Las letras y el idioma no son cascajo

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Las letras y el idioma no son cascajo que se arroja al basurero con otros desperdicios humanos; se trata del lenguaje que descubro en cada expresión, en las voces de la vida, en la manifestación de los sentimientos y la inteligencia, en ti, en mí, en ellos, en nosotros, en ustedes, en todos. Las letras y las palabras son, creo, patinadoras elegantes que trazan en la nieve líneas bellas y finas que expresan lo que uno siente y piensa, los dictados del alma y la mente. Son, parece, resultado de lo que es uno, y, por lo mismo, resaltan la figura de quienes las emplean correctamente, para bien suyo y de los demás, por la evolución que ya llevan consigo, igual que delatan a los burdos y groseros que las mancillan y prefieren un idioma carente de esencia, tan baladí, irracional y fácil como la holgazanería de los gritos, los signos y la distorsión. Una palabra indecente, deformada o abreviada nunca inspirarán sentimientos nobles y amor, y menos consolarán a aquellos que se sienten desolados y requieren, para salvarse del naufragio, consejos y expresiones de aliento. ¿Al morir alguien, un usuario de signos y palabras abreviadas o mutiladas, transmitirá el alivio que necesitan los dolientes? ¿Un enfermo que agoniza, sentirá mejoría con un lenguaje grotesco? Con las letras, enamoradas unas de otras, uno construye poemas e historias inmortales; otras, en tanto, enseñan todas las ciencias; algunas más, en cambio, son puentes para llegar a otros hombres y mujeres, medios para dialogar y navegar, juntos, a destinos grandiosos e insospechados. Enseñan. Aconsejan. Educan. Invitan a vivir. El lenguaje, bien escrito y pronunciado, no es la estridencia de la maquinaria que produce cosas inertes y en serie, ni el ruido del motor de un auto de lujo; es, simplemente, la expresión del cielo y del mundo, de la vida y la muerte, del día y la noche, de lo que somos tú y yo, nosotros, ellos y ustedes. Es, pienso, la voz de Dios y de los seres humanos, la expresión de la vida y el lenguaje de la naturaleza y del universo. Las letras y las palabras, insisto, son algo más trascendente, y las escucho, en armonía y con equilibrio, en el océano, en el viento, en las cascadas, en la lluvia, en los volcanes, en los ríos, en los árboles, en las plantas, en los animales, en la gente. Las letras y las palabras son la expresión de los artistas, de los escritores y poetas, de la gente que anda aquí y allá, a una hora y a otra, con rostros de mujeres y de hombres, y también, estoy seguro, la pasión de Dios que a todo puso voz.

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