SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright
Tras meses de trabajo e inspiración, a una hora y a otra -temprano, en la mañana, y también al mediodía, en la tarde, en la noche y, a veces, en la madrugada-, concluí mi novela. Son 35 capítulos que disfruté intensamente. Fue una experiencia irrepetible, bella e inolvidable en la historia de mi biografía de artista. Una novela que, como otras, me enseñó a vivir, a pesar de que el público, al leerla, ignore los caminos que recorrimos juntos, las aventuras que compartimos, los amaneceres, las tardes y los anocheceres, entre cambios de estaciones. Tuvimos, durante la jornada, encuentros y desencuentros que formaron parte del quehacer artístico y literario.
Uno, al escribir las primeras letras de la novela, asiste al nacimiento de una criatura muy amada, al inicio de una historia que otro día, a cierta hora, estará preparada, con el equipaje en la puerta de la buhardilla, para salir en busca de su destino, acaso en una editorial, quizá en las bibliotecas, probablemente en las librerías, tal vez en tantas partes.
Durante el proceso creativo, me entrego por completo al arte, a las letras, a las palabras, hasta finalmente contemplar mi obra. Es como observar a la hija que un día fue pequeña y dio sus primeros pasos, con quien se compartieron detalles y momentos inolvidables y hermosos. La obra lleva en sus páginas la tinta de su creador. Exhala los perfumes de su linaje. Es tinta y papel, o escritura digital; sin embargo, lleva en su esencia, en su pulso, en sus entrañas, en su apariencia, la inspiración y el esfuerzo del escritor, con sus esperanzas, sus sueños y sus vivencias.
Juntos, mi novela y yo, reímos y lloramos. No es tiempo de revelar el título de mi obra recién concluida; sin embargo, me adelantaré solo con la intención de que mis lectores, a quienes me debo como artista y escritor, sepan que plantea un tema actual y preocupante, el de la enajenación humana y el vacío existencial, el culto a la superficialidad y la estulticia, que promueven con tanta ambición y perversidad alguien, y otros más, y los señores del poder, con apoyo de los mercenarios de la ciencia, la llamada inteligencia artificial con todas sus variantes, sus robots, sus humanoides y millones de personas masificadas.
Nunca he estado en contra de la ciencia y la tecnología. De hecho, mi niñez inolvidable, mi adolescencia y parte de mi juventud transcurrieron al lado de un padre interesado en el aprendizaje, la lectura, el estudio y la investigación, quien anhelaba descubrir una fórmula y aportar un invento valioso para la humanidad; no obstante, estoy en contra de que la ciencia y la tecnología se encuentren al servicio y para beneficio de la élite privilegiada, la del poder económico, militar y político, mientras millones de seres humanos, transformados en rebaños, enfrenten pobreza, enfermedades, ignorancia, falta de oportunidades reales de desarrollo e injusticias.
Mi novela recién concluida -S y V, por las iniciales de su título-, expone al ser humano roto, a la gente de apariencias, a las personas estimuladas por apetitos, a hombres y mujeres intoxicados de ambición y estulticia, a un mundo irreconocible que en su andar diario se apoya, por conveniencia, mediocridad, ignorancia o mediocridad, en muletas, en prótesis, en objetos artificiales e innecesarios, hasta dejar de ser alguien y transitar a algo, versus el poder que adquieren los señores del poder, los nuevos dioses y propietarios del mundo.
Hoy siento nostalgia, como la que he experimentado al concluir otras novelas y obras intelectuales y artísticas; pero mi nueva historia, todavía inédita, necesita que la transcriba de las hojas de papel, en las cuatro libretas que utilicé, al equipo digital, y que revise cada página con la intención de que, finalmente, la presente en la editorial para su publicación. Hoy, lo confieso, extraño la convivencia, el encuentro y la caminata diaria que tuve con mi novela. Está preparada para salir en busca de un destino y ser leída.
Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright