Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Lo mejor de todo es que existen historias especiales y mágicas que son reales
Todo, en el mundo, se transforma en ayer, en historia, en recuerdo. Nuestros nombres, grabados en la playa sobre granos de arena que incendia el sol matinal o que resalta con especial hechizo el crepúsculo dorado a una hora vespertina, podrán ser borrados por la espuma de las olas jade y turquesa, o quizá la locura de trazar en un cristal, mientras llueve, tu inicial y la mía con expresiones que conocemos por surgir del alma y de los latidos de ambos, serán diluidas ante la caminata de los minutos; sin embargo, el amor que compartimos a una hora y otra, un día y muchos más, jamás desaparecerá porque ya nos pertenece. El paso de las manecillas es impostergable. Nuestros juegos, risas, pláticas y ocurrencias podrán convertirse en pasado; pero nadie tendrá facultad de arrebatarnos tan bellos e inolvidables capítulos porque pulsan en el interior de los dos, son nuestros y pertenecen a la historia que protagonizamos. Salpicarnos con el agua de las fuentes, sentarnos en una banca de hierro para embelesarnos con las estrellas que cuelgan en el celaje, recibir las gotas de lluvia, pasear por sitios de ensueño, experimentar el encanto y la magia de un abrazo prolongado y silencioso, preparar un postre, probar los sabores del café y los platillos que elaboramos, cargarte, rodar por el césped, reír y llorar, vivir los días con sus claroscuros, aprender, compartir anhelos, crear sueños e ilusiones dentro de burbujas y reventarlas con realidades, columpiarte, seguir la misma ruta y escribir la historia más bella, sublime, grandiosa e inolvidable, podrá parecer a otros un delirio, una fantasía o un discurso inverosímil; mas tú y yo sabemos que es algo real y que ni el tiempo, el recuerdo, la muerte y el olvido, en apariencia rivales, tendrán capacidad para desvanecer el amor que compartimos y nos enriquece e identifica aquí y allá, en el mundo y en la eternidad. Nadie, en el mundo, tiene capacidad de borrar una historia de amor como la nuestra porque fue decretada, tú lo sabes, en algún rincón, por quien colocó en ti el brillo de las estrellas y las partículas del cielo para que yo, al caminar a tu lado, cuide su resplandor.
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