Nocturno

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

A esta hora, ¿ya dije que te amo?

Si no existieras, no habría poemas en mi cuaderno de artista ni esbozos de la dulzura de tu rostro en mis lienzos cubiertos de pintura; tampoco tendría reunidos en mi pentagrama los sonidos de la música, los rumores del silencio y el lenguaje de Dios con sus tonos de cascada, río, lluvia, viento. nevada y mar. Si no tuviera tu amor, sería tanto como mirar la noche oscura y profunda, ausente de las luces de su pinacoteca, olvidada en su oscuridad y en las enmiendas que hacen los enamorados cuando sienten embeleso al mirar las estrellas y quizá al trazar rutas insospechadas de sus idilios, mientras se abrazan. Si no compartiéramos una historia con sus luces y sombras, con la alegría e ilusión que uno experimenta al sentirse enamorado, mis facciones delatarían mi añoranza, tu inexistencia, mi desolación. Si no existieras, viviría extrañándote y te inventaría cada día. Si no conociera tu nombre ni me descubriera retratado en tu mirada de espejo, sería un viajero solitario, el pasajero de un tren que va de una estación a otra sin un sentido. Si no tuviera tu amor cuando estás cerca y lejos de mí, no existiría una historia compartida, no te llamaría color de mi vida y de mi cielo, no pronunciaría tu nombre de ángel. Existes, igual que el sueño más bello y sublime cuando uno despierta y se hace realidad. Eres yo, soy tú, somos nosotros; por eso, al inspirarme este nocturno, lo escucho una y otra vez, hasta que percibo tu voz transformada en la mía, y juntas, ya fundidas en el lenguaje universal, expresadas en el silencio de nuestras almas, en el lenguaje del cielo, en el poemario de la vida, en las notas de la inmortalidad. Tu voz, tu mirada, tu cercanía y lejanía, tu alma, tu silencio, tus detalles y ese amor tan tuyo y mío, indican que existes, que me encuentro en ti y estás en mí. Los días de ausencia, cuando por alguna causa te encuentras en otro sitio o yo ando lejos, podrían ser de total impaciencia; no obstante, me sé en ti y así vivo esas horas, contigo en mí, hasta que volvemos a mecernos en los sueños, las ilusiones y los capítulos que protagonizamos, acaso sentados en la luna con sonrisa de columpio o a la orilla de un lago rodeado de abetos, una noche estrellada, o tal vez al escapar a la playa, entre los riscos, un amanecer y otro, como dos niños alegres y traviesos, tomados de las manos, ante la inmensidad del océano y el cielo.

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En estos días

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Quienes preguntan si no se ha debilitado mi amor por ella, quedan sorprendidos cuando respondo que cada día me siento más enamorado, que experimento asombro hasta por pronunciar su nombre y que no desaprovecho la oportunidad, aquí y allá, para acariciar sus manos, entregarle un beso a hurtadillas o regalarle una servilleta o un papel con la expresión «te amo»

En estos días de mi vida, quiero rescatar las letras que flotan en el abecedario para formar palabras bellas y dulces, escribir tu nombre y expresar el amor y la admiración que siento por ti. Tengo la idea de recolectar flores para formar un bouquet de detalles y entregarte las fragancias y texturas del paraíso. Observo el aleteo grácil de mariposas y libélulas cuando el sol asoma entre las nubes y pienso que tú y yo podemos volar libres y plenos hacia fronteras supremas e infinitas. Miro los crepúsculos, al amanecer y al atardecer, cuando el océano y el cielo se funden en tonos dorados y rojizos, y siento que te abrazo y beso mientras los rumores de la vida transitan a nuestro alrededor. Abro el libro de las historias más bellas y subyugantes con la idea de descubrir la tuya y la mía. Armo un poema para ti y te pinto en un lienzo con las hojas amarillentas, doradas, naranjas, rojas y verdes que arranca el viento al besar las frondas que balancea mientras los murmullos de la creación se propagan en nuestros corazones, el mundo y el universo. Nuestro silencio, cuando lo buscamos, abre puertas a fronteras y rutas insospechadas, donde cada gota se transforma en trozo de cristal que atesora alegría, emoción, capítulos intensos, sueños e ilusiones. Guardo los instantes que pasan con el objetivo de fundirlos en horas, días, años, quizá porque anhelo el arrullo de la eternidad a tu lado. Imagino, en estos días, que el amor es una ruta para viajar juntos por el mundo y después, al cumplir el itinerario con sus luces y sombras, abrir el portón y ser finalmente tú y yo, nosotros, los de siempre. En estos días de mi existencia, simplemente deseo manifestar mi asombro por el embeleso que despiertas en mí y admitir que siento emoción al confesar, como lo hice la primera vez, que te amo y eres, en consecuencia, color de mi vida, musa de mis obras y dama de mi cielo.

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Sin darme cuenta…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Sin darme cuenta, ahora escribo y pronuncio tu nombre en mis sueños, en mi vida, quizá con la idea de que mis letras y mi voz se propaguen e impregnen en la eternidad

Sin darme cuenta, contigo he aprendido que el amor tiene historia y no es resultado de casualidades ni encuentros que un día se dejan igual que el término de un contrato; también he notado que al enamorarse, uno convierte el cielo estrellado en poemario, de manera que cada lucero es una promesa, una fantasía, una ilusión que asombra y late en el corazón, hasta materializarse e iluminar la ruta a un paraíso insospechado. Sin percatarme del tránsito de las horas, ahora entiendo que el amor es eterno y no un convenio que se somete a cláusulas que caducan ante la temporalidad, la indiferencia o un problema. Sé, por la locura de este amor, que entre los sueños y la realidad hay un hilo que se llama vida y que de uno depende, al enamorarse, explorarlo y retirar las piedras entre una frontera y otra. Imperceptiblemente, los días se han sumado y ahora compartimos innumerables capítulos de una historia, con sus luces y sombras, en los que aprendimos que el amor significa tú y yo, la entrega de un abrazo y un beso en los instantes felices y románticos, y también en los momentos menos afortunados. Sin sospecharlo, descubrimos que las lágrimas destiladas en las horas felices endulzan las que algunas veces se derraman con dolor y tristeza, prueba de que en el amor no hay abandono ni conveniencias, sino entrega que abre las puertas de dos almas que se unen. Sin darme cuenta, tu corazón tan libre y pleno late en mi interior, y el mío te pertenece, con el encanto y la magia de vivirlo todos los días y saber que adelante hay un puente con flores y que cada pétalo, envuelto en un color y una fragancia, es una promesa de amor, la llave para abrir los cerrojos sutiles de la esencia y encontrarme contigo eternamente.

Aprendí

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Aprendí que en el amor, la humedad de un día es insuficiente para derruir los pilares de un palacio majestuoso y que un abrojo, por sí solo, es incapaz de perturbar a las flores ufanas con las que juguetean el aire matinal y la lluvia vespertina.

También supe, por experiencia, que en el amor hay juegos muy bellos e intensos, hasta que los enamorados se transforman en dos pequeños felices, tiernos y sonrientes, capaces de volver a la inocencia; pero nunca debe considerarse una relación sentimental la partida a ganar porque entonces las heridas que se causan son desgarradoras e incurables.

No imaginaba a qué grado, en el amor, se comparten los días de la existencia, hasta que a tu lado lo experimenté. Entonces me di cuenta de que la vida se transforma en una historia de ensueño y realidades, con sus claroscuros, como prueba, quizá, para escalar y conquistar el paraíso ofrecido.

En el amor, ahora lo sé, la entrega es total cuando uno y otro, al mirarse, se descubren retratados. Ninguno permanece atrás ni distante porque ambos, ya identificados, toman sus manos y caminan juntos.

Generalmente, muchos seres humanos evitan involucrarse en las relaciones sentimentales cuando implican que no habrá placeres, sino momentos de apoyo, comprensión y silencio; pero el amor prueba su grandeza precisamente en las horas cruentas y ante los desfiladeros de la vida. Quienes superan los instantes complejos, las pruebas difíciles, aseguran capítulos de alegría, ilusiones y felicidad.

Alguien me recordó alguna vez, mientras lloraba tristemente, que cuando una persona se siente enamorada en realidad, es capaz de renunciar a muchas cosas y se atreve a unirse a quien le inspira y ofrece sentimientos tan hermosos, a pesar de que el mundo se oponga. Tú y yo lo sabemos. Me demuestras tu amor no con palabras ni por medio de promesas, sino con hechos, con realidades.

Igualmente, aprendí que el amor no es el náufrago que se abandona en una isla desolada; es, ahora lo sé, el sentimiento más excelso que cotidianamente, a toda hora, se practica y hace de la vida un estilo irrepetible y especial.

Mi relación contigo me ha enseñado que el amor es la vida y que unas veces pueden manifestarse amaneces dichosos y otras ocasiones, en cambio, alboradas ensombrecidas por el dolor y la tristeza; pero todo es superable cuando las bases de los sentimientos y los valores son sólidos.

Entendí, a tu lado, que el amor conduce a la libertad y plenitud de las almas, y es tan parecido al vuelo de las aves, a la brisa del mar, a las cascadas, a las gotas de la llovizna, al rocío y, sobre todo, a la sonrisa de Dios, que conmueve los sentidos y hace vibrar los corazones y al universo. Tú y yo lo sabemos porque todos los días lo experimentamos y compartimos. Tejimos nuestros sueños para materializarlos en la historia más subyugante.

Originalmente, también lo he aprendido contigo, el amor proviene de Dios, del universo, de la creación; pero tú y yo, los de siempre, tenemos la dicha y el encanto de vivirlo con nuestro peculiar estilo, unas veces sonriendo y otras en silencio, pero siempre dejando huellas indelebles en las almas de ambos para asegurar un espacio y una luz en la eternidad.

Un día

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Un día, después de tanto caminar, me di cuenta de que no son la fama ni las riquezas que se conquistan durante la jornada terrena lo que importa, como tampoco la acumulación de placeres ni los reflectores de las apariencias, sino las huellas indelebles que se dejan en el sendero y lo que dan y sostienen las manos.

También descubrí que no son las flores que se llevan a los hospitales y a las tumbas lo que tranquilizan el alma y destierran los remordimientos; es la acumulación, un día, otro y muchos más, de amor, detalles, sonrisas y actos. Lo demás es superfluo.

Estaba sentado en una banca aquella tarde, cuando entendí que de nada sirve coleccionar aventuras placenteras, como aquellos que en sus salas exhiben las cabezas de sus presas, porque todo lo que carece del verdadero amor es fatuo y se extingue a una hora infausta.

Ahora comprendo que sin amor, las flores no germinarían ni volarían las mariposas, como tampoco aparecería la constelación una noche ni el sol se manifestaría al amanecer, porque tal sentimiento es el que mueve al universo.

No son el dinero y la apariencia causas de la dicha; es el amor y son los detalles, los brazos que se extienden y las manos que apoyan y dan, en verdad, fuente de la verdadera felicidad.

A veces, la gente deambula entristecida y con desesperación en los parajes mundanos, acaso porque la cotidianeidad y la rutina los hunde en una terrible monotonía, quizá por perder el auténtico sentido de la vida o tal vez por buscar las superficialidades que brillan a su alrededor para seducirla y mantener cautiva a la mayoría, cuando lo cierto es que los días de la existencia podrían ser plenos e inolvidables, bellos e intensos, exquisitos e irrepetibles.

Muchas ocasiones, las personas cuentan con salud y condiciones para alcanzar la felicidad; sin embargo, abandonan sus valores y adquieren el boleto para convertirse en tripulantes de la embarcación que navega a las playas y los puertos de la ambición desmedida, y caen ante los reflectores fatuos de las apariencias y la lascivia, ¿y en qué terminan al final?

Ocurre que al caer el telón de los días, al cerrarse las puertas y ventanas de la existencia, la mayoría de las personas lamentan haber derrochado el tiempo en asuntos baladíes y cosas vanas, perdiendo así la oportunidad de crecer, probarse y transformarse en los seres más extraordinarios e irrepetibles.

Generalmente, hay que admitirlo, es tarde cuando la mayoría de la gente comprende que el sentido de la vida es opuesto al que experimentaron durante su jornada, y por eso son las flores extemporáneas y el llanto incesante de la amargura y el dolor.

Imágenes y recuerdos de vivencias transitan por las mentes de quienes al final, acosados por las enfermedades y los años repetidos e imperturbables, se arrepienten de haberse negado la oportunidad de experimentar cada día con amor, equilibrio, honestidad, armonía y plenitud.

Estaba sentado en una banca aquella tarde, reflexivo, mirando el celaje, cuando entendí que debía levantarme, caminar hacia el cesto de la basura y arrojar mis superficialidades, mis cosas vanas, para rescatarme a través del amor y lo que efectivamente vale.

Así fue como emprendí mi caminata por otro sendero y ya con la costumbre de cultivar flores y detalles a mi paso, te descubrí con el resplandor de tu sonrisa, con la transparencia de tu mirada y con el amor que deseabas entregar a quien estuviera dispuesto a acompañarte por el rumbo más sublime y esplendoroso.

Desde entonces, lo confieso, somos uno durante las temporadas de dicha, encanto y risa; pero también permanecemos tomados de las manos cuando de manera natural, por tratarse de los claroscuros de la vida, enfrentamos capítulos tristes y adversos.

Transitamos juntos por el camino de la vida y retiramos, cuando se presentan, las piedras y los cardos que impiden el paso, porque seguimos, durante nuestra travesía, la luz de un faro superior que salvará nuestra embarcación del hundimiento o del naufragio.

Un día, al atardecer, comprendí que debía abandonar la banca y transitar de espectador a caminante, y fue, entonces, cuando empezaron a ocurrir acontecimientos maravillosos como descubrirte a mi lado, tomar tu mano y experimentar juntos la brisa del mar inconmensurable, tripular el barco y navegar durante toda la vida hacia las rutas de la inmortalidad. Así, hacemos de cada día una vivencia inolvidable, un recuerdo bello, una oportunidad de trasladar algo del paraíso al mundo.

Contigo

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Contigo descubrí el verdadero sentido de la vida. Me enseñaste, por la esencia de tu ser, que los días de la existencia son breves y que si uno desea, en verdad, traspasar las fronteras del mundo y mecerse en el columpio de la eternidad, hay que construir un puente firme y prodigioso, experimentar una vida en armonía, equilibrada, plena y con amor, justicia y valores.

Me recordaste que si destierro de mi interior a Dios, quedaré atrapado en la noche sin retorno y jamás recobraré la luminosidad. Perder la espiritualidad y la parte divina del ser, equivale, dijiste, a marchitarse, agonizar y perecer.

Lejos de consentir que resbalara a la noche sin final, me convocaste a renacer, a caminar a tu lado por la senda que conduce al horizonte más bello y resplandeciente, al hogar infinito, a la morada de Dios.

Así es como modifiqué mi itinerario existencial. Como que desenterraste los principios y valores que cultivé desde la infancia y una tarde nebulosa y melancólica, sepulté. Me ayudaste a recuperar el mapa de mi vida, sin duda olvidado en algún paraje desolado, en un capítulo no recordado de mi historia.

Vi tus ojos brillantes. Al reconocerme en tu mirada, de inmediato comprendí que eres tú a quien busqué en un lugar y en otro, durante gran parte de mi jornada existencial, acaso porque nunca antes me había descubierto tan pleno en los ojos de alguien, quizá por percibir mi esencia en ti, tal vez por palpar tu estilo irrepetible y especial.

Náufrago de incontables historias, escuché tus palabras, tu voz, como el aventurero que agotado por la travesía, reposa en un paraje y percibe el murmullo de la cascada que lo refresca y los susurros de la naturaleza, los gritos de la creación.

Decidí, entonces, abandonar la embarcación que acumulaba años de navegar por rutas erróneas -oh, la vida se compone de tiempo- y tomar con firmeza el control del timón y la brújula para así llegar a playas y puertos seguros.

Me cautivaste con tu estilo. Ante la opción de desbarrancarme, preferí seguirte, alcanzar tu paso, tomar tu mano y caminar junto a ti. Me gustó. Ahora soy yo, auténtico, intenso, libre, pleno. Andamos juntos con el amor más grande y hermoso, sin perder identidad ni atarnos a caprichos mundanos. Emulé tu ejemplo de vida. Me enamoré de ti, no solamente de tu apariencia tan subyugante, sino de tu riqueza interior que es el paso a lo sublime y a la eternidad.

Es cierto, aprendí contigo que el amor no es la baratija que pasa de una mano a otra, ni el maniquí que permanece alumbrado por los reflectores en un aparador para que alguien lo compre y más tarde, tras haberlo utilizado, lo deseche al descubrir uno más atractivo dentro de las vitrinas de la temporalidad.

Al entregarme tu amor tan diferente, pleno y especial, comprendí que no se trata de poseer a alguien para desencadenar pasiones fugaces que satisfacen los sentidos por instantes, porque muchas veces, es verdad, quienes se expresan los más nobles sentimientos, disfrutan con mayor intensidad un abrazo silencioso durante una noche de lluvia pertinaz, alguna sonrisa y hasta una mirada profunda.

Nadie me mostró, al otrora creerme enamorado, el camino del verdadero amor, ni en mí despertó entonces la capacidad de expresarlo. Tú, a quien he nombrado mi ángel tierno, detuviste mi marcha precipitosa, mi carrera sin rumbo, para enseñarme desde una cumbre el sendero del amor y la felicidad.

Gracias a ti, hoy lo admito, entendí que amar no es igual a adueñarse de alguien, estamparlo en la página de la historia personal y dar vuelta a la hoja para olvidarle. Me recordaste que el amor inicia en uno. Cuando la gente se ama, recupera la capacidad de dar lo mejor de sí a los demás y, en consecuencia, derramar alegría y felicidad sin condiciones ni límites.

Inicié contigo una vida diferente. Dejé a un lado, en el camino que quedó atrás, en las rutas que cancelé, la maleta con las cosas artificiales que me mantenían distraído y alejado de la esencia, para tomar con decisión el equipaje que junto contigo me conducirá a la cima más alta, donde la mirada de Dios es arcoíris y constelación, y su aliento, en cambio, aire, cascada, río, lluvia, porque la creación es eso, amor, armonía, felicidad, vida.

El amor, siempre a tu lado, es tan prodigioso que desmorona los muros de la duda, los celos y las ofensas, porque sus manos son puras y sólo saben construir puentes que salvan de caer a abismos insondables, diseñar caminos por los paisajes más cautivantes, trazar rutas a la eternidad. Nunca será trampa ni jaula.

Tampoco es, advertiste, la sortija que esclaviza ni el contrato que condena a otra persona para convertirla en posesión, en objeto, porque amar a alguien implica tenerle confianza, respetarle, permitir que vuele libremente, esperarle con entusiasmo y quererle toda la vida.

Expresaste que el amor no debe ser motivo de enojos ni tristezas, sino de alegría, detalles y paz. Lejos de derramar el tintero sobre las hojas en blanco, hay que trazar las letras más hermosas y las palabras de mayor belleza y sensibilidad. Nada justifica manchar las partituras. Si uno lo hace, el concierto se propagará discordante; pero si conserva cada signo con limpieza, la obra será magistral.

A tu lado comprendí que si uno desea, en verdad, amar a alguien toda la vida, hay que caminar a su lado, no adelante ni atrás, y hacer de cada momento un detalle, una oportunidad para ser dichosos.

Me enseñaste que un amor especial y diferente, como llamamos al nuestro, no tiene precio ni se le puede medir porque se entrega cuando en verdad se siente e inspira.

Otros, la mayoría quizá, transitan confundidos y se extravían al creer que el amor se relaciona con pasar la noche fugaz al lado de otra persona y al siguiente día, al disiparse las sombras, marcharse en busca de otra aventura que no deja huellas ni bellos sentimientos en el alma. Creen que la vida se justifica coleccionando horas de pasión.

Comprendí, igualmente, que el día y la noche, tan distintos en apariencia, no se oponen; al contrario, se complementan y enriquecen para que la vida y la belleza se manifiesten plenamente. El cielo azul ofrece nubes y un sol resplandeciente; la bóveda nocturna regala incontables luceros. Siempre hay luz cuando se le aprecia y se le busca.

A tu lado, ahora lo confieso, me reencontré con mi esencia, con quien verdaderamente soy. Entonces dispuse mi equipaje con la finalidad de partir contigo a rutas insospechadas porque en ti, mi otra parte, descubrí que el amor y la felicidad no consisten en los espejismos que mueven a la mayor parte del mundo, sino en los tesoros que yacen en el interior y de alguna manera, como algo mágico, se expresan en la vida en sus diferentes facetas.

No niego que también me enseñaste que si no estaba de acuerdo con ese estilo de vida tan diferente a la superficialidad de millones de seres humanos de la hora contemporánea, no existen grilletes que me detengan y la puerta está abierta. Me diste la opción de marcharme si así lo deseaba.

Al escuchar tus palabras, me percaté de tu sabiduría. Me ofreciste, a tu lado, un estilo diferente, sublime, cercano al bien y la verdad, a la vida plena, a la excelsitud, a Dios, y también la opción de marcharme y dedicar los días de mi existencia, como los demás, al derroche de pasiones inciertas y pasajeras, al brillo de las apariencias y a la temporalidad. No me obligaste a permanecer a tu lado porque la elección entre un estilo de vida y otro únicamente la tomaría yo.

Afuera, los apetitos intentaban seducirme; pero al mirarte y sentir desde lo hondo de mi ser el más bello de los sentimientos, supe que eres tú con quien caminaré tomado de la mano para experimentar el verdadero amor, sonreír, ser feliz y alcanzar, al fin, la evolución de mi ser, el regazo de Dios.

No me queda duda. Contigo descubrí el verdadero amor y no lo cambiaré por nada. Tengo la certeza de que un ser humano, al llegar al final de la jornada, puede sentirse feliz y satisfecho cuando observa atrás y descubre que los años de su vida fueron de alegría y valores, y si al voltear al lado encuentra al ser que amó y de quien recibió los más nobles sentimientos, indudablemente ambos compartirán la dicha de mirar al frente y descubrir el resplandor de Dios. Ese es el sendero que elegí contigo.