El encanto de aquella flor

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Como el encanto de las flores que te regalo y guardas entre las páginas de tus libros para sentir mi presencia y la locura de nuestro amor

Pertenecí al linaje de un arreglo floral mágico y precioso, señorial y distinguido, elaborado por un viejo y experimentado artífice y ordenado por un artista atrapado en la locura de un amor inagotable y especial. Soy una flor con pétalos descoloridos y quebradizos por la acumulación de los años, por los dedos que una y otra vez repasaron mi textura como para recordar una historia irrepetible, por los labios que los rozaron para rememorar un amor inolvidable. Recuerdo al hombre que antaño llegó alegre y emocionado con el florista, a quien pidió diseñar y elaborar un arreglo cautivante y hermoso, el mejor de todos, para transformarlo en poema y hacer de cada rosa, tulipán y orquídea un detalle, una promesa, un regalo. Escribió un mensaje en una tarjeta y lo colocó entre las flores. La mujer que lo recibió era especial. Nunca antes el artista se había enamorado. Ella estaba hecha de una arcilla diferente, con una flama interior sublime, con una fórmula que sólo conoce quien inventó la creación, y él, el artista, conocía el significado de un amor como el de ambos, acaso porque acostumbrado a sumergirse en las profundidades del océano universal, alguna vez escuchó los susurros que depositaron en él secretos inconfesables. Al recibir el arreglo, ella lo admiró y creyó reconocer el perfume del escritor que se lo envió. Se sintió amada, feliz, enamorada e ilusionada. Embelesada, me desprendió del arreglo y me guardó en las páginas de un libro, al que acudió siempre, puntual y de frente, incluso durante las horas de la ancianidad, como para recordar al hombre que la amó intensamente y le llamó mirada de cielo, y recrearse con los capítulos que compartieron, con los juegos y las risas que provocaron sus ocurrencias, con los paseos y los signos que formaron parte de su historia, con el sí y el no de la vida, hasta que un día no regresó más a su cita. Aquí me conservo, solitaria, entre hojas de papel, en una biblioteca familiar, donde alguien, una mañana soleada, una tarde de viento o una noche de tempestad me descubrirá inerte, callada, y preguntará por mi significado. Al tocarme, percibirá la energía de un amor subyugante e inigualable, y quizá se formulará muchas interrogantes. Tal vez nunca descubrirá la historia de la que formo parte, pero tengo la certeza de que al contemplarme, entenderá que el amor es maravilloso y que a pesar de que quienes lo experimentan se marchiten como yo entre las páginas de un libro, se trata de un sentimiento excelso que nunca muere y sí, en cambio, pulsa en la vida que inicia cada instante en el mundo y se siente en el interior y en el cosmos como parte de la eternidad. Aquí estoy, marchita y silenciosa, entre las páginas amarillentas de un libro, cómplice de un secreto de amor.

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9 comentarios en “El encanto de aquella flor

  1. Esto es hermoso: «por los dedos que una y otra vez repasaron mi textura como para recordar una historia irrepetible, por los labios que los rozaron para rememorar un amor inolvidable», igual que esto: » Embelesada, me desprendió del arreglo y me guardó en las páginas de un libro, al que acudió siempre, puntual y de frente, incluso durante las horas de la ancianidad, como para recordar al hombre que la amó intensamente y le llamó mirada de cielo, y recrearse con los capítulos que compartieron, con los juegos y las risas que provocaron sus ocurrencias, con los paseos y los signos que formaron parte de su historia, con el sí y el no de la vida, hasta que un día no regresó más a su cita». Sin palabras.

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