SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA
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Y así termina un año más en nuestras vidas, como las botellas y las copas con vino tinto que permanecen abandonadas sobre la mesa tras el brindis, los abrazos, las remembranzas, las felicitaciones y los recuentos, unas pletóricas, otras a la mitad y algunas vacías. Se parecen tanto a los seres humanos. Todo es tan efímero y relativo. El confeti y las serpentinas quedan desolados y se mezclan con los vasos rotos, con las envolturas vacías, con las risas y las lágrimas. Y así se va un año más de nuestras existencias, con las ausencias y las presencias que se tuvieron, los encuentros y los desencuentros, las cargas y las liviandades, las alegrías y las tristezas, las formalidades y las ocurrencias. Se pierde y se gana. Se nace y se muere. Unos buscan la felicidad, el placer, la realización y la verdad en el exterior, en cosas que también se desgastan y caducan. Olvidan sumergirse en sí y desentrañar los mensajes ocultos de la vida y expresados en todas las criaturas. Y así se consumen los instantes postreros, los últimos minutos del año peregrino, entre recuerdos y olvidos, balances y proyectos, en un anhelo de vivir más o de morir ya. Y así se retira el año -un año más-, indiferente, y queda menos tiempo de vida, seamos niños o viejos, porque la caducidad es tan real como nuestro temor a la despedida material. Y así avanza el tiempo, intolerante a pausas, dispuesto a seguir su camino, sin tregua, al lado de la vida y la muerte, con aperturas y recortes, con las notas y las pausas que existen en cada detalle, en todos los motivos. Y así terminan las oportunidades de amar, sonreír, hacer el bien, tender puentes, derribar fronteras y dejar huellas, y surgen, si aún se dispone de salud y de vida, otras estaciones, algunos plazos, para llevarlo a cabo y rectificar el itinerario. Y así desfilan los minutos y los días, las semanas y los meses, junto con los rostros y los nombres con apellidos, hasta diluirse y perder significado. No pierdas el tiempo y la vida en asuntos baladíes e intrascendentes, y menos en odios y temores, ni tampoco en crueldades ni en arrebatos. Y así aparece el encanto de aprender que el paseo por la vida, en el mundo, no consiste en enamorarse del odio, la avaricia, el miedo, la ira, las riquezas materiales acumuladas sobre el sufrimiento de otros, la estulticia y las superficialidades que corren por drenajes de apariencia engañosa. La vida no es una moda. Es una aberración dedicarla a una biografía egoísta. Se aprende a vivir. Cada ser humano trae un nivel evolutivo, un proceso, una razón. Y así se va la vida, tomada de la mano del tiempo, y quedan espinas y veneno en aquellos que cambiaron las amabilidades y las sonrisas por rostros desencajados e irascibles. Y así se acaban los capítulos de la existencia. Acéptate, aprende a reconciliarte y a perdonar tus errores y fracasos. No sufras por lo que ya se extinguió, por lo que no tiene porvenir, ni por lo que aún no llega a ti. Y una vez que te sientas libre, regálate un abrazo desde las profundidades de tu ser. Abrázate con amor y sinceridad. No abraces a otros sin antes hacerlo contigo mismo. Y así escapan el sí y el no de la vida, mientras el cunero de madera o de metal cambia sus rasgos y se vuelve lápida. Abraza y saluda a la gente -a tu familia, a tus amigos, a tus compañeros, a todos- y dile cuánto la amas. Que tu sonrisa refleje la alegría, el equilibrio, la paz, los sentimientos y la armonía de tu interior. Y así llega la madrugada y pronto amanece con otra fecha. Ya es otro año, un año que inicia y que también dará el último suspiro. Cierra el telón del año que se apaga y reinicia la obra con el que enciende su flama. No olvides agradecer tantos beneficios. Realiza un balance de tu existencia y planéala mejor. Recuerda, además, que la mudanza de un año a otro solo es una cifra para organizar tu vida y tus estaciones. Las fechas carecen de atributos mágicos para llevarse los problemas y dispersar cosas buenas. Los estados de ánimo, la decisión del cambio, la determinación de evolucionar, surgen del interior. Y así transcurren los años, hasta que uno ya no despierta más en este mundo de amaneceres y anocheceres. No esperes, como tanta gente, a que tu vida finalice para lamentar y llorar por lo bueno que pudiste hacer y no llevaste a cabo. Vive en el bien y en la verdad. Ámate. Ama a tu familia, a todas las expresiones vivas y yertas que coexisten en el mundo. Y así, en un furgón, escapan los colores y los perfumes de la vida y el tiempo. Prepara, a través de tus sentimientos, tu raciocinio, tus palabras y tus actos, el camino de regreso a casa, el retorno al hogar infinito, el reencuentro con la luz que irradia desde tu ser y forma parte de una fuente inagotable de vida. Y así concluye el tiempo y se va la vida, en el mundo.
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