Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Es para ti. Prometí que nuestro amor tendría los colores del cielo
No ocupé redes para capturar su libertad ni necesité alfileres para sujetar sus colores y raptarlos; sólo admiré el encanto de su vuelo y la sutileza de sus alas, en las que Dios maquilló tonalidades del cielo, como si al principio, a la hora de la creación, hubiera deseado pintar para nosotros un mapa secreto en sus pliegues amarillos, blancos, naranjas y negros con el objetivo de que al amarnos descubramos la felicidad y la ruta hacia la inmortalidad. Al mirar las mariposas aquí y allá, libres y plenas en el aire, el agua, la hierba y las flores, me percaté de que la vida es incesante y al componerse de momentos fugaces, es preciso experimentarla en armonía, con equilibrio y plenamente, con una historia irrepetible, grandiosa, sublime, bella e inolvidable. Decidí, entonces, envolver promesas de amor, detalles, sonrisas, destellos y capítulos extraordinarios para ti y para mí porque entre el vuelo y la hora postrera sólo existen instantes de diferencia, como lo vi con las mariposas en las montañas, capaces de cruzar fronteras y enfrentar las inclemencias de los días y la rapacidad de sus detractores, y tan frágiles y humildes a la hora del ocaso. Es tan breve la vida que prefiero, como lo enseñan las mariposas, expresarte mi amor y envolverte en la corriente de la felicidad, antes de esperar a que llegue una fecha especial, un día más soleado o una oportunidad que quizá nunca se propicia. Te relato que una mañana nebulosa y fría, distinguí en el horizonte, entre montañas azuladas por la lejanía, el resplandor solar que iluminó el paisaje de tonalidades verdosas, cafés y doradas de la campiña somnolienta, aún cobijada con el manto gris de la neblina flotante, hasta que como sustraído de un mundo de ensueño y magia, desperté en el bosque con fragancia de oyamel y pino, donde las mariposas, refugiadas en ramilletes, se desprendieron gradualmente en un espectáculo de acrobacia. Sólo había que cerrar los ojos y entrar en silencio interior para escuchar su revoloteo e interpretar su lenguaje oculto. Unas volaban sobre las sombras jaspeadas, quizá con la intención de recibir las caricias del sol de mediodía; otras, en cambio, acudían a los remansos solitarios donde el agua brotaba y corría helada y límpida; algunas más se fundían con el pulso de los troncos musgosos, las piedras grisáceas y las flores de intensa policromía; unas posaban en mi cabeza, en mis hombros, en mis brazos, en mí, como si entrar en comunión significara escuchar las voces de la creación, sentir el pulso del universo, compartir la alegría y los secretos de la vida. Al fusionarme con las mariposas y experimentar con cada una la dicha y el encanto de abrir nuestras puertas y ventanas a los susurros del cielo, coloqué en sus alas matizadas -al fin Monarcas-, mis promesas de amor, incontables abrazos y besos, sonrisas y detalles para ti. Bauticé cada mariposa con un nombre y descubrí en sus alas una huella inagotable, un lenguaje especial, un código de amor, con el encargo de que se convirtieran en hadas mágicas, en seres etéreos que te llevaran, cuando por alguna causa no esté a tu lado, la fragancia de mi perfume, el murmullo de mis poemas y el sabor de mis besos. En el paraje de mariposas, entre oyameles, pinos, hongos, flores, musgo y plantas, recolecté colores, destellos y rumores de un paraíso sublime, para envolverlos y mandarlos a tu balcón. No conocen fronteras. Cuando descubras alguna mariposa que pose en el barandal, revolotee sobre las flores de las macetas o asome por los cristales de la ventana, sabrás que se trata de la mensajera que de mi parte te entregará cada día una sonrisa, un regalo envuelto, un juego divertido, un detalle, un paseo y la locura de este amor que me inspiras.
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