SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA
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Irresponsablemente, construimos bases, cimientos y bardas endebles y chuecos, incapaces de soportar la caminata de los días, el viento, las lluvias, el calor y la nieve. No reúnen las características para perdurar. Estamos más interesados, parece, en la hermosura pasajera de la fachada, en el maquillaje de los muros, en la decoración, que en la firmeza de los cimientos.
Por ignorancia, omisión, pasividad, estupidez, irresponsabilidad, apatía, complicidad o agotamiento, e incluso por cobardía ante las críticas, los intereses y las modas de las generaciones jóvenes y de los titiriteros que los manipulan con cierta intencionalidad, mucha gente prefiere callar y legar un basurero a sus descendientes.
Evidentemente, de una generación a otra y varias más, las personas cambian hábitos, creencias, estilos, preferencias, opiniones y hasta el lenguaje, unas veces para mejorar y trascender y algunas, al contrario, para hundirse.
Hoy., somos testigos de un panorama desolador, lastimero y triste, un escenario que desnuda a millones de hombres y mujeres, en el mundo, y los exhibe insignificantes, con un pelaje artificial, con mascarillas que intentan esconder sus rostros, deformarlos, hasta transformarlos en maniquíes que, en alguna parte de sí, amordazan y encarcelan la esencia. En parte, todos somos partícipes del mundo caótico que tanto criticamos.
La gente está tan acostumbrada a los muñecos de aparador, a los maniquíes, a las apariencias, que cuando alguien, un hombre o una mujer, es diferente por su educación, sus modales, su estilo, sus sentimientos, sus reflexiones, su conversación, su sensibilidad o su talento, la mayoría lo critica, lo evita y lo separa del rebaño. Consideran que se trata de una persona non grata, aburrida, deleznable, equivocada, indeseable y anticuada. Incluso, se sienten ofendidos ante su presencia.
Prevalecen, en el mundo, tendencias negativas: indiferencia, odio, vacío existencial, intolerancia, estupidez, superficialidad, rechazo a la familia, desamor, crueldad, egoísmo, arrogancia, obsesión por el exceso de riqueza y de poder, deshonestidad, culto a la apariencia y a los apetitos, ignorancia, incapacidad de enfrentar desafíos y retos, deslealtad, ambición desmedida, pereza y ausencia o pobreza de sentimientos y de razón. La lista es inmensa.
Lamentablemente, millones de hombres y mujeres se suman a los rebaños humanos carentes de identidad y de proyectos de vida, e ingresan gratuitamente a la carpa grotesca de títeres y marionetas, al espectáculo y a la tragedia que desde hace tiempo preparan aquellos que pretenden apoderarse del mundo y de las voluntades de las mayorías, porque a los otros, a los que se oponen, los exterminan.
No existen referencias para comparar y medirse. Han desmantelado los sentimientos, los ideales, la cultura, los sueños, las ilusiones y los pensamientos. La familia y las instituciones formales y bien intencionadas, se encuentran desarticuladas, igual que las maquinarias de los relojes que un día detuvieron la marcha y quedaron como ruina, entre sombras y escombros.
La humanidad necesita, urgentemente, hombres y mujeres auténticos, excelentes, dedicados al bien, inteligentes, honestos, leales, con sentimientos nobles y valores, entregados a causas justas, capaces de influir en los procesos de transformaciones grandiosas; sobran, en el mundo, personas arrogantes, perversas, insensibles, egoístas, ambiciosas, fanfarronas y deshonestas. Seamos luz, no sombras ni escoria.
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