Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Las palabras de agradecimiento y sorpresa resultan insuficientes cuando uno, inesperadamente, recibe la noticia de que ha sido electo para recibir un reconocimiento público por su trayectoria profesional, y más si entre el anuncio y el acto oficial existen unas cuantas horas, lapso que innegablemente se transforma en una espiral de remembranzas atrapadas en el ayer, en la memoria, y en la presencia de realidades inmediatas.
Surge, entonces, la necesidad de escribir algún mensaje. La caminata de las horas es impostergable y se presenta abrumadora ante los momentos de reflexión, remembranzas y redacción, igual que el oleaje imperturbable que se impacta contra los riscos y abraza la arena, en la playa. Llega el momento en que se acerca la hora del acto público, el espacio para ser reconocido, y el contenido de las hojas de papel, al leerlo y darle énfasis, proyectarán la humildad o la soberbia, la inteligencia o la superficialidad, el respeto o el desdén. La actitud ante el público y el sentido del discurso proyectarán al verdadero ser humano, descubrirán su grandeza o delatarán su trampa y bajeza.
Lo he vivido, en diversos instantes de mi existencia, y sé que, en esos casos, un mensaje de agradecimiento debe estar ausente de egolatría y vanidad. En lo sencillo se encuentra lo bello. La vida es más hermosa entre menos maquillaje se le aplique. La artificialidad es apariencia que oculta miedo, estulticia e inseguridad. Nunca he entendido la razón por la que mucha gente disfraza y esconde su belleza natural con maquillajes y productos totalmente artificiales. Lo mismo sucede con los discursos de agradecimiento.
Aclaro que no soy proclive a la adulación, motivo por el que quizá no formo parte de grupos que se favorecen mutuamente en cuestiones profesionales, económicas y laborales; sin embargo, cuando una persona, hombre o mujer, demuestra rasgos que van más allá del comportamiento normal y superan estados de mediocridad al aportar lo mejor de sí, manifiesto mi reconocimiento público con alegría, optimismo y sinceridad.
Hoy, hablaré de un profesional de la Contaduría Pública, quien recientemente fue reconocido a nivel nacional por su trayectoria, texto con el que iniciaré, en este espacio, una sección relacionada con biografías de personajes.
Al enterarme, hace días, de que el jurado calificador de la Federación Nacional de la Asociación Mexicana de Contadores Públicos, liderada por Adrián Ruelas Estrada, favoreció con sus votos, como Contador Público Distinguido del Año, en su versión 2019, a Isaías Ayala Alipio, profesional michoacano que con anterioridad fue líder de esa agrupación, experimenté alegría. Es mi amigo. Lo conozco desde hace años. Se aglomeraron en mi memoria, por las conversaciones y experiencias que ha compartido conmigo en diferentes jornadas, recuerdos, capítulos, proyectos e historias.
Me animé a redactar este mensaje con la idea de difundir la noticia, no sin antes agradecer y valorar a quienes lo propusieron y a aquellos que votaron por él para nombrarlo Contador Público Distinguido del Año, premio que recibió durante la XLV Convención Nacional 2019 de la Federación Nacional de la Asociación Mexicana de Contadores Públicos, en Playa del Carmen, Quintana Roo, rincón del sureste mexicano de extraordinaria belleza natural; sin embargo, antes de empezarlo, con la pantalla en blanco y la consumación de las horas, recordé los años juveniles de quien me ha otorgado su amistad, cuando él era estudiante de Contaduría en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en Morelia, su ciudad natal.
Alguna vez, en cierto periódico, escribí y publiqué su reseña como ser humano y profesional de la Contaduría Pública, antecedente que me facilitó tomar la llave, abrir el cerrojo y repasar los expedientes de su pasado estudiantil. De inmediato acudieron a mi mente sus pláticas relacionadas con los consejos que le daban sus padres, don Isaías Ayala Varela y doña Alicia Alipio Téllez, quienes insistían en la importancia de actuar en la vida con rectitud y dejar huellas en lo que hiciera, porque eso, la constancia del trabajo y el comportamiento positivo, siempre será la mejor recomendación de un hombre o una mujer.
Una y otra vez, ellos, sus padres, insistieron en la importancia de que diera lo mejor de sí y devolviera a la sociedad parte de los beneficios obtenidos al recibir educación y formación profesional. Entendió que era fundamental, como estudiante, prepararse, enfrentar retos y superar obstáculos para alcanzar el éxito y así incorporarse a la gente productiva que cotidianamente aporta al engrandecimiento del sitio donde vive y contribuye al bienestar de su familia y la comunidad.
Ya egresado de la institución universitaria, comprendió que si bien es cierto debía formar parte de los mexicanos que se esfuerzan cotidianamente con el propósito de ofrecer servicios profesionales de calidad, apegados a la ética, resultaba indispensable sumar y multiplicar, es decir no conformarse con ser un contador público más, transformado en cifra y estadística, sino trascender a través del bien que se haga a los demás, a la población, al municipio, al estado, al país.
En consecuencia, Isaías Ayala Alipio decidió romper la inercia en la que muchas personas caen al titularse y no se conformó con la licenciatura en Contaduría Pública, sino decidió escalar otros peldaños académicos con la intención de prepararse mejor y estar capacitado para enfrentar adecuadamente y con éxito los retos de su profesión y ofrecer excelencia. Eso es lo que intentó conseguir, la excelencia. En realidad, se trata de una búsqueda constante e interminable. Dura toda la vida. Es un estilo.
Fue en el camino de su búsqueda, en cierto momento de su existencia, cuando descubrió que la vida no únicamente significa dedicarse a una profesión interesante por su naturaleza, formar una familia, coexistir en armonía con la gente y vivir dignamente, sino derramar actos positivos, colaborar en el desarrollo colectivo, aportar lo mejor de uno, compartir algo de sí.
El bien y la verdad, traducidos en valores y conocimiento, junto con las cosas materiales, no solamente son para uno, sino para lo que se pueda hacer en beneficio de los demás, y no me refiero a dádivas, hablo de acciones concretas y justamente definidas a favor de la sociedad. En esa medida, trascenderemos. Y pienso que Isaías Ayala Alipio se ha entregado a las causas y a los principios de la Federación Nacional de la Asociación Mexicana de Contadores Públicos, lo cual me consta desde antes de que asumiera la presidencia de dicha agrupación y la responsabilidad de editar Cuestión, la revista institucional de la agrupación.
Lo conocí hace años, en una conferencia de prensa. Me gustó, entonces, su claridad y firmeza al hablar, el conocimiento tan actual que presentaba de los temas fiscales y su valor para declarar en contra de las políticas gubernamentales cuando le parecían negativas y perjudiciales para los contribuyentes y la sociedad en general.
Uno, como periodista debe ser imparcial al redactar entrevistas y ruedas de prensa; sin embargo, admito que disfrutaba mucho cuando declaraba en contra de diversas medidas autoritarias y unilaterales en materia fiscal, precisamente por ser una voz que protestaba enérgicamente a favor de los contribuyentes y la población.
Abro un paréntesis con la intención de expresar que este hombre, cuando fue presidente nacional de la institución mencionada, se entregó por completo a su responsabilidad, e incluso, hay que darlo a conocer, su despacho contable operó, en esa época, por profesionales que lo atendieron con ética y seriedad. Nunca se separó por completo de sus responsabilidades profesionales, pero me consta que durante un par de años su vida giró en torno a la Federación Nacional de la Asociación Mexicana de Contadores Públicos.
En aquellos días, me llamó la atención que ahorraba significativamente recursos económicos de la Federación Nacional de la Asociación Mexicana de Contadores Públicos, al grado de que solventaba los gastos de su automóvil, a pesar de utilizarlo frecuentemente en la atención de asuntos y compromisos institucionales. Soy testigo, incluso, de su austeridad al viajar a otras ciudades, cuando asistía a actividades de los colegios y asociaciones de contadores establecidos en el territorio nacional.
Paralelamente, se involucró en la edición de la revista institucional, Cuestión, a la que durante el lapso de cuatro años ha dado calidad, estilo, forma y profesionalismo. Considero que en este renglón, el de la revista, ha adquirido amplia experiencia. Cada publicación es competitiva e interesante a nivel nacional. Me atrevo a asegurar que dentro de la agrupación nacional, es uno de los socios que más sabe acerca de diseño, elaboración y publicación de revistas, cuyos ejemplares, por cierto, nunca ha utilizado para promover su imagen.
Más allá de otras acciones, decidió entregar parte de su esfuerzo a instituciones que de alguna manera, por medio de su quehacer, participan en el progreso de México. Un ejemplo claro es su labor dentro de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Morelia, fundada en 1895 y protocolizada en 1896, y en la Federación Nacional de la Asociación Mexicana de Contadores Públicos, desde la que, en diferentes cargos y responsabilidades, ha actuado y emprendido acciones, al lado de sus colegas, en beneficio de quienes se dedican a tal profesión.
Considero que su quehacer, en diferentes gestiones, se ha orientado a difundir la ética y el profesionalismo dentro del ejercicio de la Contaduría Pública, conjuntamente con los programas de actualización y capacitación, la certificación e incluso las intervenciones con autoridades, funcionarios públicos y legisladores con el objetivo de que las leyes, los reglamentos y las acciones sean más acordes al cumplimiento y menos tendientes a la complejidad y el terrorismo fiscal.
Al mirar atrás, indudablemente descubre las huellas que todos, a nuestro paso, hemos dejado en el escenario de la vida; pero intuyo que observa, a los lados y hacia adelante, todo lo que falta, y detecta que es perentorio acelerar el paso con firmeza antes de que él y nosotros, sus amigos, concluyamos el viaje de la existencia y tengamos que descender en alguna de las estaciones.
Los mexicanos de la hora contemporánea, son testigos de las batallas de su nación. Desde hace tiempo, México enfrenta problemas y crisis preocupantes en materias educativa, cultural, económica, política y de salud y seguridad. Les lastima el acoso de quienes se empeñan en causar luto, saquear al país, apoderarse del porvenir y la felicidad de las generaciones actuales y futuras, pisotear la dignidad humana, tergiversar y violar las leyes, prostituir la justicia, confundir a los jóvenes y mostrarles senderos erróneos, desaparecer instituciones tan significativas como la familia, desintegrar a la sociedad para dividirla, manipularla y controlarla.
No dudo que por los rasgos de su personalidad, Isaías Ayala Alipio, ya reconocido a nivel nacional por los profesionales de la Contaduría Pública, siempre hará llamados urgentes y convocará a todos -familiares, colegas, amigos, compañeros, sociedad- a reaccionar y abandonar las gradas de espectadores para transformarse, en la medida de sus capacidades, en protagonistas de los cambios que urgen en la nación. Tengo la certeza de que insistirá en sumar y multiplicar para bien de su entorno.
Lo imagino entre sus colegas, en los foros estatales, regionales y nacionales de contadores públicos, con la idea de que de nada servirá conseguir, en lo personal, familiar y gremial, niveles de bienestar superiores, si a nuestro alrededor prevalecen tantos riesgos. Probablemente invitará a otros profesionales a ir más allá de sus despachos, cargos y desempeño para ser quienes participen en el proceso de transformaciones que urgen en México.
En sus discursos, probablemente Isaías preguntará: ¿y saben dónde tenemos que comenzar? Entonces responderá: en nuestros hogares, en los despachos que encabezamos, en los cargos que ostentamos, en las acciones diarias, en nosotros mismos, en las escuelas, en la calle, en todas partes. En esa medida, iniciaremos una labor trascendental que hace mucho tiempo guardamos irresponsablemente en el armario con las consecuencias que actualmente enfrentamos.
Hoy más que antes, México necesita líderes y gente comprometida y responsable. Las voces auténticas se están apagando. Las agrupaciones empresariales, de profesionistas y de ciudadanos serán genuinas en la medida que verdaderamente representen a sus agremiados, pugnen por sus intereses legítimos y contribuyan al progreso integral de los municipios, los estados y la nación. Eso lo sabe muy bien Isaías Ayala Alipio.
En la convención nacional que los contadores públicos de México celebraron en Playa del Carmen, Quintana Roo, durante el mes de noviembre de 2019, Isaías Ayala Alipio manifestó ante el gobernador de esa entidad, Carlos Manuel Joaquín González, su agradecimiento al consejo directivo de la Federación Nacional de la Asociación Mexicana de Contadores Públicos, al jurado calificador y a todos los profesionales.
Por otra parte, el hecho de recibir el nombramiento de Contador Público Distinguido del Año, en su ciclo 2019, indudablemente representa un compromiso para mejorar, ser congruente con lo que siente, piensa, habla y hace; pero también lo estimula y obliga a mantener siempre la honestidad y el profesionalismo, a dar más de sí en la reconstrucción de México y participar en el fortalecimiento de la Federación Nacional de la Asociación Mexicana de Contadores Públicos. En Playa del Carmen, compartió el reconocimiento nacional con todos los contadores públicos.
Junto con él, otro contador público, originario de Mérida, Yucatán, estado del sureste mexicano, Felipe Cervantes González, recibió dicho reconocimiento de manera paralela, distinción muy merecida, ya que no solamente se trata de un profesionista de excelencia, sino de un ser humano extraordinario. Tuve oportunidad de conocerlo y tratarlo, hace algunos años, en la ciudad de Cuernavaca, Morelos.
La idea de iniciar la publicación de biografías, coincide con el interés de difundir la trayectoria y la labor de personas que aportan y contribuyen al engrandecimiento de su entorno. Es un reconocimiento a las huellas que dejan a favor de otros. Las generaciones jóvenes de la hora contemporánea, necesitan conocer ejemplos de personas reales que muchas veces renuncian a comodidades y tiempo para propiciar las oportunidades y transformaciones que el mundo requiere para crecer y evolucionar.
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