Un día, en alguna ruta

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

La dedicatoria y el texto me los inspiras a una hora y a otra, cuando eres yo y me siento tú, en un acto no de despojo a la libertad y la plenitud, porque en el amor, lo sabes bien, somos ambos, y si tu felicidad es la mía, mi alegría te pertenece

Sucede que un día, tras mucho caminar, uno abre paréntesis en cierta ruta, acaso por coincidir con otras huellas que aceptan transitar a un lado, inseparables y sin atarse a contratos ni encadenarse por ser plena la libertad, o probablemente por fundirse dos miradas que se sienten atraídas por algo especial y mágico que surge del interior, o quizá por sentir que finalmente, después de la búsqueda incesante, se trata de un amor de esos que no se olvidan y se viven diferente, o tal vez por invitarle a pasar a casa y cerrar la puerta por no esperar a alguien más. Es cierto, determinado instante, en algún sitio, uno y otro llegamos puntuales y de frente a la cita, al encuentro insospechado, y decidimos, por así sentirlo, volar juntos hacia el horizonte, donde el sol y el mar se unen, a la luz que alumbra y anima la arena y el oleaje, sin descuidar las estaciones porque la felicidad principia desde que se emprende el viaje. Ahora entiendo que uno, cuando así lo sueña y desea, se lleva a cabo el acto más prodigioso y aparecen en el escenario, en la vida, un tú y un yo dispuestos a palpitar y vibrar en el barro y en la luminosidad, en las estrellas, en los rumores del viento y el mar, en las cascadas y en los ríos, en las hojas de los árboles y en los colores, fragancias y texturas de las flores, aquí y allá, ahora y siempre, en ti y en mí, en nosotros, en las auroras y en los ocasos del mundo y el universo y en los firmamentos de Dios. Uno, en el sendero, hace un paréntesis a cierta hora, indudablemente porque el encuentro con alguien especial resulta impostergable, y así, parece, cuando tú y yo reconocemos que somos nosotros, los de ayer, los de hoy, los de mañana, los de siempre, se manifiesta la alegría de un amor que no se extingue ante el acoso de la noche ni huye al amanecer como suelen hacerlo los fugitivos de las posadas temporales, porque se trata de la cita con la luz que pulsa en el interior y alumbra la estancia en el mundo, evita el naufragio y conduce a cumbres resplandecientes. De esta manera, un día, a determinada hora, en alguna ruta, uno descubre los destellos de un amor irrenunciable que salva y trasciende por ser sublime, hasta que Dios, contento, sopla y ambos nos desprendemos de los tallos, igual que los filamentos de los dientes de león al recibir las caricias y los ósculos del viento, para llegar, inseparables, a otros jardines y protagonizar capítulos de una historia sin final. Uno, en cierto instante y en algún lugar, aprende que los sueños se transforman en realidad cuando desea vivirlos una y otra vez.

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Una historia y cuatro reseñas

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Detrás de cada libro que uno escribe y publica, hay anécdotas, encuentros y desencuentros, aprendizaje, historias, luces y sombras, realidades y sueños, horas y días de soledad y trabajo, momentos de inspiración y capítulos destinados a permanecer en el tintero, en la memoria del autor, en los recuerdos que la lluvia veraniega o el viento otoñal disipan alguna tarde.

Unos creen que el autor, al escribir y editar un libro, se vuelve célebre y adquiere fortuna, lo cual, en la mayoría de los casos, no es así. Hasta en la cultura hay privilegios y los artistas e intelectuales son definidos, en casos como México y otras naciones, por un grupo de amigos con intereses muy particulares.

A los demás, a los que no pertenecen a ese grupo, los destruyen los críticos, la indiferencia de las dependencias e instituciones responsables de la cultura, amplio porcentaje de editoriales, las modas y tendencias de la época y hasta la desmemoria, el desempleo, las enfermedades y la soledad.

Entre septiembre y octubre de 2019, habré publicado un par de libros, ambos respaldados por dos instituciones de la iniciativa privada michoacana que durante varios años, como periodista, cubrí diariamente, a cuyos titulares, por cierto, agradezco la confianza que depositaron en mí.

Durante la investigación y elaboración de ambas obras, la primera iniciada hace aproximadamente dos años, en 2017, y la segunda, en tanto, durante el lapso de 2019, viví lo indecible, con los claroscuros de la vida, entre períodos de innumerables acontecimientos.

Finalmente, cumplí con la elaboración de los dos libros que se suman a los otros cuatro que  he publicado. Los dos primeros, escritos y editados entre mis 20 y 24 años de edad, los he denominado «pecado de juventud»; no obstante, forman parte de mi creación. El primero lo presenté en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, en el auditorio «Abraham Ayala González» del Hospital General y en la Feria Metropolitana del Libro, en el pasaje del Metro Zócalo-Pino Suárez, en la Ciudad de México, por citar algunos espacios públicos.

Hoy, relataré una anécdota que viví. Me parece de mal gusto hablar de mí, situación que me motivó, antes de concluir las dos obras -mi quinto y sexto libros publicados-, a solicitar a algunos personajes que conozco, hicieran favor de redactar una reseña breve sobre mi trayectoria como escritor y periodista. Sé que son personas muy ocupadas. No creí que recibiría cuatro respuestas afirmativas y posteriormente las reseñas que amablemente escribieron.

Con el agradecimiento y respeto que les tengo, me parece correcto hacer público el reconocimiento y mencionar sus identidades, y lo hago con mayor énfasis porque de pronto, en cierto instante complicado, en una de las empresas impresoras, alguien preguntó con desdén y seguramente sin conocer la trayectoria de tales personas, sobre sus antecedentes y perfiles, casi con la idea de suprimir sus textos.

Afortunadamente, siempre conté con la confianza y el respaldo de los dos líderes empresariales que me encomendaron la tarea de escribir los libros de las respectivas agrupaciones que presiden, como también tuve el apoyo de sus consejos directivos, expresidentes y equipos de colaboradores.

Quienes me conocen y me han tratado, saben que respeto a la gente; pero no me agrada que hablen negativamente de los demás ni denigren sus imágenes, y menos si no han tenido oportunidad de tratarlos.

Resulta que las cuatro personas que hicieron favor de escribir mis reseñas, dos hombres y dos mujeres, son Rogelio Villarreal Macías, Pedro Dávalos Cotonieto, Marcela García Quintero y Silvia Medina Gallardo, todos muy reconocidos.

El primero, Rogelio Villarreal Macías, es escritor, periodista, editor, maestro universitario, fotógrafo e investigador. Ha escrito y publicado varios libros. En el medio intelectual mexicano, es una persona reconocida.

El autor de Replicante, define ampliamente a su padre, Rogelio Villarreal Huerta, fundador de Federación Editorial Mexicana, hombre culto e impulsor de incontables escritores, a quien tuve la fortuna de conocer: https://revistareplicante.com/memoria-de-mi-padre-editor/

La segunda persona que tuvo la amabilidad de escribir una reseña para mi libro 123 años de historia, Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia, fue el escultor Pedro Dávalos Cotonieto. Favor de seguir los enlaces para conocer la historia de este artista: https://santiagogaliciarojonserrallonga.wordpress.com/2017/07/25/pedro-davalos-cotonieto-la-pasion-de-un-artista/, https://santiagogaliciarojonserrallonga.wordpress.com/2015/08/14/pedro-davalos-cotonieto-la-vida-de-un-artista/ y https://santiagogaliciarojonserrallonga.wordpress.com/2016/06/28/encuentro-en-el-jardin-de-la-escultura-mexicana/.

Pedro Dávalos Cotonieto es un artista reconocido a nivel mundial. Incontables réplicas prehispánicas que México ha enviado a diferentes países del mundo, a través de intercambios culturales, han sido creadas por él. Vive en Tupátaro, Michoacán, y desarrolla una tarea artística, cultural y social a favor de la comunidad mencionada y de otras enclavadas en esa entidad. Es un artista auténtico. Su amor y pasión por el arte lo estimularon a enfrentar adversidades, problemas y retos durante su juventud para estudiar en la Academia de San Carlos.

Para el otro libro, cuyo título me reservo hasta que el presidente de la respectiva agrupación empresarial lo dé a conocer en octubre de 2019, reservé dos reseñas, las que escribieron la pintora Marcela García Quintero y la editora Silvia Medina Gallardo. Por el formato del libro, ambas reseñas fueron impresas en una de las solapas.

Marcela García Quintero es una pintora extraordinaria, con una sensibilidad artística muy profunda. Es ampliamente reconocida y está entregada a la pintura, al proceso creativo, al arte.

Se trata de una artista real. Cuenta con el aprecio, el reconocimiento y la admiración de incontables personas que conocen sobre pintura. No es artista improvisada. Se percibe su talento, la maestría que ha alcanzado, su sensibilidad.

Silvia Medina Gallardo, es psicóloga de profesión y cuenta con un doctorado; pero ha dedicado muchos años de su vida al estudio, a la investigación y a su editorial Papiro-Omega, siempre en busca de talentos.

En verdad, agradezco a los cuatro su cariño y el detalle de hacer un paréntesis dentro de sus actividades para escribir algo acerca de mí y plasmarlo en los dos libros patrocinados por dos agrupaciones de la iniciativa privada michoacana.

No fue ocurrencia ni emotividad insertar sus textos en mi reseña como escritor y periodista, como alguien lo sugirió al reaccionar abruptamente y sin haberme tratado con anterioridad. Estos personajes -Rogelio Villarreal Macías, Pedro Dávalos Cotonieto, Marcela García Quintero y Silvia Medina Gallardo-, han forjado sus nombres por medio de esfuerzo, disciplina, trabajo y dedicación.

En reconocimiento a los cuatro personajes, me permitiré incluir en este artículo sus reseñas originales, no sin antes agradecerles su cariño y amistad:

Un joven escritor

Sin duda era un escritor, a pesar de su juventud. Cuando vi entrar a la oficina de mi padre -editor- a un jovencito circunspecto y de buenas maneras, supe que era un novel escritor en busca de publicación. Efectivamente, Santiago Galicia venía con un manuscrito bajo el brazo. Unas semanas después, su primera novela –Adiós primavera– salía de las prensas, olorosa a tinta fresca.

Nos hicimos buenos amigos. Admiré pronto su nobleza, su templanza, su orgullo por un pasado épico y de resonancias medievales. Historias que debía contar a quien quisiera leerlas. Publicó tres novelas más relatos en diversas revistas, que merecieron premios y reconocimientos en Morelia, a donde en algún momento decidió irse para alejarse de una Ciudad de México cada vez más hostil.

Y dejamos de vernos muchos, muchos años.

Hasta que la magia de la tecnología digital y las redes sociales hicieron que nuestros caminos se cruzaran de nuevo. Gracias a la vida, hace unos años volvimos a vernos en un breve viaje que hice a la capital michoacana.

En Morelia me enteré de que Santiago había dedicado su vida al periodismo y la escritura, y que tiene entre sus planes inmediatos la publicación, por lo menos, de cuatro libros más de viajes, de memorias familiares, de alientos poéticos y de urgentes reflexiones sobre la compleja realidad de nuestros días.

El Santiago Galicia de hace casi cuarenta años, conserva la frescura y la generosidad del grave jovencito que conocí en aquella época, pero se ha convertido en estas décadas en un hombre sabio y experimentado. Fue siempre un tanto solitario y más dado a la reflexión, por lo que sus palabras son siempre una garantía de seriedad y conocimiento.

Aquí estamos, por ejemplo, ante una obra de un escritor que valora la historia y sabe de la necesidad de transmitirla a quienes vienen detrás de nosotros. Bienvenidos.

Rogelio Villarreal Macías                                                                                                    Escritor, periodista, editor y profesor universitario

Es verdad, Rogelio Villarreal Macías fue mi amigo desde el instante en que lo conocí, tras dialogar con don Rogelio, su padre, un gran personaje y editor, de los que verdaderamente se entregaban a su labor con amor y pasión. Lo recuerdo como el gran señor que fue, siempre respetuoso y dispuesto a orientar a los escritores jóvenes. Sabía hablar y escuchar. Fue Rogelio, su hijo, quien me invitó a incontables actividades, reuniones y presentaciones artísticas y literarias. Me presentó, entonces, a diferentes personajes de los ámbitos artístico e intelectual de México; pero también solíamos convivir y divertirnos, y no olvido que con él y otros amigos visitamos el parque de diversiones de Chapultepec, donde subí a la Montaña Rusa hasta que me cansé. Son recuerdos juveniles.

A continuación, presento la reseña de mi amigo, el escultor Pedro Dávalos Cotonieto:

Indudablemente es Santiago Galicia Rojon Serrallonga un profesional y apasionado de su trabajo como periodista, escritor, narrador y poeta.

Porque al leer sus contribuciones en diversos tópicos del arte y la cultura que he tenido oportunidad de conocer, como a él personalmente, desde principios del siglo XXI a la fecha, resultando por ello una amistad congruente y compartida en las artes y la cultura con el objetivo de despertar en la sociedad en su disfrute, educación o información.

Puedo, entonces, mencionar que me ha impactado su narrativa y la forma de llevar la metáfora en la poesía. Aún recuerdo y cito de su autoría el siguiente:

El arte es un estilo de vida, un destino, una pasión, un delirio. La mano que escribe el poema y el relato parece tener correspondencia con la que desliza los pinceles sobre el lienzo, talla la piedra y el material yerto y pasa el arco sobre las cuerdas del violín, como si se tratara de alumbrar y dar sentido a la vida humana… Convierte los sentimientos, las ideas y los sueños en obras que, minúsculas o mayúsculas, dejan huellas indelebles y contribuyen a marcar la diferencia entre lo primario y lo sensible y excelso. Sin arte, el mundo sería noche ausente de estrellas…

Es por estos fundamentos sólidos que puedo augurar resultados positivos sobre la investigación de la presente obra de la Cámara de Comercio de Morelia, Michoacán, fundada en 1895, siendo realizada metódicamente y minuciosamente por Santiago, donde describe aspectos históricos importantes que inciden en el desarrollo económico y social de Morelia, y que estará contribuyendo positivamente en los lectores interesados en temas de investigación histórica sin esperar que sean especialistas.

En la presente obra se narran de manera amena y atractiva sucesos como la llegada del ferrocarril a Morelia o conflictos nacionales como: el agrario, adelantándose 7 años al reparto, porque en 1929 emite su circular numero 8 dirigida al mandatario nacional en turno y cámaras establecidas en el país y propone, para agilizar sin lesionar intereses, el reparto de tierras. También trata otros sucesos no menos importantes como lo fueron:  las haciendas, cajones de ropa, colonias extranjeras, minas, bancos, lucha por la libertad de la educación en México, epidemias de cólera, etc.

Sirva entonces, estimado lector, que esta obra será de gran interés y despertará inquietudes para continuar otras lecturas.

Pedro Dávalos Cotonieto                                                                                                     Escultor

Un día, otro y muchos más he convivido con el escultor Pedro Dávalos Cotonieto, hombre sencillo que proyecta su grandeza artística y humana en sus actos, sus palabras y sus obras.

La pintora Marcela García Quintero hizo una pausa, en algún espacio de su taller de artista, entre pinceles, lienzos y pinturas, con la idea de construir un texto alusivo a mi trayectoria como escritor y periodista:

Santiago Galicia Rojon Serrallonga, a él me unen la sangre, historias de familia y una empatía natural.

Merecedor de tantos premios, con una trayectoria literaria impecable, multifacético, dinámico, con una gran riqueza de lenguaje que lo ha convertido en el gran narrador que actualmente es.

Sin duda, goza de una enorme cantidad de recursos literarios, por lo cual Santiago puede escribir sobre cualquier tema. En pocas palabras, Santiago es un autor que engalana el panorama literario contemporáneo de México.

Prueba de lo anterior es su reciente obra, 123 años de historia, Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia.

Marcela García Quintero                                                                                                      Pintora

Y sí, a Marcela y a mí nos unen afectos y lazos, y el amor y la pasión por el arte.

Silvia Medina Gallardo escribió lo siguiente:

Nada mejor como sentarse con una taza de café para comenzar el día, y tener a la mano libros de una exquisitez profunda, de esos que enseñan a percibir el mundo de otra manera, más colorido, más sensible, más perfumado, más alegre, más real, más complejo, más vivo o más roto… Así es la escritura del escritor y periodista Santiago Galicia Rojon Serrallonga, quien es autor de cuatro novelas publicadas por Federación Editorial Mexicana, Ediciones Puerta Abierta y Ediciones Papiro Omega.

Cuando una persona ha dejado parte de su tiempo, de su vida, de su esfuerzo, de sus sentimientos, emociones, pensamientos y experiencias de vida, plasmados en hojas blancas de papel, que paulatinamente van cobrando vida conforme el lector avanza, no hay nada mejor que recibir un reconocimiento por esta labor, pues no cualquiera deja su espacio mundano para investigar-escribir, sentir-escribir, vivir-escribir, vibrar-escribir, llorar-escribir, amar-escribir… Y así encontramos que nuestro escritor, Santiago Galicia Rojon, ha recibido diversos premios y reconocimientos.

Se puede decir que todos los escritores deciden dejar de vivir hacia fuera, para vivir intensamente por dentro. Es así como percibo la infancia, adolescencia y madurez del escritor Santiago Galicia Rojon, a quien tengo el honor de conocer desde hace muchos años, y sus pláticas no son sólo amenas, sino cargadas de profundidad, de sentimientos, de percepciones nítidas sobre cómo sería este mundo si las personas tuviésemos una mayor conciencia de nuestras acciones individuales, que al final repercuten constantemente en la sociedad, en cada espacio y tiempo de nuestra existencia como individuos y como cultura.

Santiago escribe desde su infancia. Publicó su primer libro a los 20 años de edad. Fue Rogelio Villarreal Huerta, director de Federación Editorial Mexicana, quien confió en él y lo respaldó para publicar su primera novela, una obra de aventuras juveniles.

Santiago se percibe a sí mismo siempre con la pluma en mano frente a una hoja de papel blanca, o frente a un ordenador –por demás frío pero que tiene algunas cualidades como la pulcritud, el borrado rápido y el acceso a los conocimientos universales de todos los tiempos–. Es por ello que continúa escribiendo.

Desde el año de 1988 ha publicado artículos, columnas, entrevistas, reseñas, crónicas y reportajes en diversos periódicos, portales de noticias y revistas; y también ha participado en programas de radio y televisión.

En Morelia fundó la revista “Puerta Abierta”, con temas económicos, culturales, políticos, sociales y turísticos.

Ha desempeñado cargos dentro de las coordinaciones, direcciones y jefaturas de Comunicación Social del Congreso de Michoacán, Ayuntamiento de Morelia y Gobierno de Michoacán; también en la iniciativa privada, como en la Asociación de Hoteles y Moteles del Estado de Michoacán y en la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia, o de manera individual, con asesorías y elaboración de discursos e informes y memorias institucionales.

Otra de sus cualidades es que nuestro escritor es un viajero incansable, quien durante varios años publicó reportajes turísticos sobre todo el estado de Michoacán; rescató leyendas y tradiciones que plasmó en un suplemento turístico del que fue coordinador y en revistas relacionadas con viajes.

Ha incursionado en la academia, la iniciativa privada, el sector público y la investigación.

Entre sus afecciones más personales encontramos que es proclive a la soledad, a los libros y a la reflexión, de tal manera que fundó su espacio oficial santiagogaliciarojonserrallonga.wordpress.com, con experiencia previa obtenida en sus programas “Rutas de un viajero”, “Mundo automotriz” y “Línea financiera”, en la web de un portal de noticias.

¿Cómo será a futuro Santiago Galicia? No muy diferente a como lo podemos observar hoy en día: con unos ojos que ven no sólo los cuerpos físicos de las personas que pululan por el mundo, sino que observan y perciben la energía de las almas que se abrazan entre sí, en tanto la pluma está lista para esparcir la tinta sobre la blancura y tesitura de cualquier hoja que vuela por el viento, disfrutando de esa libertad de que gozan también los espíritus de los escritores comprometidos siempre, a mostrar “al otro”, la gama de matices con que se tiñe el mundo diariamente…

Silvia Medina Gallardo                                                                                                      Ediciones Papiro Omega                                                                                                      Directora

Más allá de su formación académica y de sus maestrías y doctorado, Silvia Medina Gallardo tuvo la iniciativa, hace años, de fundar una editorial, la cual ha concedido espacios y voz a múltiples autores.

Ya hablaré, en otro espacio, acerca del prólogo que mi amigo y colega, el escritor, periodista, investigador e historiador Arturo Herrera Cornejo, hizo favor de redactar para mi obra 123 años de historia, Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia.

Una y otra vez he manifestado públicamente mi agradecimiento al presidente de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia, Luis Navarro García, por la amistad y confianza que me ofreció con la encomienda de escribir un libro sobre la historia de la agrupación,

Escribir y publicar un libro es tarea compleja que uno, como autor, asume con amor y pasión; aunque es cierto que detrás de cada obra hay historias, sentimientos, claroscuros, y se vive y se muerte mientras se le construye.

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Conmigo, contigo…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

¿Qué más podría hacer durante mi jornada, si no amarte?

Conmigo significa contigo. Conmigo es amarte ayer, hoy y mañana, a toda hora, en una burbuja infinita de sueños y realidades, en un capullo de prodigioso encanto. Es entregarte una, otra e incontables flores de exquisito perfume y tonalidades bellas y sutiles, parecidas a la corriente etérea que fluye incesante en la vida y similares a tu alma y a la mía cuando se funden en la soledad y el silencio de una mañana risueña, una tarde lluviosa o una noche estrellada. Contigo es el amor sublime, son las manos delicadas de dama que comparten las cosas mágicas de la vida. Contigo y conmigo se vuelven tú y yo, fórmula perfecta que impide las cadenas, las prisiones y las fronteras porque ofrece la alegría, el vuelo, la libertad, la plenitud. Conmigo y contigo no es cadena; al contrario, es viento que abraza sin herir ni atar. Contigo y conmigo es el abrazo auténtico, el ósculo dulce, el amor fiel e interminable. Es perder el miedo y buscar y sentir el cielo. Conmigo es contigo. Contigo es conmigo. Es tú y yo.

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Cámara de Comercio de Morelia, 123 años de existencia

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

A una y a otra hora leyó el libro. Hizo apuntes. Reflexionó. Se notó desde el principio, cuando se levantó del presidium y tomó con seguridad los dos pequeños micrófonos del podium. Le correspondió presentar la reseña de la obra que escribí, 123 años de historia, Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia, y lo hizo muy bien. Habló ante empresarios e invitados especiales.

Él, el economista y empresario José Antonio Garrido Mejía, escribió la reseña bibliográfica y la leyó pausadamente, con emoción, acaso porque recordó a sus padres, Darío Garrido Terrazo y Victoria Mejía Legorreta, quienes fueron comerciantes en el centro histórico de Morelia -ciudad fundada el 18 de mayo de 1541 y capital de Michoacán, estado situado al centro-occidente de México-, o probablemente por los recuerdos de aquel ayer y los retos de la hora contemporánea en las empresas, o quizá por sentirse orgulloso de su tradición familiar en los negocios, o tal vez por todo.

Habló sobre los antecedentes históricos de la fundación de la institución, creada en 1895 por el ferretero alemán, Luis Andresen, y un grupo de empresarios, y formalizada un año más tarde, en 1896, por su primer presidente, el comerciante, hacendado y prestamista Ramón Ramírez Núñez. Entonces se llamaba Cámara Nacional de Comercio e Industria de Morelia.

Por sus palabras, entiendo que le encantó el capítulo relacionado con las historias de los negocios establecidos en Morelia de 1930 hacia fechas de antaño, datos e información con la que podría reconstruirse el mapa comercial e industrial de la capital de Michoacán en la juventud del inolvidable siglo XX.

Evidentemente, la presentación del libro inició con la participación del presidente de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia, Luis Navarro García, quien narró los antecedentes del proyecto y destacó todas las vicisitudes que enfrentamos, hasta que finalmente, tras una labor ardua, fue editado con respaldo de la institución.

Hago un paréntesis para agradecer a Luis Navarro García el apoyo y la confianza que recibí de su parte para la realización de este libro de 320 páginas en papel couché y selección de color. La pasta es dura y con forro de papel couché en selección de color. El libro, legalmente registrado en Derechos de Autor, es comercializado por la institución empresarial.

Tras la participación de Luis Navarro García, quien se encariñó con el libro y lo siente parte de él, detalle que me agrada tanto, continuó José Antonio Garrido Mejía, como lo referí al principio del texto. Este personaje fue presidente de la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia en el período 1990-1992.

Como agradecimiento a su intervención, deseo compartir un texto que el sábado 21 de septiembre de 2019 publicó en el periódico y portal de noticias Cambio de Michoacán, el cual forma parte de la reseña que leyó días antes, el miércoles 18, en las instalaciones de la Cámara de Comercio de Morelia, ante más de un centenar de empresarios, profesionistas, funcionarios públicos e invitados especiales.

En consecuencia, comparto el enlace del artículo que sobre el tema publicó en Cambio de Michoacán: http://www.cambiodemichoacan.com.mx/columna-nc56550, y también extraigo el texto para quienes prefieran leerlo en este espacio:

Cámara de Comercio de Morelia, 123 años de existencia

José Antonio Garrido Mejía

El pasado miércoles 18 de septiembre, se presentó en el edificio sede de la Cámara de Comercio de Morelia, el libro conmemorativo a la fundación de este organismo empresarial que cumple justamente 123 años de vida. La investigación acuciosa y precisa fue realizada por Santiago Galicia Rojon, destacado periodista de nuestra localidad, que por muchos años ha estado ligado en su tarea profesional al sector empresarial no sólo de Morelia, sino de nuestro estado.

La estructura de la obra de 319 páginas cubre desde los orígenes de esta noble institución hasta su estado actual. También hace breve mención de su inclusión en la Confederación de Cámaras de Comercio de nuestro país; dedica un apartado especial a la creación de y desarrollo de la Academia Técnica de Enseñanza mercantil de nuestra cámara, así como un capítulo dedicado especialmente al problema del comercio informal en nuestra ciudad; para finalmente señalar todos los presidentes que han colaborado en la institución. Sin embargo, creo que el capítulo más interesante es el dedicado a los empresarios que con visión y generosidad fundaron empresas que permitieron que Morelia floreciera como una ciudad progresista y moderna.

La investigación fue enriquecida con entrevistas a empresarios, funcionarios y actores que permitieron aclarar fechas para rememorar y hacer presentes a personajes de los siglos XIX y XX, quienes tomaron la decisión de fundar esta institución y de ser baluartes de la actividad económica en nuestro estado. Dicha tarea ha sido continuada a lo largo de los años por otros presidentes y consejos directivos; quienes hemos tenido muy presente la máxima de que las personas somos pasajeras, son las instituciones las que permanecen y todos de alguna u otra manera hemos contribuido para que la Cámara de Comercio de Morelia sea la respetada organización empresarial que es hoy en día.

Según consta en documentos revisados por Santiago Galicia, los orígenes de nuestra Cámara de Comercio se remontan al año de 1895, cuando don Luis Andersen encabezó la primera mesa directiva. Este hombre era el propietario de La Palma, firma dedicada a los ramos de ferretería, mercería y maquinaria. No fue sino hasta el año siguiente 1896, cuando se formalizó y protocolizó, dándole así personalidad jurídica, siendo don Ramón Ramírez Núñez su primer presidente, quien fuera propietario del antiguo almacén La Mina de Oro, que se registraba entonces como “cajón de ropa” así como “almacén de efectos extranjeros y del país”.

En aquél momento el futuro organismo empresarial se denominaba: Cámara Nacional de Comercio, Agricultura e Industria de Morelia. Entra algunos de los fundadores podemos mencionar a Luis Ibarrola; Jean Sauve dueño de “El gran cajón del progreso”; Amado Tron, Pedro Olivier, Francois Joseph Fournier un belga nacionalizado francés, quien era el dueño de la mina “Dos estrellas” en Tlalpujahua que fuera la primera mina moderna en nuestro estado. Isaac Basagoitia quién poseía la fábrica de hilados y tejidos La Unión; León Audiffred quien se dedicaba a la venta de ropa, los herederos de don Ignacio Arango que tenían imprentas así como algunos barcelonettes que emigraron a nuestro país, tales como loas Audiffred, los Margaillan, los Reynaud y los Jaubert.

De los hombres de negocios de aquélla época se menciona en esta breve lista que no es exhaustiva a don José María Solórzano, Baltazar Izquierdo, León Audiffred, José Vélez, Antonio Bizet, Joaquín Oceguera y Eduardo Laris. Ya en los años treinta también podemos rememorar a don Agustín Vega, Bernardino Peraldí, Eduardo Laris Rubio, Alberto Bravo, Miguel Herrejón Patiño, Aurelio Delgadillo, Jesús Hurtado, Agustín Martínez y Rafael Martínez Jones.

Como desarrollo natural institucional, en 1917 se constituyó por vez primera la Confederación Nacional de Cámaras Nacionales de Comercio e Industria, siendo su primer presidente Enrique Sada Muguerza, importante empresario regiomontano. Dicho organismo incluyó 42 cámaras locales, entre ellas la de Morelia.

Otro capítulo que vale la pena destacar es el dedicado a la fundación de la Academia Técnica de Enseñanza Mercantil de nuestra Cámara de Comercio de Morelia. Establecida en 1937, bajo la dirección de don Miguel Estrada Iturbide. Con un capital de diez mil pesos y con una matrícula de 300 estudiantes.

Desde entonces hubo que luchar por mantenerla abierta, ya que después de su fundación, hubo represalias por ser un esfuerzo independiente y promovido por la iniciativa privada. Entre los empresarios visionarios que pugnaron por su existencia podemos nombrar a don Rafael Ramírez Jones, Vicente Barba y Casillas, Fidel León, Francisco C. Okhuysen y José Laris Rubio. En el año 1938 se aprobó por parte de la Secretaría de Educación Pública su apertura y funcionamiento nos llenó de orgullo y fue ejemplo de la vinculación que debe existir entre los sectores educativo y productivo.

Como resultado de la ardua investigación que se llevó a cabo, podemos saber que la primera sucursal del banco de Londres y México, llegó a Morelia en 1897 y que en 1903 se estableció una sucursal del Banco Nacional de México, originando con ello una nueva etapa de desarrollo para las actividades económicas en el estado. Es así que comienzan a consolidarse negocios locales y se observa la evolución del comercio en nuestra ciudad.

Algunas de las empresas que surgieron en esas épocas dan cuenta de la visión y empeño de sus fundadores. Entre ellas podemos mencionar a La Palma, dedicada a la venta de implementos y maquinaria agrícola, así como cementos y productos de la Fundidora de Monterrey. La Mina de Oro, dedicada al comercio de ropa y mercancías del extranjero. Las Fábricas de Francia, que orgullosamente continúa en nuestra ciudad, especializada en casimires, manteles y servilletas, corbatas, chales y zapatos. El puerto de Liverpool, especializada en ropa, percales, linos, mantas y sedas. La Esmeralda, frente a la Plaza Valladolid, uno de los negocios más importantes de la época en el ramo de abarrotes. La Equitativa, que fue originalmente farmacia y droguería.

Se contaba ya con la distribución de la Cervecería Cuauhtémoc y de la Cervecería Moctezuma. La Lonja, que ofrecía a sus clientes además de pan, cigarros, jabones y cerillos. La Marina Mercante, y El Moro abarroteras de aquéllos aciagos días antes de que los Wallamart y Oxxos llegaran a monopolizar el comercio de menudeo.

En lo que se refiere al sector del comercio automotriz, es preciso mencionar algunos de los visionarios que lograron traer el automóvil a nuestra ciudad. En 1930 llegó a Morelia por vez primera la marca Ford y en 1935, se inauguró en nuestra ciudad la primera agencia de la marca Chrysler, que se estableció en el Portal Galeana 171.

En esta breve mención de empresas y empresarios es preciso recordar también algunos de los distintos ramos del comercio que desde los siglos XIX y XX se establecieron en la ciudad y brindaron trabajo y desarrollo a nuestros conciudadanos: En el ramo de la hotelería debemos mencionar el Hotel Oseguera, fundado en el predio que albergara las instalaciones del Hospital de San Juan de Dios y donde se impartiera la primera cátedra de medicina en el año de 1830. Y cuya tarifa de pensión completa costara en el año de 1895 dos pesos y que venturosamente alberga al Hotel Juaninos desde los años noventa del siglo pasado.

Respecto a las farmacias podemos recordar a La Equitativa, la Popular y la farmacia Mier. De las primeras joyerías que hubo en la ciudad cabe mencionar a La Perla así como la Germania. En cuanto a papelerías y librerías están La Unión, la Gasío y la Moderna. La casa Ruesga se estableció en 1922 y se caracterizó por ofrecer artículos fotográficos de las marcas Kodak y Agfa, así como bicicletas. Entre las primeras tlapalerías destacan La perla, y La Sirena que importaba directamente de las fábricas alemanas. La Palestina fue otro establecimiento dedicado la comercialización de artículos de ferretería y cristalería. Destaca especialmente La Idea dedicada a la venta de regalos, perfumería francesa y artículos exclusivos. La peletería La Continental así como la sombrerería La Vencedora. Entre las zapaterías de postín de aquella época destacan: La Mariposa, y La Nacional así como La dama elegante. El grumete y El Calzador infantil.

Cabe recordar que en 1930 nuestra ciudad de Morelia contaba con una población de 65,548 personas, vivían en la zona urbana 39,916 individuos, cifra que da una idea del tamaño del mercado que debía atenderse. Entre otras empresas de ese momento que debemos recordar están la Alejandría dedicada a los abarrotes, la venta de dulces y pastelería. La Aurora, fábrica de hielo y aguas gaseosas. El Paraíso dedicada a la confección de dulces finos, y entre las panaderías destaca La Merced en 1922.

Entre los molinos de la época destacan: los de Santa Lucía y La Providencia. Son mencionadas también algunas madererías; de las peluquerías recordamos La Reforma, El Rizo Rubio, La Imperio y entre las sastrerías La Nacional. Entre los primeros proyectos industriales de la ciudad, destaca Industrias Oken establecida en 1932 como la primera fábrica de básculas en Morelia, marca que fuera conocida en más de veinte países a los que se exportaba.

Esta es la parte más entrañable del libro, pues constituye un viaje al pasado para recordar a las empresas y establecimientos que conocimos en nuestra niñez y que dan cuenta de la labor de hombres visionarios y trabajadores que convirtieron sus sueños en realidades tangibles que permitieron consolidar a Morelia como un centro de comercio fundamental no sólo para el estado y poblaciones cercanas sino como un centro de acopio y comercio para las zonas aledañas.

Capítulo aparte en este recorrido histórico lo significa el análisis de la economía informal en nuestra ciudad. Durante muchos años, consejos directivos y presidentes de la Cámara luchamos por dignificar el comercio en nuestra ciudad. Fue precisamente el 4 de Junio del 2001, siendo gobernador del estado Víctor Manuel Tinoco Rubí y presidente municipal Salvador Galván Infante cuando este reclamo fue finalmente escuchado y se logró así el rescate de nuestro centro histórico, ocasión primera en que muchos morelianos conocimos la Plaza Valladolid en todo su esplendor.

Al leer este libro, podrán constatar no sólo la evolución histórica de la institución sino el desarrollo económico de la ciudad de Morelia y de nuestro estado. A través de sus páginas podemos tener una lectura del crecimiento de la ciudad, de sus principales fuentes de trabajo y de la contribución del comercio como actividad fundamental para un desarrollo armónico de la sociedad.

Este texto ha sido publicado en el sitio Cambio de Michoacán, en la dirección http://www.cambiodemichoacan.com.mx/columna-nc56550
Si lo cita por favor cite la fuente, manteniendo un enlace a la información original. Derechos Reservados, Sociedad Editora de Michoacán S.A. de C.V.

Agradezco al economista y empresario José Antonio Garrido Mejía su atención al publicar en Cambio de Michoacán el texto que dio realce a la presentación de la obra 123 años de historia, Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia. Valoro sus palabras e intervención. En verdad leyó el libro y demostró, al hablar, el orgullo de ser comerciante, sentimiento que le inculcaron sus padres cuando era niño. Se notó que estudió el contenido de la obra.

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Soy quien percibe tu fragancia

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

¿De qué otro modo se ama?

Soy quien percibe tu fragancia cuando te encuentras cerca o lejos de mí, acaso porque también la reconozco en las orquídeas, en los tulipanes y en las rosas al caminar o sentarme en la banca del jardín, donde solemos reunirnos a conversar y reír. Soy aquel que con deleite escucha tu voz cuando hablas, pero también atrapo los rumores de tu lenguaje al estar ausente y refugiarme en mi buhardilla de arista, donde escribo poemas para ti al convertirte en ángel y musa, en dama y mujer. Soy quien te sueña cuando estoy despierto y te siente real al sumergirme en mí al dormir en el silencio y la soledad de la noche. Soy el hombre que te ama desde antes de que inicie la aurora o se manifieste el ocaso, quizá porque ya eres mucho de mí y yo lo soy de ti. Soy quien te dibuja a una hora cualquiera, con los colores y los sonidos, con las letras del abecedario, con el idioma de tu alma y la mía, con los murmullos del infinito, tal vez porque tomé tu mano y vibré contigo aquella hora, cuando Dios trazó, pintó y cubrió de perfume la primera flor y yo, al recibirla, te la entregué con un poema, un suspiro y una promesa.

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El ferrocarril

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Caminé por los durmientes carcomidos por el sol, la lluvia, el viento y la humedad. Miré los rieles olvidados, atrapados en la tierra, cubiertos por hierba y pasto, que el 12 de septiembre de 1883 soportaron, por primera vez, el paso del ferrocarril tan esperado por los habitantes de Morelia, ciudad fundada el 18 de mayo de 1541, capital del estado de Michoacán, al centro occidente de México.

Sentí las caricias del viento y percibí los rumores del ayer, los ecos de otros días, hasta que consulté el libro de las evocaciones, abrí el portón de mi memoria, con la idea de repasar la historia que naufraga y cada instante se aleja de la orilla de un presente que también se transforma en destello.

Volví a observar los durmientes que reposan silenciosamente. Rememoré, entonces, que de 1881 a 1886, período que la Compañía Constructora Nacional ocupó para la colocación de vías férreas de Maravatío a Michoacán, se registró una deforestación enorme y preocupante como consecuencia de que en dicho tramo se requirieron más de 330 mil durmientes, cifra mayor si se toman en cuenta todos los desperdicios que se produjeron en los aserradores porque la compañía ferroviaria no aceptaba madera astillada ni de segunda clase.

Mientras caminaba, observé los durmientes, la madera añeja y húmeda por la lluvia veraniega, y hasta creí percibir el aroma de otros bosques; sin embargo, las emisiones de las fábricas, los rumores de la gente y los automóviles, me regresaron a mi época, a la realidad. Simplemente, estaba en la colonia Industrial, al norte del centro histórico de Morelia.

De no ser el espacio que utilizan las vías abandonadas, entre callejuelas trazadas en la tierra, lo demás ha sido cubierto por el asfalto y el concreto. Los ladrillos sustituyeron, hace décadas, la campiña, el paisaje agreste. El cemento obstruyó y asfixió los poros de la naturaleza.

Durante los días de la Colonia, el paraje estaba habitado por indígenas congregados en el Barrio de Santa María de los Urdiales, el cual se fue despoblando en la aurora del siglo XIX; no obstante, en aquellos días virreinales, las familias solían recorrer el sitio. Convivían en el tradicional Paseo de las Lechugas,

Entre arboledas, matorrales, flores silvestres y claveles que alguien, a una hora olvidada,  llevó de un rincón del Mediterráneo, el Paseo de las Lechugas se extendía cautivante y natural; aunque en temporada de lluvia, la superficie se inundaba y era fangosa.

De acuerdo con los expedientes de la historia, en 1850 se registró la segunda epidemia de cólera en el país, situación emergente que obligó a las autoridades a decretar el establecimiento de un cementerio en Los Urdiales, ya que el de San Juan, el antiguo barrio indígena de San Juan de los Mexicanos, resultaría insuficiente para contener la cantidad de cadáveres; además, estaba encajonado en la ciudad, no recibía las ráfagas y las calzadas y tumbas estaban muy cerca unas de otras,

Las autoridades sanitarias del estado y el país implementaron acciones y establecieron recomendaciones. Incluso, la gente que moría por cólera, era trasladada al cementerio durante las noches, con lo que se evitaba pánico entre la población.

Una vez superada la segunda epidemia de cólera, el cementerio siguió funcionando para gente pobre e indígenas, con sus costumbres y rituales; aunque también con el terreno empantanado que provocaba una impresión desagradable.

Bien es sabido que comerciantes, hacendados, industriales, mineros y profesionistas, junto con otros sectores de la ciudad, anhelaban el establecimiento del ferrocarril, medio que transportaría pasajeros y, además, grandes volúmenes de alimentos, mercancía y toda clase de productos. Contribuiría a la modernización de la ciudad, pensaban.

El 12 de septiembre de 1883, ante el asombro de los moradores de la ciudad de Morelia, las autoridades inauguraron la estación ferroviaria en Los Urdiales, decisión de los poderes centrales que provocó irritación popular y manifestaciones en contra. Diferentes sectores de la sociedad rechazaron la ubicación con el argumento de que el ferrocarril parecía contrario al progreso, el cual, por cierto, se había establecido en la parte más desagradable e insalubre de Morelia. Ni siquiera los tranvías jalados por mulas podrían ascender fácilmente hacia el centro de la ciudad por las características agrestes del terreno.

Tanto hombres de negocios como profesionistas y otros grupos sociales consideraban que la zona adecuada para la instalación de la estación del ferrocarril, era el oriente de la ciudad, donde se localizaban los paseos, las casas de la gente acaudalada, los principales negocios y el progreso.

Las autoridades centralistas desatendieron el clamor popular y la estación del ferrocarril permaneció en Los Urdiales, donde los pasajeros, aterrados, contemplaban, al llegar a la ciudad o marcharse, el triste espectáculo del cementerio para pobres e indígenas, totalmente empantanado, con una barda maltrecha.

Evidentemente, las industrias se establecieron en torno a la estación del ferrocarril con el objetivo de aprovechar la carga y descarga de materias primas y productos. Gradualmente, el antiguo Paseo de las Lechugas, en Los Urdiales, modificó su rostro. Pronto, su cutis natural quedó cubierto.

Tras las fábricas, ellos, los obreros, compraron terrenos con la finalidad de construir sus viviendas. De hecho, todavía en la década de los 60 y los 70, en el siglo XX, niños y adolescentes jugaban en las calles de tierra y en los patios de sus casas a que eran exploradores. Cavaban y descubrían cráneos y huesos humanos.

Si bien es cierto durante postrimerías del siglo XIX fue inaugurado el Panteón Municipal de Morelia en seis hectáreas de El Huizachal, terreno perteneciente a Hacienda La Huerta, propiedad de Ramón Ramírez Núñez, hombre de negocios originario de Valle de Santiago, Guanajuato, y quien fue primer presidente formal de la entonces Cámara Nacional de Comercio e Industria de Morelia, es innegable que incontables restos humanos no fueron exhumados, motivo por el que niños y adolescentes los descubrían fácilmente muchas décadas más tarde. Los huesos aparecían, incluso, cuando albañiles y peones realizaban alguna excavación en la zona.

La colonia Industrial de Morelia ha representado, a través de los años, la difícil prueba de la coexistencia entre fábricas y moradores. Antaño habitada, en amplio porcentaje, por obreros de las industrias, ese lugar se modifica conforme transcurren los años, al grado de que las casas modestas son sustituidas por construcciones modernas y locales comerciales, proceso que ahora le da mayor plusvalía y la convierte en extensión del centro histórico de la capital de Michoacán.

Caminé por los durmientes carcomidos por el aire, la lluvia, el sol y la humedad. Al mirar los rieles de acero, disfruté y rescaté de la memoria un trozo del ayer, fragmentos del pasado, trozos de la historia. Allá, en la colonia Industrial de Morelia, hay una historia escondida que el aire y el tiempo arrastran y disipan.

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La encomienda de un libro

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Le dediqué dos años de mi vida. Entre mañanas calurosas o nebulosas y frías, tardes de lluvia y noches de soledad, días interminables de silencio, minutos de lucha por alcanzar el momento inmediato dentro de mi naufragio existencial, horas repetidas de desazón o de fe e ilusiones, e instantes de claroscuros intensos, leí documentos añejos y páginas amarillentas y quebradizas, consulté uno e incontables libros, ingresé a archivos vetustos, visité sepulcros y casonas palaciegas con aroma a otro tiempo, hablé con personas con rasgos del ayer, repasé la historia y escribí, sí, escribí.

Sé lo que significa la experiencia de permanecer aislado, en la noche apacible, mientras la vida se fuga y uno escribe y es artista. Así escribí hasta la madrugada, uno y otro día, con la idea de crear una obra, un libro con la mezcla del arte y la formalidad de la historia. Conforme transcurrían las semanas, mi refugio de artista e investigador modificaba su aspecto, cambiaba su rostro, por la cantidad de documentos, hojas y libros que se acumulaban.

Cuando uno acepta una tarea con responsabilidad, la caminata de las horas parece apresurada e impostergable, aunque el tiempo sea el mismo. Había asumido el compromiso de escribir un libro sobre la historia de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia*, cuyo presidente, Luis Navarro García, confió plenamente en mí.

Hombre con experiencia en la función pública y empresario, él, Luis Navarro García, recordó que otro personaje de la iniciativa privada michoacana, entonces expresidente de la Cámara de Comercio de Morelia -José Antonio Garrido Mejía-, había propuesto, en una de mis presentaciones como escritor, que con base a mi experiencia literaria y mi trayectoria periodística en el área económica, creara un libro con la historia de la institución.

Ya antes, en noviembre de 2017, Luis, a quien aprecio y es mi amigo, me propuso escribir la obra. Acepté la encomienda de un libro. Tenía la advertencia de que la agrupación empresarial debía fortalecer sus ingresos y finanzas, ya que la economía mexicana, y específicamente la michoacana, es débil e inestable. Acepté y me dediqué a investigar y escribir. Luis propuso, en el camino, el título de la obra: 123 años de historia, Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia.

En aquellos días postreros de 2017, inicié la tarea, acaso sin imaginar que se prolongaría casi dos años porque la mayor parte de la información de la institución se ha extraviado, en parte porque los protagonistas de antaño ya murieron y, por otro lado, por la pérdida lamentable de documentos, situación que me motivó a buscar información en archivos y hasta en la tumba de quien fue su presidente fundador.

La información estaba dispersa, fragmentada aquí y allá. Tuve que estudiar, leer y repasar innumerables obras relacionadas con una multiplicidad de temas, entre los que destacan haciendas, cementerios, costumbres mortuorias en México, epidemias de cólera durante el siglo XIX, cajones de ropa, presencia e inversiones de las comunidades extranjeras, minería, agiotismo, apertura de las primeras casas bancarias, establecimiento del ferrocarril, fundación de comercios e industrias, usos y costumbres, antecedentes y consecuencias de las actividades informales, períodos históricos, agricultura, economía, política e historia en general.

No resultó sencillo. Entre lecturas, investigaciones en archivos y consultas en documentos, entrevisté gradualmente a todos los expresidentes de la Cámara de Comercio de Morelia que aún viven. Me pareció que más allá de las luces y sombras que cada ser humano presenta, los exlíderes representan la experiencia acumulada, la memoria y la historia institucional. Son quienes, en su momento, actuaron y tomaron decisiones en representación de los comerciantes organizados de la capital michoacana y la región. Influyeron en la historia del sector empresarial de Morelia.

Y en ningún caso, durante las entrevistas, di mayor preferencia a unos y limité a otros en sus declaraciones. Todos dispusieron de libertad para hablar, reseñar sus experiencias y remembranzas y opinar. Cada uno dejó su estilo personal, sus huellas, sus evocaciones.

Afortunadamente, hace años, cuando inicié mis actividades periodísticas dentro del sector empresarial de Michoacán, un presidente muy querido y recordado de la Cámara de Comercio de Morelia -Jaime Ramírez Villalón, entonces vicepresidente de Organización Ramírez, antecedente de Cinépolis, la firma más importante del país en salas cinematográficas-, me ofreció su amistad y, por lo mismo, me dio oportunidad de consultar los antiguos libros de actas, documentos que me cautivaron y reproduje en mis libretas de apuntes.

Me recuerdo joven, muchacho, con ideales y entregado a mi tarea de recopilar información en mis cuadernos de anotaciones. Aquellas tardes de lluvia torrencial, en la casona añeja de cantera, se diluyeron incontables horas de mi existencia, acaso por mi pasión de explorar el pasado, probablemente por mi anhelo y pretensión de reencontrarme con el ayer y la gente y las cosas de los otros días, quizá por la influencia de mis padres al relatarme historias durante la infancia y por mi posterior formación, tal vez por todo.

Los meses se consumían y yo continuaba con mi labor. Entrevisté a incontables consejeros, líderes y expresidentes de diversas agrupaciones de la iniciativa privada michoacana, personajes reconocidos en la sociedad moreliana, periodistas, directores de la institución y funcionarios públicos.

Dentro de mi investigación, experimenté momentos de emoción, como el día que me enteré que la Academia Técnica de Enseñanza Mercantil, fundada y respaldada por la Cámara de Comercio en 1937, dejó un precedente de trascendencia nacional al luchar de frente y con valentía por la libertad de educación en México, o la emisión de la Circular 8, a través de la cual , en 1929, los hombres de negocios de la capital de Michoacán solicitaron al presidente de la República implementara acciones con la intención de acabar con el conflicto agrario y agilizar, en la medida de lo posible y sin afectar intereses de otras personas, el reparto de tierras. El documento camaral fue enviado al mandatario nacional, a los gobernadores, a las Cámaras de Comercio establecidas en el territorio nacional y a su Confederación. Se adelantó a los personajes, a los hechos y a la historia.

Quedaba claro, como lo sabemos quienes nos dedicamos a estos temas, que el primer presidente de la agrupación, entonces llamada Cámara Nacional de Comercio e Industria de Morelia, en 1896, fue Ramón Ramírez Núñez, hacendado, prestamista, comerciante, comisionista y quien incursionó en la industria, la minería, la banca y los ferrocarriles.

No obstante, otro empresario, amigo mío, Luciano Margaillan Guerrero, descendiente de los fundadores de Las Fábricas de Francia, establecida en 1898, me recordó un dato muy importante, el cual, por cierto, se encuentra inscrito en la Revista Social Ilustrada de la Banca, Comercio, Industrias y Profesiones, editado en 1930 por Agustín Vega y respaldado por la entonces Cámara Nacional de Comercio, Agricultura e Industria de Morelia, libro dedicado al mandatario del país, Pascual Ortiz Rubio, en el sentido de que la agrupación fue fundada en 1895 por el ferretero Luis Andresen.

Por cierto, décadas más tarde, en los días de la Segunda Guerra Mundial, cuando la multitud enardecida, en la ciudad de Morelia, protestó violentamente contra Alemania y los nazis, ese negocio familiar, Ferretería La Palma, fue apedreado.

Luciano Margaillan Guerrero actuó con honestidad e hizo favor de proporcionarme el documento para extraer datos e información respaldada, casi 90 años antes, por la Cámara de Comercio. Entré en crisis porque el primer capítulo del libro inicia con la tumba vacía de Ramón Ramírez Núñez.

Uno, otro y muchos días más fui al Panteón Municipal de Morelia, en busca de un amigo mío que nació en la década de los 30, en el siglo XX, cuyo abuelo fue el primer administrador y velador del lugar, a fines de la decimonovena centuria, durante los minutos porfirianos, en las horas revolucionarias y los siguientes años, de manera que ella, su madre, nació en el interior del cementerio, y él experimentó su infancia y los períodos de su vida entre árboles corpulentos, calzadas, tumbas y hondos suspiros.

Fue quien me condujo, amablemente, hasta la tumba ausente de restos, al sepulcro que perteneció al hacendado y dueño de El Huizachal, predio donde se estableció el Panteón Municipal de Morelia durante postrimerías del siglo XIX, fundador de la Cámara de Comercio.

Y allá permanece la tumba, desolada y vacía, entre eucaliptos enormes que balancean sus ramas al recibir las caricias del viento, junto a otros sepulcros que resguardan nombres y apellidos con otras historias. Así inicia el libro, con la descripción de la tumba vacía, como ausente y dispersa de datos estaba la Cámara de Comercio de Morelia.

Como escritor, periodista, editor e investigador, dediqué el tiempo al tema de la fundación de la Cámara Nacional de Comercio e Industria de Morelia, hasta que me enteré que en 1895, Luis Andresen, comerciante alemán, dueño de Ferretería La Palma, formó, junto con otros hombres de negocios, la agrupación, mientras un año más tarde, en 1896, el inquieto Ramón Ramírez Núñez, originario de Valle de Santiago, Guanajuato, la formalizó con el primer consejo directivo.

Una vez que investigué y comprobé la información en archivos, e incluso en las páginas de mis libretas ya olvidadas, proseguí con las entrevistas, el estudio y la investigación, hasta que un día, sin darme cuenta, las manecillas del reloj habían rebasado su jornada y debía, en consecuencia, entregar el manuscrito a la editorial.

Abro un paréntesis con la idea de resaltar la disposición de ciertos personajes, quienes amablemente me atendieron y proporcionaron facilidades para obtener información a través de sus documentos y reproducir algunos de sus retratos antiguos, conducta que definitivamente contrasta con otras personas que a pesar de tener referencias mías y del trabajo profesional e institucional que elaboraba, ni siquiera respondieron a mis solicitudes. Los detalles, parece, marcan la diferencia entre los seres humanos extraordinarios que están más allá de la línea común y los que lamentablemente se encuentran debajo, entre envidias, coraje y resentimiento con la vida. Todo deja una enseñanza y transmite un mensaje.

Antes, incluí en el libro las cartas del presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo, denominada Concanaco por sus siglas, José Manuel López Campos, y del líder de la Cámara de Comercio de Morelia, Luis Navarro García; también inserté el mensaje del cónsul honorario de Francia en Morelia, Raul Reynaud Bernard, por haber representado esta comunidad un sector dinámico e importante en el desarrollo mercantil e industrial de la capital de Michoacán. Y solicité a mi amigo y colega, el escritor, periodista e historiador Arturo Herrera Cornejo, la elaboración del prólogo. Otro amigo y también colega, Víctor Armando López Landeros, director de La Página Noticias, hizo favor de proporcionarme una colección de fotos antiguas, de las que seleccionamos las más adecuadas para ilustrar la obra.

Paralelamente, otro amigo, Sergio Tirado Castro, resultó ser descendiente del primer presidente formal de la Cámara de Comercio de Morelia, Ramón Ramírez Núñez. Hizo favor de relatarme parte de la historia de ese personaje y hasta gentilmente me proporcionó dos fotografías del mismo.

El libro se encontraba en la editorial, en proceso de diseño y maquetado, cuando Gerardo Torres Calderón, hijo menor de Luis Torres Villicaña, un expresidente muy querido y recordado de la Cámara de Comercio de Morelia, quien compró la finca antigua que actualmente ocupa la institución, me relató la biografía de ese hombre ejemplar. Lamentablemente no fue posible incluir su historia en la obra por falta de espacio. Eliminé más de 100 páginas del libro, ya que su dimensión era excesiva. Incluso, suprimí pies de página y otros elementos. Por su formato, resultaba imposible agregar mayor cantidad de datos e información.

Me resultaría imperdonable omitir el nombre de otro amigo, un expresidente de la Cámara de Comercio de Morelia, José Luis Dueñas González, quien constantemente entabló diálogo conmigo con la finalidad de recomendarme la búsqueda de ciertas personas que tienen documentos, referencias, información y fotografías de décadas pasadas. A él, que estuvo presente, mi agradecimiento.

Tras eliminar capítulos completos y entrevistas a diversos personajes, asumí el compromiso de escribir, por mi cuenta, la biografía de Luis Torres Villicaña, y publicar otras narraciones trascendentes e inéditas de la Cámara de Comercio de Morelia, las cuales, sin duda, contribuirán a enriquecer la historia de la capital de Michoacán e incluso del país.

Me enamoré de una anciana, la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia. Exploré sus entrañas, definí sus rasgos y me reencontré con su esencia. Aprendí, en sus muros, entre su aliento y sus papeles de antaño, a morir y renacer, porque eso es la vida, ciclos de auroras y ocasos.

Durante la elaboración de 123 años de historia, Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia, protagonicé y viví una historia, episodios que quedan en uno y no se olvidan.

Agradezco a todos los expresidentes de la Cámara de Comercio de Morelia, las atenciones y el tiempo que me dedicaron para entrevistarlos y platicar con ellos. A la mayoría los entrevisté y cubrí periodísticamente en diversas etapas de mi vida.

En cuanto a Luis, Luis Navarro García, mi amigo, ha dejado una huella indeleble en mi vida. Se encuentra en mi memoria. No lo olvidaré jamás. La amistad es algo más que una casualidad o un saludo; se trata de capítulos mutuos, de una historia compartida, de momentos. Me ha demostrado su amistad y confianza desde hace algunos años, y de mi parte tiene mi agradecimiento, cariño y recuerdo.

Confieso que este hombre, Luis Navarro García, es un empresario de acción. Disponía de ciertos días para ir a la editorial y revisar los avances, a  pesar de que los recibíamos en nuestros correos electrónicos. Tuvo la gentileza de tomarme en cuenta, como autor del libro. Y de esa manera trabajamos en conjunto. Lo vi entusiasmado y con tal energía, que me convencí de que es lo que se necesita para cumplir objetivos y abrirse paso en la vida.

Humildemente, soy escritor, periodista, editor e investigador. Cuando un artista concluye una obra, prende una vela que alumbra al mundo, coloca una estrella más que define la geometría del universo, aporta algo que pulsa en la vida. La contribución del arte y el conocimiento se mantiene totalmente alejado de la estulticia que promueven los bufones y programas televisivos y no pocas de las páginas de internet. Uno, en la vida, debe elegir entre la luz y la sombra. Cada día es una elección. Es el reto de cada instante. Gracias, en verdad, por la confianza y la oportunidad que he recibido para la creación de esta obra.

* Morelia es la capital de Michoacán, estado que se localiza al centro-occidente de México. Esta ciudad fue fundada el 18 de mayo de 1541.

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Susurros

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Cuando no estás a mi lado, percibo tu voz y tu sonrisa en mi taller de artista. Son susurros que provienen de alguna ruta interior, donde tú y yo solemos abrazarnos y sentirnos uno

Hoy, el silencio de mi buhardilla susurra palabras, emite sonidos casi imperceptibles, atrapa los susurros del viento que suele penetrar por la ventana. Es tu voz que flota en el ambiente, es tu sonrisa que permanece en cada esquina, en todos los rincones, para que yo te escuche y te sienta en mí cuando no estás conmigo. Esta mañana, mientras contemplaba las flores del jardín y el celaje fugaz, me pareció percibir el murmullo de tu lenguaje, y al pronunciar tu nombre y preguntar por ti, los pétalos respondieron con sus colores y fragancias y el cielo veraniego con gotas de lluvia diáfanas. En determinado momento del día, escuché rumores, susurros parecidos a tu voz, y me atreví, entonces, a seguir su ruta, hasta que llegué a ti y entendí, por fin, que soy tú y eres yo con diferente identidad, tan libres y plenos como los copos que se saben uno y, no obstante, se extienden y embellecen el paisaje en un acto de amor sublime. Escuché susurros en mí y al asomar por la ventana, descubrí tu rostro en las orquídeas, en los tulipanes, en las rosas, en el sol al alumbrar el trigal, en la luna con su sonrisa de columpio, en las estrellas…

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Asunto de educación

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Si el sistema educativo mexicano hubiera impartido clases de historia ausentes de mentiras y personajes convertidos en ángeles o en demonios, según los intereses de la clase política, la sociedad tendría memoria y no repetiría, en consecuencia, los mismos errores que hoy están destruyendo al país. Si los planes de estudio incorporaran la ciencia no como barniz, sino en su sentido real, con un contenido auténtico, a nadie, en México, se le ocurriría construir un tren en una selva ni en invertir una fortuna en la construcción de una refinería, cuando la naturaleza es asfixiada y existen otras alternativas de combustible. La gente utilizaría menos los automóviles y no desperdiciaría agua ni contaminaría. Incluso, si la ciencia se inculcara en la infancia y la juventud del mundo, algunos mandatarios serían menos necios y estúpidos y entenderían que el calentamiento global no es un juego. Muchos ya hubieran presionado a nivel internacional para combatir el fuego en el Amazonas y superar discusiones estériles. Si los programas educativos contemplaran el estudio del civismo, las personas se respetarían, el ejercicio de las profesiones sería más ético y los gobernantes y las sociedades actuarían con honestidad, respeto, justicia y responsabilidad.

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