Nosotros, los de aquellos días

Santiago Galicia Rojon Serrallonga

Apenas fue ayer. Nosotros, los de aquellos días, reíamos sanamente, encontrábamos diversión hasta en lo de apariencia más insignificante. Éramos felices sin tantos programas burdos y enajenantes de televisión, y los locutores, en las estaciones radiofónicas, no faltaban al respeto ni hablaban estupideces. Los bufones y los majaderos eran para las carpas y los burdeles. No pensábamos tanto en beber líquidos alterados ni en comer alimentos procesados, envasados en capacidades para glotones y personas sin dominio de sí, totalmente consumistas y dedicadas a saciar apetitos primarios, quizá porque en nuestras mesas todo era nutritivo y preparado en casa con amor, dedicación e higiene. Nosotros, los de aquellos tiempos, escribíamos cartas y esperábamos las respuestas con esperanza e ilusión, y cuánta alegría sentíamos al escuchar el silbato del cartero, recibir los sobres y abrirlos, algunas veces con fragancias distantes que acercaban a las almas. Nosotros, los de entonces, reíamos y llorábamos de verdad, y nuestros sueños e ilusiones pudieron ser inocentes, fantasiosos e ingenuos, pero jamás mal intencionados. Probamos la dulzura y el rigor de nuestros padres y de los maestros, a quienes siempre agradecimos la educación que nos dieron. Un castigo ejemplar y merecido no era motivo para escandalizar ni demandar. Apenas fue ayer. No ha transcurrido demasiado tiempo. Hay algunas generaciones, antes que las nuestras, todos ellos de ancianos respetables y entristecidos, que están partiendo, en tantos casos con el doloroso recuerdo del desprecio y abandono de la gente que siempre consideraron una bendición y un tesoro, y por la que dieron lo mejor de sí cuando tuvieron energía y vitalidad. En cuanto se marchen, seguiremos nosotros, los de la estación veraniega, los cercanos al otoño, en una fila inmensa que enseña el sentido de la vida y el significado de la muerte. Nosotros, los que inventábamos nuestros juegos sin recurrir a pantallas que idiotizan y roban la salud, la imaginación, los sentimientos, la inteligencia, los sueños, la creatividad, las ilusiones y la vida, éramos demasiado felices con lo que teníamos, y eso no significaba que fuéramos conformistas o mediocres. No renunciábamos a lo más hermoso de la vida a cambio de algo superficial que podría encadenarnos. Agradecíamos, al despertar, el amanecer que asomaba por nuestras ventanas y pintaba los jardines de matices paradisíacos, y no olvidábamos dar gracias, en la noche, por todo lo bueno y maravilloso del día que se consumía. Respetábamos a la gente mayor. Nosotros, los del otro día, crecimos y maduramos sin causar daño, simplemente con la idea de amar a nuestras familias, disfrutar los momentos existenciales y protagonizar una historia bonita e inolvidable. Tuvimos la dicha de que ellos, nuestros padres y madres, nos escucharan con atención e interés, sin la distracción de un aparato dedicado a enviar y recibir mensajes, incontables ocasiones carentes de sentido. Usábamos el lenguaje correctamente y solo los majaderos lo empleaban para lastimar a la gente. Nosotros, los de apenas ayer, conocimos a las damas y a los caballeros y los conceptos de Dios, familia, bien, verdad, amor, hogar, alma y valores. Nosotros, a los que algunos, por su edad o sus intereses, les estorbamos y pretenden, por lo mismo, exterminarnos como lo han hecho con los ancianos, pertenecemos a la última generación que conoció la belleza y dulzura de un hogar y una familia, la magia de dar lo mejor de sí a los demás, la bendición de derramar el bien desde la profundidad y el silencio de nuestras almas. No apaguen las flamas de nuestras antorchas. No somos jóvenes ni viejos. Nosotros, los de un antaño tan cercano, podemos relatarles historias, compartirles lecciones, transmitirles experiencia, regalarles parte del tiempo que escapa. Nosotros, los de apenas ayer, poseemos mucho para contribuir a la reconstrucción humana y del mundo. Nosotros, los de aquellos días.

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4 comentarios en “Nosotros, los de aquellos días

  1. Cómo añoro aquellos días! Leer este hermoso texto es como un viaje a mi niñez. Qué ha pasado? Por qué cambió todo? De lo que se han perdido las nuevas generaciones. Volvamos a nuestra costumbres!

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