Y aquí sigo

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Y aquí sigo, en medio del mundo, entre mis mañanas y mis noches, tratando de vivir cada instante en armonía, con equilibrio e intensamente. Sé que si uno permanece atorado en la orilla de la corriente, entre el agua que se encharca y se vuelve pútrida y hedionda, pierde la grandiosa oportunidad de disfrutar, con sus claroscuros, la travesía por el mundo. Y aquí sigo, lejos de envidias, desamores, enojos, maldades, odios, rencores y tristezas, alumbrado por la luz de mi alma. Y aquí sigo, en la temporalidad, rumbo al infinito. Y aquí sigo, en el camino, interesado en explorar la vida, en recibirla como el maravilloso regalo y milagro que es. Y aquí sigo, hasta en las madrugadas y las tardes, con mis sueños y mis realidades, entretenido en el inacabable ensayo de la vida. Y aquí sigo, inmerso en mi esencia y en mi arcilla, enamorado de la vida y con asombro ante sus detalles y maravillas. Y aquí sigo, con mis letras y con lo que soy, con flores y poemas para que todos sepan que el amor, la verdad y el bien son parte de la fórmula de la felicidad, la evolución y la inmortalidad. Y aquí sigo.

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Miro los retratos

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

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Miro las fotografías impresas en papel -unas en sepia y algunas en blanco y negro y a color-, como piezas de colección de anticuarios, museos y archivos, constancia de otros días y recuerdo de rostros con nombres y apellidos que gradualmente se ausentan. Examino los retratos de mis antepasados, las imágenes de mi niñez, las fotografías de la gente que ha estado presente en mi historia. Se trata del resumen humano, del recuerdo de ciertas generaciones, del eco cada vez más distante de hombres y mujeres que caminaron por el mundo hacia múltiples destinos. Descubro en cada fotografía un motivo, un detalle, un pedazo de mi vida y de las existencias de otros. Las imágenes revelan secretos, la alegría y la sencillez de la gente que amaba a sus abuelos, a los ancianos, a sus padres y hermanos. Veo, al introducirme a los muchos ayeres consumidos, sentimientos, ideas, sueños, alegrías, tristezas, ilusiones, vivencias. Comidas familiares, días de campo, encuentros inesperados, paseos, fiestas, viajes, convivencias, todo aparece en los retratos, cada uno tomado con los equipos de diferentes épocas. Existían la inquietud, la expectativa, la sorpresa y la espera de lo que reservaba cada rollo fotográfico tras llevarlo al laboratorio y solicitar su revelado e impresión. Había que esperar. Se trataba de un sí y un no, con la alternativa de obtener fotografías o, simplemente, perderlas. Era una aventura maravillosa reunirse en familia, con los amigos o con los compañeros, para mirar, una por una, las fotografías que raptaban instantes consumidos, momentos fugaces. Y uno, emocionado, solicitaba copias de aquellas imágenes. Algunos, coleccionaban los retratos entre las páginas de los libros, en ciertas libretas, en baúles, en cajas de madera o de cartón, o los acomodaban pacientemente en álbumes muy queridos. Había quienes tenían la amabilidad de dedicarlos al reverso. Otras personas colgaban enmarcaban las fotografías que colgaban en las paredes de sus hogares. Era como decir al mundo, a la humanidad, a la creación: «aquí estoy. Un día y muchos más viví en este plano. Quiero que sepan que existí, que tuve una identidad y una historia». Pertenezco a la generación que emocionaba con aquellas fotografías y que, paralelamente, guardaba con celo y orgullo los retratos de los antepasados y de la familia como algo muy amado, con la oportunidad de conocer y manejar la tecnología de la hora presente, en la que tomar imágenes es algo cotidiano, muchas veces sin aquel encanto, asombro y emoción que sentíamos y daba un sentido a nuestras existencias. Cada generación vive sus procesos y escribe su historia. Hoy, simplemente, miro las fotografías que conservo, al lado de negativos, rollos que por alguna causa no mandé revelar e invitaciones a diversas celebraciones. Aquí estoy, con incontables retratos que significan, sin duda, pedazos de mi historia y de mi vida.

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El otro riesgo

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Desde hace varios años, amplio porcentaje de seres humanos han perdido, gradualmente y con cierta intencionalidad, el derecho y la capacidad de asombro, al grado de que casi ningún acontecimiento les sorprende. La mayoría de la gente, envuelta en bolsas artificiales de desecho, casi sin letras y de preferencia con dibujos y signos, se ha acostumbrado tanto a los sucesos, a la violencia, a las invenciones científicas y tecnológicas, al consumismo y a la dinámica revuelta de la hora contemporánea, que parece nada le conmueve ni maravilla. La capacidad de asombro y el respeto fueron sepultados, hace años, en una cripta gélida y ausente de nombre y epitafio, quizá con la intención de que nadie los recuerde. Alguien los arrojó a la fosa común. Ahora, millones de seres humanos, en todo el mundo, enfrentan otro peligro: la costumbre a la muerte de los seres queridos, el fallecimiento cotidiano de los miembros de una familia, una escuela, un centro laboral, un grupo de amigos, un sector de la población. La muerte es un proceso natural en todo ser vivo, nadie lo duda; no obstante, la repetición de un hecho, por doloroso que resulte, tiende a ser costumbre, y el riesgo es ya no poseer sentimientos. Quienes mayor peligro corren ante la insensibilidad de la muerte de los seres queridos y la gente que les rodea, son los niños, los adolescentes y los jóvenes. Probablemente, dentro de algunos años, acostumbrados al fallecimiento sorpresivo e inesperado de parientes, amigos, colegas, vecinos y compañeros, la niñez, la adolescencia y la juventud de hoy, reaccionarán con frialdad e indiferencia. De ser así, sus hijos, los de la siguiente generación, serán personas carentes de sentimientos, incapaces de asombrarse, programadas en serie e imposibilitadas para expresar amor y rasgos nobles. Nos estamos acostumbrando a la muerte inesperada, a la violencia, a la carencia de sentimientos. Y eso, hay que admitirlo, es habituarse a estar muertos.

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Es amor…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Eres tú

Es amor cuando uno siente alegría e ilusión de enamorarse todos los días. Es amor desde el instante en que la capacidad de asombro no cesa, la vida parece el encanto de un sueño y las burbujas de cristal que encierran tantas ilusiones, semejan los capítulos de la existencia. Es amor cuando uno, a su lado, experimenta admiración y respeto. Es amor al ser fiel, al saber uno que ya no espera a alguien más, al enamorarse de la belleza del rostro y de la hermosura del alma, al sentirse cautivado por sus detalles femeninos. Es amor al acompañarle en sus horas de dolor y tristeza, secar sus lágrimas y darle fortaleza. Es amor al compartir y disfrutar su sonrisa, la amenidad de su conversación y hasta sus momentos de silencio, como un contagio que colecciona un día, otro y muchos más la dicha de volar a su lado, correr por el parque durante una tarde de lluvia, remar en un lago tranquilo que refleja la profundidad del cielo y el verdor de los abetos que lo rodean o admirar la decoración celeste una noche romántica. Es amor cuando uno le tiene confianza y siente orgullo por ser quien es. Es amor cuando se le toma de la mano, se pronuncia su nombre y se le integra a una gran historia. Es amor cuando se le acompaña en los minutos de alegría y tristeza. Es amor cuando con ella se siente que el mundo es cielo, que el paraíso inicia en el alma y que algo hay en la jornada terrena que recuerda la morada infinita. Es amor cuando tu nombre y el mío se perciben en los susurros de Dios, en los rumores del viento y en el perfume de las flores y la tierra humedecida por la lluvia. Es amor cuando tú y yo, enamorados, ya somos uno, poseemos un guión escrito desde la eternidad y nuestro interior, andamos de una estación a otra y reconocemos que venimos de un plano mágico. Es amor cuando eres yo y soy tú, cada uno con su identidad y su vuelo libre y pleno, y con sorpresa descubrimos que somos regalo del cielo.

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Belleza de un amor

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Definí la belleza de tu mirada, de tu perfil y de tus labios; no obstante, cuando descubrí que tu calzado, tu vestido y tu maquillaje son atuendos temporales de la caminata y que tienes mayor interés en las huellas que dejas, en la ruta que sigues y en el destino que anhelas, entendí que tu nombre de ángel es el que escuché desde el principio, es el que descifré en mi alma, es el que percibí en los latidos de mi corazón y en los rumores de la creación, es el del amor que me funde en ti, en la vida y en el infinito

Me encantas cuando eres niña y emocionas, entre un aparador y otro, al descubrir las zapatillas de princesa, el calzado con detalles de mujer que te pruebas aquí y allá, modelos que luces y presumes en tu andar femenino sobre la alfombra y frente al espejo, unas veces como si flotaras y otras, en cambio, muy en la tierra; pero más me cautiva saber que si te fascinan las sandalias, prefieres las huellas y el camino. Inspirado en ti, admiro el color, la profundidad y el reflejo de tus ojos, la belleza de tus pestañas y el contorno de tus cejas y labios; sin embargo, me embelesan tu forma de mirar, tu voz y el sabor de tus besos. Admiro el maquillaje discreto de tu rostro, el barniz que suavemente aplicas sobre tus labios, y más cuando el viento agita tu cabello hasta tocar y cubrir parte de tu piel; no obstante, me arroban el destello de tu mirada y el resplandor de tu ser. Noto en tus manos la delicadeza de una dama y siento la dulzura y el encanto de un amor fiel y puro; aunque es un deleite, también, reconocer su ruta dadivosa, identificarlas por su itinerario de trabajo, interpretarlas como eslabón de misión humana. Guardo en mi memoria tu alegría y tu risa cuando paseamos, juegas conmigo a la vida, al amarme y al regalarme un guiño, una caricia o un beso; mas quedo asombrado al compartir la ruta hacia el silencio interior, a tu alma y a la mía, a la morada sin final. Imaginar nuestra historia es una fantasía que disfruto una noche o una madrugada de insomnio, en mi taller de artista, mientras la tempestad y los relámpagos envuelven las horas pasajeras; aunque compartir la trama existencial, fundir tu alma y la mía hasta sentirlas tú y yo, transformarnos en pasajeros de una estación, otra y muchas más en un viaje hacia regiones insondables del ser y del infinito, es la coronación de un amor real. Es un deleite soñarte, andar juntos entre  burbujas y quimeras; sin embargo, me parece dichoso, en los lapsos de vida, sentirte real, a mi lado, en mí, contemplar las estrellas, recibir la lluvia y empaparnos, escuchar el crujido de los copos de nieve y las hojas doradas al caminar y proyectarte conmigo en una escala al infinito porque eres destino y talla de mi alma. Estar a tu lado mientras duermes, significa que sueñas y estamos juntos, pero también denota que confías en mí y que vivimos. Tu nombre me encanta cuando lo escribo o lo pronuncio, y mayor es mi asombro y dicha al traducir su significado de ángel y sentirte real. Otrora, desde mi infancia dorada, te soñé, te sentí conmigo, te definí, hasta que un día, el de nuestro reencuentro, descubrí que eres real. Me encanta cuando paseamos, bebemos café, tomamos helado, reímos, jugamos, pisamos charcos, arrojamos agua de la fuente y protagonizamos capítulos de nuestro guión con las luces y sombras de la existencia; aunque también me agrada y emociona comprobar que somos pasajeros inseparables a otros puertos y fronteras. Adoro cada momento a tu lado, al soñarte y al vivir contigo; pero me sorprende este amor tan tuyo y mío que alguien, desde el soplo de nuestras esencias y en un recinto excelso y prodigioso, decretó para los dos.

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Admiración

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Es una fórmula mágica que consiste en experimentar admiración por ti, asombrarme hasta de mi emoción al estar contigo o escribirte un poema y sentirme enamorado todos los días. Me siento conmovido al unir, en este momento, las letras, las palabras, como tú y yo cuando hacemos de este amor una locura   

Siento admiración hasta de mi embeleso cuando estoy contigo, de mi forma de mirarte y del asombro y la emoción que me provocas al transformar los momentos en detalles, las burbujas en ilusiones, la existencia en sueños y las quimeras en vida. Me conmueve escuchar tus palabras, tu respiración, los latidos de tu corazón y las voces de tu alma cuando te abrazo; pero también la brillantez de tus ojos al reflejarme, la fragancia de tu ser al acercarme a ti y tu sabor al besarte. Emociono al sentirme caballero de una dama, al pronunciar tu nombre, al tomar tu mano, al compartir trozos de vida y tiempo, al soñarte. Quedo fascinado al sentirte mi musa, el color de mi vida, el palpitar de mi cielo y la protagonista de mi historia. Me sorprende que tengas tanto de mí y yo de ti, que te envuelva un hálito femenino y que tu ruta sea la misma que sigo. Asombro al descubrirte conmigo en las horas de silencio, en las estrellas que alumbran el firmamento, al sumergirme en las profundidades de mi ser, al asomar al espejo, a la ventana o a un charco. Todo me cautiva de ti, incluidas tu biografía y las huellas que dejas al caminar en la arena, a la orilla del mar, y que el oleaje cubre con su espuma para llevarlas a fronteras insospechadas con el objetivo de que otros, al distinguirlas, sepan que hay una senda al mundo del ensueño, la alegría y el amor. Cada día descubro algo nuevo en ti y es, precisamente, cuando experimento sorpresa. No obstante, mi mayor asombro es saber que eres yo y soy tú sin perder identidad, que unas veces estamos en el mundo y otras en el cielo y que me amas como lo soñé un día, cuando me mecía con una niña en los jardines de la primavera. Me admiro hasta del asombro y la emoción que siento al mirarte y estar contigo, al consumir mis días contigo, al vivirte y soñarte, al saber que eres yo y soy tú.

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Asombro

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

También descubrí que cuando uno realmente se enamora de alguien, vive en continuo asombro porque todo, en esa persona, es bello y supremo. Es como estar sentado al lado de Dios, disfrutar juntos un álbum y de pronto escucharlo: «mira, ella es la mujer que soñaste en la niñez. Corre a buscarla en los parajes del mundo, en un lugar y otro, y cuando la descubras ante ti, no dudes mirarla de frente, abrazarla en silencio, fundir tu alma en la de ella, amarla especialmente y hacerla muy feliz. Vivan su historia y tracen su ruta para retornar a la morada que he preparado para ustedes…»

Experimento asombro al pronunciar tu nombre, mirar tus ojos, respirar tu perfume y hacer de ti un poema. Admiro saber que existes y puedo abrazarte, pasear contigo y acariciar tu rostro. Me embelesas, al amanecer, tras retornar de mis sueños nocturnos, donde floto y juego contigo, porque me percato de que no te inventé, que estás conmigo, que eres yo, que soy tú. Siento emoción al estar contigo, al dialogar o permanecer en silencio. Me maravilla saber que Dios, al crearte, te hizo especial, como te imaginé y definí desde la infancia, y te cubrió con el encanto femenino que uno descubre, al enamorarse, en una estrella, las gotas de lluvia, una flor o la nieve. Me conmueve saber que somos un destino, una locura, un amor. Siento emoción al comprobar que somos personajes de un mundo mágico, de una historia sin final, de una epopeya. Me fascina e impresiona verme todos los días enamorado de ti. Vivo asombrado porque créeme que diariamente te siento en mí y pienso en ti, con la idea de correr a tu encuentro para abrazarte en silencio, mirarte a los ojos y ya lo sabes, expresarte mi amor fiel como lo hice la primera vez, feliz e ilusionado, con la promesa de hacer de los detalles, los sueños, las ilusiones y el cielo un estilo de vida y un regalo para los dos.

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