Siempre

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Fundí las letras de tu nombre con las del mío, hasta añadir en el firmamento el lenguaje de esta locura que llamamos amor. Cada noche, al asomar las estrellas, doy lectura a una historia prodigiosa -la tuya y la mía-, como si una voz suave y delicada me relatara un cuento maravilloso que me arrulla del mundo a algún remanso del cielo

Somos niños de un recuerdo llamado ayer, de un juego denominado vida, de un sueño intitulado amor, de un destino y una ilusión inscritos en un cielo interminable. Hojeo las páginas de nuestra historia y te encuentro conmigo, en las estampas de antaño, hoy y mañana, como si juntos, sobre las ruinas del tiempo y el espacio, fuéramos protagonistas de los guiones que Dios compone para sus niños consentidos, con la alegría de poseer una goma de borrar, un lápiz y una libreta de apuntes para enmendar cualquier detalle y dar sentido al libreto, una dirección al camino, una dimensión a esta locura que definimos amor. Somos, quizá, eco de otros días, fragmento de algo que está tan cerca y lejos al mismo tiempo, o tal vez realidad de un presente que se vive cada momento, o simplemente promesa de horas próximas, de una eternidad inquebrantable. Tienes tanto del cielo y de mí, del mundo y de ti, de la fugacidad y de la inmortalidad, que no importa si una mañana despertamos en un remanso del ayer, en un paraje del hogaño o en un sueño del futuro porque sabemos, al fin, que en el amor las manecillas del tiempo detienen su jornada ante un sentimiento mágico, un regalo que uno recibe cuando descubre la fórmula que te entrega mi nombre y me da el tuyo en un vuelo libre y pleno.

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Poemas y detalles

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

…y no olvido que esos días, como hoy, mirarla me resultaba un deleite, un embeleso, la alegría e ilusión de sentirme enamorado. Todavía ahora, cuando la veo, me cautiva tanto que corro hasta mi refugio, a la morada de Dios, con la idea de agradecerle el privilegio que me ha dado de amar a una de sus niñas consentidas

En el amor, el poema es decoración de los sentimientos, atavío de la historia más bella y subyugante, ornamento que uno construye todos los días, cada momento, para dedicarlo a quien siente como un yo muy tuyo y un tú demasiado mío. Tienen belleza y encanto las palabras que se escriben los enamorados; pero son eso, letras que se toman de las manos con la idea de expresar un suspiro y otro que hechizan y prenden el firmamento y las almas de quienes se aman y portan la señal. Amar con el adorno de las palabras es un deleite, un gusto; sin embargo, el romance se vuelve cielo al hacer de cada instante un detalle, un motivo, un evento irrepetible. Mis poemas, al escribirlos, son tuyos porque me los inspiras al sentirte en mí, al morar en ti, al hacer de este amor un arte que viene del interior y de lo alto, de la magia de vivir encantados y felices; no obstante, serían insulsos y carecerían de sentido si no los acompañara de esos pequeños actos y detalles que acumulados, resplandecen en las historias que reúnen a dos. Obtengo, al escribir, la dicha de tu amor, la sonrisa de tu rostro, la emoción de quien al leer las palabras que inspiró, se descubre hermosa e interminable porque tiene para sí la eternidad. Al escribirte y decorar el amor que siento por ti, también lo vivo contigo, porque de eso se trata, de hacer de cada instante y minuto el encanto de la existencia, la experiencia de pasear por el mundo y el anhelo y sueño de recrearnos en el cielo, y no importa si es en un bote de remos o en un yate, en una cabaña o en un palacio, una mañana nevada, una tarde lluviosa o una noche cálida. No serían mis poemas diamantes del collar que tejo para ti ante la ausencia de una sonrisa, un beso, un guiño o un detalle. Cuando escribo, soy artista, pero también ser humano, hombre que pretende, a través de sus letras y actos, entregarte el amor más fiel que te prometí desde la hora en que confesé sentirme cautivado y enamorado de ti.

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No es repetir la frase

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

No son palabras ni promesas. Es un sueño convertido en vida. Es una vida de ensueño. Es quitar las barreras del tiempo y el espacio para admirar el paisaje, la ruta, el destino sin final. Es invitarte a ser yo, es desear convertirme en ti, sin la ausencia de nuestras libertades e identidad. Es alcanzar las estrellas con la mirada, sentir la brisa a la orilla del mar, agarrar la arena mundana y permitir que cada grano regrese a su lugar, hasta juntos abrazarnos, recostarnos en algún paraje y contemplar arrobados y en silencio la belleza y profundad del cielo luminoso que ya pulsa en ambos

Al decir te amo, no es repetir la frase tan bella y sublime que innumerables hombres y mujeres, en el mundo, confunden y manipulan para transportarla a los maniquíes de una boutique, a las vitrinas y los cristales blindados de una joyería o a la posada de un rato o una noche; al expresarlo, traigo las flores que Dios pintó en su buhardilla, las fragancias que despierta la lluvia a la orilla de un lago que refleja el verdor de los abetos y el azul del cielo, la sonrisa de la inocencia y los rumores de la vida. No es ausencia de palabras ni acortar el camino para llegar a ti cuando digo te amo, porque simplemente se trata de algo más bello y sublime. Gritar o susurrar la frase, como lo hacen tantos seres humanos, pierde sentido cuando sólo se repite sin conocer su significado o se acompaña de algo material para obtener un beneficio a cambio. Ir de la mano por la playa, sentir la brisa y contemplar juntos los pliegues jade y turquesa del océano y decir te amo, causa tanta alegría como permanecer una tarde de verano o de otoño en la banca de un jardín, al lado de una fuente mágica, y obsequiar un globo, una paleta o el resplandor de una sonrisa, el sabor de un beso o el regalo de una mirada dulce, porque se trata de un sentimiento y un tesoro que rompe fronteras y no le importan los lujos ni las carencias. Es la frase que pronunció Dios al momento de decretar el bien, la verdad y la belleza. Es un «te amo» que ilumina las almas, el mundo, el universo, el firmamento, la creación. Te amo es, cuando lo musito a tus oídos o lo pronuncias con tu cara de niña risueña, compartirte un tanto y un todo de mí, sentir un caudal de ti, vivir en unidad, armonía y plenitud sin perder libertad e identidad. Oigo y leo, al andar por los parajes del mundo, a la gente que mancilla la expresión «te amo», simplemente porque creen que se trata de un sentimiento que conlleva a horas de placer sin compromiso, el trato escrito o no de una unión o permanecer juntos sin dar un sentido real a un regalo tan prodigioso. Me encanta decir te amo cuando estoy contigo o que me lo expreses a hurtadillas o con tus detalles porque ese sentimiento viene del interior, de lo alto, de ti y de mí, de la vida, del universo, de Dios. Al decir te amo, es sentirme tú y que experimentes lo mismo hacia mí, precisamente con la idea de entregarnos la fórmula mágica que llevamos en lo más insondable de nuestras almas, fusionarnos para ser luz, seguir la ruta a destinos grandiosos, cuidarnos mutuamente y compartir aquí y allá, en este plano y en otros, la dicha de una historia de ensueño, maravillosa, feliz, subyugante, extraordinaria e inolvidable, hasta despertar un día, juntos, en la cuna de la eternidad.

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Un preludio, una obertura…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

…en esos días, como ahora, sentí tanta emoción, que decidí hacer de nuestro amor un preludio, una obertura, con la idea de que siempre sea principio de un concierto magistral y una historia extraordinaria e inolvidable

Tienes tanto de dama y de cielo, que al percibir tu fragancia y probar tu sabor, te reconocí en mi esencia y encontré uno, otro e incontables motivos para sentirte y descifrarte en las expresiones más dulces y bellas de la vida, quizá por descubrir en ti la medida infinita del amor y mi talla de caballero, probablemente  por ser eco y fragmento de un ayer compartido en otro plano, tal vez por todo. En ti sentí, por primera vez, tal emoción que me atreví a expresar con alegría e ilusión: «me cautivas. Estoy enamorado de ti. Al coincidir contigo, entiendo que definitivamente no espero a alguien más porque te amo», y así iniciamos, acaso sin percatarnos, una historia extraordinaria e inolvidable, tan hermosa e intensa como los guiones que Dios escribe para sus criaturas consentidas. Al descubrir mi rostro y mi silueta en tu mirada, comprendí que tus ojos de espejo me conducirían hasta los rincones de tu alma y a las rutas de un paraíso interminable que inicia en uno y se extiende hacia el infinito. Me percaté, entonces, de que siempre habías permanecido en mi morada y que sin darme cuenta, flotabas a mi alrededor, en mi buhardilla de artista, mientras escribía. Oigo los latidos de tu corazón en los míos, los interpreto y reconozco a la dama del caballero que soy, hasta convertirte, como lo he repetido, en un yo muy tuyo y en volverme un tú demasiado mío. Ahora sé que cuando uno ama a otra persona, debe ser con un sentimiento auténtico, fiel y puro, con un delirio tal que traspase las fronteras de la eternidad, con la sonrisa y la bondad que Dios enseñó al tallar la luna y fundir las estrellas, para ser uno, resplandecer en el mundo y el firmamento, trascender y llegar a las mansiones de un plano mágico. Nunca antes, como a tu lado, había sentido tanta alegría y paz, como la que se respira una noche romántica, a la orilla del océano, mientras el oleaje baña los granos de arena una y otra vez, probablemente acompañados, tú y yo, de los rumores que vienen de un cielo prodigioso que está en ti y en mí, en el canto de los ríos, en el perfume de las flores, en las tonalidades de las hojas, en el vuelo de los colibríes, en la esencia de la vida. Gozamos cada instante porque desde el principio, cuando te encontré en mi camino y te miré con tanto asombro, acordamos protagonizar una historia, la nuestra, con los claroscuros de la vida, con el sí y el no que implica excursionar por el mundo, con las luces y sombras que forman parte de las pruebas para conquistar la cima. Iniciamos así un guión distinto al que comparte la mayoría de la gente, ajeno a modas pasajeras y superficialidades, porque somos de una arcilla diferente y no importa que los demás rían con mofa o juzguen el enamoramiento y los detalles que tú y yo nos regalamos cada instante. En todo caso, habrá que confesar, si es preciso, que uno de los secretos, en el amor, es que hay que hacerlo un preludio, de manera que cada día se renueve con alegría, asombro, enamoramiento y romanticismo, elementos muy valiosos para que el concierto de nuestra historia sea magistral, una obertura interminable que envuelva a ambos en un sueño prodigioso y tienda un puente de cristal que una el mundo con los jardines de la inmortalidad.

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Los cinco rivales

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

-Bastó el recorrido de las manecillas, un día, otro y muchos más, para que este rostro humano, antes de morir, fuera esculpido con los jeroglíficos de la ancianidad -declaró, ufano, el Tiempo-. No hay alguien superior a mí porque mi paso es implacable y deja señales en todo.

La Muerte, el Recuerdo, el Olvido y La Vida se miraron entre sí, sorprendidos, quizá, de la arrogancia del Tiempo. Tras un lapso de silencio, la Muerte interrumpió:

-No te vanaglories, Tiempo. Tú y yo somos cómplices y juntos establecemos la finitud en la vida y las cosas de este mundo. Ante mi ausencia, únicamente envejecerías todo; sin embargo, el paisaje estaría cubierto de seres y cosas inservibles. Me necesitas porque yo, la Muerte, defino el final y todos me temen. Soy verdugo despiadado.

Tan sorprendidos como los demás asistentes a la tertulia, el Tiempo escudriñó el rostro de la Muerte e intentó descifrar el significado de sus palabras, hasta que comprendió que ambos son complemento y están enlazados para cumplir los decretos de la creación.

-Ustedes, Tiempo y Muerte, son temidos porque su tarea se concreta a la temporalidad de la vida y las cosas del plano material; pero yo, el Recuerdo, soy memoria, eco, remembranza. Reconstruyo, en la memoria, lo que ustedes destrozan y convierten en ruinas. Me impongo a ambos porque a pesar de que transcurran los años que desfiguran a los seres vivos e inanimados y de que todo esté condenado a concluir la jornada en un patíbulo, laboran para estipular la temporalidad.

No te ensoberbezcas, amigo -advirtió el Olvido al Recuerdo-, porque te extingues con celeridad. Tu vigencia carece de porvenir. En cambio, yo, el Olvido, soy viento otoñal que sopla y dispersa las hojas doradas y quebradizas, hasta transformarlas en polvo. Soy, sin duda, el más ingrato de todos porque con mi aliento todo se pierde y nada tiene sentido.

Una vez que habló el Olvido, prevaleció un rato de silencio y tristeza, hasta que los cuatro adversarios coincidieron en mirar a su compañera, la Vida, silenciosa, analítica y de belleza y resplandor incomparables, quien finalmente pronunció palabras suaves:

-Cada uno de nosotros, acaso sin percibirlo, mostramos los rasgos de lo que sentimos y pensamos. Tú, Tiempo, eres tan estricto, precisamente por ser tu encomienda, que todos los seres vivos y materiales del mundo temen la caminata de tus hijas, las manecillas, quienes desfiguran los rasgos bellos y juveniles. Pregunta al espejo las confesiones de las mujeres y los hombres que rinden culto a su aspecto físico y cada día notan el irremediable lenguaje del envejecimiento.

La Vida hizo una pausa breve y continuó:

-Tú, Muerte, eres fúnebre, macabra, sombría, porque es tu labor suspender la existencia de cada ser en determinado momento. Eres incansable, fea y repugnante para que nadie se acerque a ti ni te obligue a suspender tu misión. No sabes que en otro sentido, la muerte es el inicio de la vida. No habría día y luces ante la ausencia de la noche y las sombras. El Tiempo y la Muerte, amiga mía, son complemento y parte de un proceso dentro de la creación. No seas tan vana porque hasta en las noches de mayor oscuridad suelen aparecer luceros que alumbran y decoran el firmamento.

Ante el silencio de sus compañeros de tertulia, la Vida prosiguió con su disertación:

-Es bello, en ocasiones, evocar gente, animales, plantas, cosas, hechos; no obstante, sólo son para recrearse, aprender y seguir la caminata. Los recuerdos enseñan y motivan, pero no deben ser huéspedes cotidianos. Hay que evitar amargura y dolores que impiden continuar la ruta hacia un destino grandioso y pleno.

Nuevamente, la Vida hizo una pausa y agregó:

-En consecuencia, Recuerdo, únicamente hay que tomar la dulzura de tu memoria, asimilar las lecciones y no detenerse porque la vida que se paraliza es similar al agua estancada que finalmente se vuelve materia putrefacta. Es necesario zambullirse en la corriente diáfana para transitar a otras fronteras.

La Vida observó al Olvido, a quien dedicó sus palabras:

-¿Qué sucede contigo, Olvido? ¿Qué te motiva a acumular tanta arrogancia? Te comparaste con el viento otoñal, pero entiendo que olvidaste que se trata exclusivamente de la temporalidad de una estación porque las otras, el invierno, la primavera y el verano, son tan reales y cíclicas como tú y responden a un plan maestro. No olvides que la vida y las cosas, en el mundo y el universo, se renuevan cada instante.

Ninguno de los compañeros de la Vida se atrevió a rebatir el tema. Su amiga, la Vida, tenía razón porque ellos, el Tiempo, la Muerte, el Recuerdo y el Olvido, solamente eran eso, complemento dentro de un proceso de evolución.

-Es perentorio que todos recuerden que la vida, cuando es real, no concluye con el suspiro postrero. Es superior porque se trata de la luz que proviene de la creación, de la energía universal, de la eternidad, de Dios. Y la vida, amigos, adquiere verdadero sentido cuando el amor ilumina a la gente, a hombres y mujeres; pero también en el instante en que uno decide dar de sí y entiende que las cosas no solamente son para beneficio personal, sino para el bien que se puede hacer a los demás. Vale más una mano con cicatrices marcadas por los matorrales y las piedras que retira del camino, por ser punto de apoyo para otros y por la lucha para aliviar el dolor ajeno, que cubierta de alhajas con piedras preciosas.

Sorprendidos, el Tiempo, la Muerte, el Recuerdo y el Olvido comprendieron que si bien es cierto su tarea es inquebrantable, forman parte de un proceso y un plan maestro que alguien, en la luz, diseñó, estableció y decretó.

-La vida es inmortal. Quien aprende a vivir en el mundo con sus luces y sombras, practicar las virtudes, crear escalinatas, tender puentes y enfrentar la temporalidad, posee la llave para abrir portones bellos y prodigiosos, donde el amor, la felicidad y los sentimientos nobles coronan a aquellos que se atreven a experimentar sus días en armonía, con equilibrio y plenamente. El tiempo, la muerte, los recuerdos y el olvido son pasajeros, estaciones de paso para quienes han trazado un destino infinito, un itinerario superior -concluyó la Vida.

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Es el poema…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

A ti, con mi amor y admiración, por ser la dama del artista que te escribe. Gracias por justificar mi esencia de caballero

Una dama es el poema delicado que uno escribe alguna noche romántica, quizá a la orilla de un lago azul con cisnes, acaso recargado en la corteza de un pino, tal vez en una banca de herraje artístico o de cantera añeja, cerca de una fuente de la que brotan gotas que salpican y forman charcos en las baldosas y retratan la luna con rostro y sonrisa de espejo y los faroles dispersos en les calzadas solitarias.

Es el encanto de una vida porque ella habla con dulzura en los momentos de romance y sosiego y con energía cuando defiende sus convicciones, ideales y valores, igual que la rosa de blancura resplandeciente que luce ufana la belleza, el perfume y la textura de sus pétalos y espina a quien se atreve a mancillarla. Requiere amor y cuidado.

Se trata de una criatura que Dios, al crearla, consintió tanto que depositó en su alma la esencia de su palpitar, y por eso es que al mirar, lo hace con un destello especial, como si fueran las ventanas de un cielo prodigioso. Es el motivo, parece, por el que una dama posee mirada cautivante, tan parecida a la del día cuando amanece o a las estrellas al anochecer.

Una dama es mujer, pero también ángel y doncella. Es un estilo de vida que se percibe desde el cunero, al nacer, y se practica toda la vida, hasta antes de llegar al sepulcro, porque viene de la esencia, del alma.

Ella prefiere a su familia, al caballero que le entrega su amor. Se deleita al compartir con ellos los mejores días de su existencia. Son su mayor tesoro. Es el motivo por el que su casa es hogar, recinto en el que el ambiente es de armonía, sentimientos, alegría, valores y amor.

Sabe divertirse y reír, pero evita resbalar al pantano. Su porte inspira respeto. Ningún hombre se atreve a burlarse de ella ni a tomarla como juguete de su aventura porque es dama, exige respeto y se comporta como soberana.

Desde la infancia se nota su delicadeza. Sus acciones, palabas y modales son femeninos. Una niña con tales características, será la joven dulce y bella que al final de su existencia, quizá en la ancianidad, dará el último suspiro con la alegría de haber vivido en armonía, con equilibrio y plenamente, sin cargas encima y sí, en cambio, con la satisfacción de dejar huellas indelebles y una existencia ejemplar, inolvidable, extraordinaria y de servicio.

Una dama estudia, se prepara y trabaja, se realiza como ser humano, con la diferencia de que no se masifica ni se resquebraja hasta perderse y convertirse en maniquí de aparador, en objeto artificial y de placer para los demás, porque ante todo se sabe mujer y no desconoce que el respeto se lo dan sus principios.

Y no importa que vista pantalón o vestido porque su ser es el que trasciende. No es de las personas que creen que las uñas excesivamente largas y el rostro cubierto de maquillaje dan un toque femenino. Eso es decoración artificial.

Una dama, insisto, entra en sí, en su silencio interior, para reencontrarse con su alma, con la vida, con el universo, con la creación, con Dios. Siente el palpitar de su ser en sí y descubre rutas inimaginables a paraísos subyugantes y prodigiosos.

Las manos, los ojos, la boca y los oídos de una dama son los de Dios porque ella apoya y entrega, mira con ternura, da consejos sabios y escucha con respeto, principalmente a aquellos que más sufren. No se burla ni odia. Desconoce el rencor y las perversidades.

Feliz el hombre que, transformado en caballero, recibe el amor de una dama porque se trata, en verdad, del sentimiento más dulce, hermoso y sublime del universo. El amor de una dama es el que viene de Dios y uno, al recibirlo, debe sentirse dichoso y totalmente bendecido porque es eterno, fiel y puro.

Hoy, ante la falta de ejemplos vivos, amplio porcentaje de seres humanos ignoran el valor que representan una dama y un caballero, a quienes generalmente califican con mofa como seres anticuados y ridículos, casi extintos; no obstante, si supieran que tal estilo de vida conduce a un destino excelso e infinito, indudablemente admirarían a esa clase de hombres y mujeres extraordinarios.

Por cierto, mi musa, yo, tu amante de la pluma, ¿ya te expresé este día que te amo, te admiro y me siento profundamente enamorado de ti? ¿Te comenté, en algún momento, que este texto te pertenece porque eres la dama de un escritor que se siente caballero a tu lado?

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Al otro lado de la puerta

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Al otro lado de la puerta, existen las posibilidades de las auroras y los ocasos. Hay, parece, ignorancia, miedo, adversidad, problemas, mediocridad, obstáculos, miseria, enfermedades, fracasos, perversidad, odio, amargura y tristeza; pero también conocimiento, valor, oportunidades, grandeza, caminos y puentes, salud, éxito, fortuna, ilusiones, bien, amor, alegría, belleza y felicidad. Prepárate para vivir. El momento es hoy porque el de ayer ya se consumió y queda en las remembranzas, en las huellas que dejaste o que el tiempo borró por ser tan débiles, y el de mañana, en tanto, no sabes si vendrá a ti. Vive. Analiza y toma las decisiones que más te convengan y a quienes te rodean, a aquellos que amas, e incluso hasta los que no conoces porque en la vida y el universo, todo lo que sientes, piensas y ejecutas tiende a retornar con mayor energía. Abre la puerta y atrévete. No dejes nada sin explorar. Intenta ser extraordinario e inolvidable, humilde desde tu ser y grandioso como persona, enérgico en tus decisiones y siempre, no lo olvides, con convicciones e ideales firmes, con un código coherente con el desenvolvimiento de tu ser. Vales mucho. Al otro lado de la puerta, es cierto, se encuentran los abismos y las cumbres, los desfiladeros y las cimas, la oscuridad y el resplandor; sin embargo, al abrirla, descubrirás la entrada a tu morada, a tu ser, a rutas y túneles insospechados, a reinos subyugantes. En ti, al otro lado de la puerta, reposan fuerzas y tesoros incalculables que sólo esperan los tomes y utilices para bien. Al otro lado de la puerta, moran tus luces y sombras, tú, ellos, nosotros, todos. Nada falta. Todo está contemplado y puedes tomarlo. Sólo basta con que te atrevas. Arriésgate, no temas, porque al otro lado de la puerta están la parte más valiosa de ti y el itinerario a lo que tú desees.

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No hay palabras

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Podrán resultar insuficientes las letras y las palabras para decribirte porque tendría que inventar un vocabulario o raptar el lenguaje del cielo; no obstante, al ser caballero y amarte tanto, todos reconocen que mi locura y destino eres tú, una dama

No hay palabras, por aliadas que sean de un escritor y artísticas que parezcan, capaces de describir la belleza de quien es mujer y dama, ángel y musa, vida y sueño, quizá porque quien coincide en la senda de un hombre y resplandece por la intensidad de su interior, es luz y encanto, compañía y amor, detalle femenino e ilusión, alegría y virtud. Dichoso aquel hombre que en su ruta descubre a la mujer en quien siempre podrá depositar el más fiel y puro amor porque será correspondido y tendrá la certeza, además, de que ella se convertirá en la compañera de su historia. La mujer que es dama, se parece tanto a las niñas que consiente Dios y que unas veces, por la ternura que les tiene, coloca en sitios especiales y con seres privilegiados y otras, en cambio, transforma en luceros del firmamento, siempre con la idea de que alumbren y embellezcan lo que miran y tocan, como si quisiera demostrar que el amor es fuente de los sentimientos más profundos y sublimes, del bien y la verdad, de la inmediatez y del infinito, del mundo y de los paraísos que se sueñan y presienten desde el alma. Estoy convencido de que aunque uno sea escritor y amigo de las letras y las palabras, resultan insuficientes para describir a una dama que, como tú, me invitas a ser caballero de tu vida y tus sueños, admirador de tus actos y detalles femeninos, niño y hombre de la infante y mujer que hay en ti, nombre y apellidos complementarios a los tuyos. Al ser tú mi dama y yo tu caballero, posees un tanto de mí y yo tengo algo de ti. No hay palabras que te describan porque las damas, como tú, son invento y diseño de Dios, medida exacta de un caballero, locura de un amor.

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Me atreví a llamarle sueño de mi vida

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Me atreví a llamarle sueño de mi vida y se hizo el milagro al iniciar nuestra historia…

No es el amor un momento, la casualidad de un encuentro o la firma de un contrato que se festeja, cada año, con una cena y un bouquet de fragancias exquisitas y policromía de ensueño. Es algo superior, quizá la sortija etérea que Dios entrega a quienes se atreven a vivirlo, acaso el tú el yo que se torna en nosotros o tal vez el ejercicio de un borrador que anticipa una historia extraordinaria e interminable en un paraje que se sospecha feliz e infinito. Gracias al amor, uno gana el cielo, la brillantez en la mirada, el romanticismo poético al hablar. Realmente, el amor es una estación en la que alguien espera a otro o uno acude a un encuentro grandioso e inolvidable con la idea de emprender el viaje, el paseo, la ruta. Es el amor un estilo de vida, un destino, la locura de un contagio que no se cura. Todos los días, al vivir mis quimeras y soñar que existo, despierto y duermo más enamorado de ti, con mayor asombro, y eso, parece, es parte del secreto en el amor porque así, créeme, se eterniza. El amor no es posada de una noche ni cadena perpetua; es el vuelo grácil, libre y pleno de dos seres que se saben uno sin corromperse ni condenar su destino a la mazmorra pútrida de la conveniencia, el dominio absoluto y la rutina. Creo que tras mi caminata, aprendí que el amor no es de un día ni está marcado en las hojas del calendario, ni tampoco se refiere a reuniones de café y compras de arreglos florales y alhajas, muñecos y regalos envueltos en papeles de fantasía, porque los sentimientos, tú lo sabes, no admiten etiquetas con precios. He mirado, en las noches, el universo pletórico de faroles, hasta pensar que en el amor uno regala un lucero para alumbrar la senda a los rincones más lejanos del alma y el infinito. Amar, transforma a la gente, la moldea, hasta abrir las puertas y ventanas de su interior, de donde brotan los murmullos de las profundidades oceánicas, el susurro del universo, las voces de los ángeles, el lenguaje de Dios. Veo, en tus mirada y la mía, la señal de quienes aman y se saben consentidos por quien creó y decoró la vida y el paraíso, tu alma y la mía, los bosques y las cascadas. Es el amor un concierto, una sinfonía, el poema que me inspiras, las flores que corto para ti, las burbujas de dicha e ilusiones que reventamos cuando estamos juntos y también al permanecer separados por algún motivo. Somos tú y yo, en el amor, porque al sentirte en mí, igual que tú me percibes es ti, nuestra piel es la misma y la esencia que portamos pulsa en ambos, en el cielo, en Dios. Todo, en el universo, fue diseñado con amor. y si tal sentimiento, al instante de la creación, provocó el surgimiento del mar jade y turquesa, las noches estrelladas y silenciosas, los copos de nieve, las gotas de lluvia, la sonrisa de la luna con su rostro de espejo, las tonalidades de los arcoíris y la belleza de las orquídeas, los alcatraces, las rosas y los tulipanes, ¿qué resultará de un enamoramiento y romance como el nuestro? Imagina, al amarnos tú y yo en este rincón del mundo, proyectamos el deseo y el sueño de trasladarlo a la otra morada, a la de los jardines con música de colores. Amar es vivir. Nunca olvides que al amarnos, subimos peldaños, asomamos y cruzamos los umbrales de mundos insospechados. Grato es, al amar, sentir la presencia de quien comparte el mismo perfume que Dios colocó a uno, reconocerse por las señales que recuerdan el ayer, el hoy y el mañana sin final en un palacio de formas y tonalidades mágicas. Insisto en que el amor entre uno y otro no es coincidencia, es prodigio, es encanto, es destino. Es un tú y un yo que se siente en las profundidades de uno, al mirar, al reír, al andar, al existir, porque es muy tuyo y demasiado mío. Tú y yo nuestro. Es el amor una malla, un tejido. una red segura que lleva a las profundidades del ser, a los secretos insondables de la eternidad, a la dicha sin final. Ahora sé que amar es volver a ser niño, es recordar los días de una infancia registrada en un cielo más bello, subyugante y prodigioso que el que la humanidad imagina en sus horas de ensueño. Miro tus ojos, al amarte, y encuentro los míos. Oigo los latidos de tu corazón, el susurro de tu voz, los ecos de tu risa, como si escuchara, también, los míos y los rumores de quien abrirá las puertas de la eternidad cuando toquemos el aldabón y reconozca en ambos la locura de un amor que siempre estuvo presente en el palpitar de su memoria y sus decretos.

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El globo, los universitarios y la vejez

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Recientemente, en una universidad privada de Morelia, capital de Michoacán -entidad situada al centro occidente de México-, un grupo de jóvenes entró en una dinámica liderada por uno de sus profesores, con resultados bastante negativos, preocupantes y vergonzosos.

El ejercicio consistió en suponer que varios hombres, cada uno con diferente profesión, viajaban en un globo aerostático y de pronto, por alguna causa, enfrentaron una situación emergente que los obligó a tomar la decisión de arrojar a uno de ellos con la intención de aligerar la carga de la nave y así salvar las vidas de la mayoría.

Los universitarios se dividieron en equipos de trabajo con la idea de protagonizar la historia y explicar, al final, la justificación de sus decisiones. En cada caso, la tripulación estaba integrada por un médico, un ingeniero, un abogado, un contador público, un arquitecto y un sacerdote. Uno de ellos, en el ejercicio, tendría que ser sacrificado.

El profesor solicitó a los alumnos razonaran la decisión de cada grupo porque tendrían que defenderla y justificarla con argumentos inteligentes. La mayoría de los estudiantes, en cada equipo, eligió al sacerdote como víctima y candidato de ser lanzado desde el globo aerostático.

Mientras actuaba el equipo en turno, los otros, sus compañeros, murmuraban entre ellos, se mofaban o se distraían con los mensajes que enviaban y recibían en sus celulares. En realidad tenían mayor interés en sus asuntos sociales que en la clase.

Cuando el maestro y algunos alumnos más aplicados interrogaron a la mayoría sobre las razones que los motivaron a elegir al sacerdote en el sacrificio de dar la vida por los demás, coincidieron con desdén en que se trataba de un hombre dedicado a predicar estupideces y que, además, era un hombre viejo, un anciano inservible que robaba oxígeno, tiempo y espacio a los jóvenes.

Asombrados, el profesor y su reducido número de estudiantes aplicados, preguntaron qué los hacía suponer que el sacerdote era viejo, y ellos respondieron que la mayoría de los ministros son de edad avanzada.

Recalcaron con desdén que la gente vieja es basura y sobrante en las sociedades de la hora contemporánea y que, en consecuencia, debería de hacerse a un lado o ser eliminada para no quitar el oxígeno y las oportunidades que pertenecen a las generaciones jóvenes.

Más allá de creencias religiosas y doctrinas, resulta preocupante que jóvenes universitarios de una institución de prestigio, sientan repugnancia por los ancianos, por la gente que envejece, y hasta desee su muerte por el simple hecho de considerarlos basura humana y estorbos.

Significa que no pocos de esos jóvenes que hoy estudian en instituciones universitarias privadas, algún día, cuando sean profesionistas y se encuentren al mando de empresas o se desempeñen como funcionarios públicos o políticos, tomarán decisiones crueles en perjuicio de las personas débiles y viejas, les atravesarán los pies y les cerrarán puertas y ventanas.

No solamente no respetan a los ancianos que hoy transitan por las calles o encuentran en sus rutas, casi siempre entristecidos y desolados, como quien cuenta las horas postreras de su existencia, sino son estúpidos al no respetar a sus padres ni recordar que un día, ante la caminata de las manecillas, también arrugarán sus rostros y sus cabellos cambiarán a tonos plateados o caerán irremediablemente, y peor porque quienes viven en el vacío no siempre tienen la dicha de coronarse y probar el sabor de la vejez.

Tal soberbia, rompe límites y resbala a la estulticia y la perversidad. Lamentablemente, como ellos, existen muchos jóvenes que creen que el mundo les pertenece, cuando solamente es el paso de un sueño llamado vida, y lo que cuenta, en verdad, es el bien que se hace a los demás.

México no necesita engreídos e imbéciles. Esos abundan en la política, en las cantinas y en todas partes. La nación requiere seres humanos auténticos y completos, responsables y honestos, comprometidos consigo y con el momento histórico que les tocó vivir.

En nuestras disertaciones cotidianas, mi padre y yo coincidimos una y otra vez en que la infancia, adolescencia y juventud son parámetro de una sociedad, de manera que si una generación es educada y respetuosa durante la primavera de su existencia, innegablemente sus padres son personas con calidad humana; al contrario, si prevalecen las bajezas y la perversidad, reflejarán lo infrahumano de sus progenitores.

Quizá existen otros jóvenes que estudian y trabajan, honestos, comprometidos consigo y con los demás, capaces de emprender acciones nobles y orientadas al engrandecimiento de la humanidad y sus países; pero también es verdad, como en el caso de dicha institución universitaria, que hay personas capaces de cometer atrocidades contra los más débiles.

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