Santiago Galicia Rojon Serrallonga
La vida es tan breve, que apenas alcanza para reír o llorar, amar u odiar, dar de sí o arrebatar, hacer el bien o causar daño, evolucionar y trascender o resbalar y hundirse. Los instantes, los minutos, los días, los años, fascinados en su engranaje y en el péndulo que los columpia, se van sin despedirse, ausentes de sentimentalismos. Solo quedan juventudes disueltas en recuerdos y nostalgias, belleza marchita, huellas a destinos grandiosos y a rutas mediocres e insanas. Cuando la gente despierta, ya transcurrieron la mañana, el mediodía y la tarde, y la noche se instala en un campamento que le arrebatará la madrugada. El agua que fluye en las corrientes de los ríos, es cristalina; la que se distrae en las orillas, tiende a estancarse y a ser pestilente. Nadie pierda los momentos en superficialidades, maldad y estulticia. Amanece y de pronto, al asomar por la ventana, las sombras nocturnas cubren el jardín. Vivan. Amen. Sean felices. Toleren. Rían. Respeten. Vuelen dignos, libres, plenos, en armonía y con equilibrio, hacia horizontes superiores. Hagan de ustedes, seres cautivantes, extraordinarios e inolvidables. La vida, en el mundo, es breve.
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