Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Si no existieran las letras del abecedario para escribir y dedicarte el más dulce de los poemas, sustraería el barro y la textura de las flores y las plantas con la intención de pintarte conmigo en un paraíso de ensueño
Con las letras del abecedario construyo el poema que te dedico cada mañana, cuando abres el ventanal de tu mirada a los colores de la vida y escuchas alegre y enamorada la sinfonía de la naturaleza y la voz canora del universo.
Una y otra vez, atraídos por el embeleso de sus formas y sus sonidos, los signos componen palabras bellas que asiento en la historia prodigiosa que compartimos, en los días que andamos juntos, en las horas que transcurren aquí y allá, al abrazarnos en la profundidad y el silencio de nuestras almas, al besarnos con la dulzura y el encanto de un amor, al soñar y vivir, al reír y llorar, al sentirte yo y saberme tú.
Ahora sé que venimos al mundo a amarnos, a ser felices, a aprender del sí y el no de la vida. Reconozco, por lo mismo, que la historia existencial y el amor se arman con hechos igual que el poemario más subyugante se compone de palabras hermosas.
No dudo, musa mía, que con la letra a, la primera del abecedario, escribo amor, alma, ángel, alegría, arte, asombro y amanecer. La trazo en mi cuaderno de notas cuando te expreso mi amor y me invita, aunque sea el símbolo de un sonido, a vivir con los conceptos que puedo armar de acuerdo con la frecuencia de mi ser.
También aparece la b para recordar que se inserta en la bondad, el bien y la belleza, y que si a continuación asoma la c es para anotar cualidad, cielo, creación y cautivante, como la d, al reflejarse, señala a Dios, a la dama que eres, los detalles, la dicha y la magia de dar.
Otras ocasiones llega la e cual encanto, eternidad, enamoramiento, epopeya y embeleso, antecediendo siempre a la f que muestra la felicidad, la fe, la familia -oh, excelso tesoro-, la fragancia y la fidelidad, mientras la g, en el mismo sendero, ilumina el cuaderno de la vida con gratitud.
Elijo la letra h cuando pretendo expresar tu hermosura y el concepto de la honestidad, y la i, en tanto, al destacar la inteligencia y el infinito, hundirnos en las profundidades de la imaginación y envolver y reventar ilusiones en burbujas de cristal.
Tengo, en ocasiones, la letra j, que libero al invitarte a jugar al amor y a la vida. El juego inicia con esa letra, como sucede con la jovialidad. ¿Te das cuenta, amada mía, del tesoro que tenemos? Sólo es cuestión de seleccionar lo que anhelamos y soñamos.
Opto por la k cuando me refiero a la palabra keter, que significa corona, precisamente con la idea de colocar en un sitio supremo el valor de los sentimientos que compartimos, sin olvidar, verbigracia, a la l que me permite experimentar y escribir luz, libro y locura de un amor.
Mientras reviso las formas y los caminos del abecedario, coincido con la m que si bien evoca a nuestras madres -algo de los más sublime, regalo de Dios-, describe las maravillas, a la mujer, a ti, mi musa con tu mirada.
Anhelo sentir la textura de la n porque simboliza la niñez, la naturaleza, la nieve, la noche y las nubes. La ñ, por ser escasa y pequeña, opta por tomar las manos de otras letras y aparecer en la niñez y los sueños.
Escribo la letra o, tan dulce y tierna como el ósculo que tú y yo nos regalamos una noche de otoño, o igual que la p que evoca a nuestros padres -otros tesoros que Dios nos concedió-, y también la proeza, el poemario, el puente y el paraíso.
Integro a la lista la letra q porque me sugiere los sentimientos que me inspiras cuando te digo que te quiero; sin embargo, inserto la r al suspirar por la idea de nuestro romance y ver tu rostro y disfrutar tu risa. Es la s la letra y el sonido con el que inician los conceptos silencio, soledad, sueños, suspiros, susurros, sabiduría.
Giro a otro sentido para abrir la puerta del abecedario y trazar la letra t, con la que principian tú, tuyo y ternura, similar a la u que se introduce entre la palabra sueños o la v que delinea la verdad, las virtudes y la vida.
No niego que si la w y la x no inician las palabras del amor, son respetuosas y no interfieren en nuestra alegría ni en la ruta que seguimos; mas con la y sabes que escribo yo y con la z, que coloco al final, te informo que me siento feliz por este amor tan nuestro.
Ahora, color de mi destino, ambos sabemos que en el arcón del abecedario se encuentran las letras que tú yo podemos armar para escribir y vivir una historia de ensueño en el mundo y proyectarla al infinito. Sólo es cuestión de saber elegir.
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