El escritor

SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA

Derechos reservados conforme a la ley/ Copyright

El escritor es un artista, un ser que se inspira a una hora y siempre, para trazar letras y formar palabras, textos breves o extensos -una novela, un cuento, un poema, un relato-, y así expresar a sus lectores, a los hombres y a las mujeres que se interesan en sus obras, sentimientos e ideas, realidades y sueños, el bien y el mal, la aventura de la vida y la experiencia de la muerte.

Un escritor genuino sabe que no es su fachada lo que lo convierte en autor; para entrar a casa, al hogar del arte, es requisito llegar desnudo, ausente de ropaje y de superficialidades, y sumergirse en sus profundidades, en sus entrañas, donde se encuentran los secretos insondables de la creación. Al arte le desagradan las simulaciones y la estulticia. Es demasiado cauteloso.

El arte delata, finalmente, a los impostores, a los engreídos, a los que se creen superiores por el hecho de crear obras; en cambio, abraza a quienes son auténticos y, con sencillez, buscan sus palabras, sus notas, sus colores, sus formas, dentro de sus enigmáticos rumores y silencios. Les regala la inspiración, el poder de la creación.

Novelistas, cuentistas y poetas tienen la dicha y el privilegio de transmitir, por medio de sus letras, sentimientos e ideas. Llevan, a través de sus obras, a las rutas de la alegría y de la tristeza, a la realidad y a los sueños, a las ilusiones y a los desencantos, a las auroras y a los ocasos. Presentan una, otra e incontables historias, y los lectores, en un acto prodigioso, las sienten y las viven. Leen y descifran la existencia y la muerte, la inmortalidad y la finitud, con todas las posibilidades, al grado de que, en el fondo, entre líneas, los textos ofrecen alternativas, mensajes, enseñanzas que, de otra manera, sería complicado plantear y explicar.

Un artista escucha, a toda hora, que las musas tocan a su puerta, y debe abrirla para que entren y le cuenten sus historias, sus motivos, sus encomiendas, sus delirios, sin importar que se trate de un día de descanso, del momento de la ducha, de las vacaciones o de los minutos de sueño; de lo contrario, quizá la inspiración se aleje de su casa, hasta convertirse en una visitante casual o no regrese más.

El escritor es un artista, un creador que se inspira y se sumerge en las profundidades o escala las cimas de la inmortalidad, de donde extrae pedazos de cielo, de mundos y de infiernos, con tantas historias como luceros decoran la bóveda celeste.

A veces, cuando es preciso, el escritor no solamente expone la belleza de las letras, la estética, las ideas, los sentimientos y las historias; también, si el momento lo plantea, se convierte, por medio de sus obras, en quien, dentro de la oscuridad y las turbulencias, lleva la lámpara con el objetivo de guiar a los caminantes.

La realidad de la hora contemporánea plantea, con urgencia, la participación de escritores comprometidos con el bien y la verdad. Ningún artista de las letras puede esconderse detrás de las hojas de papel o de un equipo digital; al contrario, como escritor e intelectual, tiene la responsabilidad de crear conciencia y alumbrar.

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