Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Para que alguien resbale y caiga, es preciso, de alguna manera, que pierda el equilibrio. Y si, además, se le rompe, se le abandona en el suelo, se le fractura, y se le enfrenta a otros y se le divide, mayor será su fragilidad, al grado de que resultará sencillo mantenerlo enajenado, totalmente manipulado, para ejercer control absoluto. Esta fórmula ofrece, sustancial y materialmente, un consejo con objetivos y resultados mezquinos y perversos. No obstante, se trata de una estrategia que, aquí y allá, en distintas regiones del mundo, las élites poderosas han aplicado gradualmente, con cierta intencionalidad, como enfrentar y dividir a los opuestos -padres e hijos, profesores y alumnos, patrones y trabajadores, adultos y menores, autoridades y sociedad, mujeres y hombres, acaudalados y pobres-, con la idea de desgarrar a las familias, a los pueblos, a las instituciones, y así, rotos, adversarios y enajenados, apoderarse de sus voluntades, de sus cosas, de sus destinos, de sus vidas. Y lo han hecho, primero, por medio de la radio y la televisión, y, ahora, a través de redes sociales y páginas cibernéticas, casi de manera imperceptible, sin que la gente entienda que siempre, desde hace varias generaciones, han convivido con el enemigo en casa, en la sala, en el comedor, en el jardín, en la cama, en el estudio, en la cocina, en todas partes. Los resultados se encuentran ante todos, con gobiernos y pueblos intolerantes, violentos, deshumanizados. Miramos tanta crueldad y falta de valores -ausencia de bien-, que a veces preguntamos dónde quedamos, en qué lugar quedaron los ecos y trozos de lo que fuimos. Una humanidad descosida, esclava de sí misma, transformada en serie, en sentimientos e ideas uniformes, carente de valores, cruel e inculta, está destinada a resbalar y caer en lo hondo de abismos mortales. Es hora de reaccionar, al menos quienes todavía conservan el bien y la verdad en sus vidas. Son quienes podrán rescatar y salvar a la humanidad. Sumemos y multipliquemos por el bien y la verdad, por los sentimientos nobles y los pensamientos libres, por los sueños y la vida en armonía, con equilibrio y plena.
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