Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Si el sistema educativo mexicano hubiera impartido clases de historia ausentes de mentiras y personajes convertidos en ángeles o en demonios, según los intereses de la clase política, la sociedad tendría memoria y no repetiría, en consecuencia, los mismos errores que hoy están destruyendo al país. Si los planes de estudio incorporaran la ciencia no como barniz, sino en su sentido real, con un contenido auténtico, a nadie, en México, se le ocurriría construir un tren en una selva ni en invertir una fortuna en la construcción de una refinería, cuando la naturaleza es asfixiada y existen otras alternativas de combustible. La gente utilizaría menos los automóviles y no desperdiciaría agua ni contaminaría. Incluso, si la ciencia se inculcara en la infancia y la juventud del mundo, algunos mandatarios serían menos necios y estúpidos y entenderían que el calentamiento global no es un juego. Muchos ya hubieran presionado a nivel internacional para combatir el fuego en el Amazonas y superar discusiones estériles. Si los programas educativos contemplaran el estudio del civismo, las personas se respetarían, el ejercicio de las profesiones sería más ético y los gobernantes y las sociedades actuarían con honestidad, respeto, justicia y responsabilidad.
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Buen pensamiento. Tan verdadero.
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Muchas gracias por tu comentario, Lydia. Saludos y bendiciones.
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Santiago es muy acertado tu texto. Lastima que ese tipo de educación no se imparta desde el quinder. Tendríamos un mejor país y un mejor mundo.
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