, cuando son utilizadas sin sentido y se les permite que invadan los proyectos existenciales y la privacidad, que enajenen y manipulen, las oportunidades de crecimiento se transforman en obstáculos, en retroceso, en las uñas largas que adormecen la acción y la productividad.

La viga

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Soy la viga que sostiene el techo de la casa. Tal vez, por cumplir mi encomienda en silencio, te acostumbraste a mi presencia, a mi forma, a mi estilo, y al ignorar mi existencia, al no valorarme, olvidaste que el día que me debilite, caerá la construcción y se transformará en ruinas. La humedad y la polilla me acosan constantemente e intentan construir túneles en mi intimidad. Así, quizá alguna vez ofreceré una presencia íntegra, igual al cuerpo de apariencia sana que se aproxima al ocaso ante un órgano putrefacto. Cuando me mires, recuerda que el amor es como nosotras, las vigas, porque sostiene a la humanidad; pero nunca olvides que la ausencia de comunicación y confianza, la infidelidad y la falta de detalles son la humedad y la polilla que hieren nuestro interior y atentan contra la fortaleza de los sentimientos más bellos y sublimes.

Y así inician las grandes historias…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Y así inician las grandes historias, con un encuentro inesperado, una sonrisa y otra más, una caminata en la campiña, una tarde en un bote de remos, algunos minutos en un puente colgante, un abrazo y una carrera bajo la lluvia, una travesura ingenua, ciertas horas bebiendo café o admirando el último crepúsculo de un día veraniego y compartiendo la intensidad de los capítulos de la vida, con sus luces y sombras, hasta que uno, al mirarse a los ojos, finalmente se reconoce… Y así inician las grandes historias.

¿El amor acaba?

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

No es, como dicen, que el amor acaba; es que tú, un día, una tarde o una noche cualquiera, cavas una fosa para sepultarlo y finiquitar lo que trataste, acaso sin percibirlo ni desearlo, como contrato o pertenencia.

Tampoco es que el amor haya resbalado a los desfiladeros de la monotonía y la rutina por sí solo; es porque durante el camino olvidaste sembrar diversidad, momentos, sonrisas, puentes de comunicación, detalles, intensidad, confianza e ilusiones.

Quizá descuidaste tu labor de jardinero y pronto, sin esperarlo, los abrojos asfixiaron los colores y perfumes de las flores que crecían ufanas. Las mariposas y los pájaros volaron a otros bosques y vergeles.

El amor no acaba, como cree la mayoría; uno, con su descuido, lo encarcela en mazmorras oscuras, terribles y lóbregas, y al final lo conduce al patíbulo.

Cuando uno consiente, por alguna causa, que la campiña multiforme se transforme en pastizal, depreda y el paisaje muestra rasgos del desierto más estéril. Entonces el amor se denigra y concluye.

El amor acaba, es verdad, cuando tú lo desdeñas y el detalle lo conviertes en costumbre y no en asombro ni en motivo de alegría e ilusión.

Nunca pienses que el amor es un cerillo que se prende y al cabo del tiempo se carboniza y extingue la flama; es un sentimiento que no se apagará mientras fluyan gotas y burbujas de la intimidad del ser.

Cierto, el amor no enferma ni agoniza mientras no se le vuelva objeto, costumbre o mercancía. Hay que cuidar que no pierda el equilibrio porque correría el riesgo de resbalar.

Los mares, lagos y ríos contienen vida en sus entrañas. El agua, al nacer en los manantiales, no renuncia a la vida ante la barbarie de quienes la contaminan y desperdician; fluye y da vida a lo que acaricia y besa.

Recuerda que al amor no se le mide por envejecimiento porque no es cabello, órgano, piel o hueso; se trata de un sentimiento que no caduca ni muere, a menos que tú lo elijas.

Uno es libre de retirarse de otra persona porque el amor, cuando es de pareja, se comparte y no puede, por lo mismo, ser unilateral; pero el sentimiento, si es auténtico en algún caso, no muere si no se le abandona.

Muchos, en todo el mundo, tienen la convicción de que el amor muere, y cuando se enamoran, temen que inicie la cuenta regresiva hacia un precipicio fatal que convertirá sus sentimientos en recuerdo y finalmente en olvido. Desconocen que uno es quien mantiene el amor con vida o lo aniquila.

No es, como dicen, que el amor acaba con el paso del tiempo; eres tú quien al poseerlo -oh, los conceptos de esa palabra pueden ocasionar conflictos graves- lo destruyes porque lo tratas igual que una cosa, como artículo de aparador, cuando es un sendero con un paisaje edénico que conduce a rutas plenas e infinitas que dan sentido a tu existencia y engrandecen tu alma.