Eso es lo que me preocupa

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

No me asustan los cambios sociales ni estoy en contra de los avances científicos y tecnológicos. Si la vida es dinámica, también lo es la sociedad. Me preocupa, por ejemplo, la desaparición de los billetes y las monedas, y, a cambio, a nombre de un progreso frívolo que nadie entiende, la imposición del dinero electrónico, sistema con el que los gobernantes, las autoridades fiscales, las instituciones financieras y las estructuras de poder económico, militar y político tendrán facilidad de acechar a la sociedad, detectar los pagos que realiza cada persona y conocer sus rutas cotidianas, sus gastos, sus viajes, sus preferencias, sus actividades, precisamente con la intención de ejercer control absoluto. Se trata, evidentemente, de un atentado contra la dignidad y las libertades humanas. El manejo de los recursos económicos será, para cada persona, más seguro, lejos de los riesgos que enfrenta quien lleva consigo dinero en efectivo; sin embargo, los asaltantes serán destituidos por el espionaje de aquellos que, dueños del poder absoluto, poseerán la radiografía de cada persona. Eso es lo que me preocupa.

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Un principio que alguien -y otros más- oculta

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Existe, en todo, un principio grandioso y superior que uno, desde el interior, percibe en cada expresión de la vida y que, desde hace tiempo, por intereses egoístas y de acuerdo con un plan con cierta intencionalidad, alguien -y otros más-, cubre con barnices artificiales para así engañar, manipular y controlar a la gente, a las mayorías, a los seres humanos, e impedirles que se reencuentren consigo, con su esencia. Y no me refiero a algo dogmático ni religioso. Solo hay que renunciar a tanta basura que nos dan como si se tratara de la mejor dádiva. No nos engañemos. ¿Hasta cuándo despertaremos del letargo en el que nos encontramos voluntariamente? Permaneceremos engañados y sometidos mientras optemos por la apatía, la irresponsabilidad y la estulticia.

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Somos artistas

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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La mano que traza, en el cuaderno, letras y palabras que, cautivadas y enamoradas entre sí, forman cuentos, novelas, relatos y poemas, es la misma que, una y otra vez, desliza los pinceles sobre el lienzo, hasta crear -oh, maravilloso concepto- un regalo de colores que embelesan las miradas y los sentidos. Es, también, la mano que pasa el arco sobre las cuerdas del violín, la que elige las teclas del piano y las notas, la que produce los conciertos y las melodías más sublimes, tan parecida a la que da forma al material yerto. Son, nuestras manos, ejecutoras de las obras que, inspirados, traemos los artistas para dejar huella de otras rutas, de posibilidades reales, de destinos grandiosos. Somos artistas y traemos, insisto, pedazos de cielo, fragmentos de infiernos, trozos de mundos, para que tú, él, ella, ellos, ustedes, todos, sepan que la vida tiene otros caminos, alternativas sin final. Somos capaces, los artistas, de traer las estrellas, los paraísos lejanos y perdidos, las flores perfumadas y de intensa policromía, las gotas de lluvia, las olas, los ecos y los suspiros de la creación. Somos, ante todo, artistas, creadores de sueños y de realidades, de infinitos y de temporalidades, de historias y de fantasías. Somos artistas.

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Entre balcones y sótanos

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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…Y son, precisamente, los sótanos, los balcones, los laberintos, los salones, las terrazas y los escondrijos del alma y de la mente lo que busco en la humanidad, en la gente, en cada hombre y mujer, porque existen senderos, detalles, rutas, delirios, motivos y destinos que resguardan, entre rumores y silencios, pausas y suspiros, el palpitar de la vida, los secretos de la creación. Busco, en cada uno, la fórmula de la inmortalidad, la línea entre la esencia y la arcilla.

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La pregunta

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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En el arte, incontables espectadores se plantean, quizá, ¿cómo es posible que un ser humano tenga capacidad de crear tanto? En las obras maestras de la literatura -cuento, novela, relato, poesía-, en los conciertos y en las notas sinfónicas, en los lienzos, en el mármol y en la piedra yerta, que al principio eran escenarios vacíos, desiertos estériles, hojas y materiales solitarios, alguien -un artista- escribe letras y palabras, coloca signos que equivalen a sonidos, desliza los pinceles con colores prodigiosos o cincela hasta dar forma, y así, ante el asombro de innumerables personas, regala pedazos de cielo, fragmentos de infierno, trozos de mundo, lo que significa entregar fantasías y realidades, anhelos y sueños, esencia y arcilla. La gente, al leer un libro, al escuchar una ejecución magistral con sus rumores y sus silencios, al admirar las formas y los colores en los lienzos, en los murales y en el mármol, en la piedra, en la madera, en cualquier material, pregunta con asombro cómo surge la capacidad de un hombre o de una mujer -artista, finalmente- para producir obras que llegan hasta las profundidades del ser y conmoverlo. Y el artista, cuando es genuino, sensible, talentoso y sencillo, lejos de caer en las redes de la soberbia y enfrentar el síndrome de Dios, muestra su gratitud con humildad y se siente motivado a entregar lo mejor de sí.

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Temor en los estantes

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Los libros permanecen en los estantes, acomodados pacientemente en algún momento, con la esperanza y la ilusión de que alguien -un intelectual, un estudiante, un académico, un lector, un transeúnte- siga, en sus páginas, las letras y las palabras, con sus sensibilidades y sus razones, sus motivos y sus rutas, sus exposiciones y sus destinos; sin embargo, transcurren los minutos y las horas que, inesperadamente, se convierten en días, en semanas que, gradualmente, apagan, en las hojas de papel, el optimismo de ser elegidos.

Miran, desde los cristales de la librería, los otros negocios -agencias automotrices, boutiques, cantinas, joyerías, restaurantes, zapaterías- y suspiran, una y otra vez, al descubrir que la gente entra y sale, indiferente a la lectura, acaso por la prisa que invade sus vidas, quizá por el desinterés en la cultura, tal vez por tantos motivos que uno desconoce.

Huele a papel y a tinta, a conocimiento y a imaginación, a formalidad y a sueños, a investigación y a inspiración. Conducen, sus letras, a senderos y destinos insospechados; pero otros -la mayoría- prefieren la marca del calzado para andar y dejar huellas endebles o seguir a quienes son moda y tendencia, convencidos, adicionalmente, de que la gente ya no lee. Huelen a sabiduría, a evolución; sin embargo, se comercializan más los perfumes fugaces, atrapados en cristales, con marcas de prestigio. Aman a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes, a la gente de cualquier edad, a quienes abrazan y regalan sentimientos e ideas; aunque las multitudes rechazan los amores y los apegos del arte, la ciencia, la tecnología y el conocimiento en general, acaso porque les resulta más atractivo distraerse en la comodidad de las superficialidades y la ignorancia, quizá por creer muchos que vale más una noche de apetitos desbordantes, trivialidades e infidelidad que horas nocturnas en compañía de las letras que abren las puertas al infinito.

Ciertas horas se dedican al estudio, al trabajo, a la diversión, a la convivencia y al descanso, lo saben las obras que permanecen reunidas en las las bibliotecas y en las librerías; no obstante, los momentos de lectura parecen desterrados de los menús de la vida cotidiana. No es tanta la gente que lee. Algunos libros de papel y de tinta moran en bibliotecas, en librerías, en tiendas, en espacios que muy poca gente visita, mientras otros, en cambio, se refugian en planos digitales, en mundos cibernéticos, en una lucha contra la inteligencia artificial, el uso inadecuado de las redes sociales y otras funciones que parecen decirles que ya no se les necesita en el mundo, que ya quedaron rebasados y forman, en consecuencia, parte de historias y recuerdos que nadie desea conservar.

También, en los estantes de las casas, los libros sienten temor porque la gente suele tirar a la basura los objetos que no les son útiles, las cosas que no les interesan. Algunas personas los conservan como reliquias, quizá en el nivel de adornos y trofeos de caza o tal vez para demostrar y presumir que leen; sin embargo, ese tipo de coleccionistas podría sustituirlos por botellas de licor o por fetiches de moda. Su posesión de libros es simulación.

Extrañan los libros a los lectores que viajaban en los tranvías, en las bancas de los jardines, en algún espacio de la casa, en las aulas, en una cafetería, en la comodidad de la sala, en cualquier lugar y a toda hora. Añoran a los padres y a las madres que, amorosos, leían cuentos, historias y relatos a sus hijos pequeños durante las noches de tempestad. Desean mostrar sus textos, las historias y los argumentos que resguardan, para caminar, en una hermandad genuina, al lado de hombres y mujeres.

Los libros se sienten nerviosos e inquietos. Saben que quienes pretenden apoderarse de la voluntad humana y de las riquezas materiales del mundo, ejercer control absoluto sobre todos los pueblos, no son amigos de la cultura y, por lo mismo, prefieren que las multitudes vivan en la ignorancia. Llegará una fecha, sin duda, en la que los libros se prohíban en los hogares, en las escuelas, en todas partes, y que aquellas obras que se publiquen, solamente contengan doctrinas impuestas por una élite perversa con la intención de manipular y controlar a la gente.

Confían, los libros, en ser rescatados por gente evolucionada y con capacidad de defender el conocimiento, el arte, la cultura. A pesar de las modas, las imposiciones, las tendencias, las doctrinas retrógradas, la enajenación y las políticas represoras, siempre hay hombres y mujeres, en todas las generaciones, comprometidos con el bien y la verdad. Los libros esperan, impacientes, que la gente despierte del letargo individual y colectivo que, más tarde, se convertirá en sometimiento. Por su cultura, saben que a la humanidad le esperan las fauces temibles de una época oscurantista. Hay incertidumbre en los libreros.

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El encanto de la cocina y la magia de las letras

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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En la cocina, el encanto consiste en preparar alimentos y bebidas que deleiten los sentidos y hagan del placer de la comida una delicia, una experiencia grata a cierta hora del día; en las letras, en el arte, en las páginas de los libros, la magia se basa en que los lectores perciban los colores, los aromas y los sabores, como si tuvieran los platillos en una mesa, quizá en el comedor de sus casas, probablemente en un restaurante al aire libre, acaso en cierta aldea, seguramente en alguna fonda, acaso sobre un mantel durante una excursión en el campo, indudablemente en un yate, tal vez en donde las palabras y la imaginación los trasladen. En ambos casos -en la gastronomía y en el arte de las letras-, son fundamentales la entrega para dar lo mejor de sí, la aplicación adecuada de las fórmulas culinarias y literarias, el esfuerzo, la inspiración, el talento, la creatividad, la disciplina, la sensibilidad. Hay platillos y bebidas que, por los aromas que exhalan y seducen el olfato, los sabores que enamoran al paladar y las tonalidades que atraen las miradas, resultan irresistibles y uno los prueba con gusto; existen obras literarias que, al describir el encanto de los alimentos, en la cocina y en algún comedor, trasladan al paraíso. La cocina es el laboratorio de las bebidas y los platillos que añaden sabores, fragancias y tonalidades a un placer de la jornada existencial; la buhardilla, en tanto, es el taller del artista, el refugio del escritor, el cielo del autor, para crear obras prodigiosas e inmortales.

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Los adversarios

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Me parece insano y perverso que tantos académicos, intelectuales mercenarios y gobernantes, en diversas regiones del mundo, fomenten y propicien la rivalidad, la confrontación, el odio, la discordia, el resentimiento, las divisiones y la inestabilidad social por medio de doctrinas, lecciones y políticas orientadas a la lucha de los opuestos -hombres-mujeres, padres-hijos, acaudalados-pobres, patrones-trabajadores, profesores-estudiantes, profesionistas-analfabetos, rubios-morenos, líderes-seguidores, empresarios-proletarios, citadinos-campesinos-, táctica que si demostró, en el pasado, sus fauces y sus garras terribles, su capacidad de enfrentar y destrozar a los pueblos, tras creerla totalmente confinada en la sepultura -quizá hasta agusanada-, e inscrita en las páginas más deleznables y lamentables de la Historia, ha renacido y del cunero, en el que la criatura parecía olvidada e inofensiva, ha dado un salto a la carpa, donde los espectadores -insensibles, superficiales e irracionales- se sienten embelesados, siguen sus instrucciones y caen en su trampa mortal. Se trata de un ejercicio de poder, con cierta intencionalidad, a través de una fórmula sencilla y eficaz que consiste en radicalizar a los grupos sociales y enfrentarlos entre sí. Ese odio acérrimo se refleja, incluso, en el lenguaje, porque hasta las palabras y las expresiones ya tienen dueños y todos creen que les pertenece cierta porción de la cobija, sin darse cuenta, por tanta manipulación, que el idioma es incluyente. A los niños y a los adolescentes les enseñan un modelo ajeno a la familia, un esquema que desprecia los valores, a los ancianos, a la gente educada; a los jóvenes, en tanto, les inculcan modas y tendencias que, en apariencia, los llevarán a existencias e historias felices y plenas, y que, en los hechos, los transforman en criaturas inútiles, carentes de iniciativa y quebradizas. Los diferentes sectores de la sociedad se consideran adversarios, jueces implacables, verdugos o víctimas, y pelean, se odian, mientras los otros -la élite que controla el poder económico, militar y político- se apoderan de las voluntades y, gradualmente, cumplen su proyecto mezquino de someter a las multitudes, a todos los pueblos, y condenarlos a la barbarie, a la explotación, al sometimiento. Es preciso enseñar a la gente que las coincidencias, en los seres humanos, los fortalecen, mientras las diferencias, los rasgos que presentan múltiples opciones, los complementan y los enriquecen. Se trata, en las sociedades evolucionadas y prósperas, de sumar y multiplicar, no de restar y dividir. Solo en las naciones gobernadas por corruptos, las personas se odian estúpidamente por considerarse adversarias.

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El arte, la ciencia, el conocimiento, lo que uno siente…

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Es dedicarse y comprometerse, desde pequeño, al arte, a la ciencia, al conocimiento, a lo que uno siente como un llamado por ser parte de su esencia y de su naturaleza, con disciplina y seriedad, con un estilo de vida que supera, en mucho, las fachadas endebles que falsamente construyen las improvisaciones, los caprichos, las poses, las ocurrencias, los intereses egoístas, las superficialidades y la estulticia. Es entrega auténtica y plena.

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No son baratijas ni lujos

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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He conocido a quienes, seducidos por el encanto y la magia engañosa de los aplausos, las cámaras, los reflectores, los ingresos monetarios y la fama momentánea, creen que trascienden en el arte, en la ciencia o en alguna de las expresiones del conocimiento; sin embargo, la sensibilidad y el talento no son baratijas que se adquieren en los mercados ni lujos y vanidades que se compran en las tiendas de lujo y que, simplemente, delatan a los ambiciosos, a los impostores, a los necios, a los ignorantes.

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