Correspondencia entre las manos de los artistas

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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En la mano que traza letras y signos que forman palabras e ideas, textos que el escritor convierte en obras literarias -novelas, cuentos, poemas, relatos-, y que cautivan al ser, descubro, también, la que desliza el arco en las cuerdas del violín y del violonchelo para cruzar, a través de sus notas, el umbral humano y llegar hasta la morada del alma, e igualmente la encuentro en la que lleva el pincel a una y a otras rutas dentro del lienzo con la intención de pintar lo que dicta la inspiración; la identifico, paralelamente, en la que esculpe, en la que da forma al mármol, a la piedra yerta, a la madera, al hierro. Se trata de hombres y mujeres que enseñan los senderos y el rumbo por medio de sus obras. Percibo en la mano del artista una correspondencia, un sentido, una inspiración, un motivo, una hermandad. Hay una conexión entre el artista, su talento, su sensibilidad, su inspiración y sus manos, lo mismo si es escritor, músico, pintor o escultor. Es como si trajera consigo pedazos de cielo, trozos de la creación, para regalar a la humanidad ecos, destellos y reflejos de la vida y de la inmortalidad. Mientras exista un artista en el mundo, las flores exhalarán sus más deliciosos perfumes y lucirán sus encantos, los arcoíris aparecerán majestuosos, los luceros de la noche no se apagarán y siempre habrá alguien que, a través de sus obras, rompa las celdas y lleve a libertad plena, enseñe a volar y recuerde que la vida es un milagro. Miro, en las manos de los artistas, una correspondencia, y me siento orgulloso de participar en tan noble encomienda, la de la creación.

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Cuando escribas…

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

Cuando escribas un cuento o una novela, nunca olvides hacerlo como si se tratara de ti. Entrégate al arte con inspiración, sin prisas ni facetas superficiales, como una sinfonía con sus diferentes movimientos, unas veces pausados, otras equilibrados y algunas más con intensidad. Transmite emociones, sentimientos, ideas. Consigue el milagro de que tus lectores sientan y vivan tus relatos.

El escritor genuino se consagra al arte, a las letras, a las palabras, y no renuncia, por ningún motivo, a su pasión, a su encomienda, a sus motivos. Sabe que su destino y su misión, durante su jornada terrena, es escribir, crear obras, transmitir sentimientos y también pensamientos, conocimiento y mensajes que no podrían impartirse de otra manera.

Si eres escritor, no abandones el delirio, la locura, la pasión. Dedícate a escribir en serio. No le seas infiel al arte. La deslealtad, la traición y la mentira, en las letras, no son perdonadas. El arte literario exige atención, disciplina, entrega, constancia e inspiración. No se puede ser escritor a medias. Es un estilo irrenunciable de vida.

Muchos de quienes nos dedicamos al arte, sabemos que, a veces, se presenta como una dama etérea, demasiado celosa, que exige atención completa. No tolera que uno le sea infiel ni le interesa que pierdas todo. Exige mucho. Y hay que entregarse íntegramente.

El escritor nato no condiciona su arte. Sabe que el arte desconoce treguas. La inspiración puede tocar a la puerta inesperadamente, escapar del ser en cualquier momento, durante la mañana, al mediodía, en la tarde, durante la noche o en la madrugada. El proceso de la creación es permanente.

No esperes, para escribir, un momento tranquilo y de soledad porque, quizá, podría no llegar a tu vida. Tienes, como escritor, la responsabilidad de escribir en cualquier lugar y hora. Muchas de las grandes obras fueron escritas en situaciones adversas, complejas e incómodas.

Vive. Aprende, reflexiona, siente. Sé auténtico y libre. Equilibra tus sentimientos y tu razón. Experimenta. No temas expresar tus ideas, a través de las palabras escritas, porque, después de todo, existe libertad de hacerlo bien. Explora todos los escenarios. Sé creativo, original e innovador. Nunca plagies obras. La deshonestidad literaria es deleznable en cualquier ser humano.

Y si en la hora contemporánea, marcada por las herramientas digitales, no dispones de equipos, recurre al lápiz, al bolígrafo y a la hoja de papel. Cuántas obras, antes de publicarse y ser magistrales y reconocidas mundialmente, fueron escritas en cuadernos o en trozos de papel. No desdeñes los materiales. Escribe. Sigue el camino de las letras y las palabras escritas con fidelidad. Se trata de tu tesoro. Llévalo siempre contigo. Es inseparable. Compártelo a la humanidad. Lo que escribas, quedará vibrando aquí, en el universo, en la creación.

Escribir, por cierto, es emular el proceso creador de la naturaleza, de la vida, de la creación. Es, si así lo piensas, acercarse un poco a lo que hace Dios, la Mente Infinita, en el sentido espiritual, físico y mental, durante sus lapsos de creación. No rechaces los sueños, la creatividad, el ingenio, la originalidad y la innovación.

Mientras exista un escritor en el mundo, un artista pleno, la humanidad se salvará y tendrá oportunidad de volar y transportarse a fronteras grandiosas e insospechadas. Cuando escribas novelas, cuentos, poemas o relatos, no inhibas la inspiración que surge de las profundidades de tu ser y conquista los sentimientos, los ideales y los pensamientos de tus lectores. Regálales el milagro de la creación.

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La letra que inicia y la que concluye

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Una letra es, apenas, un trazo, un proyecto, el esbozo que, sumado y multiplicado, aspira convertirse en una palabra y en otras más que se agregan a un cuento, a una novela, a un texto, a un poema. Se encuentra en el nacimiento, en la formación de una idea que, innegablemente, expresará tanto. Otra letra es una enamorada que se une a su compañera inseparable para el nacimiento de un significado. Incontables letras se enlazan o se separan para formar palabras, sentimientos, ideas. Son silencios y rumores que dicen y enseñan lo que, de otra manera, no podría expresarse. Así surgen las obras literarias, cuando el artista, inspirado, escribe sus historias durante aquellas soledades repetidas e incansables que no cualquiera acepta. El bolígrafo y el papel, o el equipo digital, son herramientas y un crisol que reciben el material, el tropel de letras que llegan de repente desde las profundidades del ser, el abecedario con sus acentos y sus signos, que se transforman en arte literario. La letra, al unirse a otras, adquiere una personalidad, un rasgo, una dirección, un sentido. Una letra es el inicio, el intermedio o el final de una obra que toca a la puerta de los sentimientos, que abre las ventanas de la reflexión, igual que un acompañante fiel que se vuelve inseparable. La letra que inicia es, sin duda, el principio de una historia grandiosa; la postrera, en cambio, marca el final y la despedida. Una letra es, apenas, el comienzo de algo que puede ser noble, hermoso, sublime y profundo. Una letra y muchas más.

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Perfume de escritor

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Alguien dijo, una vez, que huelo a papel, a libro, y a tinta, a bolígrafo, a páginas impresas, mezcla que forma, inevitablemente, el encanto de una fragancia, especial que no tiene precio porque se trata, simplemente, de perfume de escritor. Y es que, a pesar de que conozco y manejo la tecnología de la hora contemporánea, soy un artista de las letras, muy romántico, proclive a escribir mis textos en un cuaderno o en una libreta, antes de transcribirlos en la computadora y publicarlos. En ocasiones, por la dinámica cotidiana, me resulta imposible tomar el bolígrafo y escribir sobre una hoja de papel; entonces recurro, directamente, a los equipos modernos y me entrego al arte. He escrito fragmentos de mis obras en servilletas, pedazos de cartón, trozos de papel, boletos y comprobantes de pago de las tiendas, porque la inspiración toca a la puerta en el momento inesperado, y se marcha cuando uno la desatiende y le es infiel. El perfume de escritor no solamente implica el ejercicio de trazar letras y tener contacto con el papel y la tinta, práctica que, sin duda, algunos podrían aprovechar como una oportunidad de pose y de lucimiento; significa entregarse al proceso de la creación de obras, a la composición de novelas, cuentos, historias, relatos, poemas y textos cautivantes e insíradores. Oler a libro, a papel, a tinta, equivale a transpirar letras y palabras, sentimientos e ideas, narraciones e historias, y derribar muros y fronteras, abrir las puertas y los ventanales, explorar caminos y acercar el mundo a paraísos insospechados. El perfume de escritor es una esencia que no se consigue fácilmente por ser escasa y selectiva. La fragancia del arte no se impregna en los impostores, acaso por estar reservada y ser exclusiva para quienes aman la encomienda de crear obras, como lo hacen la naturaleza y, siempre, Dios.

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En un cuaderno o en una libreta

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Les comparto que, en los escasos momentos libres, al concluir mis actividades profesionales, escribo, a mano, con bolígrafo color sepia, la historia de mis antepasados en sus diferentes ramas. Lo hago en una libreta de pasta dura, totalmente numerada, con la idea de que en sus páginas quede inscrita la epopeya del ayer por parte de mis antecesores. Se trata de información, fechas y datos que he investigado y recopilado desde hace décadas, a partir de mi infancia. Un día -hace poco, realmente-, decidí que era momento de dedicarle mi mejor esfuerzo a ese libro, el cual, a diferencia de mis otras obras, no publicaré, ya que lo compartiré exclusivamente a mi familia más cercana, a mis descendientes; sin embargo, confieso que escribir la historia de mis antepasados, ha resultado un ejercicio muy saludable, espiritual y mentalmente, porque con cada línea aprendo y me entiendo más. Quien conoce su pasado, su origen, cuenta con elementos para conocerse y definir su presente, su hoy, y actuar de acuerdo con su proyecto existencial, con la promesa de un mejor futuro; aquel que lo desdeña o lo ignora, no sabe la información tan valiosa que pierde. Con cada personaje de antaño, aprendo algo y comprendo, por añadidura, que se trata de un fragmento de mí, uno de los tantos antecedentes que permanecen en mi genética, lo cual, por cierto, me da oportunidad de corregir o mejorar. Siempre les he tenido un profundo respeto a mis antepasados y hoy refrendo la admiración, el cariño y el agradecimiento que me inspiran. Me parece que la mayoría tenemos oportunidad de escribir algo sobre nuestros antepasados. Si alguien no dispone de información sobre sus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y demás antecesores, puede iniciar con sus padres. Lo importante es no dejarlo al olvido o a la desidia. Puede escribirse en un cuaderno con un estilo sencillo. No es requisito, para hacerlo, ser literato. La experiencia resulta enriquecedora, más allá de quiénes hayan sido los antecesores. Y será un legado invaluable para sus descendientes, quienes se comprenderán mejor. Un cuaderno sencillo, creo, puede resguardar, al terminar la hoja postrera, la obra más bella, cutivante, encantadora y real. Nunca hay que desdeñar a quien escribe en el papel más modesto; su texto puede resultar una obra grandiosa porque se trata de personajes reales. Disfruto los instantes que dedico a tan hermosa y significativa tarea. Creo, por otra parte, que ninguno de mis antepasados imaginó que uno de sus descendientes escribiría sus biografías personales y familiares, con las luces y sombras que todo ser humano lleva consigo durante su jornada terrena. Es como reconstruir vidas, personajes de los que, después de todo, uno forma parte. Es un honor y un privilegio hacerlo. Sin dame cuenta, me he transportado a los muchos días del ayer, a un sitio y a otro más, para acompañar, por un rato -horas o años- a mis antecesores, durante su caminata por las sendas de la existencia mundana. Me siento orgulloso de ser su descendiente y los percibo en mí, con sus diferentes rostros e identidades, sin que yo pierda mi esencia. Estoy seguro de que en alguna fecha, cuando yo haya finalizado mi paseo por este mundo al que denominamos Tierra, alguno de mis descendientes continuará los relatos de nuestra historia familiar.

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La tinta del bolígrafo

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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La tinta de mi bolígrafo se agota, como se va mi vida, igual que el cauce de un río que, tras mucho andar, una mañana o una tarde, en alguna fecha cercana o distante, no regresa más ni alivia la sed de los árboles, la vegetación y la tierra. Agoniza el repuesto de mi bolígrafo. Entre un suspiro y otro, destila las gotas postreras de tinta al yo trazar, en el cuaderno de notas, mis letras y mis palabras, mi arte escrito que vuelvo sentimientos, vivencias, sueños, ilusiones, pensamientos e ideales. Cada vez más débil, pero ausente de muletas y vendajes, la tinta apenas completa el texto que escribo; habla y enmudece, cae y se levanta, pinta y deja huecos, pausas, espacios, que promueven su despedida. Es como la vida humana que, en su hermosa primavera, traza y pinta colores, plasma sueños e ilusiones, imprime su energía y su ánimo, para, más tarde, en el verano intenso, sentir, pensar y actuar con fuerza y madurez, hasta que, al llegar la noche, aparecen, con frecuencia, el cansancio, los síntomas que anticipan la culminación de la existencia. Hoy, al consumirse la tinta de mi bolígrafo, tengo mucho que agradecerle y tanto que aprender de sus lecciones. Un día de antaño, la tinta fue precisa y firme, y otro más, también, durable y fuerte; pero, en este plano, la estancia es temporal. Se acabó la tinta. Resulta extraordinario y maravilloso que lo que parecía un simple cartucho de tinta, haya contribuido a mi labor artística y que las gotas que destiló, en un instante y en otro, fueran para una causa noble y se aplicaran al bien, a la reflexión y al amor. Apenas escribí las letras y las palabras que forman este texto y la tinta, compañera de tantas jornadas de creación e inspiración artística, cumplió su encomienda, como quien después de vivir tanto, muere en paz y con la satisfacción de llevar consigo una historia digna, noble, épica, buena y honesta. La tinta se ha terminado, como acaba una vida o se extingue el día al encontrarse, en su cita diaria, el cielo y el océano, en el horizonte, y resplandecer con sus matices amarillos, morados, naranjas y rojizos. La tinta del bolígrafo se acabó, como a una hora, en el mundo, termina la vida.

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Como en los viejos tiempos

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

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Como en los viejos tiempos, anoto en mi libreta de apuntes las letras de mi inspiración, palabras cargadas de sentimientos e ideas que, más tarde, con calma, transcribo en el equipo de cómputo y publico o agrego, gradualmente, a mis proyectos literarios. Como en los viejos tiempos, escribo notas en mi cuaderno, entre una actividad y otra, en esos lapsos que, por su paso ligero y su presencia fugaz, se llevan pedazos de vida, y lo hago porque de otra manera no dispondría de espacios para escribir. Como en los viejos tiempos, escribo, plasmo mi tinta en cada página; aunque los demás, inmersos en ambientes y en mundos virtuales, de pronto desvíen su atención en mí y crean que soy un pobre náufrago que sobrevive a los remolinos de la hora contemporánea y que, por lo mismo, vengo de otras generaciones que no figuran en inventarios prácticos. Y no es así. Sé manejar equipos modernos y navegar en planos cibernéticos, pero me resulta fascinante y práctico escribir como los autores lo practicaban hace cincuenta o cien años. La gente me mira extrañada, quizá con la interrogante de qué escribo, tal vez con la idea de que estoy desfasado, probablemente con dudas y respuestas que delatan sus miradas a hurtadillas y sus silencios. Como en los viejos tiempos, cuando era niño y posteriormente en la juventud, a un lado de mis libros y bolígrafos se encuentra en cuaderno de anotaciones, la libreta de apuntes, con trozos de mi vida, huellas de mi paso por el mundo y fragmentos de mi perfume. Como en los viejos tiempos, escribo letras y palabras en mi cuaderno, unas con sentimientos que vienen del alma, otras con pensamientos de mi mente inquieta, algunas con mis voces, unas más con mis silencios, y muchas con los colores de mi biografía, hasta que, en determinado instante de mi andar, en cierta fecha, descubra con asombro que solo tengo la hoja postrera para expresar tanto a la gente que amo y dejar un mensaje a todos. Como en los viejos tiempos, tengo un cuaderno a mi lado.

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Sencillez de una libreta

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Entre una estación y otra, en un rincón y en algunos más, durante ciertas esperas breves y prolongadas, construyo mi arte, escribo inmerso en mí, al mismo tiempo que la gente que me rodea permanece fascinada en las redes sociales, en sus mensajes cotidianos, en un mundo paralelo y digital que parece su destino y realidad. Me miran las personas, hombres y mujeres sonrientes que han añadido a sus vidas, a sus formas, a sus momentos, aparatos móviles que no abandonan. Piensan, tal vez, que soy alguien que diseña letras y traza palabras con ciertos significados -sentimientos e ideas, al fin- en páginas interminables de cuadernos, medios y herramientas que a la mayoría parecen caducos, inservibles y primitivos. Sospechan, creo, que naufrago en los extravíos de la razón, en los apuntes de una libreta frágil y sencilla, de esas marcas que los centros comerciales rematan como saldos de mercancía estática durante ciertas temporadas del año. Observan que el bolígrafo escribe innumerables letras, palabras, acentos, puntuaciones y signos. Piensan, seguramente, que vengo de otro tiempo y que soy, en consecuencia, prófugo de minutos, horas, días, meses y años inscritos en calendarios amarillentos; pero no es así porque conozco los rostros y las siluetas de la modernidad. Ignoran, por su propia inmediatez, que, más tarde o al siguiente día, recurro a un equipo moderno y transcribo mis apuntes y los publico. Así es como fabrico, generalmente, mis letras y mis obras, con pedazos de cotidianidad y trozos de ideas y sentimientos plasmados en una libreta de apariencia humilde.

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En la tinta del bolígrafo percibo tu fragancia

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Te percibo detrás y al frente de cada letra, en el desván de lo acentos y la puntuación, en las formas de lo signos, en las palabras que trazo cuando te presiento diluida en las hojas de papel, donde, feliz y plena, no dudo que quizá patines, probablemente sueñes o tal vez me esperes. Te descubro en la historias que relato -oh, eres mi personaje-, en los poemas que escribo, en el taller del abecedario. En cada página, creo definirte, y es así como te encuentro al escribir. La tinta del bolígrafo, me parece, ya trae tu fragancia, tu perfume que, al mezclarse con mis sentimientos e ideas, forma expresiones, rapta letras al arte, al arte que es un pedazo de cielo, un trozo de paraíso que te regalo cuando, simplemente, escribo para ti.

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