Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Por causas naturales, con frecuencia hay un dolor al nacer y otro al morir; pero no se trata del anticipo de una existencia infeliz ni de la despedida infausta al abordar el último furgón y abandonar la estación. La vida, en el mundo, es, parece, una ecuación con repetidos e incontables sí y no, multiformes y policromados, que se presentan repentinamente o que la gente, en el lapso de su caminata, propicia, y que, por lo mismo, es preciso equilibrar con la idea de que el resultado sea favorable. Quienes suman y multiplican bien, alegría, amor, sentimientos nobles, conocimiento, justicia, pensamientos positivos, libertad, sueños y detalles, ya se encuentran en un jardín bello, cautivante y supremo, aunque a veces haya espinas; aquellos que, al contrario, son títeres de apetitos, debilidades y maldad, se encontrarán entre cardos y plantas amargas y venenosas, a pesar de que se crean y sientan dueños del paraíso. Hombres y mujeres construyen la historia de sus instantes, minutos, horas, días y años. Esculpen y pintan sus rostros cotidianamente y definen las rutas de su destino. No es que la vida sea injusta. Es que cada uno diseña y construye sus sueños, sus realidades, sus capítulos, sus ascensos, sus tropiezos, sus conquistas, sus fracasos. Al final, cuando desciende el telón de la existencia, cada ser humano descubre si actuó dignamente y con libertad, auténtico y pleno, o si fue marioneta de sus caprichos, egoísmos y fechorías. Cada momento significa la oportunidad de anotar signos en el pentagrama, elementos que formarán parte de una sinfonía magistral y suprema o de un concierto discordante y pobre. Los aplausos o el rechazo, en el teatro, reconocerán o desaprobarán al actor; pero el mayor premio será, indudablemente, la satisfacción de haber probado una vida dedicada al bien, a la búsqueda de la verdad, al cultivo de detalles y sentimientos nobles, al pensamiento positivo, a la justicia, a la libertad plena, al trabajo productivo.
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