Acoso

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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En un ambiente global contaminado y tóxico, en el que abundan la estupidez, el odio, la hostilidad, el vacío y la superficialidad, resulta lógico -no justificable- que la niñez, la adolescencia y la juventud se agredan, se mofen y se comporten bestialmente y con crueldad en perjuicio de los más débiles del rebaño, y multipliquen así el resentimiento y la violencia en el planeta. No obstante, resulta brutal, criticable y primario que gente de 30, 40, 50 años y de mayor edad, dediquen las horas y los días de sus existencias pasajeras -oh, vita brevis- a burlarse, dañar, molestar, desprestigiar e incluso destruir a sus compañeros de trabajo, a sus colegas de profesión, a los integrantes de sus familias, a sus vecinos, a quienes llaman amigos, simplemente por entregarse, por maldad, idiotez, ociosidad y fascinación a la pepena de vidas ajenas. Lamentablemente, es una práctica malsana y patética que aumenta en las sociedades de la hora presente y desgarra la armonía, el equilibrio y la paz mundial. Todos, o la mayoría, parece, hemos enfrentado acoso en cualquiera de sus expresiones. En mi caso, admito que todavía lo padezco en algunos de los ambientes en los que me desenvuelvo, y si no me han aplastado, es porque me defiendo y tengo pruebas que soy capaz de difundir. No obstante, considero que quienes amamos vivir en un entorno de respeto, paz y equilibrio, deberíamos, por protección y dignidad humana, denunciar el acoso y la hostilidad que otros, sin derecho, cometen en perjuicio nuestro. Es fundamental no callar porque esa clase de personas, sumidas en la barbarie, crecen y se fortalecen en la medida que sus víctimas callan y les temen. Simplemente, se trata de quitarles los disfraces que portan.

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¿A la basura?

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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En la hora presente de nuestras existencias, cuando viajo, me traslado por la ciudad, consumo alimentos o café en algún restaurante, o me encuentro en una sala de espera, en una plaza comercial o en cualquier espacio público, incluidos los vestíbulos de los museos y de las galerías de arte, los auditorios en los que se presentan conferencias, las salas velatorias y los sanatorios, miro con preocupación a hombres y mujeres, principalmente jóvenes, inmersos en un mundo alterno que ellos, los dueños del poder global, han diseñado, a través de una ciencia servil y mercenaria, con la intención de mantener distraídas, inútiles, estúpidas e ignorantes a las multitudes.

Como escritor me pregunto, en el caso del arte, si tantos millones de personas, aquí y allá, en todo el mundo, se interesarán en la lectura de libros, en la ciencia, en las novelas y en los cuentos, e incluso en una pintura o en un concierto, reflejo de la inspiración, la sensibilidad y el talento de ciertos seres humanos irrepetibles y extraordinarios, cuando ya se dispone de equipos y sistemas artificiales que dan respuesta a las incógnitas y tienen capacidad de crear y responder acerca de todos los temas, aunque carezcan de esencia y sentimientos, ausencia que ya se identifica con las generaciones desposeídas de sí, con aquellos que han sido saqueados en su interior y no perciben que solo les queda una cáscara pasajera que hasta perforan y tatúan por simple moda pasajera.

Los descubro tan enajenados y distraídos en tantas estupideces que, finalmente, la basura acumulada a una hora, otra y muchas más, repercute en sus sentimientos, ideales, raciocinio y conductas, al grado de que me pregunto qué será de la humanidad dentro de un lustro o una década. No soy de los que acostumbran a expresar que todo, en el pasado, fue mejor, porque reconozco que la historia de la humanidad es compleja, más por ella que por causas externas; sin embargo, al examinar, construir y analizar los escenarios de los próximos años, defino un panorama complejo que, definitivamente, no resulta alentador.

Estoy seguro de que, intoxicados de tanta pereza mental, innumerables personas deambularán por los parajes del mundo como parias, mutilados racionalmente e incapaces de hablar correctamente, alejados del aprendizaje, carentes de sentimientos e ideales, ausentes de familia y vacíos de sí, con los únicos deseos de satisfacer necesidades biológicas, apetitos primarios e impulsos brutos.

Entre el ocaso de la década los 80 y la aurora de la de los 90, en el inolvidable, complejo e irrepetible siglo XX, escribí acerca de quienes llamé la generación perdida. Lamentablemente, los acontecimientos y la realidad me concedieron la razón. Ahora, tres décadas más tarde, ¿qué puedo manifestar ante muchedumbres que parecen no experimentar sentimientos nobles y son incapaces de pensar, crecer y aportar para bien de la humanidad, la naturaleza y el planeta?

Al hablar con ellos, resulta un fastidio entablar una comunicación en la que parecen no entender ni interesarse en los temas que se les trata, con un lenguaje totalmente ridículo y actitudes de molestia, desdén, ignorancia, desinterés, monotonía y pereza. Me pregunto, entonces, ¿será esa clase de gente la que aporte lo mejor de sí al mundo? ¿Tendrán capacidad de leer un breve relato literario, admirar la belleza y profundidad de una obra pictórica o escuchar un concierto magistral y sublime?

En este caso, es deplorable conceder la razón a quienes, desde las instituciones y las organizaciones económicas, sociales y financieras del mundo, argumentan que la humanidad ha producido mucha basura inútil que solo consume, motivo por el que es preciso, en consecuencia, eliminar a la mayor parte de la gente. Parece cruel y desgarrador, pero las sociedades de rebaño -acaudalados y pobres, académicos y analfabetos- están propiciando su destrucción y la de otros.

La televisión, el internet y las redes sociales, entre otros medios masivos de comunicación, enseñan a la gente a no esforzarse, a normalizar el mal, a deformar el lenguaje, a rechazar a la familia, a perder sueños e ideales, a no luchar por sus proyectos, a consumir, a sentirse realizada con modas y cosas materiales, a exigir derechos y a desdeñar las obligaciones y las responsabilidades. No se trata de las personas que nosotros, los artistas, intelectuales y científicos honestos, necesitamos para difundir nuestras obras y, juntos, participar en la construcción de sociedades más justas, nobles y prósperas.

No obstante, renacen mis esperanzas, como escritor, cuando en las rutas de mi existencia coincido con hombres y mujeres jóvenes interesados en el arte, en el conocimiento, en el aprendizaje. Es gente que, a pesar del remolino que parece afectar a todos para tragarlos y procesarlos, tiene esperanzas e ilusiones, sueños e ideales, motivos y proyectos.

En contraparte, en diferentes lugares del planeta, coexisten jóvenes honestos e íntegros, educados con valores, dedicados al estudio y al trabajo, con proyectos, ideales, sueños e ilusiones, quienes forman una minoría, un grupo que, sin duda, coadyuvará a restaurar un mundo que cada día luce más desgarrado, con una humanidad mutilada espiritual, menta y físicamente. Ellos son nuestra esperanza y es un orgullo cuando se interesan en algún libro, en el aprendizaje, en la productividad, en el bien colectivo, en la familia, en la naturaleza. No todo está perdido ni irá a la basura.

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El fiel recuerdo

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

A mi padre

No existe el olvido cuando hay tantos recuerdos que alivian las ausencias, ni son necesarias las flores en las tumbas, donde gravitan las soledades, los vacíos y las tristezas, si acaso uno y alguien más compartieron instantes bellos y cautivantes, momentos irrepetibles, horas fugaces e inolvidables que, dentro de su pequeñez, se agigantaron y se inmortalizaron por su significado especial y por el sentido y la ruta que siguieron.

Tampoco creo que existan los finales dramáticos, tristes y dolorosos porque la vida es un renacer incesante, y más cuando se trata de la esencia, del alma, como la tuya, amado papi. Sí, así te llamaba. Nunca, ni siquiera en los minutos de enojo, te llamé papá ni padre, quizá porque para mí eres un ser maravilloso al que admiro, respeto y ofrezco mi amor más profundo.

Tal vez, por sentirte en mi interior y saberte inmortal, no visito con frecuencia el cementerio, donde reposan tus restos cenizos, unidos a los de mi mami, porque, además, sé que algo estéreo de ti pulsa en mi alma, en los árboles que me regalan sombra, en el agua diáfana que brota de la intimidad de la tierra y alivia la sed de todas las criaturas durante su paseo en las corrientes de los ríos, en la naturaleza, en el universo, en la vida.

¿Flores en una tumba que habla y calla, en un nicho con una placa, cuando tú, mi amado e irrepetible papi, a quien todos los días, desde la aurora de mi existencia hasta el ocaso de tu peregrinar terreno, saludaba con dos besos, uno en cada mejilla, cultivaste jardines para mí y nuestra familia? ¿Cómo llevar una flor humilde y finita a quien se encuentra en el jardín del paraíso?

Este día, cuando la gente celebra el día del padre, te expreso mi amor y mi gratitud por lo grandioso que fuiste y por todo lo que nos diste. Todos los días -tú lo sabes- te recuerdo y te siento en mí. Al llegar a la casa, a mi refugio de artista, a mi buhardilla de escritor, te miro al abrir la puerta, en la galería de retratos familiares que cubren la pared, cerca de los libros que fueron tuyos y que tanto te deleitaron al leerlos. Y te siento en mí, en todo momento, aunque no me encuentre en el hogar.

Hay quienes aseguran que el recuerdo se siente victorioso al asegurar que sus imágenes naufragan en la memoria y sobreviven al morir la gente; otros dicen que, soberbio y vencedor, el olvido desdeña todo y dispersa, igual que el viento barre las hojas secas y quebradizas, las historias y las vivencias. Llega la muerte, agregan, y, engreída, manifiesta que es más poderosa que el recuerdo y el olvido porque todo se lleva y lo esconde en los sepulcros, en las tumbas.

Pienso que no se trata de derrotas ni de triunfos, sino de un amor y de sentimientos tan nobles y profundos, que abren las puertas de la inmortalidad. Uno, al tener un padre como lo fuiste tú en este mundo, recibe bendiciones infinitas, un tesoro invaluable, el regalo y la mirada de Dios que invita a trascender y a no morir nunca.

En diversas ocasiones he relatado, en mis publicaciones, fragmentos de tu biografía y a mis descendientes les he enseñado a amarte, a sentir admiración por ti, a seguir tus enseñanzas, a emular tus sentimientos y tus ideales, a reconocerte en lo bueno, y a caminar por la misma ruta que propicia que uno trascienda, desde luego cada uno con su identidad y sus motivos.

Hoy, cuando la gente celebra el día del padre en los restaurantes, a pesar de que durante el lapso del año permanezcan apagadas muchas de esas emotividades momentáneas y convencionales, o en los cementerios, entre sepulcros, remordimientos, añoranzas y dolores, te agradezco, papi amado, por todo lo que fuiste durante tu jornada terrena, y por ser quien eres, en esencia infinita.

En lo etéreo, desde la profundidad de mi ser, te saludo, como todos los días, con doble beso, uno en cada mejilla, te abrazo y te expreso mi amor y mi gratitud con la certeza de que somos esencia y no estás muerto. Gracias a la vida, mi agradecimiento a Dios, por darme las bendiciones y los regalos más bellos, invaluables y plenos que pueda recibir un ser humano durante su caminata por el mundo.

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Esconden las verdades y difunden las mentiras

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Esconden las verdades y difunden las mentiras. Son expertos en las mañas de la simulación. Se especializan en maquillar la realidad de acuerdo con sus ambiciones e intereses. Se trata de maestros de la hipocresía. Dan otro sentido a la realidad, a los escenarios, a la vida, para que los pueblos elijan rumbos equivocados y destinos inciertos y plagados de abismos, riesgos y escombros. En sus centros de investigación científica y en sus laboratorios, resguardan toda clase de datos restringidos a la humanidad versus la gran cantidad de información que difunden todos los días para alimentar a las masas, a la humanidad entera, porque ellos, los dueños del poder económico, militar y político, argumentan que de los más de ocho mil millones de habitantes que coexisten en el planeta, se ha producido mucha basura, escoria que solo se dedica a consumir y no a producir ni a aportar. Estorban las muchedumbres a sus intereses ambiciosos, y entiéndase el concepto rebaño a todos los que sienten, piensan, hablan y actúan igual, estúpida y superficialmente, más allá de los niveles académicos y económicos. Juegan con el mundo. Les diseñan los libretos, sus historias y sus destinos. A veces presentan espectáculos artificiales, lúdicos, inverosímiles, que la gente cree y vive; en ocasiones, al contrario, ofrecen escenarios aterradores y preocupantes, desde luego sin dejar de practicar guerras, catástrofes naturales, contagios mortales y otros males. Se trata, parece, de desgarrar al ser humano, denigrarlo brutalmente y desgarrarlo. Quieren desgarrar a la humanidad, al menos a cierto porcentaje. Las noticias que difunden, a través de sus aliados, no son halagüeñas; al contrario, tienden a confundir, saturar las mentes de escoria, contradecir el aprendizaje, causar nerviosismo y temor. Unos días, las noticias digitales aseguran que los científicos descubrieron la cura de enfermedades mortales, el origen de la vida y del universo, planetas habitables, galaxias, fenómenos extraños y sorprendentes; otros, en tanto, dan a conocer datos e información que aterran y preocupan a la gente. Lo increíble es que supuestamente tienen capacidad de descubrir el origen y la curación de enfermedades mortales, pero los laboratorios y los médicos suelen lucrar con el dolor humano. Observan galaxias distantes, pero no miran la miseria, el hambre, la escasez de agua, las enfermedades, los desequilibrios naturales y todos los males que existen a su alrededor y que atentan contra el planeta y todas sus expresiones de vida. Es recomendable leer con prudencia y madurez cada noticia científica que cotidianamente es difundida a través de los portales de noticias, las revistas digitales y las redes sociales. Esa élite perversa decora la realidad con adornos terribles y monstruosos. Lleven a cabo el ejercicio de acceder a los portales y leer las noticias científicas. Si las analizan con criterio, objetividad y madurez, pronto descubrirán la intención de confundir y generar pánico e inseguridad. No permitan, lectores queridos, que los envuelvan cruelmente y los transformen en criaturas inservibles y estúpidas.

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Lluvia querida

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Tras mucho tiempo de ausencia -¿horas?, ¿días?, ¿semanas?, ¿meses?, ¿años?… cuán distante me ha parecido-, regresaste con tu maravilloso encanto, lluvia querida. Traes el alivio y el milagro de la vida, la alegría y la sonrisa, el amor y la esperanza, lo cotidiano y lo sublime. Tus gotas descienden de las nubes flotantes y plomadas, mientras los relámpagos alumbran el celaje, los truenos se propagan y el viento mece los árboles y las plantas. Tus perfumes, cuando mojas los troncos, las piedras, la tierra o la hierba, son deliciosos e inconfundibles. Como que traes algo de cielo, trozos de paraíso, destellos de infinito. Regresaste, lluvia querida. La gente, al asomar en sus ventanas o pasar por la calle, frente a la casa, me mira con extrañeza, me observa al contemplarte, al entregarme a tu regalo, quizá con la idea de que soy un artista que ha perdido la razón y que se atreve a mojarse sin ningún motivo. Y razones hay muchas, lluvia mía. Disfruto tus gotas, el prodigio de tu esencia, como si fuera el último regalo, porque si me acostumbrara a tus visitas cada estación, seguramente formarías parte de algo cotidiano y sin valor, cuando eres reflejo de la vida y regalo de la naturaleza, obsequio de algo etéreo que te diseñó con un sentido bello y maravilloso. Al recibir tus gotas que deslizan sobre mi rostro y mi piel, siento las caricias y la presencia de la naturaleza, de la vida, del universo, de un origen superior. Regresaste, lluvia querida.

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Y si continúa el empeño de construir una pereza mental en el mundo

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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A veces, mientras recibo la inspiración desde las profundidades de mi ser al conectarse con los reinos infinitos de la creación, pienso que si continúa la idea de que es ocioso poseer una biblioteca personal, acudir a una pública o esforzarse mentalmente, cuando existen equipos, programas, sistemas e inteligencias artificiales con capacidad de dar respuesta a los planteamientos e interrogantes humanos, formaremos generaciones de brutos, rebaños de hombres y mujeres indiferentes, perezosos, mediocres e interesados exclusivamente en satisfacer apetitos, en poseer todo sin importar el despojo y el mal en contra de los demás y en coexistir sin percatarse de que la vida es breve y no todo son superficialidades, impulsos y estupideces. Y si alguien, y otros más, se empeñan en destruir o en esconder documentos invaluables, datos e información plasmados en hojas de papel, inscritos en libros, la gente solo dispondrá de la opción de investigar por medio de sistemas digitales manipulados o recurrir al servicio de la inteligencia artificial y otros entes creados por quienes tienen interés en denigrar y hacer pedazos a los seres humanos y no contribuir a su evolución y a su desarrollo integral. Si aquellos que pretenden gobernar y controlar a la humanidad para así apoderarse del mundo, ocultan la historia, el pensamiento moral y filosófico, las doctrinas orientadas al bien, y la sustituyen por información alterada y errónea que presentan como actual, comprobada y genuina, pronto estaremos rodeados, aquí y allá, de personas salvajes, ausentes de sí y de principios, que actuarán brutalmente. Quienes aún tienen la dicha y la fortuna de no encontrarse intoxicados y perturbados por los engaños de aquellos que controlan el mundo, no renuncien al amor, al bien, a la familia, al conocimiento, a los valores, a la investigación, al arte, a las ilusiones, a los sueños, porque existe la pretensión de denigrar lo bueno, lo sano, e implantar un sistema dictatorial que pronto debilite y someta a toda la gente. Si todavía poseen capacidad de amar, sentir, pensar, soñar y planear, no renuncien al aprendizaje, al conocimiento, a los libros, al arte, a la ciencia, a la información que les aporte datos útiles. Conozcan su historia. No se conformen con las mentiras que otros, los del poder, les ofrecen como única alternativa. No busquen aplausos ni reconocimientos entre los rebaños temporales que no sienten ni piensan, ni tampoco con los dueños del poder económico, militar y político, a quienes estorbarán y ordenarán su destrucción. No permitan que una minoría perversa -la misma del Coronavirus, la que provoca guerras e inestabilidad mundial, la que altera los climas y la producción de alimentos, la que envenena, la que se cree dios por los descubrimientos e invenciones que lleva a cabo, la que distrae a la gente, la que ambiciona destruir a las mayorías, la que desde hace mucho tiempo aplica un proyecto con cierta intencionalidad perversa- coloque en ustedes barnices ni borre su memoria hasta arrojarlos al naufragio. Reaccionen. Es hora de despertar a la realidad, no de sumergirse en fantasías digitales ni en apariencias y en estulticia. Es por bien de la humanidad. De permitirlo, vendrá la destrucción masiva porque quienes se han adueñado del poder y tienen en complicidad a la ciencia, a la academia y a tantos líderes sociales, argumentarán que es ilógico que la Tierra esté poblada por miles de millones de hombres y mujeres perezosos e inservibles, mutilados física y mentalmente, dedicados a consumir los pocos recursos que hay en el mundo, como agua, oxígeno y otros elementos, cuando existen mecanismos, sistemas, robots e inteligencias superiores. No sean los próximos candidatos al exterminio. Los nuevos dioses plantean tener otros hijos, creaciones semejantes a ellos.

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Vida mía

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Vida mía, desde hace años -creo que a partir de la aurora de mi existencia terrena- siento tu pulso etéreo en mi mirada, en mi rostro, en mis manos, en mis pies, en todo mi cuerpo de arcilla, mientras observo, con asombro e inquietud, tus maletas con su contenido misterioso, tu equipaje listo para partir a cierta hora, en alguna fecha desconocida, igual que el forastero que, en determinado momento, se traslada a la estación del ferrocarril con la intención de marcharse del pueblo donde se refugió durante los minutos de su destierro, seguramente sin dejar apegos porque eres, para todos, indiferente. Vida mía, sé que un día te desprenderás de este cuerpo al que tanto amo y con el que, por sus perfiles y rasgos, todos, incluido yo, me identifican. Sí, un cuerpo, un rostro, un organismo que alberga a mi esencia, a mi alma, con el propósito de expresar mis sentimientos, ideas, palabras, anhelos, planes y sueños durante un lapso breve, entre un suspiro y otro de la naturaleza y del universo. Un yo orgánico que, algún día, cuando tú, vida mía, te alejes, caerá yerto y se fundirá con la arcilla, en la tierra, mientras mi ser, en tanto, volará libre y pleno a sitios insospechados, a planos que se presienten infinitos. Avanzas inexorable, vida mía, con el anuncio silencioso de que yo, como tantos seres, somos artistas de nuestras existencias y que de nosotros, en consecuencia, dependerá crear una obra excelsa, una sinfonía magistral, o las notas de un concierto discordante. Vida mía, te abrazo y te siento; sin embargo, eres libre y, por lo mismo, me resulta imposible que aquí, en el mundo, permanezcas siempre a mi lado. Eres destello, eco, reflejo de la inmortalidad, con todo lo que significas; aunque es preciso aprender a experimentarte en el mundo, acaso como preámbulo de la entrada a otras rutas, a jardines que se presienten infinitos. Un día intenté agradecerte y, silenciosa, vida mía, respondiste que más que recibir mi gratitud, te encantaría saber que exploto tus ricas vetas para bien mío y de los demás, y por tal motivo, creo, invitaste a que no desperdicie un solo instante con cargas ociosas y que, a través de mis horas y mis días en el mundo, busque la maestría, la excelsitud, como el artista cuando pinta su mejor cuadro, escribe la obra de mayor grandiosidad o compone el concierto de más belleza. Sugeriste que haga de mi existencia una obra maestra. Y aquí estoy, sintiéndote cada instante y entregándome a la maravilla, al encanto y al milagro de la vida.

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