Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Nuestros encuentros, un día, otro y tantos más, no fueron simples circunstancias ni saludos casuales. Ahora sé que se trata de la coincidencia de Dios y de la fundición de un amor y un poema a cierta hora, cada instante, como parte de un estilo de vida y un destino prodigioso. Es cierto, un amor que trae su fórmula y es esencia y barro, cielo y mundo, vida y sueño, mujer y hombre, tú y yo. Aquellos paseos encantadores, tu sonrisa y la mía, nuestros juegos, las flores que colocaba en tu almohada y los momentos que transcurrieron en casa o en algún sitio especial, hasta cuando mirábamos nuestros reflejos en los cristales de los aparadores, no forman parte de historias rotas y náufragas en la desmemoria; al contrario, integran un álbum, un compendio, una obra, un proyecto, una locura tan feliz como el sentimiento de las burbujas que surgen de los manantiales y las flores al regresar a la vida. Estos meses de nuestras existencias, cada uno en el aislamiento, lejos uno de otro, son barrotes de una celda impuesta ante las sombras de un no sé qué o vestíbulo, quizá, del palacio que espera el retorno de ambos. Se trata, parece, de horas, días, semanas y meses que prueban la consistencia de nuestro amor. Espero sentado en el muelle, callado y solitario, cerca de las piedras de nuestros amaneceres, entre la arena y los pliegues turquesa y jade del océano imperturbable. Aquí se encuentra, desolada, igual que los poemas que escribo y grabo en la playa, la roca donde permanecíamos sentados. Me encuentro aquí, entre silencios y rumores marítimos del viento, y hasta me parece escuchar tu voz y mirar tus travesuras de niña feliz y libre. Espero romper las cadenas, liberar nuestro amor condicionado por una locura humana, y recuperar las páginas en blanco de esta historia tan tuya y mía que escribiremos y protagonizaremos con lo más bello y sublime de nosotros. Te espero en el muelle con un poemario, una bolsa con queso, pan y vino, y una vida -lo que queda de nosotros tras la repetición de los meses de encierro-, una vida capaz de recuperar el tiempo, una vida dispuesta a entregarse al amor y a la felicidad, una vida de encanto, una vida que sea inolvidable, una vida que anticipe la entrada a un cielo interminable, mágico e insospechado. Aquí estoy, en nuestra roca, entre la arena y el mar, con la promesa de mi amor.
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Que bien sabe su publicación en estos momentos de confinamiento, Escritor. Una esperanza de volver a lo anhelado.
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La esperanza, el sueño y la ilusión de reencontrarse con el amor, con el rostro y la esencia que se extraña tanto, con la persona que reserva los mismos sentimientos. Una fecha que se espera y se sueña, Aída.
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En estos tiempos que se viven en el mundo nos llevan individualmente a la recopilación de nuestra vida , a rescatar lo mejor de nosotros mismos, a volver a armarnos como piezas de .rompecabezas y a aferrarnos de algo en nuestra vida para salir adelante con lo aprendido a una nueva vida y a vivir lo que resta hasta que Dios lo dictamine.
Saludos caballero.. Hermoso tu sentir , tu pensar y tu forma de plasmarlo. Me encantó.
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Agradezco tu bello comentario. Y sí, en estos días uno quisiera respirar el viento de la alegría, el ambiente de la vida, la atmósfera del amor.
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El tiempo volará y volveremos a sentir el amor, para brindarlo a los que están con nosotros. Dios nos dará la pauta.
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Siempre tan acertada en tus comentarios y con esa belleza de alma que dejas a quienes te leemos. Muchas gracias, en verdad.
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