Del poema

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Del poema, una vez escrito con tanta inspiración y entrega, quizá una mañana nebulosa y fría o tal vez una noche estrellada y envuelta en rumores y en silencios, en lluvia o en viento, quedan, parece, hojas rotas, páginas mutiladas, palabras indescifrables que naufragan en los sentimientos y en la memoria, como los pétalos marchitos que no pueden evitar su fatal caída al desprenderse de la flor que una vez se entregó con ilusiones y suspiros. Pétalos que desean permanecer entre las páginas de algún libro o en el rincón sombrío de un baúl, con los recuerdos de sus perfumes, texturas y colores de antaño, acaso con el objetivo de perpetuarse. De los poemas que, alguna vez, el artista escribió con tanto esmero, en ocasiones, al transcurrir los minutos y los años, se conservan los fragmentos de papel con aroma a tinta y, quizá, las emociones, los sueños y los suspiros desvanecidos. Del poema que un día lejano, a una hora no recordada, alguien atesoró, en otra fecha, es posible que se le descubra arrugado e irreconocible, parecido a la textura de las hojas secas que el viento otoñal dispersa en un intento de convertirlo en amnesia. Del poema roto, uno aprende, finalmente, que todo, en el mundo, es pasajero y que, por lo mismo, cada palabra escrita o pronunciada merece explorarse con la intención de experimentarla, sentirla, y evitar que sea un simple intento de vida. Del poema que es compuesto e inspirado y se entrega con esperanza e ilusión.

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El encanto y la magia de escribir

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Si reúno las flores más bellas del jardín, es para que ustedes, al recibirlas, sientan alegría, emoción e ilusiones en algún momento fugaz de sus existencias; si trazo letras, formo palabras y relato historias, es con la idea de que se encuentren en sí, dentro de sus almas y de su memoria, sepan que están vivos y que la inmortalidad, con sus regalos, comienza en cada uno. Santiago Galicia Rojon Serrallonga

El encanto y la magia de escribir consisten en que el artista atrae las letras y propicia que se enamoren unas de otras, hasta formar palabras, textos, historias que comparten pedazos de vida y ofrecen trozos de paraísos y de infiernos, sentimientos, ideales, pensamientos, realidades y sueños que, de otra manera, resultaría complicado explicar a los lectores, y, a veces, darles un sentido.

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Las horas que pasan mientras trazo mis letras

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Una, otra e incontables horas transcurren, acaso sin darme cuenta de que los instantes, los minutos que pasan, son pedazos de vida que se escapan, mientras escribo mis obras literarias, las letras que son tan mías y regalo como si se tratara de flores perfumadas y multicolores, a veces con deliciosas y suaves texturas, en ocasiones con espinas. Horado en las profundidades de mi ser, me arrastro por los túneles que cavo, hago a un lado la basura rutinaria y las superficialidades que tanto asfixian y estorban, hasta que abro las celdas que, a veces, suelen encarcelar a la imaginación, a los sueños, a la creatividad, a las ideas, a la fantasía. Es así como mis letras se enamoran entre sí y se abrazan en un acto de amor que forma palabras que trazo en las páginas de mis cuadernos, en las hojas de mis libretas, en cualquier papel, en el ordenador, entre sentimientos, delirios, motivos y pensamientos que, finalmente, transmito en un cuento, en una novela, en un relato, en un texto. Creo que parte de la fórmula secreta, en el arte de las letras, es atreverse a narrar una historia, a perder el miedo de contar, a relatar con tal vehemencia que el público, los lectores, sientan y vivan lo que uno escribe.

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Al descubrirme en usted

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Al mirarla un día, otro y muchos más, a cualquier hora -las de la mañana, las de la tarde, las de la noche, las de la madrugada-, me enamoré de usted, prometí amarla siempre y cubrir su vida con flores y poemas. Entendí, al descubrirme en usted, que nunca la engañaría porque nadie, en el amor, se daña a sí mismo; al contrario, a partir de entonces inicia la travesía a los detalles y a los sueños, a las realidades y a las ilusiones. a la compañía y a la felicidad, y no importa que la caminata sea en el mundo o en el paraíso, en el terruño pasajero o en la morada infinita, porque un amor como el que le ofrezco nunca se agota ni muere. Al coincidir con usted, supe, desde la primera vez que la vi, que algún día y a determinada hora, en cierta fecha, podría fijarme en su mirada de espejo, definirme en sus bellas luces y dedicarle mi vida de artista y de ser humano, con todo lo que soy, desde la esencia hasta la arcilla. Al saberla yo y sentirme usted, comprendí que somos uno y otro sin perder identidad, en un pulso mágico y etéreo, que es principio del amor sin final. Al descubrirme en usted, aprendí que el amor es la encomienda, el motivo, el detalle, el secreto, el delirio, la llave a un vergel que inicia en uno y se extiende al infinito. Es, parece, un regalo de la vida, un tesoro que palpita en uno y en la creación incesante, un pedazo de usted y de mí, el abrazo y la sonrisa, indudablemente, de Dios.

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Se empeñan en desnudar al arte, en colocarle atuendos de bufón, en arrancarle su encanto,

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Las manos y los tentáculos de las costumbres, los modelos y las tendencias actuales, convertidos en garras despiadadas, se empeñan en desnudar a las letras, a los textos, y despojarlos de la belleza de sus acentos, de su puntuación, de sus signos y hasta de su sentido, para colocarles atuendos de bufones y dar gusto a la muchedumbre ansiosa de presenciar la agonía, en los anfiteatros y en los patíbulos, de las obras literarias. La estulticia habla sin recato, exhibe su barbarie y su pequeñez, no calla, acaso por su afán de aturdir y envolver al arte, a las palabras que escriben los artistas cuando se inspiran. Se oyen gritos, risotadas, que aquí y allá intentan confundir y desviar a los caminantes, a los lectores, a otros rumbos, a destinos superficiales que nada enseñan ni ofrecen. Persisten la necedad y la pretensión de que la gente, en masculino y en femenino, en mayúsculas y en minúsculas, enamore y se sienta cautivada por la textura, la apariencia, el maquillaje, la arcilla, y sienta repugnancia por la esencia, por la senda interior. La inteligencia artificial -ausente de sentimientos nobles, coqueta, seductora y perversa- intenta amordazar a los autores, a los escritores, con el propósito de imponer sus caprichos, su estilo y sus trampas, sus verdades y sus mentiras, sus planes y sus vocaciones. La televisión y las redes sociales, integrantes de un linaje pútrido, idiotizan a la gente, le arrebatan su creatividad y sus sueños, destruyen cualquier iniciativa de innovación y originalidad, porque su encomienda es, precisamente, perforar cerebros, encarcelar sentimientos, castigar la fantasía y la imaginación. No hay rutas seguras para el arte de las letras porque detrás de los peñascos, en las cimas y en los barrancos, en todo el paisaje, acechan bandoleros crueles que roban, destruyen y violan. Los únicos que salvarán al cuento, a la novela, al relato, al poema, al prodigioso arte de las palabras escritas, serán, innegablemente, los autores y los lectores; de lo contrario, al extinguirse la creatividad, la fantasía, la imaginación, la inspiración, la originalidad y los sueños, morirá una parte esencial del ser humano y todos -hombres y mujeres- serán autómatas insensibles, carentes de sentimientos y de raciocinio, incapaces de volar libre y plenamente por los cielos inconmensurables.

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Escribir es elegir las flores más bellas y cautivantes que, para otros, resultan ordinarias por mirarlas todos los días

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Uno de los secretos del artista de las letras, al escribir sus obras, consiste en transmitir sentimientos, ideales, sueños, reflexiones, fantasías y realidades con las palabras que otros, quizá, usan en su lenguaje cotidiano. Es como elegir las flores más bellas y cautivantes que, para otros, resultan ordinarias por mirarlas todos los días en el jardín. El escritor admira los colores, percibe las fragancias y siente las texturas que muchos no se atreven a explorar. El escritor sensible y talentoso, escudriña en el alfabeto las letras que necesita para expresar sus ideas, igual que el minero busca, en las hendiduras y en las profundidades, las piedras de mayor hermosura y valor; se inspira y localiza, en el diccionario, en la inmensidad del lenguaje, las palabras exactas que, finalmente, darán contenido e identidad a sus cuentos, a sus novelas, a sus relatos, a sus poemas. Así es como el escritor, inmerso en sus delirios, en sus motivos, en sus realidades y en sus sueños, construye sus páginas magistrales que, a veces, llevan al cielo, a la inmortalidad, o al mundo temporal con sus paraísos y sus infiernos.

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Cuando escribo

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Cuando escribo, soy artista, creador, letra, papel, tinta, y, por lo mismo, no pienso en aplausos, cámaras y reflectores, porque, entonces, mis obras serían mercancía para exhibirse en aparadores, apariencia dedicada a lucirse en pasarelas, y no cumplirían su encomienda de dar, ennoblecer y dejar huellas, mensajes y rutas. El público es quien tiene la amabilidad de calificar mis obras. Yo, simplemente, soy un escritor, un artista de las letras, con aroma a tinta y papel, a quien fascina crear novelas, cuentos, historias, relatos. Lo demás, en todo caso, es añadidura. Escribo y lo hago con amor y pasión. Cuando escribo -y siempre-, me sé artista, y es así como pinto estrellas, flores y paraísos que dedico a mis lectores.

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Son flores, caminos, historias

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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La letras y las palabras, cuando uno las escribe con talento, sensibilidad e inspiración, son perfumes que envuelven el ambiente y cautivan al ser y deleitan los sentidos, como un oleaje suave que ondula el viento en un lago que refleja las frondas de los árboles, las nubes rizadas que flotan peregrinas y el azul profundo del cielo.

Al escribir, el artista se encuentra entre el infinito y la temporalidad, lo que equivale, indudablemente, a pasear por los jardines y las moradas de Dios, con todos sus encantos, y a andar por los caminos de un mundo con flores y abrojos, auroras y ocasos, donde el alma abraza y besa a la arcilla en un pacto inquebrantable que rompe barreras y fronteras.

Quien escribe sin máscaras ni disfraces, lejos de la arrogancia y de superficialidades, ausente del calzado que pisotea, preferentemente descalzo o con sandalias, deja huellas indelebles en el camino, en el sendero que lleva a rutas insospechadas. Cada párrafo es una idea, un mundo, una reflexión, una época, una o más vidas.

Uno, al enlazar una, otra y muchas letras más, compone historias, rumbos, ideas, motivos. Las palabras se fusionan, similares a las gotas que surgen de la intimidad del la tierra y se unen a tantas, hasta transformarse en corrientes diáfanas, en cascadas y en ríos de incomparable belleza que invitan a bañarse y a hundir los pies en la arena para sentir el pulso de la creación, los susurros y los silencios de la vida, el canto de la naturaleza.

Escribir es, parece, dispersar las semillas en los surcos, regarlas, permitir que sientan los abrazos, las caricias y los besos de la lluvia, del viento, una mañana soleada, una tarde nublada o una noche estrellada. Es un acto magistral y prodigioso, exclusivo de seres casi etéreos que exploran las rutas del alma y del infinito.

Los textos bien escritos -oh, el encanto y la magia del artista- son flores -orquídeas, buganvilias, margaritas, tulipanes, rosas, nardos, gladiolas, crisantemos, azucenas, dalias- que cautivan, enamoran y regalan detalles y fragancias; matorrales y tallos con espinas, plantas venenosas, como opción para aquellos que renuncian a las texturas; hongos, cortezas, helechos. Cada palabra lleva consigo un regalo, una sorpresa, un detalle, una razón, un sentido.

Al contemplar tanta belleza, en el arte de las letras, siento y pienso, definitivamente, que, al escribir, dejo pedazos de mí en las hojas de los cuadernos, en los equipos, aquí y allá, para constancia de mi entrada a paraísos etéreos e infinitos y mi paso por el mundo. Quiero que la gente que amo reciba mis letras como prueba de nuestra unión dentro de la inmortalidad; pero también quiero que otros, mis lectores, descubran en cada página un camino, un rumbo, un destino.

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La tinta

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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La tinta que derramo sobre las páginas del cuaderno, son letras enamoradas unas de otras, palabras que, a veces, expresan tanto, y, en ocasiones, callan porque esconden sus íntimos secretos entre líneas. La tinta que utilizo, al escribir, se convierte en huellas que los caminantes siguen un día y otros más con el objetivo de descubrir sentimientos, ideales, sueños, experiencias y pensamientos. La tinta que se vuelve trazo e idea, es, simplemente, una alternativa, una propuesta, un sendero, una ruta a otras fronteras, a escenarios enriquecedores e insospechados que reciben al alma con abrazos. La tinta que plasmo en las hojas de papel -mi perfume, mi deleite-, reúne mis motivos, mi encomienda, mis pasiones, mi ministerio, y se traslada, gradualmente, a un plano digital que, sin duda -y así lo espero-, no omitirá puntuaciones, y menos suprimirá ideas y quimeras, porque, de ser así, las palabras se rebelarían para destrozar cadenas, patíbulos y barrotes, y volar hacia la libertad. Las letras y las palabras que hoy escribo en el papel que aún queda aquí y allá, en el mundo, y que más tarde publico y difundo en el plano digital, son leales y forman historias, campos floridos, sendas a destinos mágicos e irrenunciables. La tinta que se transforma en letras y en palabras, es mi esencia, mi sangre, mi nombre, mi linaje, mi perfume. La tinta fragante es la misma con la que intento diseñar y construir un vergel en cada página desértica. Es la tinta de mis letras.

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Un artista de las letras, un escritor

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Eres artista de las letras cuando, en el sendero de tu vida, ya no te concibes sin escribir y sabes que se trata de tu encomienda, tu motivo, tu delirio, tu locura, tu pasión, tu destino. Cuando las letras y las palabras son tu inspiración y las conviertes en poemas, cuentos, novelas y relatos, en una producción creativa genuina, sin copias de obras ajenas ni plagios a otros autores, eres, en verdad, un escritor. Un día aprendes que ser artista no consiste en apariencias ni en poses, quizá porque el escritor no es maniquí que espera aplausos, luces y proyectores, ni tampoco vendedor de baratijas ni mercenario de obras, y menos bufón o político en busca de seguidores; es, ante todo, un creador, un ser que trae consigo la fórmula de la inmortalidad, una criatura que expresa, sin duda, sentimientos, ideales, sensaciones, experiencias, situaciones y pensamientos que difícilmente podrían experimentarse o vivirse al mismo tiempo. Sus líneas contienen enseñanza profunda. Y lo mismo, en una sola existencia, el autor es intelectual, aventurero, viajero y protagonista de incontables historias. Nace, muere, viaja, conquista, se deleita, sufre, ríe, llora, ama, vuela, se arrastra, investiga, reflexiona, enloquece y muestra todas las alternativas humanas. Es personaje multifacética y presenta, en las letras, en las palabras, la experiencia humana y la trama de la vida. Hasta parece que, más allá de las musas, es Dios quien lo envuelve e inspira para que transmita el arte que viene de las profundidades del alma. Es, el artista de las letras, mensajero de todo. Inagotable, escribe cuentos, poemas, relatos, novelas, textos, que, indiscutiblemente, tocan a la puerta de los sentimientos y de las ideas. Tú ya sabes que el escritor, como todo artista, consagra los minutos y los años de su existencia a su encomienda, a la creación, a sustituir los espacios vacíos, en las páginas, con letras y palabras, y ese ministerio, nadie lo duda, exige creatividad, talento, disciplina, entrega, trabajo, dedicación, originalidad, conocimiento de la vida y de la muerte en todas sus facetas, distinción entre la realidad y la fantasía. El escritor es un mago, un profeta, un maestro. No solo se trata de sentirse inspirado; hay que ensayar todos los días y escribir a cualquier hora, en la soledad o entre la multitud. Las ideas pueden anclar y desembarcar en la mañana, a mediodía, en la tarde, en la noche o en la madrugada, a cualquuer hora, mientras duermes, realizas tus tareas, estás en la regadera o paseas, y hay que anotarlas. El arte de escribir no es por una época. El arte, cuando es auténtico, desconoce pago de horas extras, apetitos y otras distracciones; es muy celoso y abandona si quien le es infiel, lo condiciona o lo mide. A diferencia de otras actividades, la creación artística, la producción de obras literarias, no dispone de vacaciones ni planea jubilarse. Es un estilo de vida. Por eso, resulta un quehacer muy complicado para aquellos que se sienten atraídos por su misteriosa vocación y se distraen o lo consideran juego y fantasía. La labor de escribir no es una carrera desbocada; es arte, algo que tiene un valor intrínseco y no se compara con los tesoros materiales más preciados por los seres humanos. El cuento, la poesía, el relato y la novela, cuando son auténticos, traen la voz de la creación, de la vida, de Dios. Si estás dispuesto a explorar y vivir con intensidad la aventura de escribir toda tu vida, abraza el arte y sé su digno representante y ejecutor a través de tus obras. Los días y los años de la existencia apenas alcanzan para hacer algo y dejar huellas indelebles. Sé un escritor maravilloso e inagotable. Sé un digno artista de las letras.

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