Santiago Galicia Rojon Serrallonga
Hoy cerré los ojos para imaginarme a tu lado durante los años postreros de nuestras existencias. Resbalé a los abismos del sueño y descubrí dos figuras seniles y resplandecientes que se consentían y protegían uno al otro. Me vi, ya anciano, sonreír, besar tu frente y abrigarte mientras dormías. Me sentí consentido por ti cuando escuché tus consejos y me ofreciste un postre. Éramos dos ancianos felices. Experimenté la misma emoción, alegría e ilusión que la primera vez, cuando admití sentirme enamorado de ti y te confesé mi amor. Descubrí que el amor es eterno y conduce a los arcones de Dios
Tesoro, en el amor, es recordar aquellas dos figuras lozanas que otrora maquillaban sus rostros de carmesí cuando reían con intensidad o casi eran descubiertas al enviarse un beso o un guiño a hurtadillas, y mirarlas ahora, en la ancianidad, enamoradas, acaso en una banca, entre hojas doradas y quebradizas, como dos chiquillos que se cuidan uno al otro porque simplemente se aman y no soportarían el desconsuelo y la tristeza de la partida y la soledad. Ya son uno y otro. No se conciben distantes.
Es advertir que las manecillas del reloj y las fechas de los calendarios resultaron insuficientes para agotar su romance, porque a pesar de las arrugas de la piel y las canas, el amor, cuando es auténtico y fiel, no se debilita ni muere.
Amor es eso, fundir dos almas para hoy y la eternidad, sin importar que un día, mañana o dentro de algunos años, la belleza física desvanezca y ceda su lugar a los pliegues, la desmemoria, el cabello plateado o la lentitud.
Mirar, una tarde de lluvia, a quienes antaño se divertían al sentir las gotas deslizar en sus caras sonrientes y empaparse, y ahora uno ayuda al otro a abrigarse para evitarle un resfriado durante el aguacero que ambos presencian tras el ventanal, es una fortuna, algo que vale más que cualquier alhaja atesorada en un relicario de madera fina.
Observar a dos ancianos, un hombre y una mujer, que caminan despacio, como midiendo los pasos o el tiempo, es una bendición y quizá eco del atrevimiento de la declaración y aceptación, a la vez, de un amor que desde el inicio se presintió especial, tierno e inmortal.
Es común que la mayor parte de la humanidad coincida en que el amor queda desgarrado en el camino o se le lleva con cicatrices y duelo; pero cuando uno descubre dos manos débiles y marchitas que se toman para cruzar la calle, evitar caer a un charco o subir la banqueta, igual que en la juventud, identifica la señal de quienes fundieron sus almas en un crisol celestial y todavía, a pesar de la caminata del tiempo, se miran con dulzura.
Insisto en que es un tesoro la mujer de manos cansadas y piernas frágiles que una tarde nebulosa y fría, en casa, camina lentamente, apoyada en los muebles y las paredes, con la intención de acercarse al sillón de la sala y cubrir con un abrigo o una cobija a su amado, al hombre que fue vencido por el sueño mientras hablaba y repetía la misma historia, para que su cuerpo no enfríe ni recaiga su salud.
Grandioso tesoro es, igualmente, cuando él, agotado por el peso de los años, despierta a media noche y pregunta a ella si se siente bien, si está cómoda o si se le ofrece algo, o un día, en la mañana, ver al caballero anciano que cede el paso a su dama o retira la silla para que se siente.
Nunca ha sido la búsqueda de belleza física y placeres fugaces, ausente de sentimientos y valores, garantía de un amor verdadero y perdurable. Quienes hoy se entregan a la inmediatez de las apariencias y los apetitos, no deben esperar un amor pleno, fiel y seguro durante su vejez.
Amar hoy y mañana es un tesoro que no se comercializa y que muy pocos seres humanos, en el mundo, tienen el privilegio de disfrutar. Si es romántico besar los labios juveniles, resulta conmovedor y extraordinario llevar y conservar el sabor y la fragancia del amor hasta los días de la ancianidad. Mi plan se basa, justamente, en transformar nuestro amor en historia sin final, en que me sientas en ti como yo te percibo en mí, en ser tú y yo, los de siempre.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright