Al pronunciar tu nombre

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Creo que cuando uno ama realmente, hasta el nombre de la persona de quien se enamora tiene un significado especial y prodigioso. El tuyo posee un encanto. Me asombra todos los días y lo escucho en mi interior al repetir el mío

Pronunciar tu nombre es buscar entre las letras del abecedario las más bellas para componer un poema, un canto, un susurro mágico y sutil. Es decirlo y escucharlo en el mundo y en el cielo. Es tan parecido a los rumores de la creación, a los murmullos de la vida. Tiene similitud con las voces de la llovizna, el oleaje, las nevadas y el viento. Cuando deletreo tu nombre, escucho el lenguaje de Dios y de tu alma, mi voz, la tuya, la nuestra. Al enunciar tu nombre y tus apellidos, completo la idea de tu esencia y tu silueta. Tu nombre es la evocación de tu figura, de tu rostro y tu ser, de tus manos y tus sentimientos, de tu mirada y tus detalles, de tu silencio y tus ocurrencias. Tu nombre es mi poesía, mi concierto. Es el código de un destino, un encuentro, una locura irremediable, una medida sin final. Tu nombre, cuando se une al mío, es el eclipse que conmueve al firmamento, el sol que alumbra paternalmente y asoma, entre nubes, en los charcos, las fuentes, las lagunas y el horizonte donde el océano y el cielo se funden en tonalidades doradas. Al repetir tu nombre y el mío, te digo que te amo y toco a la puerta de la morada con la idea de solicitar la autorización de Dios para hospedarnos en alguno de sus recintos. Pronunciar nuestros nombres, el tuyo y el mío, es retornar a la infancia perdida en algún paraje, columpiarnos suavemente en la eternidad, vivir realmente, asegurar el vuelo libre y pleno de dos almas, pasear en los confines de la creación y entregarnos al juego de dos niños que se aman. Escribir o pronunciar tu nombre es dibujarte, retratar tu ser, reproducirte. Mencionar tu nombre y unirlo al mío es, insisto, amarte.

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El momento presente

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

El único momento que poseemos con certeza es el presente, el inmediato, y pronto se convierte en ayer, en historia, en recuerdo u olvido. Esa fugacidad e inmediatez de la existencia debería de motivarnos a vivir en armonía consigo y los demás, con equilibrio y plenamente. Siempre esperamos que llegue algo grandioso durante los días de nuestras existencias, pero somos incapaces de ser irrepetibles y emprender hazañas extraordinarias. No convertimos nuestros sueños en realidades. Culpamos a los demás, a las circunstancias y al destino de nuestros fracasos y desdicha. Con frecuencia olvidamos que en lo pequeño, en los detalles, se encuentran la felicidad, la belleza y la profundidad; no obstante, existe una inclinación muy fuerte hacia lo pasajero y lo burdo, en creer que los placeres sin amor y la acumulación de riqueza material son sinónimo de dicha, realización y superioridad humana. Muchos se inclinan ante las apariencias físicas de las personas -oh, yo que creí que la primavera de mi existencia sería perenne y ahora siento en mi rostro el invierno crudo, exclaman muchos-, las cosas lujosas y la estulticia, y desdeñan lo elevado y sutil. Evitan el silencio y el encuentro consigo porque temen asomar a las profundidades de sus seres y descubrir ante sí las figuras terribles en que se convirtieron. Tienen miedo de volar libremente y ser auténticos. La felicidad y la vida inician en uno cada instante.  Uno es su propio compañero en la vida porque llega y se marcha solo, y de su frecuencia depende vibrar con otros y formar la luz y dejar huellas indelebles o, al contrario, resbalar a la oscuridad y legar dolor y tristeza. La vida se construye con sentimientos, ideas y actos cotidianos. Lo prodigioso es hacer algo por uno y los demás, dar alegría y aliviar las necesidades de otros, no lucirse estúpidamente con una colección de noches en posadas al lado de placeres ausentes de sentimientos o con la soberbia de tener poder económico y político. La dicha es para todos los días, no para cuando uno viaja u obtiene un bien material, ya que si es lícito el enriquecimiento, podrían no llegar esos anhelos y sí, en cambio, escapar los minutos propicios para ser feliz. El instante actual es el que tenemos para realizarnos plenamente; los otros días pueden o no llegar, sobre todo si no se les busca. Para ser auténticos, libres y dichosos hay que romper las cadenas de la mediocridad, el conformismo y los prejuicios. Es preciso volar alegres, con el resplandor del alma, con los sueños y las realidades. No importa si en el intento se rompen las alas. No es justo desperdiciar la vida en espera de que otros u algo grandioso ocurra. El único momento seguro para ser feliz y trascender es el actual, el presente, que con celeridad se transforma en pasado.

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Permiso

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Aquella vez, al encontrarme ante el autor de la luz y las cumbres y los desfiladeros de la inmortalidad, sentí tal emoción que me comprometí a amarte fielmente, cubrir tu sendero de pétalos fragantes y tersos, hacer de tu existencia y la mía una colección de detalles grandiosos e inolvidables y desencadenar tu felicidad

Un día, enamorado, toqué a la puerta del cielo con la idea de solicitar permiso a Dios para entregarte mi amor durante la brevedad de nuestra estancia terrena y dentro de las mansiones de la inmortalidad. Admití sentirme agradecido y bendecido, y hasta le relaté los detalles de nuestro encuentro en algún rincón del mundo, los recuerdos que de ti tenía cuando jugábamos en el patio y los jardines de un paraíso conectado al alma, los trazos que hacía en mi cuaderno desde la infancia al imaginarte y la emoción, alegría e ilusión que sentí la primera vez, al expresarte que me cautivas y te amo. Sonrió paternalmente. Me abrazó en silencio y prolongadamente, como lo hago contigo, y advirtió que antes de materializar mi sueño y cumplir mi petición, me diría que eres su criatura y dama consentida, que te ama por ser quien eres y que yo tendría que darte mi sentimiento fiel y puro, cuidarte por ser su niña especial y hacerte tan feliz que hasta las estrellas, en el firmamento, vibren, y la lluvia, el viento y la nieve, al manifestarse, subyuguen a la humanidad y a todos los seres de la creación. Establecí el compromiso con Dios de incluirte en mi guión, en nuestra historia, para amarte con la fórmula que me entregó y que tu felicidad sea la del sol al alumbrar al mundo, la de la luna al columpiar y sonreír a los enamorados y soñadores y la de la corriente etérea y los rumores sutiles que se perciben en las profundidades del alma y coinciden con las que vienen del cielo. Un día, emocionado, solicité permiso a Dios para amarte.
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Regalo del cielo

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Siempre hay una mujer que cautiva y queda en los sentimientos, en la memoria, porque es diferente, especial, irreemplazable. Entre tantas mujeres, uno busca y elige a la mejor, a la que trae las ecuaciones y el perfume de Dios, a la que forma parte de su corona, a la que hace de la vida y de las cosas del mundo una serie de detalles parecidos a los encantos del cielo. Dios maquilla especialmente a las mujeres que elige para que sean damas, criaturas femeninas que embelesan y son su canto y su poema. Una dama eres tú y yo un caballero que desea colocar flores en tu sendero, ofrecerte mi más fiel y puro amor y hacerte muy dichosa

De la creación, la mujer es flor, estrella del firmamento, perfume de la vida y el universo; pero una dama es el valor que Dios agrega a su corona. Es su luz, su resplandor, su motivo. Es el nombre que anotó en su libreta de apuntes. Una dama es mujer y algo más. Es ángel y ente femenino. Es detalle, poema y canto. Es, parece, camino a la morada, destello del cielo, encanto sutil. Si una mujer es belleza, una dama es ensueño, luminosidad, hermosura. Su encanto viene de sí, de su esencia, de su estilo de vida. Como que trae consigo la fórmula de la inmortalidad. Cuando Dios moldeó y pintó a las mujeres, ellas, las damas, se transformaron en sus criaturas consentidas y selectas, a quienes maquilló con tonos femeninos para que uno, al mirarlas, aprenda a distinguirlas y sepa que aquel que ama a alguna, tiene una bendición y contrae, a la vez, el compromiso y la responsabilidad de cuidarla siempre y hacerla muy dichosa. Una dama es sueño, ilusión, vida, realidad, encanto y dulzura. Es alguien que no se olvida. Una dama es, además, remembranza de las historias celestes, palpitar del espíritu femenino que está presente en lo más sublime de la vida, la naturaleza y el universo. Es detalle, actitud, valores. Ser mujer es un privilegio y un regalo de Dios; pero una dama es su tesoro. Feliz el hombre que ama, finalmente, a una dama porque ella le entregará sus sentimientos fielmente y con pureza, lo hará dichoso y lo llevará a los jardines, las terrazas y los recintos del cielo. Una dama eres tú, con tu forma de ser, tu código de vida, tus detalles y tu forma femenina. Una dama es la mujer que amo y con quien doy vueltas en una espiral hasta llegar a los sueños de la eternidad, a la vida sin final. Una dama eres tú, un regalo de Dios, un dulce y gran amor.

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Algo especial hay en ti

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Él hizo del amor que le tenía un poema, una obra maestra; ella, en tanto, transformó sus sentimientos en detalles, en hechos dulces, en esos actos que engrandecen a un hombre y a una mujer y hacen algo maravilloso e inolvidable de su historia. Ella y él acordaron que su amor no tendría fin, y así se convirtieron en lucero, en gota de lluvia, en manantial, en copo de nieve. Una fue dama y otro su caballero. Juntos, construyeron su amor con palabras y acciones, hasta que un día se fundieron con el palpitar de la creación y descubrieron que el cielo ya estaba en su interior

Algo especial hay en ti que cuando te abrazo en silencio, tengo la sensación de que las puertas del cielo se abren para nosotros. Siento, entonces, que floto en una corriente de tonalidades sutiles; además, percibo los rumores de nuestras almas mientras vuelan libres y plenas. Tienes guardado algún secreto en los escondrijos de tu ser, una fórmula inconfesable que traes desde el principio, algo que forma parte de ti, porque de otra manera no serías tú con tu sonrisa, tus ocurrencias, tu luminosidad y tu cara de niña consentida. Te reconozco al mirarte, al escuchar tu voz, al respirarte. Sé que eres tú al escribir o pronunciar tu nombre. Cada vez que te observo, quedo embelesado porque me gustan tus ojos que me reflejan cuando asomo. Delineo tus labios cuando hablas o callas, y también al regalarme un beso que me entrega tu sabor. Me encantan tus manos porque al estrecharlas, siento que son las mías. Tienes algún encanto que te transforma en dama y propicia que yo me sienta caballero. Me demuestras tus sentimientos con la dulzura de tu sonrisa, con lo que haces por mí porque más que decorar nuestro amor con palabras hermosas, lo construyes con detalles y hechos. La arquitectura de los sentimientos que diariamente me entregas, está cimentada con actos auténticos y tiernos. Algo mágico hay en ti porque al abrazarte y cerrar los ojos, me parece mirar las estrellas en un firmamento sin final, escuchar los murmullos de las cascadas y la lluvia, percibir el susurro de la creación y respirar las fragancias, tan parecidas a la tuya, en la buhardilla de Dios. Si no fueras especial, no me parecerías inolvidable. Estoy convencido de que cuando alguien, como tú, es mujer y dama, ser humano delicado y femenino, y actúa en base a un código especial, es la persona que uno debe amar y hacer feliz. Algo especial hay en ti que cuando te abrazo prolongadamente y en silencio, escucho una voz interior que me dice que eres tú y que mi amor fiel y puro es para ti.

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Comencé a vivir

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Fui mi peor enemigo cuando hice de mis días un campo de batalla, de mi vida un escenario triste y desolado y de mi camino una ruta dolorosa e incierta. Me lastimé cuando torpemente consideré que la alegría de mi jornada dependía de la aprobación ajena, de la sonrisa de los demás y de la atención que pudieran tener en mí. Sufrí lo indecible siempre que creí que los otros debían sentir y pensar como yo, cuando el mundo y la creación son multiformes. Fui marioneta de un teatro burdo cada vez que consentí la intromisión de la gente en mis asuntos, en mi existencia, en mi agenda. Desterré el sufrimiento hasta que entendí que la felicidad inicia en uno y que no la dan los placeres ni la riqueza material, precisamente por tratarse de un valor del alma. Cuando decidí aceptarme, vivir en concordia, trazar mi itinerario con un sentido auténtico, entender que la existencia tiene luces y sombras y respetar a hombres y mujeres, mi dicha se hizo permanente. Me quedó claro que el amor, los detalles, las atenciones, la entrega y el tiempo de los demás no se mendigan porque uno vale y merece respeto. Aprendí que la alegría surge de uno y no se le encuentra en los aparadores ni en las vitrinas de remate porque no está sujeta a contratos ni a transacciones, descuentos y ofertas. Comprendí, igualmente, que hay que vivir en armonía consigo, con la creación, la naturaleza y el mundo, en total equilibrio y plenamente, y que si hay mañanas luminosas también hay tardes y noches, y que siempre, tras la oscuridad, aparece el resplandor más bello. No olvido, de paso, que la muerte no existe, que todo forma parte de un proceso y se encuentra ligado a un plan maestro. Me convencí de que el cielo, la felicidad y la excelsitud principian en el interior, en el ser, y que si existen abismos, celdas, espectros y fronteras o puentes, cimas y palacios son los que uno diseña desde la mente y los sentimientos. Ahora sé que fui mi adversario cuando no entendí que soy protagonista de mi propia historia y que puede ser, si materializo mis anhelos y sueños, la más subyugante de todas. Cuando descubrí mi valor y recuperé mi dignidad, empecé el camino a rutas superiores. Vi la luz cuando descorrí el telón. Nací tras asistir a mi funeral y dejar el dolor y la tristeza atrás, en los muchos ayeres de mi existencia. Comencé a vivir en el instante en que decidí nacer y volar libre y pleno.

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Viajé en ti

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Tenía necesidad de pararme frente a ella, mirarla con embeleso y pronunciar dos palabras: te amo. La abracé en silencio, prolongadamente, como si al unir los latidos de su corazón a los del mío, hubiéramos acordado pasear por las rutas de la vida para llegar, finalmente, al itinerario trazado, a un mundo mágico. Todo comenzó un día, sin darnos cuenta, porque el amor es eso, un destino, una historia, tú y yo

Seguí la ruta de tu rostro con la idea de conocer tu perfil, deleitarme con tu fragancia, recorrer tus facciones, asomar a tus ojos y mirar por ti un rato o una eternidad, no lo sé, como ven los ángeles. Hice escala en tus labios para besarte, reconocer tu sabor y llevarlo siempre conmigo. Seguí por recodos que me condujeron a tus mejillas con el objetivo de sentir tu piel lozana y cautivarme con tu belleza natural. En el mismo viaje, uní tus manos a las mías para sentirte conmigo. Comprobé, al tomarlas, que no poseían adornos artificiales porque su vocación es de servicio y trabajo productivo; además, saben acariciar y están acostumbradas a dar. Excursioné hasta las rutas de tu interior y así llegué a tu ser, a tu alma, donde me reconocí y descubrí tesoros y la luz que ilumina, cuando te miro, tu semblante femenino. Visité la morada de tu razón y la mansión de tus sentimientos., y quedé maravillado. Tras concluir el recorrido, decidí quedarme en ti no como  forastero ni huésped ocasional, sino toda la vida, con sus luces y sombras, para prolongar la estancia hasta la inmortalidad. Y es que al identificarme en ti, te sentí en mí y comprendí que somos compañeros de viaje. Por cierto, en la estación donde nos encontramos y a esta hora, ¿ya te dije que te amo?

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Nadie sabe que mi secreto, en el amor, es enamorarme de ti todos los días

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Me era urgente dar sentido y dirección a mi vida, colocar flores en el sendero, trazar y seguir una ruta, tocar a la puerta del cielo y protagonizar con alguien especial una historia intensa, extraordinaria e inolvidable, de tal manera que cuando te descubrí frente a mí, te reconocí y algo mágico aconteció en mí porque me enamoré tanto de ti que un día, de manera imperceptible, ya pisaba las escalinatas y las alfombras de un palacio que me pareció subyugante y de ensueño. Me vi a tu lado, en los parajes de Dios, enamorado de ti

Nadie sabe que mi secreto, en el amor, es enamorarme de ti todos los días, despertar con la emoción de saber que existes, vivir con la alegría de que tú y yo somos nosotros, caminar con la ilusión de que en algún momento acudiré a tu encuentro y disfrutaré algunos minutos o determinada cantidad de horas o días -qué importa el tiempo cuando uno aspira a la eternidad- para definirme en tus ojos, respirar tu perfume, besar tus labios y admirar tu semblante femenino, tu sonrisa de niña consentida, tu figura de muñeca juguetona, tu rostro iluminado por la luz de tu interior. Todos desconocen que cada noche, al dormir, me acerco a tu almohada y te invito a mis sueños para tomar tus manos, volar juntos, sentir y disfrutar el viento de la libertad,  jugar, arrojarnos a los remolinos del mar y el universo y fundirnos en un cielo que empieza en ti y en mí. La gente ignora que el amor que siento por ti es inagotable porque lo renuevo cada instante. Creo que nadie imagina que es un privilegio insertarte en mi historia de amor y que no me importan las arrugas ni las canas que al final de la jornada, cuando descienda el telón de la noche, dejarán la caminata de las manecillas, porque te amo por ser quien eres, por los tesoros que yacen en la morada de tu ser, en la mansión de tu alma. Nadie imagina realmente que el beso que ahora te doy con el ímpetu de un enamorado, sin duda mañana será el de mayor dulzura y el que compense las horas postreras. Si quienes me conocen imaginaran que mi fórmula consiste en incluir tu vida en la mía y sentirme parte de la tuya, descubrirían el secreto del amor. La fidelidad principia cuando uno, por el amor que le tiene a la otra parte de sí, ya no espera a alguien más en su morada. El amor comienza un día, acaso sin percatarse, cuando los triunfos, alegrías, ilusiones, fracasos, tristezas y desencanto de la otra persona ya forman parte de uno. Tu historia es la mía. Mi historia es la tuya. El amor es real cuando uno abraza, besa y funde sus lágrimas de felicidad o limpia las de tristeza y dolor. El amor es auténtico cuando transcurren las horas, los días y los años, y uno continúa unido a otro ser con la misma emoción, alegría e ilusión de la primera vez y expresa «me cautivas y estoy enamorado de ti. Te amo». Mi secreto consiste en enamorarme de ti todos los días con la locura que experimenté cuando te miré por primera ocasión y confesé el embeleso y el amor que me inspiraste. Nadie sabe, insisto, en que todos los días bendigo nuestro amor, pienso en ti con emoción y me siento enamorado. Mi secreto, en el amor, es enamorarme de ti todos los días.

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La hice mi musa

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Cuando hablé con ella y aceptó entregarme su amor, decidí convertirla en mi musa e incluirla en una historia de ensueño

Quien es capaz de inspirar un poema, un concierto, una pintura, tiene el don de abrir la puerta del cielo y protagonizar una historia extraordinaria. Aquella mujer que provoca que el bolígrafo trace algunas letras, que las teclas del piano y las cuerdas del violín pronuncien su nombre y que los pinceles plasmen tonalidades sustraídas de la paleta de la creación, habla con Dios y camina con sandalias de cristal. El ser humano que propicia que otro, el que le ama, conquiste el mundo y emprenda hazañas, posee talento para hacer de sus días una vida de amor, detalles, dicha y sencillez. Quien trasciende en una obra de arte, hace de la hoja desierta una historia, del lienzo un paraíso, de las notas un canto y del mármol yerto una forma, un estilo de vida. Alguien que inspira a un artista, rompe las barreras del silencio, traspasa los rumores del mundo y el universo, salta a los jardines de la inmortalidad. Quien inspira a un artista, es su musa, su destino, su medida, su amor, su historia. Al entender que somos nosotros, tú y yo, los protagonistas de una historia mágica y especial, decidí insertar tu nombre en mis obras, incluir tu esencia en mis letras, impregnar mi vida con tu perfume, porque eres mi musa, y eso sólo lo sabemos quienes alguna vez, como artistas, hemos hecho del amor un poema, un arcoíris, un canto, una locura.

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El arte es un delirio

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

El arte es un delirio, una pasión, un ministerio. Quienes dedicamos los días de nuestras existencias a las letras, a la pintura, a la música, a la escultura, somos los aprendices de Dios, los seres que emulamos la creación para dar luz a la humanidad y dejar huellas durante nuestro paso por el mundo. No nos concebimos sin el arte porque forma parte de nosotros y tenemos la misión de manifestarlo en obras que si uno escudriñara y descifrara con calma y sensibilidad, descubriría la verdadera belleza y entendería el sentido de la vida. Nosotros, los artistas, alumbramos a la humanidad. Imaginen un mundo sin arte, pueblos ausentes de poemas y relatos, cuadros, conciertos y canciones, figuras y formas… sería un amanecer con un faltante, una noche fría y helada ante la falta de estrellas. El día que no haya artistas, los seres humanos se encontrarán ante su funeral porque ya no habrá plumas que relaten historias, pinceles que plasmen colores, instrumentos que emitan sonidos melódicos, cinceles que den forma al material yerto. Los sueños, la inspiración, las obras magistrales, pertenecen al arte. El arte, insisto, es un servicio, un susurro del paraíso, un rumor del universo, una mirada de Dios. Acerca al amor, a la paz, a los valores, a la fraternidad, al alma, al cielo.

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