El poema de los minutos y de las horas

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright

Los minutos y las horas son palabras silenciosas, péndulos que columpian pedazos de vida, lenguaje y susurros de engranajes y de maquinaria que trabajan de día y de noche, poemas que el tiempo escribe cuando se siente inspirado. Los instantes, cuando callan, dicen tanto; los momentos, al hablar, suelen ocultarse. Los segundos guardan tantos mensajes. El tiempo es un libro que uno aprende a leer cotidianamente con la idea de no extraviarse y seguir un camino, una ruta. Los minutos que otros desdeñan y malbaratan, algunos los transforman en puentes y sendas para transitar al otro extremo, a la orilla donde finaliza la temporalidad y empieza el infinito. El tiempo es un canto que escucho siempre, aunque unos y otros, por modernidad, pretendan suprimir sus manecillas infatigables. El tiempo, dicen, marca huellas en los rostros, en la piel, en la textura de las flores, en los helechos y en la arena de los desiertos y de las playas; pero nada de eso sigo yo, un artista de las letras, rebelde, porque me gusta más escucharlo, percibirlo, sentir sus caricias junto con el viento, e interpretar sus sigilos y sus rumores, oír sus enseñanzas. Cada instante es un poema, notas de un concierto magistral, luces y sombras, trozos de vida.

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