Santiago Galicia Rojon Serrallonga
La vida es, quizá, una flor que nace un día, a cierta hora y en determinado paraje, y posteriormente, en algún momento, perece irremediablemente. Y si hay flores encantadoras, pero de triste e ingrato recuerdo por su petulancia, existen otras que exhalan las fragancias del paraíso y son tan bellas, sublimes y etéreas que parecen sustraídas de los jardines del cielo.
Así era Irina Viktorovna Styablina, una mujer distinguida y extraordinaria, de esas personas que no se olvidan porque dejan huellas durante sus vidas, acaso por su estilo y sus detalles, probablemente por su amabilidad y sus sentimientos, quizá por su inteligencia y su interés en ayudar a aquellos que se acercaban a ella, tal vez por tratarse de seres humanos que excursionan a nuestro lado y al caminar, trazan senderos, rutas, itinerarios, para que uno los siga y descubra, finalmente, la luz del amor, los sentimientos y la sabiduría.
Nació en la década de los 60, en el inolvidable siglo XX -el 2 de marzo de 1964, si hay que ser exactos-, y su infancia, juventud y madurez transcurrieron apacibles en Tambov, ciudad rusa fundada en 1636, por Roman Boborykin, en respaldo al Gran Principado de Moscú, y siempre, desde muy pequeña, mostró un carácter agradable y dulce.
Mezclaba sus juegos, ilusiones y sueños infantiles con las tareas escolares, y así transcurrieron los días, los meses, los años, hasta que en algún instante de su existencia, se graduó en el Tambov College of Trade, en la especialidad de Comida Pública y Servicio, y su profesión fue la de chef pastelero.
No obstante, su amor y pasión por los libros fue superior a la repostería, y así llegó hasta la Biblioteca A. S. Pushkin. Al coincidir con lo que tanto deseaba, con los libros y su sabiduría impresa en tantas páginas, se integró a la facultad de la misma, perteneciente a la rama de Tambov, del Instituto Estatal de Cultura de Moscú, donde laboró, inicialmente, en el Departamento de Bibliografía Regional.
Tras unirse a la facultad de la biblioteca, incursionó en el nivel del Departamento Metodológico Superior, en los días de 1986. Fue la época en que Irina demostró su capacidad y talento. De inmediato se distinguió por su profesionalismo y sus habilidades de organización institucional.
Eran días de transformaciones sustanciales en su país. Ella, Irina, continuaba trabajando con responsabilidad, profesionalismo y gentileza. Tras nueve años de haber ingresado a la institución, fue nombrada jefe del Sector en el Departamento de Información y Bibliografía, para posteriormente, en una carrera ascendente, tener bajo su responsabilidad la Unidad Científica y Metodológica.
A partir de 2005, en la aurora del siglo XXI y el tercer milenio de nuestra era, tuvo bajo su control el Departamento de Bibliografía Regional, puesto en el que asombró e impresionó a las autoridades, a sus compañeros y al público lector al demostrar su capacidad y presentar resultados extraordinarios.
Con su claridad intelectual y su habitual sencillez, Irina Viktorovna ofreció e implementó un modelo creativo en la popularización del conocimiento regional, a través del estudio y la aplicación de fórmulas innovadoras de trabajo. Se caracterizó, además, por ser una mujer perfeccionista.
Organizó incontables planes y actividades de alta competitividad, hasta que en 2018, dueña de sí misma y con amplia experiencia y trayectoria, presentó el proyecto cultural y educativo «Tambov dictante regional», evento ampliamente reconocido en el ámbito artístico e intelectual.
Fue una mujer culta y sencilla que dedicó los días de su existencia a los libros, al conocimiento, a la organización de actividades intelectuales. No desperdició el tiempo en asuntos baladíes. Sabía que la vida es breve y que, por lo mismo, apenas alcanzan los días y los años para aprender, hacer el bien y ser felices. Lo entendió y lo vivió.
Organizó encuentros intelectuales, lecturas regionales, tardes de autores, presentaciones de libros, labores creativas con paisajes y exposiciones. Parecía inagotable. No existía tregua en su trabajo. Era una mujer incansable. Las ideas fluían en su mente. Los libros le daban, a través de la lectura, sabiduría, conocimiento que aplicó en su vida cotidiana, en los detalles de su existencia, en su educación y en sus valores.
Irina Viktorovna dejó como legado que el amor y la pasión por los libros hacen a la gente más buena y sensible y menos arrogante y superficial. Conoció la riqueza literaria, los tesoros que encierran las páginas interminables de las obras. Y así, como era, elaboró y difundió contenidos informativos en algunas obras -«Returned with Victory… región de Tambov» y «Libro de memoria: Federación Rusa. Región. de Tambov», verbigracia-, y artículos en publicaciones periódicas en medios digitales.
Su conocimiento y experiencia trascendieron los libros y los medios digitales, al grado de escucharse su voz en diferentes programas radiofónicos. Uno de sus ideales era, precisamente, el crecimiento profesional a través de la mejoría de habilidades. Se esforzó en el desarrollo de la capacidad del pensamiento analítico.
Irina heredó lo que sus compañeros, en Rusia, denominan su «biblioteca-bibliográfica creativa», su «monumento hecho a mano». Sin duda, los usuarios de la biblioteca, en Tambov, a quienes trató con amabilidad y profesionalismo, siempre con su rostro sonriente y con el deseo de ayudar, informar y orientar, la extrañarán porque ella, la inolvidable Irina, murió antes de que concluyera junio de 2020.
Se percibe la ausencia de Irina Viktorovna en los espacios y rincones de la Biblioteca Científica Regional de Tambov, pero quedan las huellas de una mujer buena e inteligente que dejó la marca de su amabilidad y sonrisa, los trozos de su cultura y sabiduría, el ejemplo de una vida dedicada al bien, a la evolución humana, al aprendizaje, a la luz. Irina Viktorovna, una mujer de siempre.
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