Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Y me quedé aquella noche, cuando me descubrí retratado en tu mirada. Supe, entonces, que había encontrado la ruta a mi destino, y ya no fui a la estación del ferrocarril en busca de un asiento en el furgón, ni tampoco al muelle, donde, cuentan, acuden quienes lloran y suspiran, mientras la luna, nostálgica y con sonrisa de columpio, les recuerda antiguos idilios. Agradecí a mi equipaje la compañía de muchos años. Mi fiel acompañante, en verdad. Conservaba, adheridas, las etiquetas de tantas aduanas; pero también, calladamente, nuestros secretos y el aroma de mis perfumes cuando los derramaba, Tendría que olvidar los recorridos nocturnos de una ciudad a otra y en cada pueblo, donde te busqué incontables veces. Entendí que en ti tendría un tú con mucho de mí. Me quedé. Renuncié a mi caminata. Me despedí de mi mochila de trotamundos. Y aquí estoy, contigo, en nuestras vidas y en los sueños, en las mañanas y en las tardes, en las noches y en las madrugadas, tan parecidos al oleaje y a la arena de la playa cuando, libres y plenos, se besan en la aurora y en el ocaso. Aún con aroma a fogatas en medio del bosque de abetos, estaciones y trenes, puertos, tormentas, pueblos, chimeneas y posadas, me quedé y tengo para ti, en cada detalle, una flor, un poema, una sonrisa. Decidí quedarme, acaso sin sospechar que la locura de este amor me empujaría al crisol de las letras, al abecedario, a los sentimientos, a las ideas, con el objetivo de escribir para ti con polvo de estrellas, como lo hacemos los artistas cuando enamoramos de alguien. Dije, al renunciar a otros caminos y destinos, que cubriría los minutos y los días de tu existencia con pétalos de flores, y aquí permanezco, fiel y dichoso por la oportunidad de saberte la musa de mi amor y mis poemas. Al asomar a tu mirada, alguien en ti -tú- me llamó por mi nombre, acarició mi rostro y prometió, a mi lado, jugar y reír, cantar y bailar, saltar y correr, hablar y callar. Ahora sé que cuando uno y otro más, un tú y un yo, coinciden en un rincón del mundo, a cierta hora y en alguna fecha, ya tienen un pedazo de cielo.
A todos mis amigos, contactos, lectores y seguidores, les deseo felices e inolvidables fiestas navideñas. Cuídense mucho, por favor. Y gracias por estar presentes,
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Sublime como todo lo que escribe al amor, Escritor… y es que, me parece, entre millones de personas, una, solo una, identifica y acaricia el alma… ésta le sonríe como señal de comunión.
Dulce Navidad.
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“Y aquí estoy, contigo, en nuestras vidas y en los sueños, en las mañanas y en las tardes, en las noches y en las madrugadas, tan parecidos al oleaje y a la arena de la playa cuando, libres y plenos, se besan en la aurora y en el ocaso.” wao esto me toco! muy bonito!
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Qué amable. Gracias por tu comentario. Lo escribí con mucho gusto y cariño. Qué alegría que te haya gustado. Muchas gracias.
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