Entre opuestos

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Evitemos el miedo, el caos y la manipulación. Esto es abominable y perverso: ¿pretendes ejercer control absoluto? Divide, confunde, desinforma, provoca pánico, debilita y enfrenta. Basta con que alguien pierda el equilibrio para que caiga

Las coincidencias fortalecen y las diferencias complementan y enriquecen a los seres humanos. Las familias, los grupos, las poblaciones y los países que comparten lo esencial -valores, anhelos, integridad, trabajo, justicia, proyectos, dignidad y participación- y respetan la diversidad de ideas y sentimientos, cuentan con mayores condiciones y oportunidades de coexistir en armonía, equilibrio y prosperidad.

Desde hace décadas, la élite que domina al mundo y, por lo mismo, controla y maneja los hilos de sus marionetas serviles y mercenarias -gobiernos, televisión comercial, «artistas» e «intelectuales», políticos y líderes, entre otros-, se ha dedicado a generar diferencias y rivalidades entre los opuestos con la intención de restar y dividir y así ejercer control absoluto y totalitario a nivel global.

Saben que en el mundo existe una magistral y profunda dualidad -día-noche, luz-oscuridad, hombre-mujer, belleza-fealdad, calor-frío, bondad-maldad, virtudes-defectos, caridad-ambición desmedida, conocimiento-ignorancia, opulencia-miseria, realidad-sueños, alegría-tristeza, esperanza-frustración, infancia-ancianidad, orden-caos, valentía-temor- y que al alterar sus componentes y justificar la presencia de ciertos elementos, los seres humanos se acostumbrarán y finalmente, acobardados y débiles, aceptarán realidades que provienen de fórmulas artificiales y orientadas a la confusión y asimilación errónea. La manipulación lleva, forzosamente, al control absoluto.

En consecuencia, la intromisión voluntaria de medios e instrumentos masivos como la televisión y posteriormente el uso negativo de las redes sociales y el internet, superiores a cualquier arma nuclear o pandemia, propiciaron, gradualmente y con cierta intencionalidad, antagonismos entre los opuestos, de manera que les resultaba preciso, para lograrlo, desgarrar a las familias, enfrentar a sus integrantes, dividirlos, ridiculizar y mofarse de los valores hasta convencer a la mayoría de que se trata de fundamentos primitivos e inservibles.

Destruyeron y enfrentaron a las familias, paralelamente con la depredación sus entornos naturales y sociales y la convicción de que el bien, la verdad y los principios del ser estorban para alcanzar la felicidad porque la vida, pregonan, es tan breve que hay que disfrutarla irresponsablemente, bajo un estilo fugaz y estúpido, totalmente materialista y superficial.

Una y otra vez, un día y muchos más, promovieron, a través de sus anuncios comerciales, series, películas, noticieros, telenovelas y demás programas, la dialéctica de los opuestos, hasta criticar, ofender, mofarse, ridiculizar y pisotear a la familia, las instituciones y los valores, y ensalzar, justificar y normalizar la brutalidad, el odio, la violencia, los crímenes, la corrupción, los vicios, la irresponsabilidad, la muerte, las injusticias y los abusos. Y lo peor del asunto es que las familias y las sociedades admitieron a la nodriza televisiva, al padrastro despiadado y refugiado entre las sombras de la era digital, y lo que pudo utilizarse para el bien, el conocimiento y el desarrollo de los seres humanos, salió de las jaulas y mostró sus fauces tan temibles.

A la élite mundial que ambiciona apoderarse de los recursos naturales y minerales del planeta, los negocios y las finanzas redituables, el control absoluto y la voluntad humana, le estorbaban, para conquistar sus fines perversos, la familia, el matrimonio, la escuela, los sentimientos nobles, las creencias y tradiciones, los héroes, la fidelidad y el derecho a la vida, y presentó de manera grotesca a sus sustitutos.

Llegó el momento en que un cantante popular, un personaje público, un futbolista o un actor de telenovela -hombre o mujer-, resultaba más atractivo que la pareja, y se le tenía mayor fidelidad, admiración y respeto que a quien compartía una historia con el sí y el no de la vida.

Convirtieron a las personas en muñecos de plástico, asfalto y petróleo. Convencieron a las mayorías -acaudalados y pobres, académicos y sin preparación escolar- a aspirar a ser maniquíes de aparador y recibir las luces artificiales del momento. Transformaron a la gente en moda pasajera, apariencias, monstruos golosos de bebidas y alimentos, consumidores insaciables. Las personas entendieron que quien no estrenaba perfumes y ropa de marcas de prestigio, automóviles de lujo -claro, aunque se endeudaran parte de sus vidas, simplemente para lucirse y despreciar a los demás, sentirse endiosados por un instante existencial-, viajes costosos y otras banalidades, no valdrían como individuos ni socialmente.

Tal grupúsculo que pasa de abuelos y padres a hijos y nietos, no olvidó que resultaba fundamental vaciar a los seres humanos, arrebatarles sentimientos nobles, capacidad de raciocinio, creatividad, sueños e ilusiones para rellenar sus mentes y corazones de piedras burdas disfrazadas de apariencias deslumbrantes, destellos fugaces, brillos engañosos.

Evidentemente, había naciones que por sus creencias, tradiciones y costumbres centenarias o milenarias, les estorbaban. Cierto, regiones del mundo ricas en hidrocarburos y minerales, cuyos habitantes había que moldear, cubrir de maquillaje, idiotizar y masificar para volverlos consumidores potenciales, cifras, utilidades monetarias, estadísticas.

Los sustitutos han desempeñado un papel estelar para alcanzar tales fines. Inculcaron en las generaciones más jóvenes, odio y resentimiento hacia el concepto de familia, la nobleza de sentimientos, los buenos modales, las acciones responsables, los compromisos serios, los ancianos, la formalidad y la vida. Distorsionaron el sentido natural de la existencia.

El ser humano fue sometido a una metamorfosis brutal y cruel. Los mensajes parecen enfocarse a «siente, goza, disfruta el momento, y si por tus actos irresponsables y ausentes de amor, ideales, proyecto existencial y valores, propicias la formación de un ser humano en ti, en la persona que te sirvió para saciar tus instintos, impídele nacer, intoxícalo, atraviésale el pie para que caiga y muera».

Y si alguien, en tu camino, aparece con ideales y proyecto de vida en común, dispuesto a dar lo mejor de sí, ridiculízalo porque eso ya pasó de moda. Así los han enseñado a sentir, pensar, hablar y actuar. Y claro, en una disfunción total de la vida y la naturaleza, han motivado a que minúsculas aspiren adelantar sus etapas y ser mayúsculas, y al contrario, que mayúsculas incurran en comportamientos de minúsculas, hasta volverse los entes imbéciles e irresponsables del escenario. Lo mismo ocurre con masculino y femenino, con opulento y pobre, con bello y feo, con racional e irracional.

Habría que asomarse a los centros educativos y laborales, a los clubes deportivos y sociales, a los restaurantes, a los foros de televisión y a la mayoría de los ambientes humanos, para comprobar que más allá de que la gente haya obtenido títulos universitarios o simplemente apenas sepa leer y escribir o ni eso, y sin importar abundancia material o miseria, la mayoría ha sido procesada y actúa de manera similar, desde luego con la única diferencia en el estilo, y da pena contemplar a millones de seres tan sumidos en la mediocridad y con la idea de que son dueños absolutos de la libertad y la verdad.

Cuando era niño, mi padre solía aconsejarme sabiamente y explicaba que si desnudábamos a un ser humano, es decir si le quitábamos ropa y perfumes elegantes, maquillaje, alhajas, títulos académicos, residencias, automóviles de lujo, yates, viajes al mundo, membresías de clubes, poder, negocios, cargos púbicos, cuentas bancarias y dinero, y los colocáramos en situaciones totalmente adversas y terribles, descubriríamos ante nosotros, en amplio porcentaje, personas -hombres y mueres- totalmente endebles, burdas, primarias, ignorantes, crueles, acobardadas e incapaces de trascender. Me parecían enseñanzas atrevidas y fuertes, pero ahora entiendo que tenía razón, y lo hacía con respeto y la idea de que yo, su hijo, aprendiera a no deslumbrarme con los destellos de las apariencias.

Hoy, en el año 2020, cuando los seres humanos creímos que éramos eje del universo y dueños del mundo y la vida, recibimos una lección demasiado severa, impuesta por nosotros mismos y comandada por la élite despiadada y poderosa. Obviamente, el coronavirus, denominado Covid-19, fue alterado en diferentes laboratorios y cultivado en sitios estratégicos para exterminar a parte de la humanidad, aterrorizarla, destrozar economías, debilitar a la gente y apoderarse de sus voluntades, destino y vidas. Fragmentaron y propiciaron el odio y el enfrentamiento entre la mayoría, los vaciaron, e incluso a cierto porcentaje robaron inteligencia, sentimientos, proyectos existenciales, sueños, creatividad, anhelos, iniciativa e ilusiones  para sustituirlos por superficialidades estúpidas y pasajeras.

Por medio de la complicidad de las organizaciones mundiales a su servicio -lo mismo financieras que de salud o «humanitarias»- y de sus incondicionales servidores y mercenarios que se encuentran en diferentes gobiernos y medios de comunicación. incluido el internet, difunden una bacteria mortal, un virus más sanguinario que la denominada pandemia, llamado miedo.

Dueños de familias divididas y enfrentadas, ausentes de valores y proyectos en común, desgarradas y totalmente confundidas y manipuladas, todos los días les inyectan dosis de miedo con la idea de exterminar a incontables seres humanos, confundirlos, acobardarlos y someterlos a sus caprichos, ambición e intereses.

Es momento oportuno para invitar a todas las familias, en el mundo, a la reflexión, a regalarse la oportunidad de la reconciliación, el fortalecimiento, la armonía, el amor y la reconstrucción, y a no temer porque cuando una sociedad está blindada y se une en torno a un proyecto común, los poderosos lloran, tiemblan y caen.

Hay que levantar el pesado cortinaje que con perversidad han impuesto quienes pretenden apoderarse del planeta y sus habitantes. Es ahora cuando todas las familias del mundo deben fundirse en un grupo sólido, rescatar valores y no temer, exigir a muchos de los gobiernos, medios de comunicación, academia, comunidad científica, intelectuales y líderes políticos, sociales y religiosos que renuncien a su cobardía, engaño y mediocridad, y hablen con la verdad y exijan a los responsables de esta catástrofe mundial renuncien a sus ensayos y guerra.

Resulta primordial mantener y respetar las medidas y los protocolos de seguridad sanitaria, pero es perentorio evitar que traten a la humanidad como reclusa a la que se le inyectan dosis de miedo, se le confunde, se le divide y se le debilita. Despierten las familias, los individuos, los grupos, y háganlo extensivo a sus parientes, amigos, vecinos y compañeros. El mundo necesita fortalecerse y cerrar puertas y ventanas al miedo, al pánico que tiene mayor poder destructivo que una epidemia creada y dispersa con intenciones mortales por un grupo minúsculo que ejerce el control y dominio mundial.

Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright

6 comentarios en “Entre opuestos

  1. Bravo, Escritor. Ese coraje es el que se requiere tener…así, en macro. Coincido totalmente con usted sobre todo en el contexto por demás realista y doloroso que bien describe como camino a la formación del ser humano actual.
    Sacudirse el miedo que se inyecta como bombardeo masivo.

    Le gusta a 3 personas

  2. Un texto que expone la verdad que estamos viviendo. Cruda y fría. Somos víctimas de la elite. Nos dejamos arrastrar. Es tiempo de reaccionar, de demandar.
    Otro aspecto que se podría incluir aquí es la alimentación. La falta de higiene, de control de calidad y el uso no solo de insecticidas, pero también de químicos nos han vuelto una generación de enfermos y por eso de clientes de hospitales públicos y privados. No viviremos tanto y tan bien como nuestros padres.

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario