Es la locura de mi amor lo que provoca que el poema, al escribirlo, pronuncie tu nombre…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Descubrí, entonces, que al mirarla, al escuchar su voz, al sentirla conmigo, ya me encontraba en un sitio mágico…

Es la locura de mi amor lo que provoca que el poema, al escribirlo, pronuncie tu nombre entre los silencios y rumores de la noche, igual que una estrella distante en el universo emite los murmullos que capta del cielo. Tiene algo de encanto ese delirio por ti, acaso porque es motivo de alegría, y la felicidad, al desbordarse en uno, se multiplica y transmite a otros hombres y mujeres, hasta convertirse en las fragancias y los colores de las flores, en gotas de lluvia que parecen cristales, en el oleaje que en su incansable peregrinar acaricia y besa los granos de arena en la playa. Ahora entiendo la razón por la que ayer y hoy, aquí y allá, ellos, los enamorados, han conquistado el mundo, creado las obras más extraordinarias y sublimes y emprendido hazañas prodigiosas, a nombre de quienes aman. Mi sueño es vida cuando estoy contigo y te amo. Obtengo de la vida momentos, instantes que parecen sueños y son, en realidad, amor. Amar es una locura, una pasión, un delirio, una caminata sin final, un ministerio que se ejerce día y noche. No es mi amor por ti de unas horas ni capricho de un coleccionista de encuentros casuales; al contrario, es el deseo de convertirme en ti y que seas yo al fundirnos en una sonrisa, en un diálogo, en una mirada. Guardo en mí trozos de ti, tu palpitar, el sabor de tus besos, la textura de tus manos, el color de tu mirada, el tono de tu voz al hablar, al expresar esas ocurrencias tuyas que me hacen reír, al decir que me amas. Insisto en que la temporalidad se desvanece cuando uno, al amar, ya se siente en el columpio de la eternidad. Es la locura de mi amor por ti, la emoción que siento al mirarte, la dicha de confesarte, con la misma alegría e ilusión de la primera vez, que me cautivas y te amo.

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Renuncia

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Renunciemos a ser chatarra que naufraga del pasado y asfixia el presente. No seamos ruinas de otros días ni sombras de episodios consumidos. Desterremos las tristezas, el dolor, los fantasmas y la amargura que navegan en la turbulencia de la corriente existencial. Despertemos a una mañana nueva, ajena a temores, mediocridad y resentimiento, y si es noche, iluminemos a nuestro alrededor y dejemos huellas indelebles. Olvidemos rencores pasados, lo que pudo hacerse y no se llevó a cabo. Abandonemos los caballos desbocados en los que andamos cotidianamente. Confinemos las pesadillas, las superficialidades y la perversidad, para liberarnos de los grilletes y las mazmorras que son, en realidad, el verdadero infierno. Derrumbemos los muros que alguna vez, un día y otro, construimos con los ladrillos y la mezcla de nuestros prejuicios, banalidades, apetitos, egoísmo, temores, hábitos y estulticia. Tendamos puentes con la intención de no precipitarnos al abismo. Renunciemos a las notas discordantes, a las plastas monótonas, para hacer de nuestras horas una historia bella, prodigiosa e inolvidable. Todo queda atrás. Nada es permanente. Los capítulos de antaño son eso, ayer, recuerdos, imágenes que se desvanecen, acontecimientos con sus luces y sombras, sentimientos buenos y malos, realidades e ilusiones. Evidentemente, es hermoso, en determinado instante, hacer un paréntesis dentro de la jornada existencial para evocar los rostros, instantes y detalles más bellos de nuestra historia pasada. El ayer obsequia dulces sensaciones al ser y concede el privilegio de asimilar lecciones. El presente, en tanto, es el momento actual, tan fugaz, por cierto, que entre un suspiro y otro se suma al inventario de las horas pasadas. Más allá de las consecuencias de nuestros sentimientos, ideas y actos de hoy, desconocemos el rostro con que se presentará el futuro ante nosotros. El momento de vivir libremente y con plenitud es ahora, y no con las falsas apariencias publicitarias referentes a que la felicidad y el éxito consisten en poseer la mejor residencia, el automóvil más elegante y las joyas y los viajes de mayor costo. Las burbujas que brotan de la intimidad de la tierra y revientan en los manantiales al sentir las caricias del aire y la mirada de una mañana soleada, no envidian a las cascadas ni la inmensidad marítima, cubierta de colores jade y turquesa, porque se saben irrepetibles, disfrutan cada instante y cumplen su misión al sumar y multiplicar sus formas minúsculas para formar ríos caudalosos que regalan, a su paso, colores, fragancias y vida.

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Mi idea es colocar una flor en la almohada, cerca de tu mirada…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

No me conformo con soñar y vivir. Deseo algo más, acaso llevarme trozos de tu mundo y el mío a la eternidad, probablemente fundir nuestras almas en los rumores de la creación, quizá reír con la vida sin final, tal vez descubrir que el mundo es una locura y que la fórmula de la eternidad mora en ti y en mí, en la esencia de las flores, en la fuerza que colocó las estrellas en el firmamento, en la belleza y el misterio de un amor que no se extingue…

Mi idea es despertarte todos los días con una flor en la almohada, cerca de tu mirada, para que te sientas embelesada con sus colores y fragancias cuando abras tus ojos. Mi proyecto consiste en dibujar incontables sonrisas en tu rostro y maquillarlo de alegría. Mi plan se basa en ser un tanto de ti y que tú tengas mucho de mí, siempre libres y plenos, sin las cadenas de la monotonía y la rutina, con tu identidad y la mía. Mi intención es que me convides los días de tu vida porque los míos, tú lo sabes, ya te pertenecen. Mi objetivo es transformarme en el caballero de tus horas, en el hombre de tus años, en el protagonista de episodios épicos, y que tú, tan adorable, seas mi dama aquí y allá, la mujer de mi jornada existencial, la musa de mis poemas y mis hazañas. Mi estrategia consiste en jugar contigo al amor y a la vida, soñar y vivir a tu lado, demostrarte que soy capaz de ser cielo y océano, secar tus lágrimas si una tarde o una noche lloras a causa del dolor y la tristeza, elegir contigo el sendero más luminoso y acercarte cada momento trozos de dicha. Mi táctica se fundamenta en ofrecerte el amor que me inspiras, en hacer de las burbujas de los sueños e ilusiones capítulos reales, en convertir tu vida y la mía en una aventura prodigiosa, en una historia inolvidable, en un rumor que viene de lejos y de cerca y que es capaz de mecer la hoja y formar pliegues en el océano. Mi aspiración es demostrarte que tu alma y la mía siempre, desde que brotó el agua y nació la primera flor, han permanecido abrazadas, fundidas una y otra en el pulso de la creación, en la sonrisa del universo, en el aliento de la vida, y si hoy o mañana parece imposible compartir la misma morada en este mundo, tal vez otro día, no importa que sea el del invierno, coronaré mi existencia contigo en mí, a mi lado, en mi sonrisa, y aunque dé el último suspiro, habremos construido la fórmula de la inmortalidad porque en el amor no hay ayer ni futuro por ser un siempre que va y viene igual que el oleaje que tanto nos cautiva. Y si alguna vez, musa mía, al despertar ya no encuentras una flor cerca de tu mirada, bastará con que tomes un libro y busques entre sus páginas los restos de aquellos pétalos, el recuerdo de esa tonalidad y una antigua fragancia deliciosa, para sentir que estoy en ti, a tu lado, esperándote en el columpio de la eternidad.

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Eso eres…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Esa noche, cuando la miré, la sentí en mí y supe que era ella…

Eso eres, un poema que una tarde pronuncia el viento, un susurro que toca a la puerta, un suspiro del cielo que asoma a la ventana e invita a saltar el balcón, la cerca, para correr en el jardín, entre la arboleda y las flores, sobre la alfombra de hojarasca, hasta elegir una banca al lado de una fuente y admirar la geometría de las estrellas que alguien esculpió y acomodó en el firmamento. Me pareces un sueño, una de esas gotas de cristal diáfano que recorren suavemente los pétalos y revientan cuando uno, al despertar, descubre que alguien colocó una flor en la almohada. Estoy seguro de que contigo ensayo el juego del amor y la vida, acaso porque somos dos chiquillos que se divierten en los charcos que abandona la lluvia, probablemente por sentir uno y otro los rumores de las olas enamoradas, quizá por reír incesantes ante la caminata de las horas, tal vez por todo. Eres un fragmento de la octava universal, latente en ti y en mí, en el trigal que incendia el sol, en las nubes y en la lluvia, en los bosques y en las flores, en la nieve y en las cortezas musgosas. Eso eres, una musa que aparece en mi buhardilla de escritor, una mujer que es dama cuando está conmigo, una luz que alumbra mis días, un amor de los que no se compran ni se fingen porque viene de ti, de mí, de un paraíso esplendoroso. Eso eres, la mujer que soñé desde la infancia, el ángel sutil que sentí conmigo durante mis días de soledad, la niña con la que juego y río. Eres la patinadora que aparece en mis sueños y se manifiesta en mis días y noches, cuando estoy despierto, a la que tomo la mano y siento en mí. Eres nombre de ángel, color de mi vida y de mi cielo, texto de mi poemario, seguramente porque al ser tú, eres yo, y al sentirme en ti, te encuentro en mí.

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Ser madre

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Ser madre, es una bendición , un regalo que Dios concede, un milagro, una dicha que late en el ser, una luz que brilla aquí y allá, hoy y siempre, y que nunca se apaga por venir del alma, del palpitar eterno. En realidad, cada día debería celebrarse a las madres, principalmente a aquellas que entregan lo mejor de sí para formar seres humanos buenos. Una madre, aporta a la humanidad, al mundo, a la naturaleza, a la creación. Es responsable, en parte, de que el concierto del universo sea armónico, sublime y prodigioso. Una madre aporta a la evolución cuando destierra de sí la estulticia, lo pasajero, y hace de su hogar un mundo feliz, un rincón minúsculo de alegría, respeto, valores, confianza y convivencia hermosa. No hay diferencia entre una madre que comparte la dicha de los hijos con un hombre, que aquellas que por diversas circunstancias lo son solas, a pesar de las adversidades o por decisión. Todas son valiosas. Durante mi caminata por el mundo, he contemplado con tristeza a algunas mujeres que viajan en automóviles o en el transporte público, que se encuentran en restaurantes y espacios, y que carcajean al recibir mensajes en sus equipos móviles, pero reprenden, molestas, a sus hijos pequeños cuando las distraen por tener la necesidad de preguntar, solicitar cariño y reclamar atención. Qué deplorable que pierdan, con cada día, la vida y la oportunidad de compartir una historia bella e inolvidable con sus hijos. También he mirado con especial encanto a aquellas que expresan su sentido maternal y son capaces, incluso, de quedar sin nada a cambio de la dicha y educación de sus hijos.  Son madres desde antes del cunero hasta después del funeral. Es un obsequio celeste y mágico. Hay algunas que no experimentan el proceso biológico de la maternidad y que, no obstante, asumen el compromiso y la responsabilidad de atender, cuidar y proteger a algún anciano, a una persona desvalida. Eso es grandeza humana. Este día, como los demás, sin pretender recurrir a las costumbres modernas de consumir y gastar, casi en un afán de competencia social, expreso mi más profunda admiración a todas las madres, mi respeto y también mi deseo y esperanza de que se sumen al proceso de evolución y coadyuven a formar seres humanos extraordinarios, dignos, positivos. Hace falta para equilibrar la balanza en un mundo cada vez menos sensible y más material. Ser madre, biológica o no, es un privilegio, una bendición, un encanto.

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Te siento en mí cuando soy tú

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Encuentro en cada instante un motivo, un detalle, un regalo para ti

Te siento en mí cuando soy tú. Escribo mi nombre cuando en silencio, entre las rutas de mi alma y los parajes de mi memoria, repito el tuyo. Leo los poemas que me inspiras, las letras que fundo en mi taller de artista, como si tú los escribieras, por ser mi musa. Pronuncio las palabras que susurras cuando ando solo por los caminos que solemos recorrer para que así, al escucharlas, la jornada me parezca más hermosa y placentera. Vivo tus ocurrencias, recuerdo tus travesuras y hasta tus regaños y tu sonrisa porque estás en mí y me acompañas los días y las noches de soledad. Contabilizo estrellas, a cada árbol le asigno un nombre, corto flores y preparo el más sublime de los poemarios con el objetivo de que al despertar, al otro día, descubras un collar de perlas, te encuentres en un bosque mágico para jugar al amor y a la vida,  percibas las fragancias exquisitas de la creación, sientas la textura de la naturaleza en tu almohada y te envuelvan mis palabras convertidas en canto. Cuando soy tú y eres yo, es imposible renunciar al uno y al otro, y menos se engaña o traiciona, acaso porque el amor es una locura inquebrantable, quizá por ser un sueño que no cansa ni se corrompe, tal vez por ser el regalo que Dios coloca en cada alma, en la tuya y en la mía.

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