El hombre del sombrero

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Caminaba el hombre con el agotamiento de las horas repetidas, entristecido, con un niño que dormía en sus brazos, réplica de su imagen y quizá heredero de días inciertos, ausentes de juegos y risa, entre basura y escupitajos, incluso con un lenguaje tan pobre que sin duda lo convertirá en otro mexicano aislado y carente de dignidad, historia e ilusiones.

Gente sin historia, es cierto, con amnesia del ayer y sin esperanza de un porvenir, acaso porque todo, para ellos, es presente, un hoy con rostro cruel y endurecido. Por sus rasgos y situación, injustamente son parias en el lugar donde nacieron. Su condición humana definió, para siempre, la ruta de sus existencias.

Miré al hombre envejecido, atrapado en harapos, con su hijo o nieto sumido en la profundidad del sueño, refugio contra la ingratitud e indiferencia de los seres humanos.

No pocas veces lo había mirado en alguna de las calles de la ciudad, sentado en el piso, con el niño a su lado, también en el suelo, con la esperanza de que alguien depositara una moneda en su sombrero decolorado para comprar, al menos, un mendrugo.

Caminábamos en sentido opuesto y coincidimos exactamente donde un árbol obligaba a detener la marcha. Uno de ambos tendría que ceder el paso al otro porque el espacio, en la banqueta, resultaba estrecho.

El hombre, acostumbrado a ser la última pieza del tablero, detuvo la caminata a pesar de encontrarse más próximo al acceso, y silencioso esperó a que yo pasara antes que él. Estaba acostumbrado, parece, a que todas las personas que lo rodeaban tenían preferencia, boleto de primera categoría, mientras él y su familia representaban las sobras. Así es la injusticia humana.

Difícilmente alguien podría imaginar su gesto de sorpresa cuando le cedí el paso. Titubeó. Seguramente creyó que lo humillaría o maltrataría; pero cuando sonreí y le insistí que transitara con el niño, agradeció de verdad, como si por primera vez en su vida alguien lo hubiera valorado como ser humano.

Agradeció mi acción una y otra vez, hasta que se quitó el sombrero e inclinó la cabeza humildemente. Definí un semblante alegre y orgulloso de haber recibido el trato de caballero, algo diferente en su existencia, porque alguien, uno de tantos ciudadanos que transitan indiferentes al hambre, las enfermedades y el pauperismo, lo trató con dignidad y respeto, como su igual.

Comprendí, entonces, que no se necesita mucho para derramar amor y alegría en los demás, sobre todo en quienes más sufren. Si uno, otro y muchos más, en el mundo, decidiéramos sumar y multiplicar en vez de restar y dividir, aniquilar el egoísmo, ceder y desterrar el orgullo y la soberbia, y regalar detalles, seguramente el rostro entistecido de la misera tendría oportunidad de reír y soñar como lo hizo, en su momento, el hombre del sombrero.

 

No se trata de trapear con agua sucia

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

La fascinación que ejercen los rostros ocultos tras los antifaces, en una fiesta, o el cambio de jugadores en una cancha de fútbol cuando no presentan resultados satisfactorios ni cumplen las expectativas del club al que pertenecen y de los aficionados encolerizados en el estadio, definitivamente son asuntos intrascendentes que no afectan a un país, a menos que acontezca algo extraordinario; pero sustituir nombres y apellidos dentro de los cargos importantes de la función pública sin rectificar el rumbo nacional, sólo será eso, relevo de rostros y amigos, trapear la casa con el agua sucia de la cubeta, mientras no exista la decisión firme de corregir los errores, enfrentar los problemas y adversidades y asumir el ejercicio de gobierno con compromiso, responsabilidad y patriotismo.

Nadie desconoce que hace un par de semanas, el presidente Enrique Peña Nieto aceptó la renuncia de los titulares de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y del Servicio de Administración Tributaria, hecho con el que el principal amigo y consejero del mandatario nacional, Luis Videgaray Caso, no solamente perdió su cargo público, sino la oportunidad de convertirse en aspirante del partido oficial a la Presidencia de la República Mexicana, evidentemente con una carga de desprecios, ridiculez  e irritación social.

De nada sirvió al ex secretario de Hacienda la capacidad que le atribuyen, evidencia de que la verdadera inteligencia se demuestra y prueba en la práctica, ante las circunstancias que se presentan durante la vida, porque sólo se caracterizó por su afán deshumanizado de arrancar más impuestos a un pueblo empobrecido que no palpa el desarrollo, tomar decisiones contrarias a los intereses nacionales y asumir el síndrome del adivino al ajustar continuamente los pronósticos de crecimiento económico, generalmente a la baja, y con interés obsesivo y perverso de recaudar sin beneficio real para los mexicanos.

Sus políticas, aceptadas sumisamente por quien le sucedió, caminaron muy cerca de las decisiones del gobernador del Banco de México, Agustín Guillermo Carstens Carstens, quien siempre responsabiliza a los factores externos de los problemas financieros del país, cuando se derivan, en gran parte, de los errores internos, y que por cierto alguna vez aseguró que «el alumno supera al maestros», como crítica al Premio Nobel de Economía, Joseph Eugene Stiglitz, hombre culto y sencillo que en una conferencia habló acerca de la situación de la nación.

Por cierto, resultaría interesante dedicar un análisis sobre la conducta y reacciones de la colectividad, cuyos millones de integrantes, ante la impotencia de no poder castigar severamente a quien adquirió una residencia con un proveedor favorecido por la administración de Enrique Peña Nieto sin ser investigado, cuando la sociedad es sospechosa hasta de lavado de dinero si compra una casa, un terreno o joyas de cierto valor, e ideaba fórmulas para arrebatar dinero extra a los mexicanos por medio de incrementos a los precios de las gasolinas y otras medidas inflacionarias, celebró su renuncia.

Inmersos en una nación empobrecida y saqueada, con niveles escandalosos de impunidad, corrupción e injusticias, los mexicanos, sí, los mismos que justificaron el acto deshonesto de Enrique Peña Nieto, hace un cuarto de siglo, al plagiar al menos una decena de obras de diferentes autores para introducirlos a su tesis profesional, sólo fueron testigos de los nuevos nombramientos dentro del gabinete, sin promesas de cambio ni mejoría, equivalentes a pintar la fachada carente de cimientos e invadida de salitre, o lo que es lo mismo, barrer la estancia y esconder el muladar bajo los sillones.

Más allá de que los niveles de credibilidad hacia el presidente Enrique Peña Nieto son ínfimos, no solamente debe dar confianza, sino actuar y presentar resultados tangibles en beneficio de la sociedad mexicana.

A dos años de la conclusión de su mandato constitucional, Enrique Peña Nieto debe olvidar a los amigos, a quienes por cierto ha favorecido en exceso, e involucrar en las decisiones y funciones de su gobierno a la gente que posee conocimiento, experiencia, honestidad y deseos de influir en las transformaciones estructurales que necesita México, no a las que tanto defiende la élite del poder.

La actual política gubernamental, junto con las fallidas reformas educativa y energética, por citar dos, ha encogido, carece de calidad, es de talla menor a las necesidades de los mexicanos, quienes coexisten en un país de subdesarrollo, con rezagos en educación, salud, empleo y vivienda, y problemas acentuados de corrupción, impunidad, delincuencia e injusticias.

Más que barnizar las vigas apolilladas del techo, pintar los muros debilitados por ausencia de cimientos, comprar adornos antes de poseer la casa o calzar zapatos de menor talla, urge renunciar a las simulaciones y actuar por el bien de México.

Si el presidente Enrique Peña Nieto desea hacer algo por México y sus más de 120 millones de habitantes, debe renunciar a favorecer a sus amigos con las caricias del poder, dejar de lamentar sus errores en perjuicio de la nación, aceptar sus fallas, tener apertura para el diálogo y la rectificación de políticas, no justificar sus actos como muchacho rebelde ante lo que cree incomprensión de la sociedad, castigar la ilegalidad y restaurar la nación resquebrajada.

Y no se trata de ser recordado por la historia como paladín o traidor o inepto, como esas figuras de bronce o piedra que permanecen de espalda a los templos religiosos en los jardines públicos, símbolo de la lucha entre dos poderes, sino mirar de frente a los mexicanos de la hora contemporánea y cumplir con las responsabilidades y los compromisos que asumió desde el momento de recibir la investidura de mandatario nacional.

Necesita dar paso a la democracia, estabilizar la economía, erradicar la corrupción e impunidad, aplicar verdaderas reformas estructurales, devolverle al país la dignidad que merece, garantizar le justicia y la legalidad, abatir la desigualdad social, combatir todos los elementos negativos y dar paso al progreso.

Más que pintar la fachada de la casa en ruinas, es perentorio limpiarla y depositar en el carretón de la basura el estiércol que ya apesta en todos los rincones en perjuicio de sus moradores. Con la mudanza debe llegar el cambio.

TROZOS DE VIDA… Sueños y realidad

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Si estás en mi vida, también en mis sueños; si te percibo en las profundidades de mi ensoñación, es porque formas parte de los días de mi existencia. ¿No es lo mismo, entonces, creer y pensar que si permanecemos juntos en el mundo, lo estaremos en la inmortalidad?

Quiero abrazarte cada noche, mientras las estrellas trazan su ruta a la eternidad, para acariciar tu cabeza y besarte con ternura cuando duermes, acaso sumergida en la profundidad del sueño, quizá envuelta en gotas de cristal, tal vez conmigo, entre fantasías y juegos, para que al amanecer, al despertar y la luminosidad del sol penetre por las rendijas de las persianas y el ventanal, descubras en tu almohada una rosa blanca, como las que tanto te gustan, o una servilleta con la inscripción «me encantas», o una carta escrita durante la madrugada con mis confesiones y declaración de amor. También deseo que al dormir, lleves a tus sueños los fragmentos de nuestras vidas, la historia que protagonizamos, los sentimientos que compartimos, y que al permanecer despierta y te entregues a tus tareas, al ritmo de la existencia, te sientas envuelta por las fantasías e ilusiones de la ensoñación. Así, nuestra realidad en el mundo estará presente en tus sueños, y los detalles de cada día de la existencia tendrán relación con las imágenes y sensaciones de la ensoñación. ¿Qué diferencia existe entre los sueños y la vida cotidiana, musa mía? Solamente hay que vivir sin olvidar las fantasías e ilusiones, y entregarse a los sueños con algunos trozos de la existencia para sentirnos y tener oportunidad de jugar, reír, ser felices y amarnos en ambos mundos, hasta que crucemos juntos la frontera del universo y percibamos las fragancias y los sabores de la creación. Esta noche, mientras llueve, quiero abrazarte, mirar la intensidad de tus ojos, dormir y trasladar a nuestros sueños lo mejor de la historia y los sentimientos que compartimos cada día. Prometo que cuando amanezca y despiertes, percibirás la esencia de la rosa blanca que dejaré en tu almohada como símbolo del amor que me inspiras y un detalle, una hoja seca con nuestros nombres, algún papel con la inscripción «me cautivas» o una declaración especial y romántica, con la promesa de regalarte el cielo.

La hoja y la flor

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

A ti, con quien he aprendido que el amor es uno de los detalles más hermosos de la creación

Al recoger una de las hojas doradas y quebradizas que el aliento del aire otoñal arrancó de las ramas de los árboles, en el bosque, sonreí, evoqué tu imagen de niña juguetona y traviesa, recordé tus ojos de perla y escribí tu nombre unido al mío, con la expresión que se desborda de mi corazón: “te amo”. Pensé, entonces, que en ese instante te hubiera encantado que tomáramos nuestras manos para girar alegres y finalmente caer en la alfombra de hojarasca, desde donde miraríamos la profundidad del cielo azul y las formas caprichosas de las nubes rizadas e incendiadas por el sol.

Noté que una flor presuntuosa y de fugaz existencia me observaba atenta y mordaz, quien preguntó el motivo por el que te expresaba mi amor en una hoja amarillenta y seca, y no con una alhaja.

Guiado por la delicadeza de su voz y su fragancia exquisita, la miré en silencio, reflexivo, hasta que preguntó de nuevo la causa por la que te invitaba, cada noche, a contemplar la galería sidérea y contar las estrellas, en vez de entregarte un collar de diamantes.

Ensimismado en mis cavilaciones, la soslayé y pensé que sus pétalos de intensa policromía avanzaban hacia el ocaso, cuando ella, envuelta en los destellos y suspiros de su belleza efímera, insistió en preguntar la razón por la que si mi amor por ti es tan grande, te obsequiaba detalles, cosas pequeñas y de apariencia insignificante, si yo podría, si quisiera, ofrendarte el brillo de un anillo o una joya de piedras preciosas.

La rosa, ufana, se atrevió a interrogar si te valoraba tan poco que me atrevía a regalarte una canasta con flores minúsculas, una hoja dorada con nuestros nombres, una servilleta con las expresiones “me cautivas” y “te amo”, algunas horas de alegría e ilusión a la orilla del mar o una excursión a la montaña, y no un vestido de princesa o zapatos de oro y plata.

Ignoré la estulticia de sus palabras, pero insistió en saber por qué cada día compartimos sonrisas, juegos, miradas, ilusiones, textos, vivencias, abrazos, palabras, besos, hojas doradas con nuestros nombres, sueños y momentos de silencio interior, cuando el mundo ofrece regalos ostentosos.

Noté tanta miseria en la flor arrogante, que decidí responderle, aclarar sus inquietudes, no sin antes decirle que la belleza exterior solamente es una apariencia temporal, una ilusión que se manifiesta entre un suspiro y otro para más tarde, en el momento menos esperado, huir y no regresar jamás. Recalqué que la estancia en el mundo es breve y que las horas pasajeras transcurren tan aceleradas e indiferentes a la felicidad o desdicha de cada ser, que hay que amar plenamente, experimentar los días con intensidad, crecer, evolucionar, derramar el bien, practicar las virtudes y marcar un sendero indeleble como huella para otros y constancia del paso alegre y maravilloso. Lamenté que con la brevedad de sus horas, fuera tan fatua. Inevitablemente, el tiempo la marchitaría; la muerte, en tanto, apagaría su aparente belleza y la consumiría. El tiempo y la muerte terrena comparten algo en común: no se enamoran porque entonces debilitarían sus corazas y quebrantarían su juramento.

Advertí su estremecimiento cuando expliqué que en lo sencillo muchas veces se encuentran lo bello y la grandeza, de manera que vale más diseñar un collar de estrellas, quizá durante una noche de quietud y romanticismo, que entregar uno de perlas que tal vez cueste tanto que se encuentre muy distante de la felicidad.

Trémula, la rosa comprendió que el amor se materializa no con el brillo y la superficialidad de las joyas y los regalos de lujo, sino con los pequeños detalles que forman la grandeza, con los actos de apariencia insignificante que se transforman en demostración de los más dulces sentimientos. Resulta falso regalar riquezas materiales, cuando alguien no es capaz de apoyar a la persona amada durante las etapas de prueba y tribulaciones. Hay quienes regalan mansiones, anillos y viajes costosos, y se ausentan cuando se trata de probar y entregar el verdadero amor a través de actos humanos.

Entendió que el amor no se compra ni ata, y que si dos almas se unen para volar juntas hasta la eternidad, no se condenan a la dependencia ni a la pérdida de identidad, porque se ayudan a crecer, a evolucionar, con la finalidad de caminar por un puente de cristal para llegar al cielo.

Aprendió que un amor como el tuyo y el mío, basa sus riquezas en los detalles, los actos, las pruebas de la vida, la fe, el consentimiento, las atenciones, los cuidados, la convivencia, la alegría y los sentimientos, no en el brillo seductor de las superficialidades ni en los bienes temporales.

Miró a su alrededor, donde las otras flores se mofaban de su asombro y decidió irse conmigo, dormir en la canasta de los encantos, porque prefirió trascender y convertirse en parte de un detalle hermoso que jamás se olvida, que en una presunción destinada a la finitud y al olvido. Sus pétalos tersos y perfumados acompañaron a la hoja dorada con nuestros nombres inscritos, acaso con la dicha de un día permanecer ambos entre las páginas de un libro muy querido como prueba de un amor especial y mágico.

Optó la flor por abandonar la petulancia que la cegaba y transformarse, igual que la hoja seca, en un detalle inolvidable, en parte de un día alegre, hermoso e irrepetible como los que tú y yo compartimos cada instante con la ilusión de que nuestro amor sea poema universal, música subyugante, puerta al cielo.

De los sueños al cielo

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

A ti, con el anhelo de permanecer siempre en las profundidades de tu corazón

Toqué a la puerta de los sueños, una noche, mientras dormías, para fundirme en las imágenes de las fantasías, descubrirte en la profundidad de un mar precioso e inconmensurable, arrullarme a tu lado y jugar contigo, igual que dos niños enamorados y traviesos, hasta dejar constancia nuestra en el libro de la vida y el amor.

Esa noche desolada y fría, salté de una estrella a otra, en la galería del firmamento, hasta llegar al columpio de la ensoñación, donde te abracé con emoción, besé tus labios con ternura y giré contigo entre risas e ilusiones.

Abrí el telón de los sueños y posteriormente, lo confieso, descorrí las cortinas para juntos saltar por las ventanas de la vida, con la esperanza e ilusión de un día, al caer la tarde, navegar hasta que el oleaje y el viento conduzcan nuestras almas al horizonte, donde el océano y el cielo se funden y resplandecen en tonalidades doradas que uno admira embelesado desde la playa, para viajar en flores y hojas de cristal hasta los jardines del paraíso.

Mi amor por ti es tan esplendoroso y sublime, que decidí aventurarme hasta el mundo desconocido e interminable de los sueños, donde rompí barreras, atravesé fronteras, escalé cimas y me sumergí a océanos profundos para descubrirte linda e inocente, risueña, intensamente feliz, con tus ojos brillantes y hermosos de espejo y tu alma incendiada con las tonalidades celestes.

Observé, al definirte, que hasta en sueños eres bella; también aprendí que si uno imagina y desea materializar sus anhelos, debe crear y luchar para cristalizarlos y transformar el carbón en diamante.

Allá, en los sueños, inventamos juegos, reímos, entendimos la importancia de ser felices e inventamos y compartimos nuestra historia de amor, hasta que decidimos caminar de la mano, siempre unidos, al mundo, acaso por formar parte de la ruta hacia el cielo que tanto anhelamos.

Nuestro paso por el mundo sólo es temporal, tú lo sabes, para crecer y medirnos ante las pruebas, evolucionar, amarnos, vivir intensamente, alcanzar la cima de la dicha y ser siempre tú y yo.

Ganamos al vivir, primero, en los sueños, en la constelación de las fantasías y la imaginación, porque al brincar la cerca y llegar al mundo, ya tenemos un pacto, compartimos un guión que plasmamos cada instante en nuestra historia de amor.

Inventamos la fórmula mágica para soñar, vivir y conquistar el cielo, con la alegría y el encanto de ser tú y yo los de ayer, hoy y siempre, porque en la eternidad las almas laten al unísono del aliento de Dios, y qué fortuna la tuya y la mía de compartir un regalo tan excelso.

Estoy seguro de que el amor que descubrimos en los sueños y materializamos en la vida, se propagará por el universo, en cada rincón del mundo, en todos los poros de la creación, hasta abrir las puertas y ventanas del cielo, donde protagonizaremos capítulos inagotables que se mecerán en la espiral de la inmortalidad.

Vida con detalles

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

A quien me ha demostrado que los detalles y los hechos tienen más valor que las palabras que no se cumplen. Gracias por tu amor y por ser un alma que ha cubierto la mía de detalles

Los detalles son las flores que embellecen y perfuman el jardín, la campiña, el sendero; las estrellas que aparecen una noche, otra y muchas más en el firmamento y adornan la galería del universo; las gotas que descienden de las nubes cuando llueve, hasta formar charcos y estanques que alivian la sed de las plantas y reflejan la intensidad del cielo; las hojas de los árboles, el follaje que se balancea al sentir los ósculos y las caricias del viento; los granos de arena que componen la playa y el agua turquesa que se ondula al transformarse en oleaje; los colores del arcoíris que se enamoran y enlazan para regalar un espectáculo que deleita la mirada; el océano y el horizonte, incendiados por el crepúsculo postrero de la tarde, con sus tonalidades amarillas, naranjas y rojizas. Todo, en el mundo, está compuesto de detalles minúsculos que al fundirse, al ser constantes, forman la grandeza. Quien excluye los detalles de las horas de su existencia, está muerto. Una vida sin detalles, equivale a una jornada en el desierto. Es un campo estéril. En la tierra árida e infértil sólo crecen cardos y plantas venenosas, entre las que se arrastran reptiles que acechan. Los detalles no son los regalos que reciben las manos egoístas; se trata de pequeños actos, palabras, sonrisas, miradas. Quien todos los días regala detalles, quizá traducidos en una acción, un mensaje de aliento, una mirada de comprensión, se convierte en jardinero de la humanidad y el mundo, es colaborador del universo, y atesora riquezas incalculables en su ser. La vida misma no deja de ser un detalle asombroso y grande. El cielo y el mundo, aunque se les agreda, regalan detalles. La vida, el cielo, la grandeza, el amor y la felicidad se componen de detalles. ¿Qué sería del tiempo si desdeñara a los segundos por ser minúsculos? Una existencia ausente de detalles, resbala a los abismos de la monotonía y la pobreza; una vida que los cultiva, derrama amor, bendiciones, alegría, evolución e ilusiones. Como que los detalles son las llaves que abren la puerta del cielo.

Encuentro Peña Nieto-Trump, ofensa para México

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Todavía no superaba la crítica de académicos e intelectuales, e incluso de la comunidad internacional, por el plagio, en el 29 por ciento de su tesis profesional, de al menos 10 obras de diferentes autores, acto irresponsablemente justificado por la Universidad Panamericana, cuando el enardecimiento surgió en las redes sociales y en diferentes ámbitos sociales, hasta condenarlo y exhibirlo por su falta de respeto y sensibilidad hacia los mexicanos.

Si se hubiera tratado de un accionista de Coca Cola, Mc Donalds o Walmart, la visita del antipático y deleznable candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos de Norteamérica, quizá sólo habría generado sospechas y rumores sobre los proyectos expansionistas de los gringos; pero fue él, Enrique Peña Nieto, el presidente de más de 120 millones de mexicanos, quien lo invitó a la residencia oficial de Los Pinos, en la Ciudad de México.

¿Acaso el otrora Enrique Peña Nieto que tanto cautivó a millones de mexicanas, paga cantidades escandalosas de los impuestos de la gente que verdaderamente produce, a sus pésimos asesores, o actúa por cuenta propia con todo el poder que le otorgó la sociedad a través de la investidura presidencial?

En primer término, más allá de las torpezas cometidas durante los primeros cuatro años de su gestión, muchas muy graves y criticables, Enrique Peña Nieto debe respetar a los mexicanos y su representación ante los mismos, ya que resulta ilógico e inadmisible que lejos de invitar a un mandatario, a un jefe de Estado, haya abierto las puertas de Los Pinos a un candidato en declive que solamente lo utilizó para demostrar su poderío e influencia, debilitar la figura presidencial de quien erróneamente lo recibió, enardecer a la comunidad mexicana y fortalecer su odio y racismo.

El abominable y mal intencionado Donald Trump, enemigo número uno de México, como negociante que es, supo canalizar para su provecho la invitación que erróneamente le extendió Enrique Peña Nieto, para robustecer su candidatura y aumentar el odio contra los mexicanos, precisamente en Arizona, donde el racismo está muy acentuado y habló acerca de su política migratoria.

Sólo hay que analizar las posturas de Trump frente a Peña Nieto para comprender el desprecio que siente por el mandatario y, en consecuencia, por el pueblo mexicano. Proyectó lo que hará con México en caso de conseguir su objetivo de conquistar el voto y ganar las elecciones presidenciales. ¿Cómo es posible que un mandatario nacional se rebaje y coloque al nivel de un patán -entiéndase Donald Trump- que hasta ese momento era un candidato en decadencia? ¿Tanta necesidad había de llamarlo, humillarse ante él y permitirle que manejara la agenda a su antojo?

Desde hace más de un año, Donald Trump se ha dedicado a agredir y ofender a los mexicanos, llamándoles desde delincuentes hasta portadores de enfermedades contagiosas, independientemente de amenazar constantemente, como un padrastro despiadado o un policía asesino, la cancelación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y construir una barda fronteriza de la que aseguró México pagará el 100 de la obra, entre otras estupideces que ya anticipan un escenario desolador y peligroso si los políticos y habitantes de este país continúan solapando abusos de una nación con una sociedad decadente y enferma -por fortuna, no todos-, que en el siglo XIX robó más de la mitad del territorio mexicano.

Las reuniones privadas, “a puerta cerrada”, son como los antifaces y las máscaras, guardan misterios y con frecuencia terror en el sentido de que uno desconoce lo que hay detrás, y en este caso, el del encuentro Peña Nieto-Trump, lo que en realidad hablaron, trataron y acordaron es desconocido. Esto significa que si Enrique Peña Nieto aseguró, tal vez como las promesas de que su administración ya no aplicaría más “gasolinazos”, que México no pagará la construcción de la barda fronteriza con Estados Unidos de Norteamérica, y el otro, el enloquecido y feroz Donald Trump, afirmó que el costo total de la obra lo cubrirán los mexicanos, ¿a cuál de los dos hay que creer o cómo se deben interpretar sus declaraciones?

Donald Trump debió disculparse con los mexicanos por el agravio tan grande que ha cometido. ¿Ese hombre que contrariamente a los mexicanos asesinos y contagiosos que llama él, y es capaz de cometer atrocidades, se atrevería a insultar de la misma manera a los chinos, norcoreanos y europeos con el mismo tono e intensidad? ¿Imagina el lector las consecuencias mundiales que representarían sus sandeces?

Es innegable que los mexicanos y los migrantes se sienten irritados con el presidente Enrique Peña Nieto, ánimo al que seguramente se suma el de los demócratas que fueron testigos de la oxigenación que se le dio al monstruoso Donald Trump en México.

Obviamente, en una sociedad corrompida y deshumanizada, a los hombres del poder, a los de las «oportunidades» históricas, no les interesa que la figura presidencial, y por lo tanto todos los mexicanos, haya sido denigrada por un degenerado estúpido y mesiánico, con intereses fascistas y mezquinos, quien de resultar electo presidente de los estadounidenses, sin duda construirá su muro absurdo, mientras en México se le abrirán las puertas de la casa para que los gringos exploten la riqueza petrolera, precisamente ahora que el país tiene una reforma energética que «beneficiará» a millones de familias y a las empresas que generan empleo.

Si el mandatario nacional o sus asesores y colaboradores no tienen visión para prever lo que sucederá con México en caso de que Donald Trump ocupe la presidencia de Estados Unidos de Norteamérica, la sociedad mexicana debe reaccionar para que su líder no asuma el síndrome de Moctezuma o las porquerías de Antonio de Santa Anna, por mencionar dos personajes y omitir nombres más cercanos de personajes que son paladines de la clase política mexicana.

El tema no es de cafetín. México se encuentra de frente ante el desfiladero de la historia y si sus gobernantes no reaccionan y se sujetan a intereses de grupos, es momento de actuar para recobrar la dignidad perdida desde hace mucho tiempo, ¿o estarán resignados a continuar bajo el yugo de Estados Unidos de Norteamérica?