Aprendieron de la flor y del tallo

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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El maestro llevó a sus discípulos a un paraje abrupto. Tras caminar parte de la mañana, llegaron hasta un remanso, un valle rodeado de montañas y serpenteado por un riachuelo que descendía de la cima y reflejaba, a su paso, las frondas de los árboles que asomaban enamorados y las formas de las nubes pasajeras. La campiña ofrecía sus colores, sus texturas y sus perfumes a los sentidos, delicias que prodigiosamente se encontraban dispersas entre tanta flor que el viento pertinaz agitaba.

Fatigados, los alumnos se sentaron sobre las piedras y los troncos musgosos y enlamados, mientras observaban a su maestro, infatigable, que arrancaba una flor. Era blanca y fragante. Él, el sabio, acarició suavemente los pétalos, como si temiera lastimarlos.

Regresó hasta donde sus seguidores descansaban, unos agotados por el ejercicio matutino y otros, en cambio, lánguidos por naturaleza. Mostró la flor al grupo que se encontraba en reposo, en medio de los rumores y los silencios de la vida incesante.

Una de las alumnas rompió el sigilo y preguntó con cierta molestia:

-¿Caminamos durante toda la mañana para, finalmente, al mediodía, cansados, con hambre y con sed, mirar una flor que ha arrancado en la pradera?

-No le encuentro sentido -completó uno de sus compañeros-. Creo que hemos desperdiciado varias horas de nuestras existencias en una caminata estéril.

-¿Qué pretende demostrarnos? -interrogó una de las jóvenes- ¿Anduvimos tanto tiempo en las montañas para que, al parar, observemos una flor que podríamos comprar en un mercado o en una tienda?

Sonriente, el maestro habló pausadamente:

-Los invité a caminar con la intención de demostrarles que, para conseguir un sueño, algún proyecto, es primordial tener constancia, disciplina y tenacidad. Los sentimientos, las cosas, los ideales, los sueños y los planes se obtienen por medio de esfuerzo, sensibilidad y talento. Recuerden que ayer, al despedirnos, les comenté que hoy conquistaríamos un sueño, un proyecto maravilloso, y se trata de esta flor.

-¿Y qué lección obtendremos con la flor que arrancó? -preguntó, enfadado, un muchacho.

El hombre respiró profundamente y contestó:

-Venimos a la montaña por un pedazo de jardín, por un trozo de cielo. Esta flor es un pequeño fragmento del paraíso. La visualicé blanca y me propuse llegar hasta esta zona de la montaña para admirarla, contemplar su belleza y disfrutar su perfume y su textura. Es un regalo de la naturaleza, un milagro de la vida, como, igualmente, somos nosotros.

El hálito del aire y los susurros de la naturaleza envolvieron al profesor y a sus discípulos, mientras cavilaban acerca del poder humano para conquistar las aspiraciones, los proyectos, las ilusiones y los sueños, y enfrentar, en consecuencia, adversidades, desafíos y problemas.

Miró el sabio al grupo, a los once jóvenes -hombres y mujeres- que lo acompañaban, a quienes solicitó que lo esperaran algunos minutos. Fue al campo florido. Recolectó once flores y las entregó a los muchachos, cuyas expresiones de perplejidad lo estimularon a contestar sus interrogantes:

-Si solo les entregara estas flores y mis palabras fueran amordazadas por mi arrogancia y mi egoísmo, sería falso, ingrato y tramposo con ustedes. Vean las tonalidades de las flores, sientan su textura exquisita y perciban sus aromas. deliciosos Son criaturas hermosas, todas de efímera existencia, que cautivan y, a veces, provocan suspiros. Hemos andado varias horas por la montaña con el objetivo de descubrirlas libres y ufanas, deleitarnos con su encanto y poseerlas. Algunos conservarán los pétalos y los atesorarán entre las páginas de los libros o en una caja; otros, al contrario, las desdeñarán y seguramente las arrojarán al cesto de la basura; unos descubrirán, tras su cautivante belleza, que son criaturas temporales y que, por lo mismo, carecen de porvenir. Cada uno descifrará el mensaje oculto de acuerdo con su nivel evolutivo.

Los jóvenes, sigilosos, examinaron las flores que les entregó su maestro, quien aprovechó la oportunidad para ampliar su enseñanza:

-¿Notan algo especial en las flores? Exhalan fragancias y regalan policromía y textura, como si se tratara de un suspiro del paraíso; pero fíjense bien en sus tallos, en su estructura, cubiertos de hojas y de espinas, púas que, ante un descuido, pueden herir. Son ambivalentes. Contienen en sí una dualidad que se manifiesta en todas las expresiones del mundo, en la naturaleza, y hay que analizar y conocer sus motivos, sus encomiendas, su misión. Todo, en el mundo, presenta un sí y un no, auroras y ocasos, bien y mal, abundancia y miseria, salud y enfermedad, alegría y tristeza, triunfos y fracasos, risa y llanto, vida y muerte, finitud e inmortalidad.

Los discípulos, emocionados y satisfechos, examinaron las flores y permanecieron reflexivos, quietos y en silencio. Tras un lapso de cavilación, el maestro los invitó a regresar a la aldea. Caminaron sigilosos, pensativos, quizá inmersos en las enseñanzas del maestro, probablemente con aprendizajes e interrogantes, tal vez con cargas y ligerezas. Cada uno llegó a su casa, a su hogar, con una flor, una rosa con un tallo con hojas y espinas, y también con una carga de lecciones que, bien asimiladas, darían una ruta a sus existencias. El maestro sonrió.

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Del poema

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Del poema, una vez escrito con tanta inspiración y entrega, quizá una mañana nebulosa y fría o tal vez una noche estrellada y envuelta en rumores y en silencios, en lluvia o en viento, quedan, parece, hojas rotas, páginas mutiladas, palabras indescifrables que naufragan en los sentimientos y en la memoria, como los pétalos marchitos que no pueden evitar su fatal caída al desprenderse de la flor que una vez se entregó con ilusiones y suspiros. Pétalos que desean permanecer entre las páginas de algún libro o en el rincón sombrío de un baúl, con los recuerdos de sus perfumes, texturas y colores de antaño, acaso con el objetivo de perpetuarse. De los poemas que, alguna vez, el artista escribió con tanto esmero, en ocasiones, al transcurrir los minutos y los años, se conservan los fragmentos de papel con aroma a tinta y, quizá, las emociones, los sueños y los suspiros desvanecidos. Del poema que un día lejano, a una hora no recordada, alguien atesoró, en otra fecha, es posible que se le descubra arrugado e irreconocible, parecido a la textura de las hojas secas que el viento otoñal dispersa en un intento de convertirlo en amnesia. Del poema roto, uno aprende, finalmente, que todo, en el mundo, es pasajero y que, por lo mismo, cada palabra escrita o pronunciada merece explorarse con la intención de experimentarla, sentirla, y evitar que sea un simple intento de vida. Del poema que es compuesto e inspirado y se entrega con esperanza e ilusión.

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El aroma de un amor

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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A ti, que dejaste tu perfume en mi alma, en mi mente, en mi textura, en el tiempo, en la inmortalidad

El aroma de un amor queda impregnado en lo etéreo y en la arcilla, en los sentimientos y en la memoria, en uno y en otro cuando funden sus miradas y sonríen. La fragancia de un romance se mezcla con el perfume de las flores enamoradas que el viento agita una mañana de primavera o una tarde otoñal. El olor de dos enamorados -usted y yo- se diluye una noche estrellada y silenciosa, o una madrugada de lluvia, para envolver a los alcatraces, claveles, margaritas, orquídeas, rosas y tulipanes, y darles un encanto que, al otro día, al amanecer, regalan al exhalar sus fragancias. Y así, los perfumes de un amor inolvidable pulsan en el alma, en la mente, en la piel, en la tierra, en las flores, en los ríos, en la arena, en el mar, en los instantes, en la eternidad, en usted y en mí. Cuando un amor es real, se transforma en vivencia y en sueño, en alegría y en sonrisas, en beatitud e ilusiones, en encantos y en detalles, en aroma excelso que se desprende con cada expresión. La fragancia de un amor infinito permanece en ella y en él, en usted y en mí, porque se trata, parece, de un sentimiento que posee la esencia de la inmortalidad y da sentido al alma.

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Y si una flor es una letra

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Y si una flor es una letra, un sentimiento, una palabra, un ideal, un pensamiento, ¿podrá formar parte del jardín de las novelas, los cuentos y los poemas? Y si una flor -margarita, tulipán, orquídea, girasol, rosa- es pedazo de un jardín, fragmento de un paraíso, ¿sentirá alegría al integrarse a las páginas del arte de las letras, a una historia, a un relato? Y si una flor es un suspiro, un deleite, un color, un perfume, una textura, ¿enriquecerá una obra literaria, le dará un toque mágico, impregnará sus detalles y sus motivos? Y si una flor somos tú, yo, nosotros y ellos, ¿contaremos historias -cuentos y novelas- y nos sentiremos inspirados para escribir poemas y relatos, y así crear el más bello y noble de los paraísos infinitos? Y si una flor es el arte, la letra, la palabra que mece el viento, ¿cumpliremos nuestro anhelo de vivir eternamente en los jardines de la creación?

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¿Qué somos?

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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¿Qué somos? ¿Dos flores, acaso, que se abrazan tiernamente y bailan alegres cuando el viento las agita? ¿Qué somos? ¿Dos flores, quizá, que se enamoran y se prometen amor eterno una mañana de primavera? ¿Qué somos? ¿Dos flores, tal vez, que comparten sus instantes una primavera, un verano, un otoño, un invierno? ¿Qué somos? ¿Dos flores, probablemente, que, juntas, miran el paso de los minutos del amanecer, del mediodía, de la tarde y de la noche?¿Qué somos? ¿Dos flores, seguramente, que se acompañan durante este sueño llamado vida? ¿Qué somos? ¿Dos flores, pregunto, que, al amarse tanto, suspiran profundamente y anhelan, tras la vida efímera en el mundo, despertar en los jardines del infinito?

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¿Qué tal una flor?

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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¿Qué tal una flor? Una flor y otras más para que luzcas un vestido de orquídeas y te lleve a los jardines del paraíso. ¿Qué tal una flor? Una flor y otras más para que las rosas que te entregue esta mañana te arranquen sonrisas para mí y alumbren el encanto de tu rostro. ¿Qué tal una flor? Una flor e incontables margaritas para escribirte un poema, reproducir tu voz en las notas musicales y pintar tu belleza cautivante en el lienzo de la naturaleza. ¿Qué tal una flor? Una flor y ramos de hortensias, nardos y violetas para que, al agitarlas el viento, sientas mis caricias y bailemos y patinemos al ritmo de las notas del amor y de la vida. ¿Qué tal una flor? Una flor y otros claveles, dalias, crisantemos, lirios y narcisos para maquillar tu cara y percibir tu fragancia exquisita e irrepetible. ¿Qué tal una flor? Una flor en tu cabello, una diadema hemosa en tu cabeza y abundancia de girasoles para que siempre, en las auroras y en los ocasos, tu mirada y la mía se fundan en el resplandor de nuestras almas y nunca se separe una de otra. ¿Qué tal una flor? Una flor y tantas como sea posible con la idea de cultivarlas en un sendero que conecte al vergel infinito. ¿Qué tal una flor? Una flor para que la conserves siempre en tu memoria, entre las páginas de un libro o de un álbum de fotografías, con todos los suspiros que te provoque. ¿Qué tal una flor? Una flor con mi perfume con la intención de que nunca me olvides y siempre me sientas contigo. ¿Qué tal una flor? Una flor que traeré del paraíso y te entregaré como prueba de que el cielo eterno existe para nosotros y tiene algo de la fragancia de Dios. ¿Qué tal una flor?

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Triste espera

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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¿Tanto pesan las liviandades, las apariencias, los instantes ociosos, las superficialidades, la comodidad y el egoísmo, que incontables personas, en el mundo, olvidan a sus ancianos, a quienes, atrapados en un sillón aislado, en la monotonía e incomodiad de una cama, en la lentitud de sus movimientos, en la desmemoria, en las mazmorras del envejecimiento, la soledad y las enfermedades, apenas ayer dieron lo mejor de sí por sus hijos y sus familias, por aquellos a quienes amaron tanto y, ahora, no tienen la gentileza de, al menos, dedicar algunos momentos para visitarlos o llamarles por teléfono con amabilidad, respeto, entrega y cariño? ¿Por qué prometerles que los acompañarán a determinado sitio, que los visitarán tal fecha o que se reunirán con ellos con la intención de compartir una deliciosa comida y una inolvidable convivencia, cuando sabe la gente que no cumplirá? ¿Acaso ignoran que para un anciano, la promesa de una visita, de un detalle, de un afecto, por mínimo que parezca, representa, en su estado, el más bendito de los sueños y de las ilusiones, y hasta cuenta los minutos, las horas, los días, en espera de un compromiso que muchas veces se quebranta por no ser sincero, por tratar de aliviar el dolor y la soledad con mentiras, por parecer más agradable platicar, beber y flirtear con alguien, por justificiones que ya nadie cree? Esa gente tan mezquina e ingrata no sabe el daño que provoca. Cada paso que dan las manecillas, por diminuto e insignificante que parezca por tratarse de segundos, se suma a una carrera abrumadora, a la marcha del tiempo que se agota y pesa demasiado en los ancianos, quienes, cuando pudieron, regalaron amor, detalles, sacrificio, educación, convivencia y sus vidas enteras, sin importarles, en determinados períodos, exponer su salud y arriegar su integridad. Entregaron lo mejor de sí y cumplieron la encomienda de la vida. Hoy, sí, este día, no importa que sea domingo, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes o sábado, todos, a nivel global, podríamos hacer algo grandioso y extraordinario por nuestros ancianos -padres, abuelos, tíos, amistades, vecinos, quien sea-, simplemente regalándoles tiempo de calidad, y no importa que se trate de unos minutos o de varias horas, porque, para ellos, es un tesoro invaluable y son gotas de vida y de felicidad recibr un gesto amable, un abrazo cálido, una sonrisa, una pregunta sobre su estado de salud, una conversación. Si hoy les obsequias un chocolate, una flor, una tarjeta con palabras de agradecimiento, una fotografía, la hoja de un árbol con el mensaje «gracias por todo el amor que me diste», ellos, dichosos, lo atesorarán y sentirán que sus vidas, sus esfuerzos y sus sacrificios verdaderamente tuvieron un sentido. Así, al morir, su semblante transmitirá alegría y paz. Actuemos de inmediato. Las flores, por más elegantes y caras, son basura que se pudre en las tumbas, al lado de lágrimas hipócritas que no sirven por resultar tan amargas y saladas. En este momento es cuando algún anciano, en la familia de cada uno, permanece en su soledad, entre recuerdos y tal vez enfermedades y melancolías, contando los minutos, en espera de fechas inciertas y de promesas seguramente incumplidas, mientras los segundos, indiferentes y presurosos, amenazan acercarlos a la orilla del final. Para ellos, ya no hay porvenir; su futuro es la hora presente. Seamos agradecidos y derramemos el bien, este día y los que siguen, a nuestros queridos ancianos. Después, al concluir sus existencias, no habrá despedidas tristes ni cicatrices incurables. ¿Es tan difícil hacerlo?

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Solamente, si usted quisiera

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Al pronunciar su nombre, suavemente, me pregunto si le gustaría que, con las mismas letras, le escribiera algo, un poema, un texto, un te amo, para que me sienta, como antes y siempre, en usted, y me descubr en su mirada de espejo y en su pulso, en su esencia y en su textura. Al recordarla, casi me atrevo a interrogarla con el objetivo de proponerle ser su aurora y su ocaso, su día y su noche, para acompañarla y nunca renunciar a usted. Si me aceptara como su amanecer, tenga la certeza de que sería el sol que asomaría a su ventanal con la idea de anunciarle que la vida inicia otra vez con nuevas tonalidades, el perfume de la flor que con delicadeza se impregne en su piel, la policromía intensa del paisaje que maquille su rostro, la abeja que endulce sus horas, el pájaro y la mariposa que la lleven, en un vuelo encantador e irrepetible, por las rutas de la vida y de las ilusiones. Y si usted quisiera, sería su noche para, así, inspirarme y escribirle poemas. Me volvería luciérnaga capaz de alumbrar su andar y estrella interesada en guiar su caminata a los sueños. Si usted quisiera, simplemente me volvería la mañana y la noche de su existencia, La dibujaría, la pintaría, la diluiría en las notas musicales y en mis letras, para tenerla conmigo en mi arte, en mis motivos, en mis detalles. Solamente, si usted quisiera.

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La flor que se deshoja, silenciosamente, entre las páginas de un libro

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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La flor que un día lejano fue regalo e ilusión, es el poema que se conserva en una caja -la de los recuerdos, dulces o amargos-, o entre las páginas de un libro con aroma a papel, tinta, perfumes y un viejo romance. Los pétalos que se desprenden de la flor guardada en el armario, son pedazos de amor que tuvieron fragancias, colores y texturas. Las flores secas que se atesoraron cierta vez, tras provocar ilusiones y suspiros, con la idea de un amor bello y sin final, agonizan en la desolación, mientras algún corazón se apaga silenciosamente. Los pétalos secos que uno, al cambiar las páginas de un libro, descubre en el naufragio, huelen a idilios añejos, a alegrías pasajeras, a ilusiones y a sueños que duermen profundamente. La flor que, en otra fecha, alguien obsequió, es, simplemente, un pedazo de amor que quedó en el camino y que se deshoja irremediablemente.

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Entre la tierra y las nubes

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Camino descalzo, en el césped y en la tierra de la que surgen aromas, colores y texturas con formas de helechos, flores y plantas, hasta que llego al río diáfano que trae pedazos del deshielo, en lo más alto de la montaña, donde me introduzco y hundo mis pies en el fondo arenoso. Abrazo uno de los árboles que crecen frondosos en la orilla y siento la textura rugosa de su corteza. El viento sopla, juega con mi cabello y torna carmesí mis mejillas. Al abrazarlo, cierro mi mirada física y abro los ojos de mi interior, la percepción de mi alma. Y así siento el palpitar de la creación, el pulso de la vida, como si el árbol y yo formáramos parte de la misma fuente. Al abrazar el tronco, escucho las voces y los sigilos que vienen de mis profundidades y de las hendiduras de la tierra, de las rocas y del bosque. Descifro su lenguaje. Me doy cuenta de que abajo, sepultados por tierra y piedras, abundan los minerales que enriquecen a los seres humanos durante su paso temporal por la estación llamada mundo. Miro arriba, más allá de las nubes, el cielo de azul profundo, y me doy cuenta de que el universo es grandioso. Cuántos mundos y estaciones. Reflexiono, en sentido metafórico, que ese cielo es infinito y está conectado a mi alma, a los suspiros del aire, a las gotas de lluvia, a la sonrisa de la infancia, a todo. Entiendo que el mundo, con sus bellezas, sus tesoros y su grandiosidad, es una estancia temporal, parte de la ruta al infinito. La ecuación, parece, consiste en vivir en armonía, con equilibrio, plenamente, dentro de un proceso ininterrumpido de amor, bien y evolución. Solo así dejaremos de ser el hermoso y cautivante barro del que nos enamoramos y ser parte de la esencia infinita. Es maravilloso.

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