Las horas que pasan mientras trazo mis letras

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Una, otra e incontables horas transcurren, acaso sin darme cuenta de que los instantes, los minutos que pasan, son pedazos de vida que se escapan, mientras escribo mis obras literarias, las letras que son tan mías y regalo como si se tratara de flores perfumadas y multicolores, a veces con deliciosas y suaves texturas, en ocasiones con espinas. Horado en las profundidades de mi ser, me arrastro por los túneles que cavo, hago a un lado la basura rutinaria y las superficialidades que tanto asfixian y estorban, hasta que abro las celdas que, a veces, suelen encarcelar a la imaginación, a los sueños, a la creatividad, a las ideas, a la fantasía. Es así como mis letras se enamoran entre sí y se abrazan en un acto de amor que forma palabras que trazo en las páginas de mis cuadernos, en las hojas de mis libretas, en cualquier papel, en el ordenador, entre sentimientos, delirios, motivos y pensamientos que, finalmente, transmito en un cuento, en una novela, en un relato, en un texto. Creo que parte de la fórmula secreta, en el arte de las letras, es atreverse a narrar una historia, a perder el miedo de contar, a relatar con tal vehemencia que el público, los lectores, sientan y vivan lo que uno escribe.

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Un pedazo de esencia, un trozo de arcilla

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Las letras, como todo el arte, provienen de las profundidades del ser, tienen algo de etéreo y de humano, son inspiración y reflejan la belleza y los sentimientos más nobles; aunque, a veces, por cierto, las utilicemos para expresar descontentos y situaciones complejas del mundo. Hemos olvidado -acaso por la inmediatez, posiblemente por la superficialidad y el apego a las apariencias, probablemente por el anhelo patético y casi exclusivo de obtener riqueza y poder, quizá por la creciente estulticia individual y colectiva, seguramente por dar gusto masivo y seguir modas y tendencias, o tal vez por eso y por algo más- escribir con el alma, con lo mejor de nosotros, y ahora, contagiados de ese mal moderno, hasta nosotros, los creadores, parecemos ignorar que la vida y sus encantos no son mercancía en serie que satisface apetitos, sino arte, el lenguaje que palpita en el interior y, por lo mismo, está conectado al pulso infinito. El arte es la voz del alma, de la naturaleza, del universo, de la creación, de Dios. En la hora presente, algunas hordas humanas -las que más gritan, las que todo lo vulgarizan, las que pretenden enmendar las planas a la vida, las que ambicionan controlar y las masificadas- se han dedicado a romper el arte, a desarticular las letras y las palabras, y a sustituirlas por expresiones que parecen baratijas. Las generaciones actuales ya no leen -argumentan en los medios de comunicación, en las editoriales, en las oficinas de prensa, en las instituciones públicas y privadas, en todos los ambientes-; hay que darles, en consecuencia, imágenes, publicaciones digeridas, ideas fáciles, mensajes estúpidos y vinculados a sus apetitos primarios. Y así, contribuimos a la pereza mental de las personas, hombres y mujeres que serán vaciados espiritual y mentalmente por una inteligencia artificial e indiferente, diseñada para controlar, despojar, manipular y explotar. No sabemos pensar. Permitimos que robaran nuestros principios, valores y sentimientos. Hemos dejado de hacer arte. La inspiración ha sido desgarrada. Escribir, como toda expresión artística, requiere entrega, pasión, creatividad, esfuerzo, disciplina, inspiración, originalidad, dedicación, trabajo. Parece que hemos olvidado imaginar, vivir y soñar. Creemos, erróneamente, que experimentar la vida tan fugaz es entregarnos a apetitos, perder el tiempo en ambientes superfluos y pasajeros, evadir compromisos, responsabilidades y trabajo. Escribir una obra artística significa dejar un pedazo de sí, constancia del equilibrio entre los sentimientos y los pensamientos. Escribir un cuento, una novela, un relato, un poema, es, en el arte, presentar diferentes senderos y estilos de vida, es elegir un rumbo y un destino, es protagonizar tantas biografías e historias, es aprender, es entregar a los lectores trozos de cielo y de mundo. Las letras, como todo el arte, son el lenguaje del alma, de la mente, de la creación, de la vida. Quienes escriben y leen, saben a lo que refiero, y no desconocen, igualmente, que algo tiene de esencia y de arcilla, de infinito y de temporal, de Dios y de humano. Escribir, en el arte, es algo más que una pose; es, simplemente, participar en el excelso e interminable proceso de la creación. Escribir no es imitar las producciones en serie ni recurrir a la tentación de malbaratar el arte, simplemente por complacer a las mayorías; es, sencillamente, asimilar y explicar mucho de lo infinito y tanto de lo temporal, descubrir y presentar al alma y al humano, y aprender a vivir en un plano y en otro.

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Cuando escribas…

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

Cuando escribas un cuento o una novela, nunca olvides hacerlo como si se tratara de ti. Entrégate al arte con inspiración, sin prisas ni facetas superficiales, como una sinfonía con sus diferentes movimientos, unas veces pausados, otras equilibrados y algunas más con intensidad. Transmite emociones, sentimientos, ideas. Consigue el milagro de que tus lectores sientan y vivan tus relatos.

El escritor genuino se consagra al arte, a las letras, a las palabras, y no renuncia, por ningún motivo, a su pasión, a su encomienda, a sus motivos. Sabe que su destino y su misión, durante su jornada terrena, es escribir, crear obras, transmitir sentimientos y también pensamientos, conocimiento y mensajes que no podrían impartirse de otra manera.

Si eres escritor, no abandones el delirio, la locura, la pasión. Dedícate a escribir en serio. No le seas infiel al arte. La deslealtad, la traición y la mentira, en las letras, no son perdonadas. El arte literario exige atención, disciplina, entrega, constancia e inspiración. No se puede ser escritor a medias. Es un estilo irrenunciable de vida.

Muchos de quienes nos dedicamos al arte, sabemos que, a veces, se presenta como una dama etérea, demasiado celosa, que exige atención completa. No tolera que uno le sea infiel ni le interesa que pierdas todo. Exige mucho. Y hay que entregarse íntegramente.

El escritor nato no condiciona su arte. Sabe que el arte desconoce treguas. La inspiración puede tocar a la puerta inesperadamente, escapar del ser en cualquier momento, durante la mañana, al mediodía, en la tarde, durante la noche o en la madrugada. El proceso de la creación es permanente.

No esperes, para escribir, un momento tranquilo y de soledad porque, quizá, podría no llegar a tu vida. Tienes, como escritor, la responsabilidad de escribir en cualquier lugar y hora. Muchas de las grandes obras fueron escritas en situaciones adversas, complejas e incómodas.

Vive. Aprende, reflexiona, siente. Sé auténtico y libre. Equilibra tus sentimientos y tu razón. Experimenta. No temas expresar tus ideas, a través de las palabras escritas, porque, después de todo, existe libertad de hacerlo bien. Explora todos los escenarios. Sé creativo, original e innovador. Nunca plagies obras. La deshonestidad literaria es deleznable en cualquier ser humano.

Y si en la hora contemporánea, marcada por las herramientas digitales, no dispones de equipos, recurre al lápiz, al bolígrafo y a la hoja de papel. Cuántas obras, antes de publicarse y ser magistrales y reconocidas mundialmente, fueron escritas en cuadernos o en trozos de papel. No desdeñes los materiales. Escribe. Sigue el camino de las letras y las palabras escritas con fidelidad. Se trata de tu tesoro. Llévalo siempre contigo. Es inseparable. Compártelo a la humanidad. Lo que escribas, quedará vibrando aquí, en el universo, en la creación.

Escribir, por cierto, es emular el proceso creador de la naturaleza, de la vida, de la creación. Es, si así lo piensas, acercarse un poco a lo que hace Dios, la Mente Infinita, en el sentido espiritual, físico y mental, durante sus lapsos de creación. No rechaces los sueños, la creatividad, el ingenio, la originalidad y la innovación.

Mientras exista un escritor en el mundo, un artista pleno, la humanidad se salvará y tendrá oportunidad de volar y transportarse a fronteras grandiosas e insospechadas. Cuando escribas novelas, cuentos, poemas o relatos, no inhibas la inspiración que surge de las profundidades de tu ser y conquista los sentimientos, los ideales y los pensamientos de tus lectores. Regálales el milagro de la creación.

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Perfume de escritor

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Alguien dijo, una vez, que huelo a papel, a libro, y a tinta, a bolígrafo, a páginas impresas, mezcla que forma, inevitablemente, el encanto de una fragancia, especial que no tiene precio porque se trata, simplemente, de perfume de escritor. Y es que, a pesar de que conozco y manejo la tecnología de la hora contemporánea, soy un artista de las letras, muy romántico, proclive a escribir mis textos en un cuaderno o en una libreta, antes de transcribirlos en la computadora y publicarlos. En ocasiones, por la dinámica cotidiana, me resulta imposible tomar el bolígrafo y escribir sobre una hoja de papel; entonces recurro, directamente, a los equipos modernos y me entrego al arte. He escrito fragmentos de mis obras en servilletas, pedazos de cartón, trozos de papel, boletos y comprobantes de pago de las tiendas, porque la inspiración toca a la puerta en el momento inesperado, y se marcha cuando uno la desatiende y le es infiel. El perfume de escritor no solamente implica el ejercicio de trazar letras y tener contacto con el papel y la tinta, práctica que, sin duda, algunos podrían aprovechar como una oportunidad de pose y de lucimiento; significa entregarse al proceso de la creación de obras, a la composición de novelas, cuentos, historias, relatos, poemas y textos cautivantes e insíradores. Oler a libro, a papel, a tinta, equivale a transpirar letras y palabras, sentimientos e ideas, narraciones e historias, y derribar muros y fronteras, abrir las puertas y los ventanales, explorar caminos y acercar el mundo a paraísos insospechados. El perfume de escritor es una esencia que no se consigue fácilmente por ser escasa y selectiva. La fragancia del arte no se impregna en los impostores, acaso por estar reservada y ser exclusiva para quienes aman la encomienda de crear obras, como lo hacen la naturaleza y, siempre, Dios.

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Las sonrisas

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Las sonrisas son orquídeas, tulipanes y rosas que no se marchitan, flores que aparecen en una estación y en otra y dejan sus fragancias a la gente buena, a los enamorados, a los artistas, a los que se quieren tanto, a los poetas inspirados, a los pintores de sueños e ilusiones, a los escritores incansables que construyen historias maravillosas. Las sonrisas forman palabras dulces que, una mañana, una tarde o una noche, se convierten en poemas, en textos cautivantes y tiernos, en versos sublimes y bellos. Las sonrisas genuinas, acompañadas de palabras amables, son, parece, pétalos tersos que abrazan y besan desde las profundidades del alma. Me encantan esas sonrisas que se presienten auténticas, ausentes de sombras y de prácticas malas. Como que traen los rasgos de la vida y la mirada de la creación que pulsa en cada expresión. Las sonrisas atentas y cordiales, son un puente entre las almas y significan, a veces, más que las palabras que no siempre se entienden. Quiero coleccionar sonrisas y regalar racimos de flores para que todos, hombres y mujeres, cultiven el jardín más hermoso y su mundo temporal, que simplemente es una estación inmersa en la ruta hacia el infinito, atraigan el bien. Pienso que debe ser motivo de dicha y encanto, regalar tantas flores a la gente que uno ama, a las personas que encuentra en el camino, a los seres que cotidianamente transitan por las rutas de la vida. Prefiero, con mi sonrisa y mi trato amable, ser el jardinero que siembra flores, que el segador que se dedica a arrancarlas. Necesito que tú, ella, él, ustedes, también se dediquen a regalar sonrisas agradables que surjan del interior, para así, juntos, hacer de este mundo un paraíso.

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Y si un día

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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A mis descendientes, a mi familia, a mis amigos

Y si un día ya no estoy aquí, contigo, quiero que, en vez de llorar, leas los textos que escribí, para que así me sientas cerca y sepas que te estoy hablando. Y si, en algún momento de tu existencia, percibes mi ausencia, hojea las páginas con fragancia a papel y tinta y deja que su perfume te envuelva, hasta que coincidamos en alguno de sus parajes y, juntos, caminemos por los senderos y las rutas que se encuentran en cada letra, las cuales, por contener tanto de mí, te regalarán mis abrazos y mis consejos con el amor que te tengo. Y si, en alguna hora insospechada, cae la noche y me desvanezco, cierra tus ojos y sumérgete en las profundidades de tu ser, en tu esencia, donde te estaré esperando con la intención de mostrarte el oleaje que lleva a la fuente infinita. Y si en alguna fecha incierta, al amanecer, ya no me miras ni me escuchas, no olvides que mis voces y silencios se mezclarán con el lenguaje de la naturaleza, con los códigos de la vida, con los signos de la creación. Y si alguna vez, tras concluir mi presente ciclo en el mundo, no me sientes, toca los pétalos de las flores -orquídeas, tulipanes, rosas- y, al percibir su textura, experimentarás mi cercanía y sabrás que nunca te abandonaré. Y si cierto instante sufres por las ocasiones que dejamos de convivir, desecha el arrepentimiento, la tristeza y el dolor porque cada uno, en la caminata de la vida por el mundo, tiene sus motivos, sus sendas y sus razones; pero en la esencia -y tú lo sabes-, nos amamos y compartiremos, una vez superados los destierros que nos ponen a prueba y hacen crecer, la dicha de una existencia plena e infinita. Y si una tarde, mientras llueve torrencialmente, sopla el viento y los relámpagos desgarran las nubes plomadas y ennegrecidas, sientes que te desmoronas, no llores ni sufras por lo que ya pasó y forma, en consecuencia, parte de tu historia; fortalece tu ser, sé grandioso e irrepetible, derrama el bien y la verdad, y nunca actúes con maldad ni con injusticia, para que así, al llegar a la hoja postrera del libro de tu existencia, mires atrás, feliz y satisfecho, las huellas que dejaste en el camino y los puentes y las rutas que diseñaste y construiste durante tu andar por las estaciones de la vida. Y si en determinado instante piensas que todo ha acabado, no dudes en abrir las ventanas de tu ser y de tu casa, mirar a tu alrededor y recordar que la vida es incesante. Y si un día crees que ya no estoy contigo, siénteme, en tu interior, a través de tu alma, de tu esencia inmortal, y, afuera, en los rumores del viento, en la lluvia, en los colores de las flores y en el oleaje del mar. Prometo, por así saberlo, que nuestras almas siempre permanecerán inseparables y dichosas. Y si un día.

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Las letras, en el arte

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Las letras, en el arte, son el bosque del que se desprenden hojas con mensajes inscritos desde algún rincón del paraíso. Las palabras que surgen de la inspiración, las traen los murmullos y los silencios de la creación. Las expresiones literarias, en las páginas de los libros, son, simplemente, la voz de Dios que relata guiones que aún no convierte en historias de personajes reales, notas y recados que encomienda a los artistas, a los escritores, cuando se ocupa en otros quehaceres. El arte de las letras, parece tener mucho de gotas de lluvia, envueltas en nubes grisáceas o en los colores de los arcoíris; pero también es el mar que se funde en el horizonte y besa el último crepúsculo para reflejar sus tonalidades amarillas, naranjas, rojizas y violetas. En el arte, las letras y las palabras que se escriben son, definitivamente, el tablero con los códigos del infinito, el bien y la sabiduría sin final, la vida que pulsa en cada expresión. Las páginas literarias enseñan, llevan a espacios recónditos, muestran la creación e invitan a experimentar incontables vidas en una sola existencia. La tarea de escribir es el destino y el privilegio del artista, quien permanece atento a las voces y a los sigilos del alma y del universo. El arte de escribir es para aquellos que saben comunicarse con la vida, consigo, con la creación palpitante, con la esencia inmortal.

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Collar de diamantes y perlas

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Alguien me preguntó, hace poco, el motivo por el que diariamente, sin molestar, saludo con tanto amor y emoción a mis familiares más cercanos. Sonreí. Amablemente, respondí que los miembros de una familia son como las cuentas de un collar de diamantes y perlas, las cuales, por sí solas, poseen belleza y valor. Son genuinas e irrepetibles. Se les ama y se les protege como el más querido de los tesoros. Contrariamente a los argumentos de innumerables personas en el sentido de que a la familia no se le escoge, creo y pienso -y así lo siento- que desde antes de tener la dicha de nacer, Dios me dio oportunidad de elegir, para mi aventura terrena, las almas más bellas de la creación. ¿Cómo podría, entonces, despreciar y olvidar a los integrantes de mi familia cercana? Cada uno tiene su propia identidad, sus libertades y sus motivos, con un valor que trasciende fronteras, porque se trata, precisamente, de almas, de esencia infinita, de ellos y yo en una unidad con diferentes rostros. Para mí, es un honor, una bendición y un privilegio, saberlos almas gemelas e inseparables, compañeros amorosos de toda la eternidad y sustancia con algo de arcilla y mucho de esencia. Todos forman el collar más bello y sublime. ¿Cómo no amar y cuidar los diamantes y las perlas del collar que atesoro en mi alma?

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Qué bella es la vida

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Qué bella es la vida, al despertar de los sueños y contemplar el amanecer, los colores y las luces que diluyen las sombras nocturnas, los fondos ennegrecidos de la noche cargada de luceros. Qué bella es la vida, al sentir las caricias del viento en el rostro, en las manos, con los perfumes que arrastra de rutas lejanas, con los rumores y los silencios que trae consigo. Qué bella es la vida, al llover y deslizar las gotas diáfanas sobre mi piel y sentir que existo, en realidades de arcilla y de esencia. Qué bella es la vida, al comprobar que a mi lado hay seres humanos a los que amo tanto y con los que comparto una historia, un destino, una encomienda, una temporalidad y un infinito. Qué bella es la vida, al saberme amado y al devolver tan sublime y maravilloso sentimiento. Qué hermosa es la vida cuando, al anochecer, admiro con embeleso las estrellas y los mundos distantes; pero también al escuchar las voces de las lechuzas, los grillos y las cigarras. Qué bella es la vida, al abrazar un árbol y sentirla que pulsa en el agua, en las cortezas, en los follajes, en los helechos, en las plantas, en las flores. Qué bella es la vida cuando uno tiene familia y la considera su tesoro, al contar con amigos y al saberse rodeado de incontables afectos. Qué bella es la vida al quedar uno cautivado con el oleaje del mar jade o turquesa, al observar los amaneceres y los atardeceres, cuando, en el horizonte, el océano y el cielo se abrazan y se besan, hasta reflejar matices de incomparable belleza, como acontece al sentirse en armonía la textura con la esencia. Qué bella es la vida cuando uno se reconcilia consigo, con los demás, con todo, y comienza a experimentarla con amor, libertad, sentimientos nobles, justicia, bien y verdad. Qué bella es la vida cuando, finalmente, uno descubre que no termina con la jornada terrena y que la inmortalidad la alcanzan quienes evolucionan. Qué bella es la vida al amar, al hacer el bien, al dejar huellas, al sonreír, al enseñar, al romper cadenas y al tirar fronteras. Qué bella es la vida, en verdad.

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Y mientras unos se ocupan de la guerra, la vida regala colores, formas y sabores

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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La humanidad está rota. Mutila la naturaleza y trata de enmendar los guiones de la vida. A pesar de todo, la mirada del sol, desde el amanecer hasta antes del ocaso, alumbra las flores que regalan sus matices y sus perfumes a quienes se deleitan con sus formas y sus texturas. La gente se odia. Pelea y se mata cruelmente; pero la lluvia y los ríos apagan la sed, palpitan al ritmo de la creación infinita y limpian la escoria que queda sobre el planeta y que cubre los poros y asfixia la intimidad de la naturaleza. Tantas personas se aglomeran, consumen y no aportan ni compensan el bienestar que disfrutan, en contraste con la vida que abre sus puertas y ventanas a buenos y malos. Hombres y mujeres contaminan la tierra, la envenenan y la intoxican, y sigue obsequiando frutos con sabores deliciosos y nutrientes invaluables. El ser humano atentó, recientemente, contra sí mismo al incendiar una selva, asesinar innumerables animales y crear, en laboratorios, una enfermedad que dispersó estratégicamente, una y otra vez, en distintas regiones del mundo, con la idea de eliminar ancianos, enfermos y mucha gente, y ahora, aún sin reponerse, se encuentra inmerso en una guerra; no obstante, hay quienes escriben y leen poesía y novelas, pintan y admiran lienzos con paisajes bellos, interpretan y escuchan melodías verdaderamente magistrales, aman, hacen el bien, defienden la paz, practican virtudes, promueven la libertad y luchan por la dignidad, la justicia y la igualdad, en alianza con la vida incesante que palpita en todas las expresiones. La humanidad está en guerra, pero el mundo y la naturaleza siguen en armonía y en equilibrio con la vida, a pesar de tantas alteraciones y mutilaciones, con una sonrisa y un abrazo infinito a quienes decidan asomar y descubrir su reflejo en los espejos más bellos y sublimes.

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