SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA
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Éramos increíbles, grandiosos y sorprendentes. En la niñez, adolescencia y juventud, aprendimos a enfrentar y solucionar adversidades, obstáculos y problemas. Nos enseñaron a no darnos por vencidos, a observar y a analizar, a insistir, a luchar, a intentar una y otra vez. Y así nos forjamos. Supimos esperar. Entendimos que todo tiene una razón, un sentido, una encomienda. Si deseábamos saber más acerca de un tema, debíamos trasladarnos a una biblioteca o con la gente que conocía, investigar, preguntar, escudriñar, porque no existían sistemas ni aparatos que llevaran a la gente, como ahora, a toda clase de información. Hasta llamar por teléfono, desde la calle, implicaba buscar una caseta pública, esperar en la fila y depositar la moneda correcta. Y si, por algún motivo, no prendía el motor del automóvil, aunque fuera nuevo, lo empujábamos y lo hacíamos arrancar. Sabíamos desarmar una bicicleta y reparar la ponchadura de llanta de un vehículo. No éramos tan frágiles como los adornos de cristal y porcelana que, al caer al suelo, se fracturan o se despedazan, porque si, por alguna causa, nos sentíamos desgarrados, curábamos nuestras heridas, vencíamos los dolores y seguíamos adelante, y aún así conservábamos los sentimientos nobles, el bien, la verdad, la nobleza, los valores, la razón y los sueños. No culpábamos ni responsabilizábamos a otros de nuestros fracasos, culpas y responsabilidades. Así crecimos, y éramos sorprendentes. Nos respetábamos y también lo hacíamos con nuestras familias, con los ancianos, con los más débiles y con la gente que permanecía alrededor. El malo, el desleal, el deshonesto, el mentiroso, el cruel, eran identificados de inmediato y se les evitaba. La gente buena no trataba de normalizar los temas negativos. A veces, hasta con un alambre reparábamos las cosas. Nos gustaba destacar sin lastimar a los demás. Admirar la bóveda celeste, pletórica de estrellas, o escuchar el murmullo de las cascadas, de los ríos y del viento, al acariciar, en el bosque o en los jardines, las frondas de los árboles, enriquecía nuestras existencias. Sabíamos que las superficialidades eran eso, cáscaras que un día, a cualquier hora, se descomponen. Las cosas pasajeras tenían su utilidad y si vigencia, pero no se les idolatraba. Sabíamos divertirnos y claro que nos encantaba lo que estaba de moda; pero teníamos muy claro lo que deseábamos en la vida. No llorábamos ni escandalizábamos, ni tampoco sentíamos estar rotos, por el simple hecho de suponer que las palabras nos excluían ni porque alguien opinara contrario a nosotos. Hacíamos que las cosas funcionaran. Realmente, lo admito y lo confieso, fuimos asombrosos e irrepetibles.
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Santiago muy acertado tu mensaje, que mal se a educado a las nuevas generaciones donde todo es el no lo ballan a traumar , nosotros teniamos otra mentalidad,y fuimos felices de verdad.
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Reblogueó esto en Ned Hamson's Second Line View of the Newsy comentado:
In my dreams, I am 23 learning, testing and exploring, even though I just reached 78 – smile.
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Pues mira, sin querer ser vanidosa… ni querer parecer presumida… Yo también lo creo! Últimamente veo muchos videos de esos graciosos que muestran la diferencia entre los nacidos en los 70 y 80 y los nacidos en los años 90 y 2000…y la diferencia es palpable! Hemos creados generaciones de gente que se frusta ante el primer batacazo, que no está acostumbrada a enfrentarse a la adversidad… en resumen ; una generación muy débil e individualista donde los valores com el esfuerzo o la solidaridad parecen haber pasado de moda.Desde mi punto de vista; una pena! Un abrazo desde Galicia 🙂
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You touch on issues of real concern, Santiago. Some things come too easy to today’s youth. But you may, also, be looking at the past through rose colored glasses. In our day, McCarthyism was a plague, and the Civil Rights Movement had barely begun. In our parents’ day, many fell prey to fascism and Nazism. Each generation has its challenges.
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I don’t think He is talking about that, obviously every moment of history has had good and bad things… but no one doubts that the young people of this time have been super protected, so much care has been taken not to traumatize them that they are a generation weak, easily frustrated. It’s ridiculous to see how parents admire their children and idolize them… they don’t realize that to be a hotel manager you first have to be a bellman.
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Tienes razón Santiago somos una generación que tuvo que aprender muchas cosas, adaptarse y a no darnos por vencidos y aun así a no perder nuestros valores y a creer . Gracias a luchar y al trabajo tenemos cicatrices pero aun así sabemos trabajar y salir adelante. Saludos
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