Llegué a ti

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

De esos sueños que de pronto surgen en la noche

Traté de llegar a ti, completo y no en pedazos, porque siempre intuí que en alguna parte tuya estaban los trozos que me faltaban. Intenté dibujar alegría y sonrisas en tus labios, en tu rostro, ausentes de maquillajes, porque mi idea fue caminar y volar a tu lado, mojarnos durante la lluvia, arrojarnos copos de nieve, trazar nuestros nombres con apellidos en la arena de la playa, salpicarnos gotas de las fuentes, perdernos entre la niebla, probar helados y deleitarnos con queso, pan y vino en un bote de remos, en la terraza de un restaurante o en la montaña, entre rumores y silencios. Mi plan era jugar al amor y a la vida, y por qué no, cargarte una mañana primaveral, perseguirnos por el césped y finalmente caer en el más hermoso de los escenarios, es decir saltar del mundo al paraíso, al cielo infinito, a la luz. Quise presentarme ante ti sin máscaras, con un canasto pletórico de detalles, sentimientos, ilusiones, sueños, promesas, realidades e ideas; pero llegué cargado, también, con una historia intensa, igual que el navegante desembarca maltrecho en el puerto, con una trayectoria épica que unas veces ayuda y en ocasiones, no lo niego, estorba. Acudí a ti desgarrado por la caminata, por las vicisitudes de la travesía, por las flores y los cardos que encontré a mi paso, con los triunfos y las derrotas que saboreé. Mi objetivo fue alcanzar el furgón en que viajabas cómodamente, no con la finalidad de lastimarte con mi biografía de artista, aventurero y criatura amurallada y extraña, y menos con el propósito de incomodarte con las llagas que marcan a cada hombre y mujer que se atreven a desentrañar la existencia y probarla cada instante, y así fue como me adelanté y llegué a una estación desolada y fría para salir a tu encuentro. Llevaba conmigo una maleta repleta de historias y cosas, quizá despedazada por los naufragios y las tormentas, con el regalo de una vida de amor y alegría para ti, porque he sido príncipe y mendigo y sé, por lo mismo, que la existencia se compone de instantes que se van y no vuelven, y hay que experimentarla feliz y plenamente. Crucé mares una y otra noche de tormenta, deambulé por desiertos, descendí a precipicios insondables, naufragué, hundí los pies en el barro, prendí fogatas, me sumergí en océanos profundos, penetré a minas escondidas e insospechadas, escalé cumbres y caminé incansable, sin importar que el piso fuera caliente o helado y la cama blanda o dura, en pantanos y sobre senderos cubiertos de pétalos fragantes y tersos. Conocí el día y la noche. Me aproximé a ti, roto por la excursión, con mis luces y sombras, con lo que soy y tengo, y la invitación para amarte aquí y allá, convertirnos en arcilla y en esencia, emprender el vuelo y protagonizar una historia bella, irrepetible, mágica e inolvidable. Fue mi sueño, mi vida, mi historia, mi ilusión; mas llegué a ti cuando el viento otoñal de la tarde soplaba tan fuerte que arrebató mis palabras y desvaneció mis sentimientos. Aún me preguntó en qué estación te encontrarás y si serás dichosa al respirar mi ausencia. Sé que en ti hay un tanto de mí y que yo conservo mucho de tu ser y tu esencia. Ahora qué hago, me pregunto, si al mirar los colores, respirar los perfumes y saborear la dulzura y amargura de las horas necesito mis sentidos. Tú los tienes. Algo de mí hay en ti y mucho tuyo conservo y siento en mi pulso. Llegué a ti, fragmentado, con una biografía intensa y lo que soy, con la idea de que siempre has conservado mucho de mí, mi faltante, y que así, como lo sueño contigo, inician las grandes historias.

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Quien se entrega al arte…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Quien se entrega al arte y comparte sus obras a otros seres humanos, no está solo. No lo está, aunque a veces parezca aislado en su buhardilla, amurallado por voluntad propia, inmerso en las profundidades de las ideas y la inspiración o desterrado de un mundo de apariencias, superficialidades y apetitos. Quien escribe poemas y textos sublimes, desliza los pinceles sobre el lienzo, talla la piedra o el material inerte sin descuidar los detalles o da voz al piano, al violín, al arpa, a la guitarra, al violonchelo, al órgano, a todos los instrumentos musicales, definitivamente no está solo y sí, en cambio, vibra a frecuencias que le permiten fundirse y atraer el lenguaje y los signos de la creación, mirar el destello inagotable de las estrellas, escuchar los rumores del infinito y hablar con Dios. El artista ama y produce, ríe y llora, disfruta y sufre, vive y sueña, siempre con intensidad; pero ante todo, sabe que dentro de su proceso creativo, tiene el don y la responsabilidad de hacer de las palabras un manantial de ideas y sentimientos, arcoíris mágicos y sublimes,  auroras y ocasos, susurros que se mezclan con la lluvia, el oleaje y la nevada. Es quien obsequia sonidos, escribe palabras y pinta flores y estrellas en un mundo desgarrado por la ambición desmedida, el odio, la estulticia, las superficialidades, el egoísmo y las injusticias. Sí. El artista agrega música a la tormenta, letras a los sentimientos y colores y formas a la vida. No está solo, aunque a veces se le vea en el encierro, entre la inspiración y el proceso creativo, y en ocasiones sin un amor que deleite los días de su existencia. No está solo quien vibra al compás de la creación y dialoga, a veces sin darse cuenta, con los luceros, los ríos, las cascadas, el oleaje, la nieve, el barro y la esencia. Quien se dedica al arte, abre la puerta a paraísos escondidos e insospechados, traza rutas a cielos luminosos. Aunque no siempre, un artista real tiene capacidad de coexistir entre el silencio, la creación y la soledad, con frecuencia subestimado por considerársele un forastero en su propia calle, un extraño entre su gente, un ser raro en el vecindario; pero el día que muere, se percibe la ausencia del escritor, el poeta, el pintor, el músico, el escultor, al grado de que las ideas y los sentimientos se desbaratan, los colores y las fragancias de las flores pierden su encanto, el lenguaje y los susurros de la vida se apagan y se hunden en la melancolía y las formas pierden sentido. Sin artistas y público que admire y valore las obras, el cielo no aparece decorado con luceros que alumbren el camino a horizontes más plenos.

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Un día que nace

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Un día que nace son minutos, horas e instantes que transitan peregrinos y mueren. Un día, en la vida, es un suspiro que se va y no vuelve, un sí o un no, la posibilidad de ser feliz, crecer, dar lo mejor a los demás y trascender. Un día no es un número más impreso en el calendario; son horas menos en la existencia, el paso por una estación para viajar a otra y muchas más. Un día que florece es igual a otro que de pronto expira. Un día improductivo o dedicado a sembrar cardos, equivale a oscurecer el paisaje y apagar la luz del alma; uno consagrado al bien, a cultivar detalles, amor y virtudes, salva, se multiplica y deja huellas insondables. Un día que inicia, significa que hay vida con sus claroscuros, con la probabilidad de resbalar a abismos insondables o escalar hacia la cumbre, porque eso es, después de todo, la estancia en el mundo, una prueba continua, un crecimiento incesante. Un día que se consume no es uno más, simplemente es uno menos en la existencia. Es la pérdida de rasgos juveniles y lozanos, y quizá hasta la aproximación a la ancianidad y a algún padecimiento. Un día es hoy, es el espacio de una página para continuar escribiendo la historia personal, notas bellas y sublimes, o las más discordantes. Un día, por nublado u oscuro que amanezca, es parte de la biografía. Un día que nace es la única oportunidad, una serie de momentos irrepetibles para ser feliz, evolucionar y trascender, irradiar luz, amar, hacer el bien a los demás, probarse y medirse a sí mismo, Es, simplemente, protagonizar una historia bella, sublime, prodigiosa e inolvidable, o sepultar la oportunidad de vivir. Un día que se manifiesta, es la vida o es la muerte. Cada uno decide la luminosidad que pretende dar a su ser este día y los que siguen.

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Unas manos y otras…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Me apena y entristece la mano que a cierta hora, al sentirse ensoberbecida, superior, acaudalada, sabia y privilegiada, juzga, condena, desprecia y señala con escarnio a los demás, y al otro día, antes de que la aurora disipe al ocaso, la estira para solicitar ayuda y ser rescatada de su fragilidad. Un día, esa mano se siente todopoderosa, y al siguiente el dolor es tan fuerte que la hunde y aniquila. Prefiero la mano amorosa y caritativa, la mano que estrecha otra, la mano dispuesta a sumar y multiplicar para bien suyo y de los demás, la mano que aporta y construye. No me agradan las manos superficiales ni traidoras. Me gustan las que uno, al estrechar, siente en el alma.

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Igual que el arte

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

En el arte, es la entrega y la pasión de escribir la novela, el cuento, el poema. Es el encanto y la magia de enlazar letras, formar palabras, crear historias y transmitir sentimientos e ideas. Es la aventura de atrapar los rumores del océano, el lenguaje del viento, las voces de la lluvia, y plasmarlos en las hojas del pentagrama, hasta que el piano y el violín penetren en cada ser y lleguen a moradas recónditas. Es el prodigio de elegir y mezclar los colores para deslizar los pinceles sobre el lienzo y dar vida, contribuir al proceso de la creación. Es tallar la escultura, darle forma, llevar cada detalle hasta lo excelso. El arte es un ministerio, una pasión, un estilo de vida, un delirio. Acerca a Dios, a la luz, a la esencia; pero también lleva al mundo, a la arcilla, al barro. Conduce al paraíso, a la excelsitud. Igual que el arte, el amor requiere el suave aliento de la dulzura, la fuerza de la convicción, el columpio de la alegría, los detalles y las ilusiones. Es la entrega sin igual, irrestricta, es la locura que se experimenta en el mundo y traslada al cielo. Es un tú y un yo. Como en el arte y en el amor, la amistad se cultiva siempre. Más que un encuentro casual o un saludo, es el lazo que provoca compartir instantes, capítulos mutuos, una historia. Si la gente amara igual que el artista sus obras, y si estrechara las manos amigas, no dudo que la humanidad daría un paso significativo dentro de la escala de la evolución.

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Tropecé

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Tropecé. La caída me provocó una fisura bastante dolorosa. Ese domingo -3 de noviembre de 2019-, corrí innecesariamente y mi pie atoró en una baldosa, en el centro de la ciudad. El primer impacto fue en el pecho, el segundo en la barbilla y el tercero en el pómulo; sin embargo, mi mano derecha amortiguó los golpes y evitó, por lo mismo, fracturas de costillas, cuello y cara.

Era domingo. Por cuarta ocasión en mi vida, la Cruz Roja resultó ineficiente. No se encontraba el radiólogo. El personal esperaba que llegara la doctora que sustituiría al médico que se ausentó de sus labores. Mientras caminaba hacia la salida, cada vez con dolor más intenso, pensé que innegablemente la institución ha salvado vidas de incontables personas; pero en lo personal, su equipo médico no ha hecho nada por mí en cuatro momentos diferentes de mi existencia, todos en la misma ciudad, como tampoco benefició a un hombre con una herida demasiado considerable en el brazo que deambulaba cerca y se desangraba, al parecer con la urgencia de que un especialista lo interviniera quirúrgicamente.

Como me encontraba en el centro de la ciudad, mis acompañantes me llevaron a un hospital que se localiza en la zona histórica, donde bajo la idea que es de beneficencia, los médicos especialistas operan amparados en las sombras del dolor y la enfermedad. Una vez más, comprobé el sucio negocio de la medicina que en gran porcentaje es práctica cotidiana en México, y no hay autoridades fiscales ni sanitarias que los controlen.

Abro un paréntesis con la idea de comentar que, precisamente en ese período, un compañero de trabajo se encontraba hospitalizado en una clínica privada. Resulta que semanas antes, tras una serie de síntomas molestos, fue trasladado al Seguro Social, donde los médicos le practicaron una cirugía. El personal de la institución pública informó al paciente y a sus familiares que le extrajeron la vesícula biliar. Cuando retornó a sus actividades laborales, volvió a sentirse mal y sus parientes lo llevaron a consulta privada con un especialista, quien tras ordenar una serie de análisis y exámenes, les dio la noticia de que en el Seguro Social no le extrajeron la vesícula biliar. ¿Qué le hicieron? Nadie lo sabe. Esa situación repercutió en la salud del hombre y en el desembolso de gran cantidad de dinero por concepto de consultas, exámenes y operación, independientemente de que la empresa enfrentó los problemas que implican las incapacidades laborales. Cierro el paréntesis.

Ingresé a urgencias. Antes pagué la consulta de algún médico general que no me atendió. Tras aproximadamente media hora de espera dolorosa, un médico se acercó a mí y comentó que me consideraba hombre afortunado porque casualmente se encontraba el traumatólogo en el hospital. ¿Casualmente estaba en el hospital desolado, en domingo, o le llamaron al celular y eso provocó que tardara otra media hora en llegar hasta la camilla donde me encontraba?

Antes de ingresar a Rayos X, una enfermera me acompañó hasta la caja del hospital con el objetivo de pagar las placas. El radiólogo, hombre él déspota, atrapado en el síndrome de Dios que caracteriza a innumerables médicos en México y en otros países, tenía más aspecto de militar que de especialista. Claro, en la milicia se entiende el carácter irascible del personal porque todo mundo aplastaría soldados débiles y de juguete; pero en el sistema mexicano de salud abundan esa clase de personajes, tan endiosados que hasta en sus criptas, cuando fallecen, sus nombres son antecedidos por sus títulos universitarios.

De pronto, cuando me encontraba recostado en la camilla de uno de los módulos, apareció el especialista seguido del otro médico y una enfermera, quien tras mirar las dos placas y explicarle a su discípulo la zona exacta de la fisura, detalle que el aprendiz no captó muy bien, anunció que me colocaría una tablilla y vendaría mi mano y parte del antebrazo para evitar movimiento.

Intoxicado por la ambición y el júbilo de ganar dinero por un procedimiento sencillo, pero demasiado costoso porque en dicho hospital el personal médico abusa y no tiene control por parte de directivos, patronato y autoridades, a pesar de denominarse de beneficencia, el hombre se disponía a colocarme la tablilla con yeso y la venda cuando le advertí que necesitaba lavarme las manos. Todavía conservaba tierra por el impacto en la baldosa. Su actitud me dejo entrever que su mayor interés era lucrar con mi dolor sin importarle que la mano se encontrara sucia. Mi mano derecha iba a quedar atrapada en una tablilla y una venda sin la mínima higiene.

El especialista anotó en una receta los nombres de dos medicamentos, uno para la desinflamación y otro contra el dolor, junto con su apellido y su número de celular, con la indicación de que dentro de cinco días le llamara con la finalidad de atenderme en su consultorio. Lógicamente, la fisura no desaparecería en el lapso de cinco días. El hombre pretendía cobrar otra consulta y la aplicación de una tablilla nueva. Claro que no le llamé. Y lógicamente, en menos de 36 horas, aparecieron los moretones y la mano completa se inflamó, al grado de que la estrechez de la tablilla me lastimó. La retiré y sentí alivio. Ese trabajo tan burdo fue hecho con la intención de que me reportara con el médico para comentarle lo que él ya sabía, la inflamación de la mano era tal que resultaba imposible contenerla en la tablilla.

La buena noticia es que gradualmente me estoy restableciendo. Fue una fortuna que no se hayan fracturado los huesos. Pienso que el hecho de haber practicado atletismo, basquetbol y karate, entre otras disciplinas, fortaleció mis huesos, me dio agilidad y ayudó a que no sufriera un accidente fatal.

Fue una caída absurda, pero bastante dolorosa, cara e incómoda. No obstante, estos días he reflexionado acerca de mi vida inquieta y he llegado a la conclusión de que las aventuras protagonizadas y la práctica de deporte me lastimaron muchas veces, siempre con la suerte de no sufrir fisuras ni fracturas. Eso es extraordinario porque confieso que me he atrevido a pisar más allá de lo que la mayoría denomina normal y he salido ileso.

La gente que me conoce, me considera hombre de escritorio. Imaginan que durante las noches y mis horas ociosas e informales me dedico al arte, a escribir mis obras literarias.. Y no se equivocan porque realmente me dedico al arte, más allá de mis silencios y mis actividades y responsabilidades cotidianas. Saben, igualmente, que me caracteriza una personalidad hermética, a pesar de que me encanta conversar con las personas que me dedican su atención. Admito, también, que no soy adicto a vicios ni me agradan la estulticia ni la superficialidad; pero al parecer no caigo tan bien en ciertos sectores donde parezco  extraño y diferente.

Reducido número de personas saben que toda mi vida me he dedicado a la aventura. Desde la infancia, cada semana planeábamos, en casa, los paseos familiares de los domingos, independientemente de que los sábados estaban reservados, en gran parte, a escalar cerros, ingresar a cuevas, descender barrancos y explorar parajes naturales.

Más tarde, en la adolescencia, ingresé a los Boy Scouts, agrupación que me dio oportunidad de practicar el Escultismo y participar en paseos, excursiones y campamentos. Había que competir y aprender a sobrevivir una noche, entre abetos, al lado de un río y ante los rumores del bosque e incontables luceros en la pinacoteca celeste.

Durante los años de adolescencia y juventud, practiqué karate. Tomé muy en serio mi formación en las artes marciales. Mi entrenamiento fue intenso. Esta disciplina la desarrollé junto con el atletismo, específicamente en los 10 mil metros planos.

Varios años jugué basquetbol, pero el atletismo me apasionó. Encontré un ritmo que no me cansaba y sí, en cambio, agotaba a mis competidores. Todos los días corría 10 kilómetros. Tuve un entrenador pésimo y me independicé, a pesar de correr en la pista universitaria.

Como periodista, dediqué varios años a realizar reportajes turísticos. Cada semana viajaba a diferentes lugares, especialmente a los que las autoridades en materia turística no promovían, y recorrí montañas, barrancos, desiertos, llanuras, bosques, maleza y litorales. Viví la aventura en su máxima intensidad.

Soy arista y escritor, es cierto; pero además, en el lapso de mi existencia, he desempeñado diversas actividades. No obstante, la aventura siempre ha sido mi fiel compañera. En ocasiones no sé si los personajes de mis novelas o yo hemos vivido mayor número de historias inesperadas. Sé, verbigracia, lo que es andar en la selva y que de pronto se registre una tormenta, y he vivido las experiencias de encontrarme en parajes pletóricos de arácnidos y serpientes y de caer al mar, lejos de la playa, entre los pliegues de las olas saladas.

Increíble, tantas aventuras, una historia tan intensa, capítulos interminables, y siempre resulté ileso, a pesar de los rasguños y golpes inherentes. No niego que me lastimé innumerables ocasiones y hasta un animal me abrió el tejido de la piel, en el cuello, por citar algunos ejemplos. Podría escribir un libro sobre mis vivencias como aventurero. Necesitaba experimentarlo y medirme. Y lo hice. Me atreví.

Obviamente, confío en que aún tengo que protagonizar gran cantidad de historias, y cómo me encantaría llegar completo y no fragmentado ni en pedazos al final de la travesía existencial; sin embargo, mi caída fue absurda, en el sitio que parecía más seguro, en el centro histórico de una ciudad que presume su origen y está rota, herida en sus paredes y su suelo, como yo, en un descuido, quedé con una fisura de la que no me he repuesto y que, en su momento, provocó júbilo y estimuló la ambición de un especialista deshonesto.

Estas tardes desoladas y grises, cuando el viento invernal sonroja mis mejillas, mientras camino por la calzada arbolada, reflexiono y busco la inspiración, me visita el dolor que se hospeda en mi mano derecha durante la noche y me recuerda que uno, en cualquier lugar y momento, puede transformarse en guiñapo, en muñeco quebrantado, escenario que me motiva a sonreír y ser dichoso cada instante.

La vida es breve y todos los seres merecemos experimentarla con dignidad y plenamente. Muchos trazan objetivos, metas, anhelos y retos, y olvidan, por cierto, disfrutar los encantos del viaje, los momentos irrepetibles del trayecto. Esta caída me ha recordado que somos frágiles y que lo mejor de la existencia se encuentra en nuestro interior y con nosotros, en la gente que amamos, en lo que nos apasiona, en el bien que se puede hacer para alegría propia y felicidad de los demás. Al tropezar, he tenido tiempo de reflexionar y decidir la caminata en una senda más luz y menos sombras.

Y sí, fue una caída de la que me estoy reponiendo, molesta y onerosa, con espacio suficiente para meditar y renovarme porque no me gustaría llegar al final de mi viaje existencial en condiciones deplorables, con faltantes, incompleto, con pedazos de mí y remembranzas tristes de mis fragmentos. Quiero llegar entero en todos los aspectos. Sí, fue una caída, un simple tropiezo, con una fisura como resultado.

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Mientras Dios pintaba el cielo

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

De otra manera, no me explicaría tu origen, encanto  e historia…

Una mañana, mientras Dios deslizaba los pinceles sobre el lienzo celeste, derramó pintura en la caja de cristal donde reposaba una de las esculturas de su predilección. Era una patinadora con cara de niña y mirada de espejo. Sonrió al notar que los colores escurrían en el cabello, los ojos, la boca, el rostro, las manos y el resto del cuerpo, hasta cubrirlo todo y definir rasgos delicados y suaves, con tanto parecido al modelo femenino y sutil que concibió durante sus horas de entrega e inspiración, que decidió colocar polvo de estrellas en sus manos y soplar con la idea de dispersarlo e impregnar la figura con su fragancia. La arcilla recibió la esencia y se hizo el milagro de la vida, al mismo tiempo que brotó la primera flor en el mundo, se escuchó el rumor de la creación en el universo y surgieron los ríos, las cascadas y los océanos etéreos y materiales. De aquella mezcla de tonalidades -fórmula mágica de un paraíso que se intuye comienza en uno y se extiende hasta el infinito-, Dios formó tu imagen. Pronunció tu nombre y despertaste de aquel sueño maravilloso. Llegaste de un mundo prodigioso de burbujas, juegos e ilusiones. Te consintió desde el principio, hasta que un día, parece, escuchó susurros lejanos, palabras de niño, adolescente, joven, hombre maduro y anciano, emitidas todas desde diferentes planos y tiempos, que le suplicaban un amor, una musa y un ángel, una dama y una mujer, un tú y un yo. Era mi voz, mi lenguaje de ayer, hoy y mañana que lo conmovió. Se trataba de mi petición cotidiana, mi anhelo, mi sueño, mi oración. Me escuchó y creo, también, leyó los poemas que desde entonces escribía para ti al imaginarte y sentirte en mí, poemas que se convirtieron en hondos suspiros, en dibujos, en pinturas, en acordes musicales. Convencí a Dios y decretó, en consecuencia, que coincidiéramos en algún camino de este mundo, a una hora insospechada, igual que en las historias de enamorados, con el objetivo de compartir auroras y ocasos, reír mucho y que tu biografía y la mía pulsen en el oleaje incansable, en las nubes peregrinas, en los luceros que cuelgan en la pinacoteca nocturna, en las hojas que mece el viento, en las gotas de lluvia, en los pétalos. Y mira, ahora paseamos juntos por el mundo y ya planeamos viajar a otros planos, a fronteras distantes, donde la vida y el amor son manantial inagotable. Traes contigo el recuerdo de aquellas horas, en la buhardilla de Dios, en su taller de artista, y quizá sea el motivo por el que al abrazarte desde la profundidad y el silencio de nuestras almas, y besarte con ternura idílica, perciba la fragancia y el sabor del cielo.

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Es simple…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Simplemente, una declaración de amor…

Es simple. Deseo un amor para compartir una historia de horas, días o años en el mundo -conservo el encanto de desconocer la vigencia de mi vida terrena-, y prolongarla, si acaso es posible, a planos recónditos, a rutas insospechadas, a paraísos infinitos, a zonas de silencio y de rumores bellos y prodigiosos. Es sencillo. Busco una musa con tu nombre y tus apellidos, con tu edad y tus ojos, con tu voz y tus manos, con tu historia y tu estatura. Es fácil. Mi idea es impregnar tu mirada, tus labios y tu rostro con las palabras y los sentimientos que reservé para ti al intuir que un día, en algún lugar, te encontraría. No es complicado. Mi objetivo es mirarte, reconocerme en ti, confesarte mis insondables secretos y pactar la promesa de días y noches felices entre flores y estrellas, sumergidos en el encanto de un amor sin final. Es factible. Mi proyecto consiste en hacer de ti un mí y de yo un tú, sin perder identidad ni libertad porque el amor no es contrato ni prisión. Es asequible. Mi intención es percibir tu fragancia, platicar contigo en una banca, contabilizar estrellas y soñar y vivir. Es posible. Mi plan es deletrear tu nombre en un poema, dejar constancia de tu risa de niña y tus pestañas de muñeca linda, jugar a la vida y al amor. Es viable. Mi interés se concentra en ti, en un romance de ensueño, como los idilios de antaño, cuando los latidos de un corazón eran los del otro al coincidir las miradas, al recibir una carta o una tarjeta, al tomarse las manos, al imaginar una historia juntos y tratar de vivirla. Es realizable. Quiero sentir, pensar, escribir, hablar y protagonizar un «te amo» cuando estás conmigo y también si por alguna razón te encuentras ausente unos minutos o unas horas, como si se tratara de la fórmula mágica para eternizar el perfume de un romance irrepetible. Es sencillo. Se trata de que ocupes el mejor espacio en mi biografía y yo en la tuya, y si pregunto de improviso si ya dije que te amo, entiendas que mi interrogante es afirmación y que las palabras, vertidas en un poema infinito, son embarcaciones que navegan hacia una orilla de sueños, realidades, alegría e ilusiones. Es claro. Eres el nombre y el rostro que soñé,, la esencia y la arcilla que sentí, el perfume y el color que percibí. Es simple. Te amo.

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Mis amigos y compañeros blogueros

500 seguidoresSantiago Galicia Rojon Serrallonga

No es el número. Las cifras son frías e indiferentes. Es la gente que está representada. hombres y mujeres de diferentes creencias, nacionalidades, razas y edades, dispersos en los cinco continentes del mundo, con sus biografías e historias, sus sueños y realidades, sus anhelos y vivencias, sus alegrías y tristezas. Se trata de blogueros que igual que yo, comparten fragmentos de sus existencias y de lo que les apasiona. Unos somos escritores y poetas; otros, pintores, músicos y escultores; también hay científicos, fotógrafos, viajeros, gastrónomos, académicos y toda clase de personas. Tanto valor tiene quien deleita con un poema como aquella persona que tiene la amabilidad de obsequiar una receta o algo de su vida. Crear un blog y mantenerlo actualizado con publicaciones, no es fácil. No todos se atreven a hacerlo, o ya con el blog, descubren que es complicado atraer la atención de lectores, blogueros y seguidores. Se requieren constancia, dedicación, disciplina, honestidad, paciencia, respeto y trabajo. Un blog, al ser gratuito, tiene limitantes y a diferencia de los portales que tienen mayores ventajas, uno debe ser creativo y original. Hoy quiero agradecer el respaldo de wordpress.com y a los 502 blogueros que hacen favor de seguirme; pero también a los lectores en general, a mis contactos y a los usuarios de las redes sociales, lo que ha dado por resultado que miles de personas de 105 países accedan a los textos que escribo y publico con mucho gusto y cariño para todos. Gracias, amigos blogueros, lectores y contactos de las redes sociales. Su amistad y presencia me estimula a dar lo mejor de mí y cada día escribir con mayor calidad e inspiración. Hoy, wordpress.com hizo favor de enviarme la constancia de que me siguen 500 blogueros, más dos que se acaban de agregar. Todos merecen mi atención, amistad, respeto y admiración. Gracias a todos.

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Rutas de un viajero El anuncio

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Inicialmente, el título del libro era Cartas y estampas de viaje a la provincia de Michoacán, el cual, por cierto, me pareció extenso y poco amigable a la memoria y la lectura. Consideré que la dinámica de la hora contemporánea plantea un nombre menos complejo, más ad hoc a la idiosincrasia de los lectores, y fue así que surgió la idea de titularlo Rutas de un viajero, igual que el programa que hace algunos conduje sobre turismo en la web del portal de noticias Cambio de Michoacán.

La obra, legalmente registrada y protegida por Derechos de Autor, consta de introducción, 207 capítulos, epílogo, dos anexos y bibliografía y hemerografía, que en total representan alrededor de dos millones 200 mil caracteres y aproximadamente ocho mil párrafos, resultado de varios años de viajes ininterrumpidos por la geografía de Michoacán, estado que se localiza al centro-occidente de México.

Evidentemente, redactar artículos y reportajes turísticos es muy distinto a escribir un libro acerca de viajes. Todos los textos que forman parte de Rutas de un viajero, los elaboré y publiqué en El Sol Turístico, suplemento semanal del periódico El Sol de Morelia, sección coleccionable que constaba de ocho a 12 planas, de acuerdo con el contenido publicitario y la extensión del reportaje y la cantidad de fotografías; aunque también los difundí, en su momento, en el diario Cambio de Michoacán, en la revista Azul y Verde y en los portales de noticias Quadratín, venamichoacan.com y enmichoacan.com.

Inicié las publicaciones turísticas en el año 2000 Durante varios años emprendí incontables viajes semanales por Michoacán, una de las entidades mexicanas con mayor riqueza y variedad de climas y paisajes naturales, con gran cantidad de flora y fauna, arqueología, arquitectura de origen colonial, artesanías, folklore, gastronomía, historia, leyendas y tradiciones.

Gradualmente, basado en mis propios artículos y reportajes turísticos, escribí el presente libro que a partir de hoy publicaré paulatinamente en mi blog santiagogaliciarojonserrallonga.wordpress.com, no sin antes anticipar que parte de la información fue obtenida de la tradición oral, cuyas versiones pueden ser diferentes al provenir de diferentes personas o de una generación a otra.

Alguna vez, un periodista mayor que yo intentó aconsejarme al explicar que si me organizaba, dispondría de mucho tiempo para realizar otras actividades, ya que cada semana podría solicitar boletines y fotografías a la Secretaría de Turismo de Michoacán e incluso a las autoridades de los 113 municipios que forman el estado; no obstante, me pareció un argumento demasiado mediocre y fraudulento, de tal manera que tomé la decisión de acudir de frente y puntual a mi cita con los escenarios naturales, históricos y culturales de este lugar del que fui inmigrante y cuyos habitantes siempre me recibieron y trataron con amistad y aprecio.

Preferí vivir aventuras, desentrañar los encantos michoacanos, hundir los pies en el barro, recibir los rasguños de la maleza y la mirada del sol, pernoctar en moradas distantes, caminar durante horas, hablar con otra gente, conocer una raza diferente a la mía, probar sazones de hogares y fogones ajenos a lo que hasta entonces me era tan familiar, escuchar los rumores del viento y los susurros de la noche.

A veces, en la soledad y el silencio, pienso que si escribiera un libro sobre todas las historias que viví durante los viajes semanales, formaría una obra amena e interesante. Viví tantas aventuras como cualquier lector pueda imaginar. La maleza, los ríos, las cuevas, los parajes desérticos, las ruinas, los bosques, los barrancos, las cascadas, los litorales y las montañas no son capítulos de telenovelas ni espacios para que conductores de televisión, ausentes de rasguños y bien maquillados, se luzcan ante espectadores incapaces de leer, aprender y distinguir entre el espectáculo de un maniquí y la realidad. Es grandioso vivir la aventura, pero se requieren fortaleza, empuje y valentía.

Y así, al consumir los días de mi existencia en aventuras intensas en parajes insospechados y desarrollar mi quehacer como artista, escritor y periodista, entre el anhelo de convivir con mi familia y la necesidad urgente de viajar, se me vinieron los años encima. Cuando me percaté de la caminata del tiempo, descubrí que ya portaba una canasta pletórica de historias y vivencias.

Uno de los reporteros gráficos que mayor cantidad de veces me acompañó a aquellas jornadas turísticas, fue un hombre de origen peruano, Luis Vílchez Pella, de quien la vida me dio oportunidad de tratarlo y convertirme en su amigo.

Nosotros explorábamos. Enlodados, cubiertos de tierra, totalmente asoleados y muchas veces con algunas heridas, regresábamos a Morelia, la ciudad donde morábamos, él con sus fotografías y yo con anotaciones. Durante el lapso de cada semana, redactaba el texto sobre los lugares recién visitados, muchos de los cuales ni siquiera eran contemplados por las autoridades estatales en materia turística, acaso por estar más interesadas en el glamour, quizá por falta de seguridad e infraestructura en los sitios, tal vez por burocracia.

Cuando reunimos bastante material y experiencia, mi compañero de viaje y yo solicitamos una cita con el entonces secretario estatal de Turismo con la idea de proponerle la creación de un libro sobre viajes por Michoacán. Definitivamente nos atendió con molestia. Me sometió, por decirlo así, a un examen con preguntas ocurrentes y sin secuencia lógica, en tono más hostil que amigable, las cuales respondí con explicaciones basadas en el estudio, la experiencia y el conocimiento, situación que evidentemente le molestó, hasta que golpeó el escritorio, se incorporó del asiento y pidió que le presentara por escrito mi propuesta para elaborar un libro de viajes por Michoacán.

Esa noche, al salir de su oficina, coincidimos en que el funcionario público no tenía interés en apoyar nuestro proyecto. Hasta pensé que ni siquiera recordaba que en 1992, cuando era gobernador de Michoacán, me entregó un reconocimiento como merecedor del Premio Estatal de Periodismo, en el Género de Columna. A la siguiente semana, presenté la propuesta por escrito. Su asistente la selló y me entregó una copia. El hombre permaneció una década en el cargo, en dos administraciones estatales, y nunca recibí su respuesta.

Años más tarde, cuando el mismo personaje seguía al frente de la misma dependencia, en una segunda gestión gubernamental, solicité otra cita. Yo era, entonces, coordinación de Comunicación Social en el Congreso de Michoacán. Su secretario particular, un hombre joven, déspota e inculto, impidió que hablara con el funcionario, a pesar de que un amigo intervino para que me atendiera.

Me quejé con un amigo que trabajaba en la misma dependencia, también con un cargo público de importancia, quien molesto admitió que ese hombre jamás aprobaría mi propuesta editorial porque tenía compromisos y negocios con otras personas. Más que preservar sitios naturales, difundir la cultura y rescatar leyendas y tradiciones, le interesaban ciertos temas que lógicamente representaban mayores relaciones con personajes internacionales y formaban parte de su proyecto.

Pensé, entonces, que mi obra valía más que los arranques, caprichos e intereses de un hombre acostumbrado a pasar por la función pública como quien viaja en un ferrocarril y baja por unos minutos en cada estación para fumar, aliviar su fatiga, tomar alguna bebida y comer.

No es fácil publicar un libro de viajes con 207 capítulos, pero confieso que algunas editoriales de prestigio a nivel internacional se interesaron en el tema y mostraron, por lo mismo, mayor atención y refinamiento que el funcionario público; sin embargo, mis compromisos aumentaron y me resultó complicado revisar el manuscrito, el cual ha reposado durante varios años.

Evidentemente, como expliqué en párrafos anteriores, los textos iniciales fueron publicados en medios de comunicación como El Sol de Morelia, Azul y Verde, Cambio de Michoacán, Quadratín, venamichoacan.com y enmichoacan.com, entre otros. Posteriormente los adecué para el libro Rutas de un viajero, con el correspondiente registro legal en Derechos de Autor.

Igual que hace tiempo, me encuentro inmerso en una serie de compromisos y proyectos, coyuntura que me estimula a compartir con mis amables lectores, en mi sitio oficial santiagogaliciarojonserrallonga.wordpress.com, parte de los capítulos de Rutas de un viajero, los cuales publicaré gradualmente.

Cuando haya fotografías sobre el tema, proporcionaré el enlace correspondiente. Estos textos, como todos los que publico, se encuentran registrados y totalmente protegidos por la ley.

Deseo que me acompañen y disfruten el paseo a otros pueblos y sitios de Michoacán. Les compartiré la policromía, los sabores, las fragancias y los rumores de cada lugar, con su historia y su belleza.

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