Es un tú y un yo, un poema sublime, vivir y soñar…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Amar con el alma es componer el poema más bello y dulce, transformar el viento en música, descifrar el lenguaje de Dios al escuchar los rumores del aire y el océano, empaparnos una mañana o una tarde de lluvia, compartir una sonrisa y otra, alegrarnos, hundir los pies en el barro y sentir el pulso de la creación cuando fundimos nuestras miradas y tu nombre y el mío ya significan lo mismo

Amarte con el alma significa desnudar los atuendos cotidianos, retirar el maquillaje rutinario, para descubrir, como lo siento, tu esencia. Nombrarte, equivale a develar tu identidad, pronunciar tus apellidos, definir tu silueta, reflejar tu imagen unida a la mía. Grabar sentimientos en la arena de la playa, tiene la intención de que el oleaje turquesa los disipe en todos los rincones del mundo y que el cielo sea testigo de este romance tan tuyo y mío. Insinuar que te amo con el alma, es igual a asomar al espejo inagotable, andar en la calle o presentarme ante el mundo con mi rostro y un tanto del tuyo. Este amor es fiel porque es patrimonio de nuestras almas, te pertenece, es mío, y es bien sabido que portas un yo irrenunciable como en mí hay algo tan tuyo. Tú sabes que por venir de nuestras almas, este amor no se traiciona porque engañarlo significaría destruirnos y renunciar a la dicha y a la hora perenne. El amor, cuando es tuyo y mío, se atesora y se vive, se sueña y se experimenta, se siente y se prueba, se sueña y se envuelve en burbujas. Amar con el alma es, en realidad, sentirte en mí, que me percibas en ti, cada uno en su vuelo libre y pleno, con su identidad, para caminar juntos por el mundo y abrir cerrojos a otros jardines, a destinos infinitos, a paraísos que ya presentimos en nosotros. Mi alma, al ser la tuya, es el poema más bello y sublime, es la llovizna que se funde con el agua contenida en una laguna y la profundidad del mar que embelesa, es el trigo dorado que alumbra el sol al amanecer, es el viento que agita las frondas de los árboles y las flores que destilan su perfume, es el sí y el no de la vida, es el abrazo de la dicha, es la sonrisa de Dios. Observo, al abrazarte desde el silencio de nuestras almas, una luz que alumbra tu mirada y la mía.

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Las flores

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Las flores, por su naturaleza, apagan sus colores y perfumes, y se marchitan, como se agota la vida o se pierde un amor a cierta hora del día, un romance que se soñó bello y se creyó inagotable y al final, como en todo, demuestra su caducidad. Los pétalos se arrugan igual que los rostros y los sentimientos cuando son derrotados por los días rutinarios y desinteresados en los pequeños detalles. La efímera belleza de rosas, tulipanes y orquídeas muere, pierde su encanto, y acaso quedan algunos de sus fragmentos entre las páginas de un libro cual constancia postrera de un enamoramiento también sujeto al recuerdo o al olvido. Otrora símbolo de alegría, amor e ilusión, las flores palidecen y son confinadas a la basura, a los sepulcros, al destierro, porque no es su superficialidad lo más valioso que ofrecen, sino lo que simbolizan. Ya ausentes de fragancias y tonalidades, las rosas se parecen tanto a los seres humanos, a hombres y mujeres que hacen a un lado la emoción, el amor, la sonrisa, las ilusiones, los sueños y las burbujas existenciales. De las flores se hace un poema, un canto, una melodía, un momento de encuentro y felicidad; pero al marchitarse con las ilusiones, se transforman en eso, en quebranto y despedida. A diferencia de un arreglo o un bouquet, cada persona decide si renuncia al amor, a la alegría, a los sueños e ilusiones, con sus claroscuros, o si se entrega a la pasión de vivir y protagonizar una historia grandiosa para no condenarse a ser flor de unos días.

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Puntos suspensivos

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Un tú y un yo muy nuestro

Acaso morir, cuando se ama, significa colocar puntos suspensivos a la vida, establecer un simple receso, para soñar mientras dura la espera. No es que me angustie la caducidad de la existencia, sino perder la oportunidad de dibujar sonrisas en tus labios, descubrirme retratado en tu mirada y cubrir tus días de detalles. Guardo en mi memoria tu esencia, tu rostro, tu fragancia, tu nombre y tus apellidos, para evitar que naufraguen en el olvido que impone el tiempo y así amarte siempre, reencontrarte una y otra vez, aquí y allá, en el universo, igual que dos niños que se transforman en compañeros de recreo para jugar al amor y a la vida. Intento desvanecer la idea de la finitud ante los susurros del alma y los rumores del viento que indican que la jornada terrena es paréntesis y antecede a días inmortales. Entiendo que aquí, la estancia es breve y que más que preocuparse por evitar los puntos suspensivos entre una estación y otra, hay que vivir plenamente,  hacer de cada momento una historia maravillosa y construir puentes y alfombrarlos con pétalos de dulce textura y perfume. Es, por lo mismo, que cada día tiene un significado especial, algo de magia y encanto para compartir a tu lado el sueño y la realidad de un amor. Temería si al final de los años se presentara ante nosotros un abismo insondable y oscuro; pero sé que allí, en la frontera, inician la cumbre y la eternidad. Observo un sentido hermoso y justo en cada expresión de la vida, como si delatara la presencia de algo supremo, una inteligencia que palpita en todo y revela que la vida es interminable. Miro el vuelo de las aves y las mariposas, observo el oleaje interminable que besa la arena de la playa, contemplo la profundidad azul del cielo, siento las caricias de la brisa y escucho los murmullos de la creación, hasta que comprendo que todo renace cada instante y que uno, al amar, ya forma parte de la inmortalidad. Admito que no me asusta la finitud de la existencia porque comprendo que tras los puntos suspensivos, se abren portales de insospechada belleza, que hoy, al amarnos, empezamos a percibir en nosotros, en ti y en mí, como si musitaran a nuestros oídos los secretos de la creación e invitaran a hacer de cada segundo una historia, un tú y  un yo muy nuestro.

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Regalo de todos los días

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Son detalles, sonrisas, miradas, palabras, silencio, momentos…

No es el ramo de flores que alguien compra por compromiso; es el bouquet, el arreglo, la rosa, el tulipán o la orquídea que se regalan espontáneamente con una sonrisa, una carta o una servilleta con las expresiones «me encantas», «te amo» o «me cautivas». Tiene mayor aprecio y valor la hoja seca y dorada de un árbol, con una bella palabra escrita sobre su textura, que el ramo más elegante que se entrega por cumplir un interés comercial que se vuelve costumbre. No es una fecha impuesta por intereses comerciales ni por situaciones forzosas, claro que no; es un encuentro anhelado, un regalo espontáneo, un detalle, una sorpresa, un encanto de todos los días. No es el valor de la alhaja o del perfume; son los momentos que se comparten, los minutos y las horas irrecuperables que quedan en la memoria, los sentimientos que se entregan. No es el amor renta de un día ni contrato severo; es el gusto de un abrazo, es lo bello de un beso, es la entrega de una conversación, es la dicha de compartir los instantes de la vida con sus contrastes, es la ilusión de una compañía eterna. No podría concretarme a un día de celebraciones que fija el calendario y que comprometen los autores de la mercadotecnia y los dueños de los negocios; tú eres superior a fechas obligadas, porque tu mirada y tu sonrisa merecen hacer de los sueños una historia, y tus manos de dama, tan entregadas a lo bello y sublime, son dignas de inmortalizarlas en un poema. Las flores, los paseos, las joyas, los perfumes y las cosas se entregan alguna vez como símbolo de lo que uno siente, no por superficialidad ni lucimiento, y menos por compromiso o para comprar a alguien; se obsequian, y no valen si pretenden equilibrar los malos tratos, las horas infieles o algún descuido. El amor es un río etéreo que corre infatigable hacia la inmortalidad, siempre salpicando gotas diáfanas a la campiña, a los árboles y a las flores, a los años de la existencia, con su indescriptible belleza en sus cascadas, hasta que se funde en el océano inconmensurable para ser uno y palpitar al ritmo del universo, la creación, la naturaleza y la vida. El amor que me inspiras no se basa en modas ni en fechas marcadas por otros; es un sentimiento prodigioso y sublime, algo superior y libre, digno de ti y de mí, y es para transformarlo cada instante en detalles, alegría, sueños, vivencias e ilusiones.

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Es flor y poema, algo que no cesa y se siente en uno…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Construiría tu nombre en un poema, en la melodía del violín, en la flor que te entrego, en el color de la alegría, en el aire que agita tu cabello y susurra a tus oídos mis secretos, en los peldaños que llevan al cielo…

Es algo que no cesa. Es un amor que se siente en uno y que al ser flor, se transforma en belleza, en color, en fragancia, en detalle, en poema. Es una flama que alumbra las noches de soledad y las tardes de lluvia, porque permanece en el interior, en uno, en la mirada, en la esencia. Es letra y es acto, es día y es noche, es vida y es sueño. Eres yo y soy tú. Es sentirte en mí, es que me percibas en ti, cada uno con su rostro e identidad, en vuelo pleno y libre, unidos en un palpitar inagotable. Da sentido a este día y a los que siguen. Es algo irrenunciable, como una luz que no se extingue, quizá porque viene de ti y de mí, probablemente por tratarse del secreto de la inmortalidad o por proceder de otras rutas y llevar a un destino, tal vez por todo. Es irrenunciable, no se le traiciona ni maltrata, porque se siente en uno, en ti y en mí, en nosotros, los de ayer, los de hoy, los de siempre. Es la magia de un amor que escapa de la brisa y acaricia la piel y el alma; es el encanto de sumergir los pies en la intimidad de la tierra para sentirnos barro y el prodigio de recibir las caricias del viento para reconocernos y sabernos felices y sublimes. Es algo que no cesa, posiblemente por estar en ti y en mí, acaso por ser arcilla y soplo etéreo, seguramente porque el amor es un suspiro de Dios.

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Sin arte…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

El día que la gente rompa los poemas, ya no habrá canto al amor. Cuando unos y otros aplasten los instrumentos y destruyan las partituras, será imposible reproducir los rumores del silencio, las voces del interior y el lenguaje de Dios. Al despedazar los lienzos con formas y tonalidades plasmadas a una hora y otra por los pinceles, las sonrisas se habrán fugado y serán desconocidas. En el momento que la literatura, la música y la pintura pierdan su esencia, diluyan sus colores y susurros en el lodazal de lo cotidiano, la rutina, lo superficial y lo pasajero, el cielo quedará sin estrellas, se desvanecerán los sueños y la oscuridad de la noche se vendrá encima. El instante en que al arte se le convierta en moda, en pose, tendrá el valor de una alhaja y ya no transportará a fronteras insospechadas ni a paraísos de encanto. Sin sueños, no habrá arte. Nadie permita que otros, con argumentos egoístas y monstruosos, desarticulen sus sueños e ideas. La imaginación es una dote de Dios. Que ningún ser la arrebate porque es luz, bien, verdad, belleza. El arte es esencia, mundo y cielo, vida y sueño, amor y alegría, temporalidad e infinito. El arte alumbra y conduce a planos superiores.

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