Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Y otro día, tras crear a la humanidad, Dios notó cierta ausencia en su obra. Contempló toda su creación, en el mundo, y pensó en la conveniencia de acompañar a hombres y mujeres de alguien más. Miró, una y otra vez, el paisaje terrestre, con sus rimas, sus signos y su lenguaje, matizado, en cada detalle y rincón, con la policromía más bella y fina, envuelto en conciertos magistrales y decorado con líneas, formas y trazos irrepetibles. Asomó nuevamente. Todo parecía excelso. Reflexionó. Pensó que el mundo aparecía hermoso y resplandeciente en el universo, y que todo parecía supremo y perfecto; sin embargo, los seres humanos serían responsables de cuidarlo, mantener la armonía y el equilibrio, y proteger todas las expresiones de vida. Necesitaban, en sus biografías e historias, criaturas que lo emularan y regalaran la belleza suprema de su obra. Le resultaba preciso que tales seres se introdujeran por las hendiduras de la inmortalidad, en las profundidades y el silencio de su interior, con el objetivo de retornar con pedazos de cielo y plasmarlos en el arte, en las letras, en los colores, en las notas, en las formas. Y así formó a los artistas. A unos, encomendó relatar historias, escribir narraciones y poemas, entre fantasías y realidades, sueños y vivencias; a otros, asignó la labor de pintar los escenarios de colores que abundan en los paraísos; a unos más, solicitó captar los sonidos del infinito, los murmullos de la naturaleza, los rumores de sus almas, para obsequiar música; y a varios más, pidió dar formas a los materiales yertos, cual ejemplo de que la vida surge aquí y allá, a una hora y a otra, incesante. Los artistas serían, por excelencia, sus pequeños creadores. Desde entonces, el mundo se pobló de flores hermosas y fragantes en cada relato y poema, lienzo y mural, concierto y sonido, forma y trazo, cual fragmentos que los artistas genuinos traen de planos superiores. De lo infinito, crean pequeñas obras que engrandecen a la humanidad y dan sentido a la vida, al mundo y a sus cosas.
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