Unas manos y otras…

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Me apena y entristece la mano que a cierta hora, al sentirse ensoberbecida, superior, acaudalada, sabia y privilegiada, juzga, condena, desprecia y señala con escarnio a los demás, y al otro día, antes de que la aurora disipe al ocaso, la estira para solicitar ayuda y ser rescatada de su fragilidad. Un día, esa mano se siente todopoderosa, y al siguiente el dolor es tan fuerte que la hunde y aniquila. Prefiero la mano amorosa y caritativa, la mano que estrecha otra, la mano dispuesta a sumar y multiplicar para bien suyo y de los demás, la mano que aporta y construye. No me agradan las manos superficiales ni traidoras. Me gustan las que uno, al estrechar, siente en el alma.

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